18 mayo 2012

Venezuela, un país desgobernado



¿Quién gobierna en Venezuela? La respuesta es obvia: ¡Nadie! 

Hugo Chávez no está en capacidad de atender los asuntos inherentes a su cargo debido al cáncer que padece y que, en el transcurso de este año, lo ha mantenido más tiempo fuera del país, recibiendo tratamiento, que en el territorio nacional. No obstante, su avaricia de poder supera al natural instinto de conservación. No hay manera de que entienda cuánto lo limita -y limitará- la enfermedad para el ejercicio de sus funciones, por el contrario, se empeña en aparentar una mejoría que está cada vez más lejos de su cuerpo. Se niega a pensar en el bienestar del país, en la seguridad de los ciudadanos, pues sólo piensa en sí mismo de un modo tan egoísta y arrogante que espanta. Raya en la irracionalidad y el delirio su aferramiento ciego al poder. Es esto lo que no le permite actuar con sentido común y responsabilidad para acogerse a la alternativa que, en casos como el suyo, ofrece el artículo 234 de la Constitución, en el que se establece que las faltas temporales del Presidente serán suplidas por el Vicepresidente Ejecutivo hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional hasta por noventa días más, y que si ésta se prolonga por más de noventa días consecutivos, la Asamblea Nacional debe decidir por mayoría si hay que considerarla una falta absoluta. Así las cosas, ni gobierna el Presidente, ni gobierna el Vicepresidente.

Tampoco sus Ministros han logrado demostrar su capacidad para solucionar con mediano éxito los problemas que son de su competencia, como en el caso del Ministro de Interior y Justicia, a quien la violencia en las calles ha rebasado hasta el extremo de tener a unos cuantos delincuentes alistados en los equipos policiales. Ni hablar de la Ministra de Servicios Penitenciarios, que en los últimos quince días no ha conseguido controlar el terrible caos en la cárcel de La Planta, donde los presos y sus pranes se han impuesto por la fuerza de sus armas, tanto dentro como fuera del recinto penal, para evitar que los trasladen a otros centros penitenciarios, porque el gobierno ha decidido clausurar definitivamente el lugar. Los sucesos han paralizado a Caracas durante horas e incluso días, debido al tiroteo contínuo hacia el exterior, que han producido muerte, heridas y daños materiales a varios vecinos de la cárcel.

Los presos -a los que el régimen prefiere llamar "los privados de libertad"- tienen un arsenal de armas de guerra y granadas. ¿Quién les suministra esa clase de armas? ¿Cómo entran las armas a la cárcel? Después de dos semanas de intensos tiroteos, ¿no se les agotan las balas? ¿Quiénes se encargan de reponerles las municiones?

A principios de mayo, Hugo Chávez decidió constituir el Consejo de Estado, que de acuerdo con el artículo 251 es un órgano superior de consulta para recomendar políticas de interés nacional de especial trascendencia. Sin embargo, no se trata de un ente en el que puedan ni deban delegarse funciones presidenciales. ¿Qué puede hacer el Consejo de Estado? Emitir opinión acerca de los asuntos que les sean consultados, nada más.

Venezuela es hoy por hoy un país a la deriva, sin timón ni timonel, azotado por una tempestad de caos, violencia e improvisación. Ni los peores gobiernos a lo largo de su Historia han sido tan escandalosamente ineficientes y corruptos como el actual. La única manera de evitar que naufraguemos es virando el rumbo. 

09 mayo 2012

Caracas, inhóspita y hostil

Ha desatado una enconada polémica el video "Caracas, ciudad de despedidas", en el que aparecen unos cuantos jóvenes, supuestamente de cierta posición social, expresando sus opiniones sobre la ciudad y sus sentimientos encontrados respecto de ésta. Su lenguaje es una jerigonza plagada de modismos, anglicismos, muletillas y groserías, que pone en evidencia un vocabulario paupérrimo, una escasa cultura, serias dificultades para hilar las palabras y formar oraciones completas al ritmo del pensamiento, y una actitud negativa, rayana en el fatalismo.

No obstante, si se mira más allá de las imágenes y se escucha en el trasfondo de las desarticuladas expresiones, encontramos la realidad de una sociedad aterrorizada por lo que ya es rutina. En Caracas sobreviven, a duras penas, casi 6 millones de habitantes que cada día son menos, en la medida en que aumenta la población en los cementerios de la ciudad.

