26 enero 2011

Obsolescencia programada

Compras un teléfono celular de última generación y al cabo de un año o menos la batería muere. Te cansas de recorrer las tiendas de electrónicos buscando una batería de reemplazo, pero en todas te recomiendan que adquieras un dispositivo nuevo. Compras una computadora supermoderna, superveloz, superfuncional, y cuando estás comenzando a descubrir sus múltiples -incontables- capacidades, ya ha salido al mercado otra mucho más vertiginosa y eficiente que relega a tu joven equipo al estante de los cacharros. Compras un aparato de aire acondicionado, o una nevera, o una lavadora, y en menos de dos o tres años inexplicablemente deja de enfriar, o suena como una retreta, o en plena actividad se detiene. Intentas hacer valer la garantía, pero en la tienda te dicen que no cubre esto ni aquello, o que caducó a los seis meses de la compra. Entonces recurres a los técnicos y, como en un desfile, entran y salen de tu casa, desarman el electrodoméstico, le cambian una pieza tras otra, gastas un dineral en repuestos y mano de obra, pero nada resuelve el problema.

Lo más probable -más que probable- es que al aparato no le suceda nada malo, ninguna pieza dañada, ningún cable quemado, ningún tornillo suelto. Simplemente ha dejado de funcionar porque llegó a su hora cero, a su etapa de obsolescencia programada.

El siguiente documental, titulado "Comprar-Tirar-Comprar", explica con toda claridad en qué consiste dicho programa y con qué fines ha sido diseñado e implementado en el mercado mundial desde los años veinte, cuando se creó el primer cártel internacional.

Quizás te preguntes cómo alguien como yo, que comparto, defiendo y divulgo las ideas liberales y el libre mercado, está en contra de semejante práctica. Te respondo: los fabricantes, comerciantes, empresarios y corporaciones que recurren a esta clase de artilugios para monopolizar la producción, para ganar dinero a costa de las necesidades de los consumidores y para aprovecharse de la ignorancia o de la impotencia de éstos, no son liberales, sino mercantilistas. Y si, además, por indiferencia o por negligencia dañan el ambiente y la salud de millones de seres humanos, su conducta los convierte en criminales.

24 enero 2011

¿Quién quiere ser Presidente? (I)




Leo en la prensa de hoy que el abogado y político demócratacristiano Oswaldo Álvarez Paz (Maracaibo, 10 de febrero de 1943) aspira a la Presidencia de la República en las próximas elecciones de 2012.

"Quisiera que mi nombre sonara como Presidente de la República en el próximo período; candidatos hay como montón, pero Venezuela lo que necesita es liderazgo y que no hayan factores artificiales que distorsionen la estrategia de enfrentamiento contra este régimen."

Por supuesto, las reacciones de algunos ciudadanos no se han hecho esperar. Entre éstas, hay quienes ven en Álvarez Paz la representación del pasado, de la denominada "IV República"; otros consideran que ya tuvo su oportunidad, cuando el Partido Social Cristiano (COPEI) lo postuló como candidato presidencial en 1993 y resultó electo el Dr. Rafael Caldera que, para entonces, representaba a su recien fundado partido Convergencia; algunos, por su parte, piensan que tiene tanto derecho como cualquier otro venezolano a presentarse en dichas elecciones, habida cuenta de su gestión como Gobernador del Estado Zulia (1989 y 1992). En 1998 intentó ser reelecto para este mismo cargo, ya no como militante de COPEI, sino por Alianza Popular, organización política que creó en 2005 con el lema "Resistencia, Libertad y Justicia", resultando vencedor el ex militar Francisco Arias Cárdenas, apoyado por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Pienso que la aspiración de Álvarez Paz es legítima, pero no basta con expresarla públicamente si no se acompaña de una propuesta seria y concreta que recoja los problemas puntuales de la sociedad venezolana mediante soluciones prácticas y efectivas. La experiencia de once años de un gobierno populista, ineficiente y opresor debe enseñarnos a no aceptar de buenas a primeras las candidaturas -mejor dicho, las precandidaturas- de cuantos se sientan atraídos, llamados o impulsados a medirse en una contienda de tanta importancia y responsabilidad. No pongo en duda que el doctor Álvarez Paz posee destacadas cualidades personales, intelectuales, políticas y gerenciales que avalan sobradamente su eventual nominación. Sin embargo, se le escapa al doctor Álvarez Paz que la población electoral venezolana ahora exige que cualquier candidatura sea producto, en primer lugar, de elecciones internas en el seno de los respectivos partidos. Esto significa que, al menos en el lado de las organizaciones políticas que componen la denominada Mesa de la Unidad (MUD), se trabaja arduamente por lograr que de este bloque surja, mediante elecciones primarias, un solo candidato en representación de todos los sectores de la oposición.

Entre "Yo quiero ser Presidente" y el triunfo electoral en 2012 hay un largo, tortuoso e imprevisible camino. Y la primera estación del trayecto debe ser someter su aspiración a la voluntad de las bases de su partido. Este es el punto de partida de la democracia.




