Estamos inmersos en una trapacera gran tranquilidad. Los días de julio transcurren en una engañosa calma que no puede ser llamada así. Lo que sucede tiene causas y otro nombre. Lo que tenemos es que se trancaron los engranajes, se quedaron pegadas las muescas de los mecanismos rotativos, el reloj se ha detenido.
La protesta estudiantil terminó en medio de cánticos de la nueva trova cubana, en un acto sin musculatura. La protesta por el cierre de RCTV se quedó en un fin banal, en la manera ordinaria como la oposición termina sus manifestaciones, sin verbo y sin fuerza, sin propósitos, sin estrategia y sin táctica, en nada.
Al gobierno se le trancaron, o quizás se le quebraron, los escasos impulsos. Hay una parálisis oficial, sólo existe una calma chibcha producto de la incapacidad manifiesta. Los ministros dicen sandeces. Si se critica a Teves se argumenta que ha sido el primer canal en el mundo que ha salido al aire con cobertura total (se olvida la confiscación de los equipos) o que la imagen de la Copa América se ve hasta en Teherán (olvidando quien la genera y el interés natural por el balompié). Frente al comunicado de los obispos se argumenta que la Iglesia Católica apoya a la oposición, banal y cantinflérica respuesta frente a planteamientos de fondo. Si los incidentes generados por la falta de diplomacia se hacen abundantes y frondosos se responde que no nos interesan las relaciones con tal o entrar a Mercosur. El gobierno está paralítico.
Oposición y gobierno pesan sobre el país que se hunde cada día en la inopia, en la insignificancia, en la banalidad. No, esto no es calma o tranquilidad, esto es un mecanismo trancado, una parálisis producto de la mediocridad, de la intrascendencia, de la falta de aceite en los mecanismos que rotan.
Sin embargo, el cierre de RCTV, las protestas estudiantiles y las acciones de los periodistas, todos combinados, tuvieron un efecto demoledor que no ha sido apreciado en toda su magnitud: por vez primera el gobierno está en minoría. Y esa conclusión auténtica tiene, o debería tener, consecuencias trascendentes, sólo que la situación del país es tan o más patética que rueda de prensa de partido de oposición los lunes, donde se las arreglan para repetir obviedades y lugares comunes de tal magnitud que uno sospecha que cuando terminan las reuniones de las llamadas “direcciones nacionales” la materia gris queda regada por el piso.
El gobierno está en minoría y no hay quien la aproveche. El año que viene hay elecciones para gobernadores y alcaldes y, sin entrar en la polémica de participar o no, uno simplemente recuerda que quienes postulan candidatos son los partidos que apenas recogen un pequeñísimo sentimiento de adhesión en la hoy mayoría opositora. Eso de andar organizando grupos independientes para postular candidatos es cuesta arriba. La conclusión, sin pelear con los abstencionistas a ultranza (siempre digo que este país vota cuando no debe –como el 3 de diciembre pasado- y que cuando debe votar no vota, es que frente a esas elecciones el mecanismo también está trancado, como trancados quedaron los referendos revocatorios.
Lo que apreciamos es una plataforma que desciende, con gobierno y oposición arriba, los dos bajando como mineros en los túneles de una mina. No habría problemas si la plataforma no fuese este país. Lo que estamos apreciando es una disminución del oxígeno, el ejercicio de lo que un artículo de meses pasados llamé la inmensa burbuja de aire envenenado. Cuando el oxígeno falta, y aquí lo hace en forma progresiva y al parecer indetenible, se contraen los músculos, la inmovilidad se va haciendo cada vez mayor, se va entrando en una asfixia que no se nota, pues debe recordarse que los médicos dicen que esa muerte lenta va siendo deseada por el paciente que se entrega a ella con placer.
La única muesca que no se detiene es la violencia del hampa que cobra víctimas y víctimas para que se nos argumente que los medios exageran las cifras y que no todos los muertos son tales. Lo de la reforma constitucional ha producido las reacciones típicas (se dictarán seminarios, se harán foros, se lucirán las galas de los constitucionalistas) y las reacciones habituales: eso no es así, ese es un papel de trabajo o hasta que es un invento de la oposición. Ya escribí un artículo sobre la desventura del lenguaje.
La parálisis del país es tal que ni siquiera –y pongo un ejemplo banal- se está pidiendo la cabeza del técnico de la “vinotinto” por la inmensa torta dejada sobre el césped, aunque en la lógica nacional, una remendada a trompicones, una solita victoria que nos permitió pasar a la segunda ronda es algo “histórico”. Es que el país se está ahogando y no se da cuenta. Ya vive los estertores de una inmovilidad fatídica y la confunde con calma y tranquilidad.
Gobierno y oposición dejan de respirar y arrastran al país a la inercia previa al desmayo. Se nota en todo, en la falta de ideas de buena parte de los columnistas –con honrosas excepciones-, en la inexistencia de noticias, en la banalidad escrupulosa y medida, intencionada y cómplice, de una buena parte de los diarios nacionales. Se nota en el desgano de la población sólo provisionalmente alentada por la Copa “América”, otro asunto que se le salió al gobierno por la culata, pero cuando se pite el final del último partido se alegará que llegaron las vacaciones, pero no se tratará de vacaciones, se tratará del letargo, uno igual al de la “vinotinto”, un país incapaz de coordinar, de mover las piernas, de chutar el destino.
