Por Liliana Fasciani M.
Con razón a Hugo Chávez le cae tan mal José Antonio Páez. Después de la Independencia, en cuyas batallas Páez se lució como un excelente militar, el "centauro" envainó la espada para asumir como civil la presidencia de la primera república.
¿Qué hizo Páez cuando advirtió el estado de asolación y miseria en que las guerras habían dejado el país? Convocó a los señores de "buena conducta, con oficio y ejercicio decente y conocido"*, es decir, a los hacendados, comerciantes y académicos, para poner manos a la obra en la construcción de una sociedad civilizada y próspera.
No llamó a sus compañeros de armas, no buscó a sus centauros del llano, no recurrió a los próceres independentistas. ¿Por qué? Porque los militares están formados para hacer la guerra, y sus funciones de ataque y defensa suponen violencia, caos, destrucción.
Los ciudadanos civiles, en cambio, tienen objetivos bien distintos: trabajar, producir, crear, progresar en condiciones de paz y armonía. Las sociedades civiles son esencialmente pacíficas. Su fin último es el bienestar común a partir del bienestar individual. Si trabajo para satisfacer mis propias necesidades y para alcanzar mis metas particulares, es seguro que gran parte de mi esfuerzo redundará en beneficio de la comunidad a la que pertenezco.
Desafortunadamente, el "cuero seco" que es Venezuela ha estado siempre expuesto al personalismo de unos cuantos militares, cuya ambición de poder les ciega al punto de no aceptar que su único rol es la custodia y defensa de la soberanía del territorio nacional.
Algunos militares equivocadamente creen que el poder es una espada o un fusil. Hugo Chávez, militar después de todo, está convencido de ello. Por eso amenaza a la sociedad civil venezolana con que su revolución está armada. Algunos militares piensan que son ellos los llamados a gobernar, y no los civiles. Hugo Chávez, falseando a su antojo y conveniencia la Historia, ensalza a los héroes militares y pretende borrar toda memoria de nuestros héroes civiles.
Los venezolanos sabemos de sobra que los militares, salvo excepciones como Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita o Wolfgang Larrazábal, cuando han asumido, casi siempre por la fuerza, el poder, no han sabido gobernar, lo que han hecho es reprimir, perseguir, encarcelar, torturar y, de muchas maneras, matar a los ciudadanos.
Los militares saben mandar siempre que haya quien les obedezca sin cuestionar sus órdenes. Pero gobernar exige una cualidad completamente distinta, la de convencer con argumentos racionales a ciudadanos libres y pensantes, que ejercen sus derechos de acuerdo con sus convicciones.
Hugo Chávez es un militar mandón, ensoberbecido por el poder de las armas, cuya incapacidad para gobernar se manifiesta en todo cuanto hace, deshace, dice y omite. Si piensa que está muy sobrado, alguien debe estar burlándose de él en sus cachetes, mientras él se burla de los pobres incautos que le obedecen sin replicar.
Es hora de dejar a los próceres en la paz de sus sepulcros, y de devolver a los militares a su lugar en los cuarteles y en las fronteras. Es hora de entender que no es una bota la que debe pisar el Palacio de Miraflores, porque no es con fusiles con lo que se construye un país, sino con ideas consensuadas, con conciencia cívica y con espíritu de libertad. Es hora de que la racionalidad ilumine las mentes de todos los venezolanos, para decidir que son los civiles, no los militares, quienes deben gobernar en Venezuela.
(*) "Decreto del Jefe Superior, Civil y Militar de Venezuela", Caracas, 26 de octubre de 1829. Sociedad Económica de Amigos del País, Tomo I, pp. 5-8, cit. por Elías Pino Iturrieta en: "Las ideas de los primeros venezolanos". 3ª ed., UCAB, Caracas, 2003, p.21.
Con razón a Hugo Chávez le cae tan mal José Antonio Páez. Después de la Independencia, en cuyas batallas Páez se lució como un excelente militar, el "centauro" envainó la espada para asumir como civil la presidencia de la primera república.
¿Qué hizo Páez cuando advirtió el estado de asolación y miseria en que las guerras habían dejado el país? Convocó a los señores de "buena conducta, con oficio y ejercicio decente y conocido"*, es decir, a los hacendados, comerciantes y académicos, para poner manos a la obra en la construcción de una sociedad civilizada y próspera.
No llamó a sus compañeros de armas, no buscó a sus centauros del llano, no recurrió a los próceres independentistas. ¿Por qué? Porque los militares están formados para hacer la guerra, y sus funciones de ataque y defensa suponen violencia, caos, destrucción.
Los ciudadanos civiles, en cambio, tienen objetivos bien distintos: trabajar, producir, crear, progresar en condiciones de paz y armonía. Las sociedades civiles son esencialmente pacíficas. Su fin último es el bienestar común a partir del bienestar individual. Si trabajo para satisfacer mis propias necesidades y para alcanzar mis metas particulares, es seguro que gran parte de mi esfuerzo redundará en beneficio de la comunidad a la que pertenezco.
Desafortunadamente, el "cuero seco" que es Venezuela ha estado siempre expuesto al personalismo de unos cuantos militares, cuya ambición de poder les ciega al punto de no aceptar que su único rol es la custodia y defensa de la soberanía del territorio nacional.
Algunos militares equivocadamente creen que el poder es una espada o un fusil. Hugo Chávez, militar después de todo, está convencido de ello. Por eso amenaza a la sociedad civil venezolana con que su revolución está armada. Algunos militares piensan que son ellos los llamados a gobernar, y no los civiles. Hugo Chávez, falseando a su antojo y conveniencia la Historia, ensalza a los héroes militares y pretende borrar toda memoria de nuestros héroes civiles.
Los venezolanos sabemos de sobra que los militares, salvo excepciones como Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita o Wolfgang Larrazábal, cuando han asumido, casi siempre por la fuerza, el poder, no han sabido gobernar, lo que han hecho es reprimir, perseguir, encarcelar, torturar y, de muchas maneras, matar a los ciudadanos.
Los militares saben mandar siempre que haya quien les obedezca sin cuestionar sus órdenes. Pero gobernar exige una cualidad completamente distinta, la de convencer con argumentos racionales a ciudadanos libres y pensantes, que ejercen sus derechos de acuerdo con sus convicciones.
Hugo Chávez es un militar mandón, ensoberbecido por el poder de las armas, cuya incapacidad para gobernar se manifiesta en todo cuanto hace, deshace, dice y omite. Si piensa que está muy sobrado, alguien debe estar burlándose de él en sus cachetes, mientras él se burla de los pobres incautos que le obedecen sin replicar.
Es hora de dejar a los próceres en la paz de sus sepulcros, y de devolver a los militares a su lugar en los cuarteles y en las fronteras. Es hora de entender que no es una bota la que debe pisar el Palacio de Miraflores, porque no es con fusiles con lo que se construye un país, sino con ideas consensuadas, con conciencia cívica y con espíritu de libertad. Es hora de que la racionalidad ilumine las mentes de todos los venezolanos, para decidir que son los civiles, no los militares, quienes deben gobernar en Venezuela.
(*) "Decreto del Jefe Superior, Civil y Militar de Venezuela", Caracas, 26 de octubre de 1829. Sociedad Económica de Amigos del País, Tomo I, pp. 5-8, cit. por Elías Pino Iturrieta en: "Las ideas de los primeros venezolanos". 3ª ed., UCAB, Caracas, 2003, p.21.
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