17 septiembre 2007

Errática de la gramática y errores gramaticales

Por Liliana Fasciani M.



La revolución no sería tal si, además de todo cuanto ha cambiado y se propone cambiar en el Estado y la sociedad venezolanos, incluyendo el pensum de estudios de la educación primaria, secundaria, técnica y superior, dejara sin tocar el alfabeto.

De hecho, las cartillas de ahora no son ni parecidas a las de antes, cuando aprendimos la "ch" comiendo topocho y tomando leche, y no con el apodo de un guerrillero; de la "h" supimos que era muda, pero tal parece que ya no lo es; la "f" siempre se refirió a las focas, pero ahora la enseñan con una foto de Fidel; o la "r", acaso una de las letras más divertidas, porque sonaba "erre con erre cigarro, erre con erre barril..." y después aparecía un tren a toda velocidad sobre "los rieles del ferrocarril".

Quizá el error sea que estoy conjugando en pasado mientras el tren de la revolución me estrella contra el presente y, claro, eso me obliga a temer por el futuro. El futuro de la educación en Venezuela, para ser precisa.

En la categoría de las "misiones" Sucre, Ribas, Robinson, que tienen por objeto sentar en un pupitre a todo aquel y a toda aquella (sic) ciudadano y ciudadana (sic) que no sepa leer y escribir para que aprenda, se le enseñará a hacerlo con base en un sistema pedagógico distinto del que se había manejado hasta ahora en el país, porque el nuevo desincorpora la libertad de cátedra y la reemplaza por el requisito obligatorio de formar a los docentes y estudiantes de acuerdo con la concepción socialista sobre la educación.

Desde el día de hoy, los niños y las niñas (sic), los y las (sic) adolescentes, los y las (sic) jóvenes universitarios venezolanos y venezolanas (sic) asistirán a sus planteles, probablemente sin una idea clara acerca de lo que les espera y, sobre todo, de lo que el gobierno espera de ellos y ellas (sic). La esperanza del Presidente Chávez y su hermanísimo Ministro de Educación, Adán Chávez, es que de las aulas de clase salga una nueva especie de ciudadano, creada artificialmente a partir de un experimento del cual, según arrojan los apuntes históricos, se había desistido de seguir intentando dada la contundencia del fracaso que sufrieron los científicos de la izquierda pura y rancia de la sociología antropológica, de la filosofía política y de la economía social en la Unión Soviética, China Popular y los países de Europa del Este, por mencionar los ejemplos más patéticos. A Cuba no la incluyo, porque la isla sigue siendo un laboratorio donde los cubanos, por hambre o por costumbre, insisten en el proceso a fuer de ensayo y error, como el primer día.

Esa nueva especie de ciudadano venezolano, del que se aspira tenga las mismas cualidades y virtudes del hombre nuevo con que soñaron Lenin, Mao y Hitler, pseudoluminarias de la "ciencia del hombre", debe ser un individuo psicológicamente entrenado para no sobresalir entre sus congéneres, su mayor virtud ha de ser el silencio, su mejor cualidad la obediencia, y su meta en la vida no debe distinguirse en lo absoluto de la meta que persigue el resto de su comunidad. Naturalmente, la única meta posible consiste en hacer realidad la voluntad del líder, aun cuando esta voluntad ponga en riesgo la vida, la seguridad y el bienestar de sus compatriotas. Sus metas personales, los sueños de cada cual, son anulados por los sueños mesiánico-planetarios del líder.

Esa especie de nuevo ciudadano, estructurado de tal manera en mente y espíritu para desprenderse de su personalidad y asumir la personalidad que se le impone, cual si fuese un traje que se ajusta a la medida, debe luchar contra sí mismo, contra la naturaleza de su yo interior, con el fin de dejar de ser persona para constituirse en individuo, pero no en cuanto que sujeto de derechos y deberes, sino en tanto que objeto de los derechos de otro, es decir, de aquel que se ha arrogado el derecho de tener, gozar y disponer de todos los derechos, propios y ajenos. Por consiguiente, el "hombre nuevo" que se quiere crear, el "nuevo ciudadano venezolano" que se tratará de amasar con el rodillo ideológico marxista-leninista, será un individuo despojado -por la fuerza, o por disuasión, casi es lo mismo- de sus derechos, principalmente del más sagrado, cual es la libertad. Será, en consecuencia, titular solamente de deberes, de obligaciones, de cargas de todo tipo entre las que no se descartan los cargos de conciencia.

