Por Luis Marín
Por si hubiera alguna duda de que es lo mismo votar SI que NO, el gobierno va a financiar ambas, que en realidad es la misma campaña, a través del CNE. Son 90 mil millones que saldrán a disputarse los "votacionistas" (les ofende que los llamen colaboracionistas). El vil metal, que es el argumento que sustituye la falta de argumentos, que amordaza los escrúpulos y viste toda desvergüenza.
Sin embargo, estos partidos tropiezan con las dificultades propias de quien le vende su alma al Diablo. Debe ser en bloque la inscripción (el bloque del NO), con lo que ya les horroriza esta nueva confección de listas de sus militantes, incautos simpatizantes o amigos, pasto de la nueva lista Tascón, que ahora será la lista del "NO", que bien sabrá administrar el CNE, como ya lo ha demostrado en el pasado reciente. Sin entrega de almas inocentes, no money.
¿Y cómo van a convencer a las victimas potenciales? Este problema no es cualquier cosa, porque aquí no se está eligiendo nada, no hay cargos en juego, como cuando se compite por la Presidencia, en que existe la tremenda palanca de echarle la mano al botín del sector público; al hablar de gobernaciones, alcaldías y municipios, finalmente, en el tan dolido caso de la Asamblea, que los que se quejan de haberse retirado no lo hacen pensando en los pobres venezolanos (porque es evidente que la fracción de la oposición no sirvió para nada en el pasado) sino en que allí al menos algunos estarían cobrando quince y último. Cosa que con sorna les recuerdan los que se relamen allí dentro, levantando una mano y extendiendo la otra para cobrar: ¡Qué manera tal fácil de ganarse un millón diario!
Si hasta al régimen le resulta cuesta arriba mover a sus huestes, por lo que usa ofertas engañosas para tratar de disfrazar el interés personal del déspota tras algún camuflaje de interés colectivo. Desde un sistema de seguridad social que no han hecho en diez años a la famosa oferta de 6 horas de jornada laboral son una farsa, no sólo porque puedan avanzar sin cambiar la constitución, sino porque no resuelve nada en un país en que el problema es el desempleo y el subempleo. Para el sector informal no hay jornada laboral que valga. Por otra parte, reducir la jornada manteniendo los salarios lo que se hace es encarecer la hora de trabajo y el primer afectado es el mismo Estado que es el mayor empleador. Para el trabajador se hace más difícil conseguir empleo en el sector privado y al empresario le aumentan los costos por partida doble, pagando más por la hora y tener que implementar turnos para cubrir la jornada completa.
Por el lado de la oposición oficial, no deja de producir cierto desaliento que aún se ponga como ejemplo de que vale la pena votar, lo bien que les fue con Rosales en las elecciones de diciembre, sobre todo por el "músculo político" que exhibe hoy en día ese candidato. Peor es cuando argumentan que se pudo sacar a Pinochet de la presidencia mediante elecciones. Olvidan cándidamente que Pinochet no era comunista, que no intentaba imponer un régimen totalitario en Chile y que ciertamente tenía límites, sino personalmente, al menos por las fuerzas que lo apoyaron, como la democracia cristiana, amén de la influencia de la Iglesia Católica, por no insistir en que Chile es un país de instituciones, justamente de lo que adolece Venezuela.
Llamar a "votar y defender el voto" es estúpido, no sólo porque eso no se hizo el 15A de 2004, ni el 3D de 2006, sino porque ahora las condiciones electorales son infinitamente peores que las de entonces. Por ejemplo, el mecanismo de transmisión de datos de la CANTV ahora también está en manos del régimen; la fuerza militar que custodia el proceso ahora saluda con un estentóreo "socialismo o muerte"; todas las estaciones de televisión, con una sola honrosa excepción que confirma la regla, obedecen al dictado oficial y si todo esto fuera poco, el registro electoral se sigue adulterando, los presidentes de mesas son en su mayoría funcionarios interinos, no se permite ninguna auditoria sobre los mecanismos del proceso, que ahora son secreto de Estado y no habiendo propiamente una campaña electoral, ni siquiera hay testigos de mesa, como se aseguró que existirían en diciembre, lo que resultó otra pequeña mentira blanca del trío calavera.
La bien intencionada propuesta de impedir que se realice el referéndum no es realista, ni viable, como no lo es "la marcha sin retorno", que se parece mucho al mito de la huelga general, que alcanza a insuflar la imaginación colectiva, pero no se ha concretado jamás en la realidad.
De manera que sólo va quedando la abstención activa y militante como la única actitud política y moralmente correcta ante el fraude constitucional y electoral continuado que ha impuesto el régimen. Cualquier otra posición, no resiste el menor análisis; pero ¿cómo se puede observar esta posición sin romanticismo?
