Por Pablo Dócimo
Existe, actualmente, un gran número de la población mundial que, en mayor o menor medida, y esto depende del país donde se encuentre, defiende cierta postura cultural o filosófica donde se pretende revertir algunas cuestiones o situaciones que se van generando con ciertos adelantos tecnológicos, ambientales, sociológicos o culturales, especialmente después del “mayo francés” de 1968, cuando una especie de cambio en la mentalidad y el concepto de las personas comenzó a difundirse.
Como no podía ser de otra manera, cierto sector del periodismo se hizo eco de esta corriente y comenzó a reflejar, a modo de investigación u opinión, y muchísimas más veces con denuncias, esta especie de males que aquejan a nuestro mundo.
Este nuevo género comenzó a nutrirse de personas que se encuadran dentro de una especie de “periodismo progresista”, una mezcla rara de pseudos ecologistas, socialistas y humanistas que pregonan en pos del bien mundial.
Los temas preferidos de este “periodismo progresista” son, entre otros, defender los derechos humanos, la ecología, mejorar el nivel de vida de los más necesitados, la distribución equitativa de la riqueza o la re-distribución de las riquezas, por un lado, y oponerse enérgicamente a todo tipo de represión, la pena de muerte, la discriminación, el capitalismo, el neoliberalismo, la acumulación y/o concentración de las riquezas, el consumismo, y, por sobre todas las cosas, enfrentarse al peor de todos los males, la tan temida globalización.
Por supuesto que ninguna persona medianamente coherente puede defender la contaminación o la destrucción del medio ambiente, o que existan pobres e indigentes en ninguna parte del mundo, o de la discriminación o represión, pero, siempre hay un pero, lo interesante sería, en primer lugar, develar quienes son los verdaderos responsables de estos flagelos, luego, como se hace para revertir o prescindir de ellos, y por último, no caer en la contradicción.
Los países que en mayor medida sufren estos males son los países sub-desarrollados, especialmente en África, Latinoamérica, y Asia, pero aquí nos tendríamos que preguntar que hacen éstos países para desarrollarse.
Seguramente, un periodista progresista diría que es por culpa de los grandes capitales, las empresas multinacionales, de las políticas neoliberales, de la concentración de las riquezas, etc., pero jamás aceptarán que son sub-desarrollados por su propia inoperancia, cultura e idiosincrasia, y como ejemplo podemos citar a Venezuela, que es una nación extremadamente rica donde la mayoría de sus habitantes están por debajo del límite de la pobreza; la contracara sería Japón, un país extremadamente pobre en cuanto a riquezas territoriales e inmensamente rico en tecnología, ciencia, desarrollo industrial y, lógicamente económico.
Tampoco se escucha decir, por parte de este periodismo progresista, como se hace para prescindir o revertir estas situaciones. De ser así, tendríamos que transitar todo un proceso de involución y volver a vivir como en la Edad Media, dejando de lado la ciencia, la tecnología, cerrar los laboratorios medicinales o las fábricas para evitar las contaminaciones, por ejemplo.
Por último, y éste es el punto más interesante, es la contradicción que despliegan estos periodistas; citemos algunos ejemplos: reniegan de la globalización, pero se nutren de Internet y todos, absolutamente todos, poseen e-mail o web site, difunden sus ideas a través de diarios, revistas, radio o TV, ¿Y cómo se hace para crear un medio de difución masiva sin recurrir a la tecnología, la industria, las fábricas o el capitalismo?
Otro ejemplo clarísimo de contradicción es que se reclama por hospitales bien equipados para que toda la población pueda tener acceso a la medicina, cosa que es totalmente lógica y comprensible, pero ¿cómo se hace para fabricar un tomógrafo, un quirófano o sencillamente un bisturí o una jeringa descartable sin instalar una fábrica?
Y por supuesto que nadie puede estar en contra de la educación ¿y como fabricamos libros o pupitres sin talar árboles, o pintar escuelas sin una fábrica que haga la pintura? estos ejemplos son tan básicos como reales, y tan contradictorios como interminables.
Es muy fácil escribir o manifestarse en contra de la contaminación ambiental, de la globalización, de la pobreza y de muchos otros males que aquejan a la humanidad, lo que no es fácil es proponer un camino diferente, como revertir estas situaciones y como no caer en la contradicción sin hacer uso de la demagogia y el populismo.
