ABC Digital
¡Lo confieso! Después de más de un año de estar calificando al presidente venezolano Hugo Chávez de “'narcisista leninista” en mis columnas, no pude evitar sentir una cierta inflamación de mi ego cuando Chávez mencionó mi nombre seis veces- es cierto, en forma nada halagüeña- en su programa radial y televisivo esta semana.
Efectivamente, en su programa diario Aló Presidente del 13 de marzo, Chávez se refirió irónicamente a los “grandes intelectuales” y “sesudos analistas” que escribieron sobre la gira del presidente Bush a cinco países latinoamericanos, y la contragira “anti Bush” de Chávez.
Chávez leyó al aire una buena parte de mi columna del domingo 11 de marzo, titulada Los tropiezos de Bush en la región, diciendo que era de “otro derechista más que escribe mucho contra nosotros, que es Oppenheimer, Andrés Oppenheimer”. (Gracioso, porque dejé mi Argentina natal huyendo de una dictadura de derecha, me he pasado los últimos años pegándole a Bush, y la mayoría de mis lectores en los periódicos que me publican en Estados Unidos me acusan de estar demasiado volcado a la izquierda).
“Esta es otra corriente ideológica nueva ahora que inventó Oppenheimer, ‘narcisista leninista’, tribilinista [risa] Yo si gozo, vale. Estos me hacen gozar”, dijo Chávez.
Chávez leyó los primeros párrafos de mi columna, en que yo afirmaba que Bush había empezado mal su gira por América Latina, luego de que el Departamento de Estado, en un increíble despliegue de mal juicio, había publicado su reporte anual sobre violaciones de los derechos humanos alrededor del mundo.
Pero, manipulando la información, Chávez se brincó los siguientes párrafos, diciendo que eran comentarios “que no vienen al caso”. De hecho, los párrafos que Chávez no leyó decían que el reporte del Departamento de Estado es visto como un ejercicio de arrogancia política de parte del país que torturó prisioneros en Abu Ghraib y denegó derechos a los prisioneros en Guantánamo, un comentario que obviamente hubiera debilitado la aseveración de Chávez de que solo hablo mal de Venezuela, y no de Washington.
¿Mi reacción? No, presidente Chávez, no soy un “derechista”. Por el contrario, soy una persona a quien no le gustan los militares que hacen golpes de Estado, como el que usted hizo en 1992, y menos los militares retirados que, una vez electos presidentes, realizan desfiles militares para festejar sus intentonas golpistas, como usted lo acaba de hacer el mes pasado.
Más aun, como periodista, no me gustan los presidentes que cierran canales de televisión, como usted lo está haciendo ahora con RCTV, ni los que usan las emisoras estatales hasta 40 horas a la semana para hablarle al país, como, según la agencia Reuters, ocurre en Venezuela.
No me gustan los presidentes que les impiden la entrada a sus países a observadores de derechos humanos, como usted acaba de hacer con la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos.
No simpatizo con jefes de Estado que le dan una bienvenida de alfombra roja a un fascista como el presidente de Irán, quien niega la existencia del holocausto. Ni admiro a presidentes que glorifican a Cuba, una dictadura decrépita que desde hace casi 50 años no permite elecciones libres, ni una prensa independiente, ni el derecho a que la gente viaje cuando y donde quiera.
No aplaudo a los presidentes con congresos incondicionales, que se hacen dar “poderes especiales” para poder actuar sin rendición de cuentas, como acaba de ocurrir en Venezuela. Ni tampoco admiro que un presidente despilfarre el mayor ingreso petrolero de la historia de su país para promocionarse a sí mismo en el exterior, comprar armas y otorgar subsidios en efectivo, en lugar de modernizar a su país y crear la base para un crecimiento a largo plazo para cuando caigan los precios del petróleo.
De manera que, con todo respeto, quisiera plantearle las siguientes preguntas: si usted es tan democrático, ¿por qué glorifica los golpes militares? Si usted es tan progresista, ¿por qué les retira las licencias a las estaciones de televisión independientes? Si su héroe Fidel Castro es tan querido en Cuba, ¿por qué no se anima a permitir una elección libre? Y si usted respeta los derechos humanos, ¿por qué no permite que los observadores de la OEA visiten a Venezuela?
Y, finalmente, si usted está tan convencido de todo lo que dice, ¿por qué solo acepta entrevistas con reporteros que no hacen preguntas difíciles? (algo que, por cierto, comparte usted con Bush). La última vez que nos vimos, en una cumbre latinoamericana, le solicité respetuosamente una entrevista, y usted me mandó al infierno. ¿Por qué no contestarme todas esas preguntas en persona? Tendríamos una gran audiencia, perfecta para un “narcisista leninista” y un aspirante a “sesudo analista”.
