El Comercio
Como era de esperarse, el anuncio de la gira del presidente Bush por cinco países de América Latina entre el 8 y el 14 de marzo ha generado reacciones encontradas. Sobre todo porque hay quien piensa que a solo dos años de terminar su mandato y después de haber perdido el control del Congreso, el viaje llega demasiado tarde.
Como ya es costumbre, el megalómano, golpista, teniente coronel, presidente venezolano Hugo Chávez, cuyo afán protagónico desconoce cualquier límite, se ha apresurado a aventurar que el motivo de este viaje es dividir a la región y reducir la influencia de su revolución.
Por más herido, lastimado o disminuido que el presidente esté, sería un grave error suponer que ha perdido su poder. Bush sigue siendo el político más poderoso del país más poderoso del mundo. Lo que no significa que el presidente llegará a la región cargado de regalos en un vano intento por contrarrestar al inefable Santa Claus tropical.
Atando cabos aquí y allá; revisando con cuidado los trabajos y los discursos de funcionarios del departamento de Estado; descubriendo vínculos con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, es posible deducir que los dos grandes temas en la agenda del viaje de Bush a la región serán: energía y seguridad.
Para EE.UU. es imprescindible promover el desarrollo de fuentes alternativas y renovables de energía, como el etanol. Este puede utilizarse como combustible para automóviles solo y también puede mezclarse con gasolina en cantidades variables para reducir el consumo de derivados del petróleo. En la actualidad, EE.UU. obtiene su etanol del maíz y Brasil lo saca del azúcar y entre ambos controlan el 70% del mercado global. El problema es que los actuales métodos de producción de bioetanol siguen siendo ineficientes económicamente.
Mi apuesta es que durante la visita de Bush a Brasil, los dos gigantes acordarán trabajar juntos en proyectos de investigación científica para mejorar la eficiencia en la producción del etanol e incrementar sus redes de distribución. Juntos podrían estimular la producción de etanol derivado del maíz y el azúcar en México, América Central, el Caribe y Sudamérica.
La escala en Colombia tiene una enorme significación política no solo para el presidente Bush sino para Estados Unidos, sobre todo porque el vecindario andino está que arde. La visita de Bush debe servir para evidenciar el compromiso del presidente para acelerar la aprobación en el Congreso del TLC con Colombia y con el Perú.
Con todo y el actual escándalo de la 'parapolítica', el vínculo entre ambos países forjado hace siete años en el Plan Colombia, a un costo de 4.500 millones de dólares, ha producido resultados positivos innegables. Hoy, los 'narcoguerrilleros' están arrinconados contra las cuerdas y los colombianos viven con menos sobresaltos porque, entre otras cosas, 30.000 violentos han sido desarmados.
Los dos grandes temas de la relación entre Estados Unidos y Guatemala y México son la inmigración y la seguridad. Del primero habría poco que esperar en esta ocasión. Después de seis años de declaraciones virtuosas, el presidente sigue renuente a invertir el capital político que se necesita para convencer al Congreso de la necesidad de una política migratoria integral.
En materia de seguridad, les corresponde a los presidentes de los países anfitriones persuadir al presidente Bush de que más que invertir en la construcción de muros inútiles habría que redoblar esfuerzos para combatir a las bandas internacionales de criminales que se fortalecen con el narcotráfico.
Como ya es costumbre, el megalómano, golpista, teniente coronel, presidente venezolano Hugo Chávez, cuyo afán protagónico desconoce cualquier límite, se ha apresurado a aventurar que el motivo de este viaje es dividir a la región y reducir la influencia de su revolución.
Por más herido, lastimado o disminuido que el presidente esté, sería un grave error suponer que ha perdido su poder. Bush sigue siendo el político más poderoso del país más poderoso del mundo. Lo que no significa que el presidente llegará a la región cargado de regalos en un vano intento por contrarrestar al inefable Santa Claus tropical.
Atando cabos aquí y allá; revisando con cuidado los trabajos y los discursos de funcionarios del departamento de Estado; descubriendo vínculos con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, es posible deducir que los dos grandes temas en la agenda del viaje de Bush a la región serán: energía y seguridad.
Para EE.UU. es imprescindible promover el desarrollo de fuentes alternativas y renovables de energía, como el etanol. Este puede utilizarse como combustible para automóviles solo y también puede mezclarse con gasolina en cantidades variables para reducir el consumo de derivados del petróleo. En la actualidad, EE.UU. obtiene su etanol del maíz y Brasil lo saca del azúcar y entre ambos controlan el 70% del mercado global. El problema es que los actuales métodos de producción de bioetanol siguen siendo ineficientes económicamente.
Mi apuesta es que durante la visita de Bush a Brasil, los dos gigantes acordarán trabajar juntos en proyectos de investigación científica para mejorar la eficiencia en la producción del etanol e incrementar sus redes de distribución. Juntos podrían estimular la producción de etanol derivado del maíz y el azúcar en México, América Central, el Caribe y Sudamérica.
La escala en Colombia tiene una enorme significación política no solo para el presidente Bush sino para Estados Unidos, sobre todo porque el vecindario andino está que arde. La visita de Bush debe servir para evidenciar el compromiso del presidente para acelerar la aprobación en el Congreso del TLC con Colombia y con el Perú.
Con todo y el actual escándalo de la 'parapolítica', el vínculo entre ambos países forjado hace siete años en el Plan Colombia, a un costo de 4.500 millones de dólares, ha producido resultados positivos innegables. Hoy, los 'narcoguerrilleros' están arrinconados contra las cuerdas y los colombianos viven con menos sobresaltos porque, entre otras cosas, 30.000 violentos han sido desarmados.
Los dos grandes temas de la relación entre Estados Unidos y Guatemala y México son la inmigración y la seguridad. Del primero habría poco que esperar en esta ocasión. Después de seis años de declaraciones virtuosas, el presidente sigue renuente a invertir el capital político que se necesita para convencer al Congreso de la necesidad de una política migratoria integral.
En materia de seguridad, les corresponde a los presidentes de los países anfitriones persuadir al presidente Bush de que más que invertir en la construcción de muros inútiles habría que redoblar esfuerzos para combatir a las bandas internacionales de criminales que se fortalecen con el narcotráfico.
* Internacionalista.
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