Por Carlos Sabino*
Cadal
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tiene un estilo de por sí contradictorio que le resulta eficaz para desconcertar y neutralizar a sus adversarios. En sus largos y desordenados discursos profiere amenazas, recita y lee párrafos de libros, hace ambiciosas promesas y hasta se pone a cantar sin recato.
El oyente queda como mareado, arrastrado por ese farragoso mar de palabras, y termina a veces con la impresión de que todo son vanos fuegos artificiales disparados para encandilar al público: Chávez ha agredido verbalmente a todo el mundo, desde Bush al Papa, desde el secretario general de la OEA al presidente de México, sin omitir por supuesto a la iglesia venezolana y a los opositores que quiere destruir. Pero debajo de toda esta hojarasca hay, sin embargo, algo realmente tenebroso y frío: un proyecto concreto al que va poniendo en ejecución sin prisa pero sin descanso. Chávez ha logrado implantar ya una dictadura de hecho, completa y sin fisuras, y avanza ahora hacia una forma de socialismo que irá cerrando gradualmente los pocos espacios de libertad que les quedan a los venezolanos.
La nueva constitución que propone el presidente incluye, desde luego, la reelección indefinida de su cargo, modelo legal que sólo usaron los déspotas más inclementes de la América Latina. Pero aparte de esta disposición, previsible cuando se trata de una persona tan apegada a las formas caudillistas de gobierno, el nuevo texto constitucional incluye algunas perlas que no se pueden ignorar. Una de ellas dice: "el pueblo es el depositario de la soberanía y la ejerce directamente a través del Poder Popular. Este no nace del sufragio ni de elección alguna, sino que nace de la condición de los grupos humanos organizados como base de la población." También se declara que Venezuela tendrá una "Economía Socialista" basada en "unidades económicas de propiedad social" y se imponen severas restricciones a la propiedad de los particulares.
Chávez, con un poder electoral sumiso y para consternación de la mayoría de los venezolanos -según las últimas encuestas- espera aprobar su nueva constitución el próximo mes de diciembre. Este será un golpe moral muy serio para todos quienes pensaban que el régimen "bolivariano" era una simple forma, a veces un tanto ruda, de nuestros más conocidos populismos. Porque sólo entonces comenzará lo peor. Reposan ya en el parlamento, controlado totalmente por el gobierno, una batería de leyes que convertirán a Venezuela en una nación tan oprimida como hoy lo es Cuba.
Para dar solo un ejemplo, pero uno que ya preocupa a muchos en el país, la educación pasará a ser totalmente controlada por el gobierno. No se emitirán, probablemente, decretos o leyes que cierren las escuelas privadas o que quiten la patria potestad a los padres para no crear una reacción adversa demasiado fuerte, sino que se irá procediendo gradualmente, como hasta ahora: todas las escuelas primarias y secundarias se convertirán en "bolivarianas", con textos escolares producidos por las imprentas del gobierno donde se hará abierta propaganda al modelo socialista que se está implantando y un sistema de regimentación donde se encuadrará políticamente a los niños desde sus primeros pasos en el sistema escolar. Maestros y planteles serán inspeccionados con frecuencia para que queden sujetos sin titubeos a la línea oficial y no se tolerarán desviaciones.
Algo semejante sucederá con las clínicas privadas y, poco a poco, con la economía en general. Ya hay un estricto control de cambios que impide los libres movimientos de divisas y un control de precios que se extiende a una amplia gama de productos. Las leyes laborales e impositivas se usan ya para ahogar la empresa privada y tenerla sometida al control más absoluto. Poco tendrá que hacerse, entonces, para poder implantar un socialismo totalitario como el que tiene ahora Cuba.
Todo se hará sin demasiado alboroto, por vías "legales", mientras arrecian las vanas protestas y el continente asiste a la creación de una nueva dictadura por caminos aparentemente democráticos: ese es el truco que emplean los constructores del llamado "socialismo del siglo XXI".