El problema principal es poner en evidencia el vacío electoral, demostrarlo. El proceso electoral quedaría reducido a lo que es: un acto unilateral del régimen para verificar su capacidad real de movilización de sus propios efectivos, una manera de constatar si tiene el control real de una parte significativa de la población. De acuerdo con sus resultados anteriores, no debería pasar del 20% por lo que se vería obligado a potenciar el fraude hasta llevarlo a extremos inverosímiles, imposibles de disimular, ni ante ellos mismos.
Que vayan solos, para ver qué tienen en verdad, sin arroparse tras los votantes de la verdadera oposición. Esto no parece gran cosa, vista la naturaleza del régimen, pues no puede olvidarse que en las elecciones de gobernadores y alcaldes, frente a una abstención mayor al 75% se dio una prórroga cuando no había nadie en las mesas y empezaron producir votos virtuales, mientras el CNE decía descaradamente que estaban votando todavía, aunque nadie podía ver los electores. Por ahí pasaron más de 500 mil "votos".
Esto pone en el tapete la pregunta esencial. ¿Tiene algún valor la realidad? El sentido común indica que termina imponiéndose, por encima de mentiras y manipulaciones. ¿Puede un sistema fraudulento funcionar prácticamente? Está claro que no, más temprano que tarde se revelará inoperante. Pretendiendo la aprobación de la constitución totalitaria por una supuesta mayoría, al tratar de aplicarla tropezarán con la realidad de que nadie va a aceptar confiscaciones de buena gana, ni el trabajo voluntario gratuito, el adoctrinamiento de sus hijos, ni convertirse en socialistas por decreto: el sistema resultará inviable.
El problema termina siendo práctico: cómo convertir el rechazo general en acciones políticas concretas, que conduzcan al establecimiento de un sistema de garantías legales para todos los ciudadanos.
Por el momento, el reto es construir el vacío electoral que demuestre que el pueblo venezolano no convalida el fraude constitucional, ejercer una suerte de monitoreo para verificar los niveles de abstención, para lo que sirven incluso los testigos que puedan infiltrarse dentro del hermético sistema del CNE, la observación de los centros electorales por los vecinos y cualquier otro medio de prueba disponible y, aunque parezca increíble, los mismos partidarios del régimen tendrán que verse cara a cara con su realidad, más allá de la fantasía que les han vendido y que ellos aparentan creer de que son "mayoría".
El vacío electoral es tan notorio, como ocultos son los votos que se depositen pulsando el botón de una máquina de Smartmatic. La gran ventaja es que en el agujero negro del vacío electoral no sólo se perderán las pretensiones hegemónicas del régimen sino los supuestos millones de votos de la leal oposición a su majestad. A la vista de todos, como el Rey Desnudo.
Por si hubiera alguna duda de que es lo mismo votar SI que NO, el gobierno va a financiar ambas, que en realidad es la misma campaña, a través del CNE. Son 90 mil millones que saldrán a disputarse los "votacionistas" (les ofende que los llamen colaboracionistas). El vil metal, que es el argumento que sustituye la falta de argumentos, que amordaza los escrúpulos y viste toda desvergüenza.
Sin embargo, estos partidos tropiezan con las dificultades propias de quien le vende su alma al Diablo. Debe ser en bloque la inscripción (el bloque del NO), con lo que ya les horroriza esta nueva confección de listas de sus militantes, incautos simpatizantes o amigos, pasto de la nueva lista Tascón, que ahora será la lista del "NO", que bien sabrá administrar el CNE, como ya lo ha demostrado en el pasado reciente. Sin entrega de almas inocentes, no money.
¿Y cómo van a convencer a las victimas potenciales? Este problema no es cualquier cosa, porque aquí no se está eligiendo nada, no hay cargos en juego, como cuando se compite por la Presidencia, en que existe la tremenda palanca de echarle la mano al botín del sector público; al hablar de gobernaciones, alcaldías y municipios, finalmente, en el tan dolido caso de la Asamblea, que los que se quejan de haberse retirado no lo hacen pensando en los pobres venezolanos (porque es evidente que la fracción de la oposición no sirvió para nada en el pasado) sino en que allí al menos algunos estarían cobrando quince y último. Cosa que con sorna les recuerdan los que se relamen allí dentro, levantando una mano y extendiendo la otra para cobrar: ¡Qué manera tal fácil de ganarse un millón diario!
Si hasta al régimen le resulta cuesta arriba mover a sus huestes, por lo que usa ofertas engañosas para tratar de disfrazar el interés personal del déspota tras algún camuflaje de interés colectivo. Desde un sistema de seguridad social que no han hecho en diez años a la famosa oferta de 6 horas de jornada laboral son una farsa, no sólo porque puedan avanzar sin cambiar la constitución, sino porque no resuelve nada en un país en que el problema es el desempleo y el subempleo. Para el sector informal no hay jornada laboral que valga. Por otra parte, reducir la jornada manteniendo los salarios lo que se hace es encarecer la hora de trabajo y el primer afectado es el mismo Estado que es el mayor empleador. Para el trabajador se hace más difícil conseguir empleo en el sector privado y al empresario le aumentan los costos por partida doble, pagando más por la hora y tener que implementar turnos para cubrir la jornada completa.
