Por Valentín Arenas Amigó
La confrontación que está planteada hoy en Venezuela tiene mucho fondo. No es entre democracia y dictadura, entre la expresión libre y la hegemonía comunicacional del Gobierno, entre la impunidad y la justicia, entre la inseguridad de los ciudadanos y el derecho a la vida, entre la economía privada y la pública o entre la propiedad individual y la colectiva. Todas estas confrontaciones existen y son muchos los ciudadanos que, asediados y perturbados por ellas, no calan hasta llegar al fondo de lo que está sucediendo.
La lucha de fondo es entre los valores superiores de la persona, un compuesto de espíritu y materia, y la ambición patológica de poder de un solo ciudadano que para tener la mayor cantidad de poderío posible durante el mayor tiempo posible, necesita asfixiar a esa persona, para inmovilizarla y someterla. Convertirla en un vegetal. Si le asfixia sus aspiraciones y valores superiores, el autócrata tiene ganada la pelea porque cesa toda resistencia. El ciudadano entonces se le entrega.
Los CDR cubanos buscan anular al ciudadano para así someterlo. Construyen una red de sapos, cuadra por cuadra, que se empieza con un censo y termina en un puntaje personal. En función de ese puntaje como revolucionario usted tendrá o no derechos que ejercer. Desde un cargo público hasta adquirir un televisor o una nevera. Si su puntaje no es alto entonces no califica para nada y pasa a ser un paria. No es nadie en su Patria de origen. Es así como sus derechos naturales desaparecen y son sustituidos por aquellos derechos que el Estado quiera otorgarle. La organización del Partido Único llega hasta las regiones y los municipios pero los CDR se organizan cuadra por cuadra y a sus dirigentes “los sugiere el Partido”. Esta red se convierte en una especie de “radar” que conoce y fiscaliza lo que cada ciudadano hace en su vida diaria pues está súper vigilado. No tiene forma de hacer vida privada porque el régimen, a través del Partido y los C.D.R. conoce su vida y se la controla.
Después que esté montada esta estructura, cómo puede usted pedir democracia, libre expresión, justicia, respeto a la vida, reclamar su propiedad? Todo esto pasa a no tener sentido alguno pues el Estado totalitario no solo lo vacía de sus beneficios económicos y de sus derechos como ciudadano sino que le vacía el alma misma y con ella el deseo de trabajar, de progresar y hasta de vivir. Justo lo que el régimen necesita para hacer con usted lo que él quiera e impedir que a usted se le ocurra reclamar derechos y libertades porque si esto hiciera entonces hay otros métodos disuasivos como son el secuestro casual, la condena a presidio de un tribunal parcializado y en caso extremo el paredón. Cuando la estructura está ya montada, éste último no se necesita, como ocurre ahora en Cuba. Si vivir sometido así no le gusta entonces puede tomar una balsa e irse a otro país. Los cubanos algo saben de esto.
La conclusión es muy clara: no permitamos de ninguna forma que esta estructura opresiva sea montada en Venezuela. Aún estamos a tiempo. Los venezolanos democráticos somos la mayoría y queremos vivir en una sociedad donde se le respeten a los ciudadanos sus valores superiores como persona humana que es. Para lograrlo tenemos que empezar por fortalecer estos valores y colocarlos sobre los intereses políticos partidistas o económicos. Si espiritualmente somos fuertes seremos también LIBRES.
La confrontación que está planteada hoy en Venezuela tiene mucho fondo. No es entre democracia y dictadura, entre la expresión libre y la hegemonía comunicacional del Gobierno, entre la impunidad y la justicia, entre la inseguridad de los ciudadanos y el derecho a la vida, entre la economía privada y la pública o entre la propiedad individual y la colectiva. Todas estas confrontaciones existen y son muchos los ciudadanos que, asediados y perturbados por ellas, no calan hasta llegar al fondo de lo que está sucediendo.
La lucha de fondo es entre los valores superiores de la persona, un compuesto de espíritu y materia, y la ambición patológica de poder de un solo ciudadano que para tener la mayor cantidad de poderío posible durante el mayor tiempo posible, necesita asfixiar a esa persona, para inmovilizarla y someterla. Convertirla en un vegetal. Si le asfixia sus aspiraciones y valores superiores, el autócrata tiene ganada la pelea porque cesa toda resistencia. El ciudadano entonces se le entrega.
Los CDR cubanos buscan anular al ciudadano para así someterlo. Construyen una red de sapos, cuadra por cuadra, que se empieza con un censo y termina en un puntaje personal. En función de ese puntaje como revolucionario usted tendrá o no derechos que ejercer. Desde un cargo público hasta adquirir un televisor o una nevera. Si su puntaje no es alto entonces no califica para nada y pasa a ser un paria. No es nadie en su Patria de origen. Es así como sus derechos naturales desaparecen y son sustituidos por aquellos derechos que el Estado quiera otorgarle. La organización del Partido Único llega hasta las regiones y los municipios pero los CDR se organizan cuadra por cuadra y a sus dirigentes “los sugiere el Partido”. Esta red se convierte en una especie de “radar” que conoce y fiscaliza lo que cada ciudadano hace en su vida diaria pues está súper vigilado. No tiene forma de hacer vida privada porque el régimen, a través del Partido y los C.D.R. conoce su vida y se la controla.
Después que esté montada esta estructura, cómo puede usted pedir democracia, libre expresión, justicia, respeto a la vida, reclamar su propiedad? Todo esto pasa a no tener sentido alguno pues el Estado totalitario no solo lo vacía de sus beneficios económicos y de sus derechos como ciudadano sino que le vacía el alma misma y con ella el deseo de trabajar, de progresar y hasta de vivir. Justo lo que el régimen necesita para hacer con usted lo que él quiera e impedir que a usted se le ocurra reclamar derechos y libertades porque si esto hiciera entonces hay otros métodos disuasivos como son el secuestro casual, la condena a presidio de un tribunal parcializado y en caso extremo el paredón. Cuando la estructura está ya montada, éste último no se necesita, como ocurre ahora en Cuba. Si vivir sometido así no le gusta entonces puede tomar una balsa e irse a otro país. Los cubanos algo saben de esto.
La conclusión es muy clara: no permitamos de ninguna forma que esta estructura opresiva sea montada en Venezuela. Aún estamos a tiempo. Los venezolanos democráticos somos la mayoría y queremos vivir en una sociedad donde se le respeten a los ciudadanos sus valores superiores como persona humana que es. Para lograrlo tenemos que empezar por fortalecer estos valores y colocarlos sobre los intereses políticos partidistas o económicos. Si espiritualmente somos fuertes seremos también LIBRES.
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