Los muchachos entrevistados en el video tienen planes de emigrar, y piensan en ello como una forma de darse a sí mismos la oportunidad de cambiar de ambiente, de mejorar su calidad de vida, de realizar sus sueños, de librarse del miedo o de aprender a vivir sin miedo. Ellos, como el resto de los venezolanos, quieren-necesitan-buscan alejarse de la violencia, del resentimiento, del odio, de la discriminación política, de la exclusión social, de las trabas burocráticas, de las limitaciones creativas, de los disvalores, de la corrupción, de la arbitrariedad.

¿Qué se ve en esas imágenes? Un grupo de veinteañeros encerrados en sus burbujas, rumbeando dentro de sus casas, tal como lo hacemos casi todos los venezolanos, extremadamente paranoicos, encerrados también en nuestras propias burbujas enrejadas, cercadas por concertinas eléctricas, conectadas a sistemas de alarma. ¿Qué dicen esos muchachos? Lo mismo que decimos casi todos los venezolanos, hartos de la inseguridad, de los pleitos, de los abusos, de la agresividad colectiva.        

¿Acaso tú y yo no estamos cansados de vivir en ciudades inhóspitas y hostiles dentro de un país inhóspito y hostil, donde "Todos los días te estás arriesgando de una manera brutal a que te pase algo que no quieres que te pase, como un robo o un secuestro", porque "ya esto está podrido, los mismos policías ni sirven" y esa situación nos hace pensar, aunque no lo digamos en voz alta, "Mi vida es como un horror"?

¿Acaso no es verdad que "Caracas [o el país] parece que estuviera siempre en construcción y es mentira", donde todo se inunda y se desborda, "porque llueve y no hay buenas alcantarillas" y que "es como la mezcla de muchas burbujas y cada quien está metida en una de ellas"?

¿Acaso tú y yo no sentimos también que lo nuestro con Caracas o con el país "es una relación de amor-odio", porque "Caracas [o el país] es como que estamos enamorados, pero no podemos estar juntos" y esa sensación nos deja "como un vacío de vivir en mi ciudad, [pues] siento que no he vivido mi ciudad como cualquier otro joven de 21 años en otra ciudad"?

¿Acaso tú y yo no hemos dicho alguna vez "Yo cambiaría de fondo la educación, a mi me parece que es lo prioritario"?

¿Acaso tú y yo no hemos llegado a la penosa conclusión de que la violencia a la que tanto tememos y la hostilidad con que nos comportamos "Es un desorden mental que tienen los venezolanos, que yo creo que esa es la personalidad de acá, la mayor característica", no de toda la vida, sino desde hace treinta, veinte o quince años atrás?

¿Acaso tú y yo no sabemos que "lo que más necesitas es pertenecer, y cuando sientes que no perteneces a un lugar, no tienes como el punto de partida para hacer las cosa" y esa impresión nos causa un profundo dolor, porque significa que se nos ha descosido el sentido de identidad?

¿Acaso tú y yo no desearíamos "poder salir a las tres de la mañana, tranquilo[s]" por Caracas o por cualquier otra ciudad del país, y emprender nuevos proyectos de estudio, de trabajo o de vida, pero no nos atrevemos a hacerlo, "porque todo aquí es tan complicado"?

¿Acaso no es verdad que no queremos irnos a ninguna parte, pero que con frecuencia nos planteamos la posibilidad de elaborar un "plan B", que incluye alzar el vuelo hacia otro destino, aunque probablemente no lo hagamos? ¿Acaso nunca hemos dicho, en un momento de enojo, de frustración o de contrariedad, una palabra ofensiva contra nuestro país?

Entonces, no seamos hipócritas, no pequemos de patrioteros o de falsos nacionalistas, no cometamos la estupidez de intentar defender lo indefendible, por mucho que nos duela la situación de nuestro país. Caracas es un caos. Las ciudades y los pueblos del interior del país son monumentos a la desidia gubernamental y a la indiferencia colectiva. Venezuela toda es un desastre, desde su destartalada infraestructura hasta sus confundidos y agresivos habitantes. Estos problemas son nuestros, y si queremos vivir de otra manera, antes tenemos que solucionarlos. Los que quieran marcharse, que se vayan. No tenemos derecho a criticarlos. Quienes quieran permanecer aquí, que se queden, pero que arrimen el hombro para trabajar todos juntos en la construcción del país donde queremos vivir con seguridad y en libertad.

P.D. A los jóvenes que protagonizan este video les deseo muy buena suerte en su aventura viajera, y espero que adonde quiera que vayan, por lo menos aprendan a expresarse mejor, ya sea en español o en cualquier otro idioma. "Me iría demasiado" ha sido demasiado para mi.