Por el lado de la oposición oficial, no deja de producir cierto desaliento que aún se ponga como ejemplo de que vale la pena votar, lo bien que les fue con Rosales en las elecciones de diciembre, sobre todo por el "músculo político" que exhibe hoy en día ese candidato. Peor es cuando argumentan que se pudo sacar a Pinochet de la presidencia mediante elecciones. Olvidan cándidamente que Pinochet no era comunista, que no intentaba imponer un régimen totalitario en Chile y que ciertamente tenía límites, sino personalmente, al menos por las fuerzas que lo apoyaron, como la democracia cristiana, amén de la influencia de la Iglesia Católica, por no insistir en que Chile es un país de instituciones, justamente de lo que adolece Venezuela.
Llamar a "votar y defender el voto" es estúpido, no sólo porque eso no se hizo el 15A de 2004, ni el 3D de 2006, sino porque ahora las condiciones electorales son infinitamente peores que las de entonces. Por ejemplo, el mecanismo de transmisión de datos de la CANTV ahora también está en manos del régimen; la fuerza militar que custodia el proceso ahora saluda con un estentóreo "socialismo o muerte"; todas las estaciones de televisión, con una sola honrosa excepción que confirma la regla, obedecen al dictado oficial y si todo esto fuera poco, el registro electoral se sigue adulterando, los presidentes de mesas son en su mayoría funcionarios interinos, no se permite ninguna auditoria sobre los mecanismos del proceso, que ahora son secreto de Estado y no habiendo propiamente una campaña electoral, ni siquiera hay testigos de mesa, como se aseguró que existirían en diciembre, lo que resultó otra pequeña mentira blanca del trío calavera.
La bien intencionada propuesta de impedir que se realice el referéndum no es realista, ni viable, como no lo es "la marcha sin retorno", que se parece mucho al mito de la huelga general, que alcanza a insuflar la imaginación colectiva, pero no se ha concretado jamás en la realidad.
De manera que sólo va quedando la abstención activa y militante como la única actitud política y moralmente correcta ante el fraude constitucional y electoral continuado que ha impuesto el régimen. Cualquier otra posición, no resiste el menor análisis; pero ¿cómo se puede observar esta posición sin romanticismo?
El problema principal es poner en evidencia el vacío electoral, demostrarlo. El proceso electoral quedaría reducido a lo que es: un acto unilateral del régimen para verificar su capacidad real de movilización de sus propios efectivos, una manera de constatar si tiene el control real de una parte significativa de la población. De acuerdo con sus resultados anteriores, no debería pasar del 20% por lo que se vería obligado a potenciar el fraude hasta llevarlo a extremos inverosímiles, imposibles de disimular, ni ante ellos mismos.
Que vayan solos, para ver qué tienen en verdad, sin arroparse tras los votantes de la verdadera oposición. Esto no parece gran cosa, vista la naturaleza del régimen, pues no puede olvidarse que en las elecciones de gobernadores y alcaldes, frente a una abstención mayor al 75% se dio una prórroga cuando no había nadie en las mesas y empezaron producir votos virtuales, mientras el CNE decía descaradamente que estaban votando todavía, aunque nadie podía ver los electores. Por ahí pasaron más de 500 mil "votos".
Esto pone en el tapete la pregunta esencial. ¿Tiene algún valor la realidad? El sentido común indica que termina imponiéndose, por encima de mentiras y manipulaciones. ¿Puede un sistema fraudulento funcionar prácticamente? Está claro que no, más temprano que tarde se revelará inoperante. Pretendiendo la aprobación de la constitución totalitaria por una supuesta mayoría, al tratar de aplicarla tropezarán con la realidad de que nadie va a aceptar confiscaciones de buena gana, ni el trabajo voluntario gratuito, el adoctrinamiento de sus hijos, ni convertirse en socialistas por decreto: el sistema resultará inviable.
El problema termina siendo práctico: cómo convertir el rechazo general en acciones políticas concretas, que conduzcan al establecimiento de un sistema de garantías legales para todos los ciudadanos.
Por el momento, el reto es construir el vacío electoral que demuestre que el pueblo venezolano no convalida el fraude constitucional, ejercer una suerte de monitoreo para verificar los niveles de abstención, para lo que sirven incluso los testigos que puedan infiltrarse dentro del hermético sistema del CNE, la observación de los centros electorales por los vecinos y cualquier otro medio de prueba disponible y, aunque parezca increíble, los mismos partidarios del régimen tendrán que verse cara a cara con su realidad, más allá de la fantasía que les han vendido y que ellos aparentan creer de que son "mayoría".
El vacío electoral es tan notorio, como ocultos son los votos que se depositen pulsando el botón de una máquina de Smartmatic. La gran ventaja es que en el agujero negro del vacío electoral no sólo se perderán las pretensiones hegemónicas del régimen sino los supuestos millones de votos de la leal oposición a su majestad. A la vista de todos, como el Rey Desnudo.
Cortesía de Democracia Cristiana
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