Fundación Atlas 1853
En el año de 1950 la dictadura del momento estatificó la CANTV. Quizás este sea el evento más relevante de la historia moderna que lanzó el socialismo en Venezuela. Esta pendiente resbalosa nos llevó al establecimiento de Cordiplán una oficina de planificación central y numerosas empresas del estado. El paroxismo socialista lo alcanzamos en la década de los setenta con la estatificación del banco central, el hierro y el petróleo.
Quizás el evento más representativo que impulsó las prácticas mercantilistas, (barreras al comercio internacional para beneficios de unos pocos a expensas del encarecimiento de la vida del ciudadano común), ocurrió en la década de los cuarenta cuando un empresario venezolano, muy admirado en el país, con fuerte influencia gubernamental logró el monopolio del cemento y de la cabilla. Este proceso alcanzó su apogeo en la década de los sesenta con la política de sustitución de importaciones. Hoy en día tiene gran vigencia con las prohibiciones expresas de importar algunos artículos como carros usados, altos aranceles, licencias de importación, leyes antidumping y de salvaguarda y el proteccionismo cambiario representado en la devaluación.
Nuestra tendencia a estas prácticas económicas está tan acentuada que a pesar del fracaso de la combinación fatídica de socialismo y mercantilismo recientemente uno de los líderes de la oposición escribe un libro titulado Dos Izquierdas. Un colega apreciado en lo personal del IESA titula un artículo ¿Quién le teme al socialismo?
Se podría pensar que estas orientaciones económicas son alimentadas por la educación pública. Este pensamiento no es totalmente correcto. Yo me gradué en el Colegio San Ignacio convencido de las bondades de la propiedad comunitaria. Mi promoción y en parte como consecuencia de mi labor proselitista, fue la primera en no graduarse con traje de etiqueta porque no somos “cristianos burgueses”. Es decir, como diría nuestro querido Nicomedes Zuloaga yo era “un comunista que iba a Misa”. En el año de 1973 me gradué en la UCAB de economista, con una fuerte orientación keynesiana es decir, con una visión de planificación central. Cuando al año siguiente le dan el Premio Nóbel de Economía a Hayek no salgo de mi asombro porque nunca lo estudié. Aun más grave, algunos alumnos míos en el IESA son economistas graduados en mi Alma Mater y la gran mayoría no saben quién fue Hayek, el economista que junto con Friedman más influyó desde la década de los setenta hasta el presente.
Ni los medios de comunicación, muchos colegios privados y universidades sembraron los valores de la competencia, de la libertad y responsabilidad personal de las consecuencias de nuestras decisiones, de hacer riqueza sin manipular al estado para destruir competencia, del carácter sagrado de la propiedad privada bien habida, la noción de que la devaluación es un robo, que la sociedad es anterior al poder gubernamental, que el estado debe ser limitado y que sin propiedad no hay libertad y por tanto el poder económico debe residir en los ciudadanos para que sirva de contrapeso al poder político del estado y pueda haber democracia estable.
La ausencia de estos valores permitió la implantación del socialismo y del mercantilismo. Obviamente han fracasado y lo que sí ha crecido son los pobres, evidencia documentada por los investigadores de la UCAB, quienes han servido de justificación para el populismo actual.
Lo más lamentable es que los líderes de la oposición son incapaces de proponer la repartición de toda la renta petrolera por partes iguales entre todos los venezolanos de nacimiento mayores de 18 años para que el gobierno viva de los ciudadanos, la devolución de las acciones de las empresas del estado a los ciudadanos, la libre circulación del dólar y el euro, abaratamiento de la vida mediante reducción y eventual eliminación de barreras al comercio internacional, y simplificación tributaria y laboral, entre otras. No sé si estas propuestas son de derecha, lo que si sé es que estas medidas benefician a la mayoría de las personas, son populares y contribuirían a sembrar economía libre de mercado la única capaz de erradicar la pobreza crítica. Ningún país se ha hecho rico con socialismo. Los intereses perversos entre algunos grupos empresariales y líderes de la oposición impiden la estructuración de una oposición efectiva mientras la amenaza del comunismo aumenta. Nos hemos hecho acreedores de nuestra tragedia.