Efectivamente, en su programa diario Aló Presidente del 13 de marzo, Chávez se refirió irónicamente a los “grandes intelectuales” y “sesudos analistas” que escribieron sobre la gira del presidente Bush a cinco países latinoamericanos, y la contragira “anti Bush” de Chávez.
Chávez leyó al aire una buena parte de mi columna del domingo 11 de marzo, titulada Los tropiezos de Bush en la región, diciendo que era de “otro derechista más que escribe mucho contra nosotros, que es Oppenheimer, Andrés Oppenheimer”. (Gracioso, porque dejé mi Argentina natal huyendo de una dictadura de derecha, me he pasado los últimos años pegándole a Bush, y la mayoría de mis lectores en los periódicos que me publican en Estados Unidos me acusan de estar demasiado volcado a la izquierda).
“Esta es otra corriente ideológica nueva ahora que inventó Oppenheimer, ‘narcisista leninista’, tribilinista [risa] Yo si gozo, vale. Estos me hacen gozar”, dijo Chávez.
Chávez leyó los primeros párrafos de mi columna, en que yo afirmaba que Bush había empezado mal su gira por América Latina, luego de que el Departamento de Estado, en un increíble despliegue de mal juicio, había publicado su reporte anual sobre violaciones de los derechos humanos alrededor del mundo.
Pero, manipulando la información, Chávez se brincó los siguientes párrafos, diciendo que eran comentarios “que no vienen al caso”. De hecho, los párrafos que Chávez no leyó decían que el reporte del Departamento de Estado es visto como un ejercicio de arrogancia política de parte del país que torturó prisioneros en Abu Ghraib y denegó derechos a los prisioneros en Guantánamo, un comentario que obviamente hubiera debilitado la aseveración de Chávez de que solo hablo mal de Venezuela, y no de Washington.
¿Mi reacción? No, presidente Chávez, no soy un “derechista”. Por el contrario, soy una persona a quien no le gustan los militares que hacen golpes de Estado, como el que usted hizo en 1992, y menos los militares retirados que, una vez electos presidentes, realizan desfiles militares para festejar sus intentonas golpistas, como usted lo acaba de hacer el mes pasado.
Más aun, como periodista, no me gustan los presidentes que cierran canales de televisión, como usted lo está haciendo ahora con RCTV, ni los que usan las emisoras estatales hasta 40 horas a la semana para hablarle al país, como, según la agencia Reuters, ocurre en Venezuela.
No me gustan los presidentes que les impiden la entrada a sus países a observadores de derechos humanos, como usted acaba de hacer con la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos.
No simpatizo con jefes de Estado que le dan una bienvenida de alfombra roja a un fascista como el presidente de Irán, quien niega la existencia del holocausto. Ni admiro a presidentes que glorifican a Cuba, una dictadura decrépita que desde hace casi 50 años no permite elecciones libres, ni una prensa independiente, ni el derecho a que la gente viaje cuando y donde quiera.
No aplaudo a los presidentes con congresos incondicionales, que se hacen dar “poderes especiales” para poder actuar sin rendición de cuentas, como acaba de ocurrir en Venezuela. Ni tampoco admiro que un presidente despilfarre el mayor ingreso petrolero de la historia de su país para promocionarse a sí mismo en el exterior, comprar armas y otorgar subsidios en efectivo, en lugar de modernizar a su país y crear la base para un crecimiento a largo plazo para cuando caigan los precios del petróleo.
De manera que, con todo respeto, quisiera plantearle las siguientes preguntas: si usted es tan democrático, ¿por qué glorifica los golpes militares? Si usted es tan progresista, ¿por qué les retira las licencias a las estaciones de televisión independientes? Si su héroe Fidel Castro es tan querido en Cuba, ¿por qué no se anima a permitir una elección libre? Y si usted respeta los derechos humanos, ¿por qué no permite que los observadores de la OEA visiten a Venezuela?
Y, finalmente, si usted está tan convencido de todo lo que dice, ¿por qué solo acepta entrevistas con reporteros que no hacen preguntas difíciles? (algo que, por cierto, comparte usted con Bush). La última vez que nos vimos, en una cumbre latinoamericana, le solicité respetuosamente una entrevista, y usted me mandó al infierno. ¿Por qué no contestarme todas esas preguntas en persona? Tendríamos una gran audiencia, perfecta para un “narcisista leninista” y un aspirante a “sesudo analista”.
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