Por Emilio Urbina Mendoza
Sería muy iluso -sobre todo en esta época, donde la izquierda mundial se ha tornado tan mediocre- seguirle el juego a todos aquellos que bajo una estúpida candidez, amasan el expediente de la muerte del líder cubano Fidel Castro cada vez que una cadena de mensajes por correo electrónico lo anuncia.
Amén de los pecados contra la humanidad que pueda acumular el “barbudo”, su responsabilidad directa por los miles de venezolanos muertos en la década del sesenta bajo la fatídica experiencia guerrillera, o aquel incidente con los misiles soviéticos que casi nos llevan a la aniquilación global; se mantiene en sintonía con los tiempos. No es para nada sorprendente que aparezca en la televisión cubana, como lo hizo la pasada semana, para decirle al mundo que se encuentra más vivo que nunca. Ni siquiera sorprende el uso de prendas deportivas confeccionada por una reconocida marca, que desde su intervención quirúrgica en 2006, estila uniformarse para dar esa sensación de vitalidad. Colgó la guerrera que lo acompañó desde sus periplos marxistas por un mono con los colores del pabellón cubano.
En fin, Fidel vuelve hablarle al orbe con un tono de gurú moral, a pesar de haberse comportado como un decadente balbuceante de banalidades.
En esta oportunidad Castro dio una larga entrevista por la dificultad en dar las respuestas a las preguntas del entrevistador. Esta vez no habló de Bush o submarinos atómicos. El tema central fueron los libros. Eso si, no cualquier libro. Se quejó de los altos precios en que se venden los bestsellers que en este momento impactan al mundo político occidental, sugiriendo el enriquecimiento de los autores, aunque, claro está habría que preguntarle también a dónde va el dinero que se recauda en todos los países donde se comercializan sus discursos, también, recientemente publicados.
Ahora bien, más allá de las quejas castristas sobre el importe y accesibilidad material de las obras, nos sorprende el tiempo que ha dedicado para hacerle una propaganda soterrada a los autores bajo su lupa. Nada menos y nada más habló de sus más fervientes enemigos ideológicos, a saber, el fallecido Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Alan Greenspan. Los dos primeros de los citados han publicados sus diarios, que no merecieron mayores elogios por el líder cubano, salvo, la evocación a una cumbre angloamericana realizada en 1981 por la entonces primer ministro británica y el también entonces Presidente de los Estados Unidos.
Sin embargo, el ya anciano jefe de la revolución cubana, fue bastante generoso con la más reciente obra del Ex-Presidente de la Reserva Federal norteamericana. Leyó largas estrofas (traduciéndolas él mismo del inglés al castellano) de “The age of turbulence”, título bajo el cual Greenspan ha dado a conocer sus más íntimas impresiones sobre su experiencia de dos décadas al frente de la política monetaria de los Estados Unidos. Durante la interviú, Castro pareció regocijarse con los párrafos mientras leía. Incluso, en ciertos momentos cuando el entrevistador quiso formular críticas contra Greenspan, Castro se mantuvo impertérrito, como extasiado por el estilo del autor. Un deleite que es incomprensible, cual ecuación dudosa en estos tiempos de globalización y economía neoliberal.
¿Será que Fidel se convirtió al capitalismo?
Qui habet aures audiendi audiat.
Sería muy iluso -sobre todo en esta época, donde la izquierda mundial se ha tornado tan mediocre- seguirle el juego a todos aquellos que bajo una estúpida candidez, amasan el expediente de la muerte del líder cubano Fidel Castro cada vez que una cadena de mensajes por correo electrónico lo anuncia.
Amén de los pecados contra la humanidad que pueda acumular el “barbudo”, su responsabilidad directa por los miles de venezolanos muertos en la década del sesenta bajo la fatídica experiencia guerrillera, o aquel incidente con los misiles soviéticos que casi nos llevan a la aniquilación global; se mantiene en sintonía con los tiempos. No es para nada sorprendente que aparezca en la televisión cubana, como lo hizo la pasada semana, para decirle al mundo que se encuentra más vivo que nunca. Ni siquiera sorprende el uso de prendas deportivas confeccionada por una reconocida marca, que desde su intervención quirúrgica en 2006, estila uniformarse para dar esa sensación de vitalidad. Colgó la guerrera que lo acompañó desde sus periplos marxistas por un mono con los colores del pabellón cubano.
En fin, Fidel vuelve hablarle al orbe con un tono de gurú moral, a pesar de haberse comportado como un decadente balbuceante de banalidades.
En esta oportunidad Castro dio una larga entrevista por la dificultad en dar las respuestas a las preguntas del entrevistador. Esta vez no habló de Bush o submarinos atómicos. El tema central fueron los libros. Eso si, no cualquier libro. Se quejó de los altos precios en que se venden los bestsellers que en este momento impactan al mundo político occidental, sugiriendo el enriquecimiento de los autores, aunque, claro está habría que preguntarle también a dónde va el dinero que se recauda en todos los países donde se comercializan sus discursos, también, recientemente publicados.
Ahora bien, más allá de las quejas castristas sobre el importe y accesibilidad material de las obras, nos sorprende el tiempo que ha dedicado para hacerle una propaganda soterrada a los autores bajo su lupa. Nada menos y nada más habló de sus más fervientes enemigos ideológicos, a saber, el fallecido Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Alan Greenspan. Los dos primeros de los citados han publicados sus diarios, que no merecieron mayores elogios por el líder cubano, salvo, la evocación a una cumbre angloamericana realizada en 1981 por la entonces primer ministro británica y el también entonces Presidente de los Estados Unidos.
Sin embargo, el ya anciano jefe de la revolución cubana, fue bastante generoso con la más reciente obra del Ex-Presidente de la Reserva Federal norteamericana. Leyó largas estrofas (traduciéndolas él mismo del inglés al castellano) de “The age of turbulence”, título bajo el cual Greenspan ha dado a conocer sus más íntimas impresiones sobre su experiencia de dos décadas al frente de la política monetaria de los Estados Unidos. Durante la interviú, Castro pareció regocijarse con los párrafos mientras leía. Incluso, en ciertos momentos cuando el entrevistador quiso formular críticas contra Greenspan, Castro se mantuvo impertérrito, como extasiado por el estilo del autor. Un deleite que es incomprensible, cual ecuación dudosa en estos tiempos de globalización y economía neoliberal.
¿Será que Fidel se convirtió al capitalismo?
Qui habet aures audiendi audiat.
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