Cadal
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tiene un estilo de por sí contradictorio que le resulta eficaz para desconcertar y neutralizar a sus adversarios. En sus largos y desordenados discursos profiere amenazas, recita y lee párrafos de libros, hace ambiciosas promesas y hasta se pone a cantar sin recato.
El oyente queda como mareado, arrastrado por ese farragoso mar de palabras, y termina a veces con la impresión de que todo son vanos fuegos artificiales disparados para encandilar al público: Chávez ha agredido verbalmente a todo el mundo, desde Bush al Papa, desde el secretario general de la OEA al presidente de México, sin omitir por supuesto a la iglesia venezolana y a los opositores que quiere destruir. Pero debajo de toda esta hojarasca hay, sin embargo, algo realmente tenebroso y frío: un proyecto concreto al que va poniendo en ejecución sin prisa pero sin descanso. Chávez ha logrado implantar ya una dictadura de hecho, completa y sin fisuras, y avanza ahora hacia una forma de socialismo que irá cerrando gradualmente los pocos espacios de libertad que les quedan a los venezolanos.
La nueva constitución que propone el presidente incluye, desde luego, la reelección indefinida de su cargo, modelo legal que sólo usaron los déspotas más inclementes de la América Latina. Pero aparte de esta disposición, previsible cuando se trata de una persona tan apegada a las formas caudillistas de gobierno, el nuevo texto constitucional incluye algunas perlas que no se pueden ignorar. Una de ellas dice: "el pueblo es el depositario de la soberanía y la ejerce directamente a través del Poder Popular. Este no nace del sufragio ni de elección alguna, sino que nace de la condición de los grupos humanos organizados como base de la población." También se declara que Venezuela tendrá una "Economía Socialista" basada en "unidades económicas de propiedad social" y se imponen severas restricciones a la propiedad de los particulares.
Chávez, con un poder electoral sumiso y para consternación de la mayoría de los venezolanos -según las últimas encuestas- espera aprobar su nueva constitución el próximo mes de diciembre. Este será un golpe moral muy serio para todos quienes pensaban que el régimen "bolivariano" era una simple forma, a veces un tanto ruda, de nuestros más conocidos populismos. Porque sólo entonces comenzará lo peor. Reposan ya en el parlamento, controlado totalmente por el gobierno, una batería de leyes que convertirán a Venezuela en una nación tan oprimida como hoy lo es Cuba.
Para dar solo un ejemplo, pero uno que ya preocupa a muchos en el país, la educación pasará a ser totalmente controlada por el gobierno. No se emitirán, probablemente, decretos o leyes que cierren las escuelas privadas o que quiten la patria potestad a los padres para no crear una reacción adversa demasiado fuerte, sino que se irá procediendo gradualmente, como hasta ahora: todas las escuelas primarias y secundarias se convertirán en "bolivarianas", con textos escolares producidos por las imprentas del gobierno donde se hará abierta propaganda al modelo socialista que se está implantando y un sistema de regimentación donde se encuadrará políticamente a los niños desde sus primeros pasos en el sistema escolar. Maestros y planteles serán inspeccionados con frecuencia para que queden sujetos sin titubeos a la línea oficial y no se tolerarán desviaciones.
Algo semejante sucederá con las clínicas privadas y, poco a poco, con la economía en general. Ya hay un estricto control de cambios que impide los libres movimientos de divisas y un control de precios que se extiende a una amplia gama de productos. Las leyes laborales e impositivas se usan ya para ahogar la empresa privada y tenerla sometida al control más absoluto. Poco tendrá que hacerse, entonces, para poder implantar un socialismo totalitario como el que tiene ahora Cuba.
Todo se hará sin demasiado alboroto, por vías "legales", mientras arrecian las vanas protestas y el continente asiste a la creación de una nueva dictadura por caminos aparentemente democráticos: ese es el truco que emplean los constructores del llamado "socialismo del siglo XXI".
* Carlos Sabino es profesor en la Universidad Francisco Marroquín y redactor del informe de CADAL "Tendencias Latinoamericanas".
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