Cuando los engranajes se trancan y un país se paraliza, hay consecuencias políticas. Las veremos.
La protesta estudiantil terminó en medio de cánticos de la nueva trova cubana, en un acto sin musculatura. La protesta por el cierre de RCTV se quedó en un fin banal, en la manera ordinaria como la oposición termina sus manifestaciones, sin verbo y sin fuerza, sin propósitos, sin estrategia y sin táctica, en nada.
Al gobierno se le trancaron, o quizás se le quebraron, los escasos impulsos. Hay una parálisis oficial, sólo existe una calma chibcha producto de la incapacidad manifiesta. Los ministros dicen sandeces. Si se critica a Teves se argumenta que ha sido el primer canal en el mundo que ha salido al aire con cobertura total (se olvida la confiscación de los equipos) o que la imagen de la Copa América se ve hasta en Teherán (olvidando quien la genera y el interés natural por el balompié). Frente al comunicado de los obispos se argumenta que la Iglesia Católica apoya a la oposición, banal y cantinflérica respuesta frente a planteamientos de fondo. Si los incidentes generados por la falta de diplomacia se hacen abundantes y frondosos se responde que no nos interesan las relaciones con tal o entrar a Mercosur. El gobierno está paralítico.
Oposición y gobierno pesan sobre el país que se hunde cada día en la inopia, en la insignificancia, en la banalidad. No, esto no es calma o tranquilidad, esto es un mecanismo trancado, una parálisis producto de la mediocridad, de la intrascendencia, de la falta de aceite en los mecanismos que rotan.
Sin embargo, el cierre de RCTV, las protestas estudiantiles y las acciones de los periodistas, todos combinados, tuvieron un efecto demoledor que no ha sido apreciado en toda su magnitud: por vez primera el gobierno está en minoría. Y esa conclusión auténtica tiene, o debería tener, consecuencias trascendentes, sólo que la situación del país es tan o más patética que rueda de prensa de partido de oposición los lunes, donde se las arreglan para repetir obviedades y lugares comunes de tal magnitud que uno sospecha que cuando terminan las reuniones de las llamadas “direcciones nacionales” la materia gris queda regada por el piso.
El gobierno está en minoría y no hay quien la aproveche. El año que viene hay elecciones para gobernadores y alcaldes y, sin entrar en la polémica de participar o no, uno simplemente recuerda que quienes postulan candidatos son los partidos que apenas recogen un pequeñísimo sentimiento de adhesión en la hoy mayoría opositora. Eso de andar organizando grupos independientes para postular candidatos es cuesta arriba. La conclusión, sin pelear con los abstencionistas a ultranza (siempre digo que este país vota cuando no debe –como el 3 de diciembre pasado- y que cuando debe votar no vota, es que frente a esas elecciones el mecanismo también está trancado, como trancados quedaron los referendos revocatorios.
Lo que apreciamos es una plataforma que desciende, con gobierno y oposición arriba, los dos bajando como mineros en los túneles de una mina. No habría problemas si la plataforma no fuese este país. Lo que estamos apreciando es una disminución del oxígeno, el ejercicio de lo que un artículo de meses pasados llamé la inmensa burbuja de aire envenenado. Cuando el oxígeno falta, y aquí lo hace en forma progresiva y al parecer indetenible, se contraen los músculos, la inmovilidad se va haciendo cada vez mayor, se va entrando en una asfixia que no se nota, pues debe recordarse que los médicos dicen que esa muerte lenta va siendo deseada por el paciente que se entrega a ella con placer.
La única muesca que no se detiene es la violencia del hampa que cobra víctimas y víctimas para que se nos argumente que los medios exageran las cifras y que no todos los muertos son tales. Lo de la reforma constitucional ha producido las reacciones típicas (se dictarán seminarios, se harán foros, se lucirán las galas de los constitucionalistas) y las reacciones habituales: eso no es así, ese es un papel de trabajo o hasta que es un invento de la oposición. Ya escribí un artículo sobre la desventura del lenguaje.
La parálisis del país es tal que ni siquiera –y pongo un ejemplo banal- se está pidiendo la cabeza del técnico de la “vinotinto” por la inmensa torta dejada sobre el césped, aunque en la lógica nacional, una remendada a trompicones, una solita victoria que nos permitió pasar a la segunda ronda es algo “histórico”. Es que el país se está ahogando y no se da cuenta. Ya vive los estertores de una inmovilidad fatídica y la confunde con calma y tranquilidad.
Gobierno y oposición dejan de respirar y arrastran al país a la inercia previa al desmayo. Se nota en todo, en la falta de ideas de buena parte de los columnistas –con honrosas excepciones-, en la inexistencia de noticias, en la banalidad escrupulosa y medida, intencionada y cómplice, de una buena parte de los diarios nacionales. Se nota en el desgano de la población sólo provisionalmente alentada por la Copa “América”, otro asunto que se le salió al gobierno por la culata, pero cuando se pite el final del último partido se alegará que llegaron las vacaciones, pero no se tratará de vacaciones, se tratará del letargo, uno igual al de la “vinotinto”, un país incapaz de coordinar, de mover las piernas, de chutar el destino.
Cuando los engranajes se trancan y un país se paraliza, hay consecuencias políticas. Las veremos.
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