06 julio 2007

La ira

Por Nelson Maica C.

Escribir sobre la IRA es recordar a Lucio Anneo Seneca, El Joven, 4 ac-65dc, nacido en Córdoba, España, educado en Roma e hijo de Marco Anneo Seneca, filósofo romano y mejor conocido por sus obras moralistas.

Consideraba la ira como una pasión, la “más sobria y desenfrenada de todas”. “Es toda agitación, desenfreno en el resentimiento, sed de guerra, de sangre, de suplicios, arrebato de furores sobrehumanos, olvidándose de sí misma con tal de dañar a los demás, lanzándose en medio de las espadas, y ávida de venganzas que a su vez traen un vengador”.

Por esta razón algunos tratadistas del tema califican la ira como una locura pasajera; porque, en instantes, olvida toda conveniencia, desconoce todo afecto, es pertinaz y porfiada en lo que se propone, indiferente a los consejos, iniciándose por causas frívolas, torpe para distinguir lo justo y verdadero, pareciéndose a los escombros que caen unos sobre otros hasta agotarse en el botadero.

Quienes manifiestan ira con frecuencia no tienen, no exhiben, ninguna razón; pero se pueden identificar ciertas actitudes que les son propias, semejantes a las manifestadas por quienes han perdido totalmente la razón: andar rápido, respiración entrecortada y anhelante, ceño fruncido y tez cambiante, ojos inquietos y penetrantes, aprieta los dientes, hablar rápido y labios temblorosos, gime o ruge, casi grita en vez de hablar, choca sus manos, golpea el suelo con sus pies, cada gesto parece una amenaza, precisamente la ira lo descompone todo.

Gran parte de las personas pueden ocultar ciertos vicios; pero la ira no es fácil de ocultar, se exhibe en el semblante y cuanto mayor es, mejor se manifiesta.

Quienes hemos vivido parte de nuestra existencia en el campo podemos recordar haber visto algún animal en estado de ira, como por ejemplo, dos toros peleando, sus cuernos dispuestos y sacando tierra con las patas delanteras; cuentan que el león ruge estruendosamente y el perro muestra un aspecto amenazador, además de sus ladridos y descubre sus dientes. Todo animal, lleno de ira, descubre su ferocidad. No olvidemos que el hombre es un animal, también; tampoco olvidemos que en muchos relatos religiosos se recuerda la ira de Dios, en ciertos momentos y circunstancias.

Y cuando la ira se manifiesta con frecuencia en un gobernante en contra del pueblo, ¿Qué puede hacer ese pueblo? ¿Decir que fue engañado? Cuando la ira del gobernante le está haciendo daño a una persona, a un pueblo, a la religión, a los sectores productivos y de trabajadores ¿Qué se puede hacer? ¿Qué se debe hacer? Dígamelo usted ¿Qué haría usted si presencia que alguien le hace daño a un hijo, hija y/o familiar cercano y/o lejano y/o vecino y/o ser humano? A lo mejor, también, se llena de ira.

Para convivir hay que dominar la ira. Hay que educarse para manejar la ira. Para amar hay que domar la ira. Para trabajar hay que lidiar con la ira. Para casi toda acción humana hay que domeñar la ira. ¿No le parece? Sí ¿Y quién y cuándo le ponemos coto a la ira del gobernante? ¿Le permitiremos exhibirse cada vez que se le antoje por los medios de comunicación iracundo? No ¿Cómo lo impedimos? Tiene usted la palabra. Úsela, por favor. ¿Por qué el gobernante no canaliza su ira contra la delincuencia y los criminales y los secuestradores y los guerrilleros y los narcotraficantes, y corruptos, etc? ¿Acaso los ampara y/o le conviene que existan y actúen y/o son el canal de su ira, también? ¿Entonces? “En las adversidades sale a la luz la virtud”, Aristófanes, 444 ac – 385 ac , Dramaturgo Griego.

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