Quizás el evento más representativo que impulsó las prácticas mercantilistas, (barreras al comercio internacional para beneficios de unos pocos a expensas del encarecimiento de la vida del ciudadano común), ocurrió en la década de los cuarenta cuando un empresario venezolano, muy admirado en el país, con fuerte influencia gubernamental logró el monopolio del cemento y de la cabilla. Este proceso alcanzó su apogeo en la década de los sesenta con la política de sustitución de importaciones. Hoy en día tiene gran vigencia con las prohibiciones expresas de importar algunos artículos como carros usados, altos aranceles, licencias de importación, leyes antidumping y de salvaguarda y el proteccionismo cambiario representado en la devaluación.
Nuestra tendencia a estas prácticas económicas está tan acentuada que a pesar del fracaso de la combinación fatídica de socialismo y mercantilismo recientemente uno de los líderes de la oposición escribe un libro titulado Dos Izquierdas. Un colega apreciado en lo personal del IESA titula un artículo ¿Quién le teme al socialismo?
Se podría pensar que estas orientaciones económicas son alimentadas por la educación pública. Este pensamiento no es totalmente correcto. Yo me gradué en el Colegio San Ignacio convencido de las bondades de la propiedad comunitaria. Mi promoción y en parte como consecuencia de mi labor proselitista, fue la primera en no graduarse con traje de etiqueta porque no somos “cristianos burgueses”. Es decir, como diría nuestro querido Nicomedes Zuloaga yo era “un comunista que iba a Misa”. En el año de 1973 me gradué en la UCAB de economista, con una fuerte orientación keynesiana es decir, con una visión de planificación central. Cuando al año siguiente le dan el Premio Nóbel de Economía a Hayek no salgo de mi asombro porque nunca lo estudié. Aun más grave, algunos alumnos míos en el IESA son economistas graduados en mi Alma Mater y la gran mayoría no saben quién fue Hayek, el economista que junto con Friedman más influyó desde la década de los setenta hasta el presente.
Ni los medios de comunicación, muchos colegios privados y universidades sembraron los valores de la competencia, de la libertad y responsabilidad personal de las consecuencias de nuestras decisiones, de hacer riqueza sin manipular al estado para destruir competencia, del carácter sagrado de la propiedad privada bien habida, la noción de que la devaluación es un robo, que la sociedad es anterior al poder gubernamental, que el estado debe ser limitado y que sin propiedad no hay libertad y por tanto el poder económico debe residir en los ciudadanos para que sirva de contrapeso al poder político del estado y pueda haber democracia estable.
La ausencia de estos valores permitió la implantación del socialismo y del mercantilismo. Obviamente han fracasado y lo que sí ha crecido son los pobres, evidencia documentada por los investigadores de la UCAB, quienes han servido de justificación para el populismo actual.
Lo más lamentable es que los líderes de la oposición son incapaces de proponer la repartición de toda la renta petrolera por partes iguales entre todos los venezolanos de nacimiento mayores de 18 años para que el gobierno viva de los ciudadanos, la devolución de las acciones de las empresas del estado a los ciudadanos, la libre circulación del dólar y el euro, abaratamiento de la vida mediante reducción y eventual eliminación de barreras al comercio internacional, y simplificación tributaria y laboral, entre otras. No sé si estas propuestas son de derecha, lo que si sé es que estas medidas benefician a la mayoría de las personas, son populares y contribuirían a sembrar economía libre de mercado la única capaz de erradicar la pobreza crítica. Ningún país se ha hecho rico con socialismo. Los intereses perversos entre algunos grupos empresariales y líderes de la oposición impiden la estructuración de una oposición efectiva mientras la amenaza del comunismo aumenta. Nos hemos hecho acreedores de nuestra tragedia.
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