Existe, actualmente, un gran número de la población mundial que, en mayor o menor medida, y esto depende del país donde se encuentre, defiende cierta postura cultural o filosófica donde se pretende revertir algunas cuestiones o situaciones que se van generando con ciertos adelantos tecnológicos, ambientales, sociológicos o culturales, especialmente después del “mayo francés” de 1968, cuando una especie de cambio en la mentalidad y el concepto de las personas comenzó a difundirse.
Como no podía ser de otra manera, cierto sector del periodismo se hizo eco de esta corriente y comenzó a reflejar, a modo de investigación u opinión, y muchísimas más veces con denuncias, esta especie de males que aquejan a nuestro mundo.
Este nuevo género comenzó a nutrirse de personas que se encuadran dentro de una especie de “periodismo progresista”, una mezcla rara de pseudos ecologistas, socialistas y humanistas que pregonan en pos del bien mundial.
Los temas preferidos de este “periodismo progresista” son, entre otros, defender los derechos humanos, la ecología, mejorar el nivel de vida de los más necesitados, la distribución equitativa de la riqueza o la re-distribución de las riquezas, por un lado, y oponerse enérgicamente a todo tipo de represión, la pena de muerte, la discriminación, el capitalismo, el neoliberalismo, la acumulación y/o concentración de las riquezas, el consumismo, y, por sobre todas las cosas, enfrentarse al peor de todos los males, la tan temida globalización.
Por supuesto que ninguna persona medianamente coherente puede defender la contaminación o la destrucción del medio ambiente, o que existan pobres e indigentes en ninguna parte del mundo, o de la discriminación o represión, pero, siempre hay un pero, lo interesante sería, en primer lugar, develar quienes son los verdaderos responsables de estos flagelos, luego, como se hace para revertir o prescindir de ellos, y por último, no caer en la contradicción.
Los países que en mayor medida sufren estos males son los países sub-desarrollados, especialmente en África, Latinoamérica, y Asia, pero aquí nos tendríamos que preguntar que hacen éstos países para desarrollarse.
Seguramente, un periodista progresista diría que es por culpa de los grandes capitales, las empresas multinacionales, de las políticas neoliberales, de la concentración de las riquezas, etc., pero jamás aceptarán que son sub-desarrollados por su propia inoperancia, cultura e idiosincrasia, y como ejemplo podemos citar a Venezuela, que es una nación extremadamente rica donde la mayoría de sus habitantes están por debajo del límite de la pobreza; la contracara sería Japón, un país extremadamente pobre en cuanto a riquezas territoriales e inmensamente rico en tecnología, ciencia, desarrollo industrial y, lógicamente económico.
Tampoco se escucha decir, por parte de este periodismo progresista, como se hace para prescindir o revertir estas situaciones. De ser así, tendríamos que transitar todo un proceso de involución y volver a vivir como en la Edad Media, dejando de lado la ciencia, la tecnología, cerrar los laboratorios medicinales o las fábricas para evitar las contaminaciones, por ejemplo.
Por último, y éste es el punto más interesante, es la contradicción que despliegan estos periodistas; citemos algunos ejemplos: reniegan de la globalización, pero se nutren de Internet y todos, absolutamente todos, poseen e-mail o web site, difunden sus ideas a través de diarios, revistas, radio o TV, ¿Y cómo se hace para crear un medio de difución masiva sin recurrir a la tecnología, la industria, las fábricas o el capitalismo?
Otro ejemplo clarísimo de contradicción es que se reclama por hospitales bien equipados para que toda la población pueda tener acceso a la medicina, cosa que es totalmente lógica y comprensible, pero ¿cómo se hace para fabricar un tomógrafo, un quirófano o sencillamente un bisturí o una jeringa descartable sin instalar una fábrica?
Y por supuesto que nadie puede estar en contra de la educación ¿y como fabricamos libros o pupitres sin talar árboles, o pintar escuelas sin una fábrica que haga la pintura? estos ejemplos son tan básicos como reales, y tan contradictorios como interminables.
Es muy fácil escribir o manifestarse en contra de la contaminación ambiental, de la globalización, de la pobreza y de muchos otros males que aquejan a la humanidad, lo que no es fácil es proponer un camino diferente, como revertir estas situaciones y como no caer en la contradicción sin hacer uso de la demagogia y el populismo.
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