10 enero 2011

El paradigma Vogue y las víctimas de la moda

Parece que en la sociedad actual la infancia y la adolescencia son etapas de la vida contra las que se libra una lucha implacable y peligrosa. Los niños pierden bruscamente la inocencia frente al televisor y a la computadora, de los cuales absorben, como esponjas, todo cuanto ven y escuchan. Aprenden de sus héroes y heroínas, humanos y virtuales, cómo hablar, gesticular, vestirse y comportarse. Quieren ser como ellos. Y sus padres, que por diversas razones (ocupaciones laborales, compromisos sociales, cansancio, o negligencia) delegan en los programas televisivos y en los videojuegos buena parte de la formación de sus hijos sin el mínimo control sobre dichas herramientas, permiten y en muchos casos refuerzan esa imitación, sin ninguna recomendación al respecto.

Pero eso no es todo. Hay padres que persiguen con desesperación el éxito laboral o profesional para satisfacer, además de las necesidades domésticas básicas, otras ambiciones de confort y placer, sacrificando con otras personas y en otros espacios las horas que deberían dedicar a sus hijos en el hogar. Son padres que dan prioridad a la familia en términos materiales más que emocionales, convencidos de que dar cosas es más fácil y apreciado que dar consejos y cariño. Los chamos, que nacen con el chip de la manipulación hiperdesarrollado, se aprovechan del sentimiento de culpa de los padres para fortalecer sus exigencias personales, lo que equivocadamente se entiende como que están dispuestos a subsanar sus carencias con caprichos, cuando en realidad de ningún modo se sienten compensados.

El entorno justifica la construcción de estos sucedáneos del amor y la comunicación, pero asimismo modifica los valores. En la actualidad, las familias se desenvuelven en diversos estratos de sociedades altamente competitivas en todos los aspectos. Uno de los cuales tiene que ver con la apariencia personal. La búsqueda de la perfección anatómica, la dependencia casi adictiva de la moda, la imitación al calco de los iconos de pasarela, la importancia exagerada que conceden a los personajes del espectáculo y del deporte, son factores condicionantes de la personalidad y de un determinado modelo ideal de individuo cuya más admirable cualidad no es la inteligencia, ni la cultura, ni la moralidad, sino la belleza.

El culto, en algunos casos enfermizo, a la belleza arrastra sin contemplaciones a personas de todas las edades, exponiéndolas a situaciones incontrolables hasta la fatalidad, pues, hoy en día, la estima que un individuo tiene de sí mismo depende mucho más de su apariencia que de su esencia. El hombre y la mujer modernos invierten más tiempo y dinero en su aspecto físico que en su aspecto intelectual, si calculamos que media docena de libros cuesta menos que un vestido o unos zapatos de una marca determinada; y que una entrada al teatro o al museo también cuesta menos que un tratamiento cosmetológico; y que la matrícula de un año en alguna universidad privada cuesta algo menos que una cirugía plástica.

Las referencias dominantes son gente de la farándula: las mujeres quieren parecerse a Angelina Jolie, a Jenniffer López, o a Giselle Bundchen; los hombres quieren parecerse a David Beckham, a Brad Pitt, o a Cristiano Ronaldo. Los niños y los adolescentes crecen en medio del bombardeo mediático de tales influencias en la casa, en la escuela y en la calle, de manera que no tiene nada de raro que también ellos quieran parecerse a Miley Cyrus, a Shakira, o a los Jonas Brothers.

Las imágenes siguientes, aparecidas en la última edición de la revista Vogue París, no dejan lugar a dudas. Niñas de ocho años y medio vestidas, peinadas, maquilladas y posando como top models adultas. ¿Por qué no dejan que los niños sean niños? ¿Por qué se empeñan en enturbiar la inocencia? ¿Acaso esto no es abuso infantil?








07 enero 2011

Nuevas voces en la Asamblea Nacional

La instalación de la nueva Asamblea Nacional venezolana para el periodo 2011-2015 dejó algunas extrañas impresiones. Fue un espectáculo rocambolesco que provocó diversas reacciones.

El órgano más importante del Poder Público, por lo que representa y a quienes representa, caracterizado hasta el 2010 por ser unicolor, unidireccional y monoencefálico, ha recuperado en 2011 la policromía y con ella el pluralismo ideológico. Sin embargo, la Directiva de la Asamblea Nacional y ambas Secretarías están compuestas únicamente por militantes del oficialismo, y 11 de las 15 Comisiones Permanentes serán presididas por diputados del PSUV.

La confusión sigue siendo el tropezón matemático para entender que 52% de votos obtenidos por la oposición equivalen a menos curules (67) de las que resultan (98) del 48% de votos obtenidos por el oficialismo.

La sorpresa fue el recibimiento preparado por los diputados oficialistas para sus colegas de la oposición al entrar en el hemiciclo. Gritando consignas socialistas, coreando estribillos insultantes y chiflando a los recién llegados, la bancada chavista demostró, una vez más, su baja ralea y su exacerbada intolerancia.

La vergüenza fue ver trastabillar a un anciano de 76 años, metido como a la fuerza en un flux almidonado que se le resistía, al que se le trababa la lengua mientras intentaba leer un discurso anacrónico y desfasado.

La indignación fue no ver a los diputados electos Biagio Pieleri y José Sánchez, cuya inmunidad parlamentaria, establecida en la Constitución, ha sido y es aún allanada de facto y arbitrariamente por la intromisión del Poder Ejecutivo en las funciones del Poder Judicial.

La novedad es que hemos vuelto a la Asamblea Nacional en las voces de nuestros nuevos representantes, y que la diferencia numérica entre quienes protegen al dictador y quienes defienden la democracia será dentro de poco superada por una mayoría parlamentaria que no le temerá a la "Ley Cepo" y saltará feliz la talanquera con tal de devolverle a Venezuela toda la libertad.