El Universal
Es aburridísimo ese señor, desde dondequiera que está, hablando siempre de lo mismo, tratando de convencer acerca de las bondades de un sistema que no ha dejado sino mala huella en el mundo.
Se lanzó en una suerte de campaña, que podría calificarse con cualquier adjetivo, menos “admirable”, para hacerle la contragira a Mr. Bush, y hasta su pupilo Evo rehusó la invitación de seguirle en esta aventura. Por su parte, el “ché K” casi no se da por enterado de que el paseante estuvo en sus pampas, pues le dejó a cargo de doña Bonafini. El pana Lula se acurrucó en el abrazo protector del emperador del norte; el doctor Tabaré firmó con éste cuanto papel le pusieron delante; y el vecino Uribe descorchó toda su liberal simpatía por el vaquero.
En cambio Chávez, ¿qué logró con ese viaje? Además de despilfarrar un realero, y encender los ánimos de unos cuantos soñadores que piensan que agitando pancartas y quemando banderas norteamericanas van a cambiar las reglas de juego por las que se rige el planeta, hizo un papelón de lo más folclórico.
Si desde cuando Marx y su mecenas, el burguesito Engels, escribieron a cuatro manos el famoso “Manifiesto Comunista” se está intentando transformar a las sociedades, si Lenin se desgañitó inútilmente para hacer de la revolución una forma de vida, si Stalin y Mao, en vez de alimentar a sus pueblos, los sepultaron en inmensos cementerios, si Fidel, que ya está cruzando el páramo, no consiguió hasta ahora que los cubanos crean que lo que salió de Sierra Maestra ha valido la pena, ¿va este hijo de Sabaneta de Barinas a tener éxito en su utópica empresa de encarrilar a los venezolanos por eso que él, estrafalariamente, denomina socialismo del siglo XXI?
Cada vez que se siembra en la silla de un “Aló Presidente” para recitar a Neruda o a Joan Manuel Serrat, y llama la atención de los estudiantes de medicina que, a punto de recibirse, sueñan con comprarse una casa o un carro, es como para empezar a contar con los dedos las cabezas que asienten a sus palabras.
¡Claro que quieren una casa, un carro, una tarjeta de crédito, un carrito de supermercado hasta el tope, una computadora superveloz, un celular multifuncional, un armario lleno de buena ropa, y todo cuanto está de moda y cuanto pueda mejorar su calidad de vida! ¿Acaso no es para eso que la gente estudia, trabaja y se faja?
Hay que ser muy caradura para exigirle a los demás el sacrificio que uno mismo no está dispuesto a hacer. Desde luego, es muy fácil ser comunista cuando se vive en un país donde la renta petrolera da para todo, se dispone de algo más de lo que necesario para vivir, y se es el mandamás del patio.
En cuanto a los que abogan por la justicia social, el igualitarismo y la comuna al estilo socialista-militarista, tanto en Venezuela como en cualquier otro país, ¿por qué no cogen su morral, se ponen su bandana roja en la cabeza, y se van a vivir a Cuba? Allá encontrarán todo lo que necesitan, es decir, nada. Y si han llegado a ese nivel de humildad cristiana y sabiduría gandhiana que les permite vivir con sólo respirar, sin necesidad de cosas materiales, la Isla será su edén y se sentirán felices de haber vencido las tentaciones del dinero, los tres platos y el día siguiente.
¡Mochila al hombro, pues!
Se lanzó en una suerte de campaña, que podría calificarse con cualquier adjetivo, menos “admirable”, para hacerle la contragira a Mr. Bush, y hasta su pupilo Evo rehusó la invitación de seguirle en esta aventura. Por su parte, el “ché K” casi no se da por enterado de que el paseante estuvo en sus pampas, pues le dejó a cargo de doña Bonafini. El pana Lula se acurrucó en el abrazo protector del emperador del norte; el doctor Tabaré firmó con éste cuanto papel le pusieron delante; y el vecino Uribe descorchó toda su liberal simpatía por el vaquero.
En cambio Chávez, ¿qué logró con ese viaje? Además de despilfarrar un realero, y encender los ánimos de unos cuantos soñadores que piensan que agitando pancartas y quemando banderas norteamericanas van a cambiar las reglas de juego por las que se rige el planeta, hizo un papelón de lo más folclórico.
Si desde cuando Marx y su mecenas, el burguesito Engels, escribieron a cuatro manos el famoso “Manifiesto Comunista” se está intentando transformar a las sociedades, si Lenin se desgañitó inútilmente para hacer de la revolución una forma de vida, si Stalin y Mao, en vez de alimentar a sus pueblos, los sepultaron en inmensos cementerios, si Fidel, que ya está cruzando el páramo, no consiguió hasta ahora que los cubanos crean que lo que salió de Sierra Maestra ha valido la pena, ¿va este hijo de Sabaneta de Barinas a tener éxito en su utópica empresa de encarrilar a los venezolanos por eso que él, estrafalariamente, denomina socialismo del siglo XXI?
Cada vez que se siembra en la silla de un “Aló Presidente” para recitar a Neruda o a Joan Manuel Serrat, y llama la atención de los estudiantes de medicina que, a punto de recibirse, sueñan con comprarse una casa o un carro, es como para empezar a contar con los dedos las cabezas que asienten a sus palabras.
¡Claro que quieren una casa, un carro, una tarjeta de crédito, un carrito de supermercado hasta el tope, una computadora superveloz, un celular multifuncional, un armario lleno de buena ropa, y todo cuanto está de moda y cuanto pueda mejorar su calidad de vida! ¿Acaso no es para eso que la gente estudia, trabaja y se faja?
Hay que ser muy caradura para exigirle a los demás el sacrificio que uno mismo no está dispuesto a hacer. Desde luego, es muy fácil ser comunista cuando se vive en un país donde la renta petrolera da para todo, se dispone de algo más de lo que necesario para vivir, y se es el mandamás del patio.
En cuanto a los que abogan por la justicia social, el igualitarismo y la comuna al estilo socialista-militarista, tanto en Venezuela como en cualquier otro país, ¿por qué no cogen su morral, se ponen su bandana roja en la cabeza, y se van a vivir a Cuba? Allá encontrarán todo lo que necesitan, es decir, nada. Y si han llegado a ese nivel de humildad cristiana y sabiduría gandhiana que les permite vivir con sólo respirar, sin necesidad de cosas materiales, la Isla será su edén y se sentirán felices de haber vencido las tentaciones del dinero, los tres platos y el día siguiente.
¡Mochila al hombro, pues!
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