11 marzo 2007

Cuando la democracia es una piedra

Por Liliana Fasciani M.

El Universal

La democracia es un sistema inconveniente para algunos gobernantes, porque admite la diversidad ideológica, el pluripartidismo, la heterogeneidad de opiniones, el ejercicio de las libertades y, para colmo, toda Constitución que se respete debe garantizar a los ciudadanos la tutela efectiva a sus derechos fundamentales. ¡Cómo puede alguien gobernar a dos manos con tantos alicates pillándole los dedos!

También para algunos ciudadanos llega a ser una traba. En Venezuela, no son pocas las personas que suelen apelar a ciertas expresiones, para nada vacías de contenido, sobre el modo de solucionar los problemas: "¡Aquí lo que hace falta es mano dura!". O bien: "¡Esto lo arregla una gorra!".

Son estas frases populares con hondas raíces en la experiencia dictatorial, principalmente gomecista y perezjimenista. Se piensa, equivocadamente, que los errores de la democracia sólo es posible subsanarlos mediante aplicaciones autoritarias. De ahí que cada vez que el presidente Chávez "encadena" a los medios de comunicación, o impone su "mano dura" sobre algún problema de especial sensibilidad, por ejemplo, amenazando con expropiaciones o anunciando decisiones irreductibles, sus acólitos coreen el estribillo "¡Así, así, así es que se gobierna!".

La democracia es una piedra en los zapatos de esta gente que, por una parte, disfruta con los excesos de poder del Presidente y, por otra, se considera al margen de los sectores directa e indirectamente afectados por tales medidas. Parece que todos ellos están seguros del beneficio que les reporta el perjuicio de los demás. La propaganda de manipulación que el gobierno ha desplegado para justificar una revancha de los excluidos por la democracia puntofijista, se verá satisfecha a corto plazo, en cuanto los Consejos Comunales, a través de sus respectivas Comisiones de Control Social, empiecen a ejercer sus funciones.

En un sistema democrático, por imperfecto que sea, esta clase de justicia "robinhoodeana" es impensable, pero no así en un sistema totalitario de tendencia socialista extrema. En el primero, la Constitución es el molde al cual debe ajustarse el gobierno; en el otro, la Constitución es amoldada por el gobierno.

Solamente bajo los efectos de una alucinación ideológica de tal especie puede un gobernante pretender perpetuarse en el poder, exigir una reforma constitucional para transformar el Estado, obligar a adherirse un partido único, imponer el adoctrinamiento escolar, destruir a la empresa privada, y convertir a los ciudadanos en parásitos del Estado.

Sin embargo, ninguna de estas medidas sirve para solucionar los problemas del país y superar la crisis multifactorial. Nada de esto hará más eficientes los servicios públicos, ni llenará de alimentos los abastos, ni abaratará el costo de la vida, ni reducirá los accidentes de tránsito, ni sacará a los niños de las calles, ni mejorará la calidad de la educación, ni generará fuentes de empleo, ni hará confiable la administración de justicia, ni erradicará la pobreza, ni eliminará la corrupción.

Por defectuosa que sea, la democracia es el único paraguas bajo el cual se güarecen los derechos y las libertades en sus más amplias y diversas dimensiones. Y el autoritarismo, sea de izquierda o de derecha, es el peor de los yugos al que pueblo alguno puede someterse.

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