Así, pues, nuestros estudiantes, bajo la lupa y la guía docente del gobierno, han empezado a aprender y a balbucear un nuevo vocabulario, del cual el "maestro" Hugo Chávez Frías -no confundir con el maestro Hugo de los Reyes Chávez- es el promotor más brillante. Pero lo importante es que el léxico revolucionario del neobolivarianismo tiene su base en ciertas propiedades del lenguaje que, aunque no se corresponden con la refinada pluma y vasta cultura de su inspirador, Simón Bolívar, han logrado establecerse, en casi una década, como paradigma de la educación impulsada por los cultores -que no cultos ni cultivados- del personalismo de Chávez y de la pedagogía revolucionaria que éste pregona.

Una de ellas es la expresión oral, a la cual hemos hecho referencia al reconocer la excelente calidad de las cuerdas vocales y la maratónica locuacidad del más grande hablador de pendejadas que ha parido esta tierra.

La otra, perceptible a través de la expresión escrita, es la ortografía. La revolución, con harto esfuerzo y determinación, contribuye, de un modo que no pasa desapercibido a los ojos de quienes conformamos la cofradía de los centinelas del lenguaje, no sólo con la distorsión de los valores morales, sino también con la deformación linguística. A la prueba me remito.

Yo diría, en términos menos rimbombantes, sin incurrir por ello en el error del reduccionismo para un problema tan pluridimensional como el que aquí nos ocupa, que el asunto se explica más o menos así: en nuestra vida cotidiana, hablamos rápido, cortamos las palabras, nos "comemos" la zeta, la ese, la ere, usamos modismos, recurrimos a muletillas, incorporamos groserías, pronunciamos mal y, en ocasiones, empleamos términos que no encajan en el tema del diálogo, o cuyo significado es todo lo contrario de lo que queremos decir. Si a la hora de escribir, escribimos como hablamos, nada cuesta inferir qué aspecto tendrá esa epístola amorosa, o ese trabajo de investigación, o ese artículo de opinión, o una simple nota.

Por otra parte, gracias a los formidables avances tecnológicos, disponemos de algunas herramientas tremendamente útiles que aligeran nuestros quehaceres y nos permiten comunicarnos con los demás mucho más fácilmente, entre éstas debemos señalar los teléfonos celulares y los programas como MSN Messenger para "chatear". En uno y otro, la modalidad de lenguaje es, sustancialmente, un nuevo lenguaje que viola recurrentemente las reglas gramaticales, inclusive las más elementales. La "k" sustituye a la composición "qu" para escribir "kiero" en vez de "quiero", o "ke" en vez de "que"; la proposición "porque" es abreviada con "xq", y hasta el sintagma afectuoso "te quiero mucho" se trasmite con sus meras iniciales "TQM".

Si tuviésemos que elaborar una ecuación con estos factores, sumando una cosa a la otra, el resultado de la operación sería, más bien, el de una resta. Se le está sustrayendo su esencia a la lengua castellana. Se están suprimiendo, tácitamente, importantes reglas gramaticales. Ya sea por supina ignorancia, o por falta de ética profesional, o por simple pereza, hay maestros que no cumplen con su función de corregir los errores ortográficos en las tareas, exámenes y escritos en general de sus alumnos. Incluso en los libros aparecen auténticas barbaridades que deforman la calidad del texto y, por supuesto, deprecian la edición de un obra.

Si el gobierno venezolano se ha propuesto, no dudamos que con buena intención, alfabetizar a los iletrados, cuando menos para que aprendan a escribir y leer su nombre y los panfletos de adoctrinamiento del socialismo del siglo XXI (de modo que cuando haya que acudir a un plebiscito o a un referendo entiendan por sí mismos la pregunta, aunque lleven en el bolsillo un papelito con la palabra que seleccionarán como respuesta), y ya que su ojo mágico todo lo ve y supervisa, debería comenzar por ver los errores garrafales que exhiben muchas de las pancartas propagandísticas que hacen sus acólitos y por supervisar la calidad de la instrucción básica que se imparte en las escuelas. Con seguridad, esto les ahorraría, si no la vergüenza, sí el desprestigio que causa a su programa educativo una pancarta como la que se muestra en la imagen que ilustra el presente artículo.

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