Si a la par de la actividad que están realizando los estudiantes venezolanos, otros sectores de la vida nacional hicieran su parte, probablemente las expectativas de recuperar la democracia, restablecer el Estado de derecho y avizorar un futuro promisorio serían mucho mayores.
Desde el tremendo fiasco electoral de diciembre del año pasado, incluso desde el referéndum revocatorio de 2005, los dirigentes de los partidos políticos de la oposición y los representantes de las organizaciones no gubernamentales no parece que hayan vuelto a la acción con la plenitud de sus respectivas militancias, los primeros, o con la contundencia de sus principios y objetivos los últimos.
Si bien es cierto que en varias ocasiones unos y otros han participado en las manifestaciones de calle y logrado la atención de los medios de comunicación para denunciar, protestar y criticar comportamientos y decisiones oficialistas, no alcanzan estas intervenciones a agotar la agenda de trabajo que deberían imponerse. En cuanto a las ONG’s, interesaría al pueblo venezolano conocer el producto de sus observaciones, mediante su divulgación constante y reiterada en diversos medios y en todos los sectores sociales. Una especie de campaña informativa permanente.
Preocupa a quien esto escribe que mientras en algún bunker sombrío un grupo de lacayos presidenciales confecciona con aviesa intención el borrador de una reforma constitucional, mientras los rojos funcionarios del gobierno ordenan y ejecutan toda clase de arbitrariedades violatorias de los derechos y libertades, mientras los militares cambian el honor de su divisa por una deshonrosa visa de sumisión, los supuestos líderes de los partidos políticos no ofrecen a los venezolanos ninguna alternativa, no presentan una propuesta inteligente, racional, objetiva, posible, convincente. Convendría que se ocuparan, con la anticipación y diligencia requeridas, del problema más serio de todos: el órgano del cual dependen tanto el gobierno como la oposición para lograr sus respectivos fines.
El Consejo Nacional Electoral es nuestra espada de Damocles, nuestro talón de Aquiles. Entretanto esté integrado por gente cuya conducta ha puesto en evidencia su adhesión incondicional a las órdenes de Hugo Chávez, no existe posibilidad alguna de celebrar elecciones, referendos o plebiscitos transparentes, seguros y confiables. ¡No existe esa posibilidad!
¿Cómo esperan, entonces, los dirigentes políticos convencer a los venezolanos de ir a votar cualquier propuesta, sea del gobierno o de la oposición? ¿Cómo se espera que con un CNE como el actual votemos en contra de la reforma constitucional cuando ésta sea sometida a referéndum? Y, en todo caso, si ya sabemos –aunque ningún líder de la oposición, por razones inexplicadas, ha tenido interés en demostrarlo– que, al menos en las dos últimas experiencias, nuestro voto no ha sido respetado y contado según nuestra decisión, ¿de qué otra manera expresaremos los venezolanos nuestra opinión electoral?
Es condición indispensable para el ejercicio del sufragio que el elector no albergue dudas acerca de la rectitud de los miembros del órgano electoral y de la transparencia del proceso. No es tal el caso de los venezolanos con respecto al Consejo Nacional Electoral, ni del modus operandi de éste. Por el contrario, es más que probable que sea dicho órgano el de menos credibilidad de todos los poderes públicos y, en consecuencia, el más pernicioso para la libertad.
Desde el tremendo fiasco electoral de diciembre del año pasado, incluso desde el referéndum revocatorio de 2005, los dirigentes de los partidos políticos de la oposición y los representantes de las organizaciones no gubernamentales no parece que hayan vuelto a la acción con la plenitud de sus respectivas militancias, los primeros, o con la contundencia de sus principios y objetivos los últimos.
Si bien es cierto que en varias ocasiones unos y otros han participado en las manifestaciones de calle y logrado la atención de los medios de comunicación para denunciar, protestar y criticar comportamientos y decisiones oficialistas, no alcanzan estas intervenciones a agotar la agenda de trabajo que deberían imponerse. En cuanto a las ONG’s, interesaría al pueblo venezolano conocer el producto de sus observaciones, mediante su divulgación constante y reiterada en diversos medios y en todos los sectores sociales. Una especie de campaña informativa permanente.
Preocupa a quien esto escribe que mientras en algún bunker sombrío un grupo de lacayos presidenciales confecciona con aviesa intención el borrador de una reforma constitucional, mientras los rojos funcionarios del gobierno ordenan y ejecutan toda clase de arbitrariedades violatorias de los derechos y libertades, mientras los militares cambian el honor de su divisa por una deshonrosa visa de sumisión, los supuestos líderes de los partidos políticos no ofrecen a los venezolanos ninguna alternativa, no presentan una propuesta inteligente, racional, objetiva, posible, convincente. Convendría que se ocuparan, con la anticipación y diligencia requeridas, del problema más serio de todos: el órgano del cual dependen tanto el gobierno como la oposición para lograr sus respectivos fines.
El Consejo Nacional Electoral es nuestra espada de Damocles, nuestro talón de Aquiles. Entretanto esté integrado por gente cuya conducta ha puesto en evidencia su adhesión incondicional a las órdenes de Hugo Chávez, no existe posibilidad alguna de celebrar elecciones, referendos o plebiscitos transparentes, seguros y confiables. ¡No existe esa posibilidad!
¿Cómo esperan, entonces, los dirigentes políticos convencer a los venezolanos de ir a votar cualquier propuesta, sea del gobierno o de la oposición? ¿Cómo se espera que con un CNE como el actual votemos en contra de la reforma constitucional cuando ésta sea sometida a referéndum? Y, en todo caso, si ya sabemos –aunque ningún líder de la oposición, por razones inexplicadas, ha tenido interés en demostrarlo– que, al menos en las dos últimas experiencias, nuestro voto no ha sido respetado y contado según nuestra decisión, ¿de qué otra manera expresaremos los venezolanos nuestra opinión electoral?
Es condición indispensable para el ejercicio del sufragio que el elector no albergue dudas acerca de la rectitud de los miembros del órgano electoral y de la transparencia del proceso. No es tal el caso de los venezolanos con respecto al Consejo Nacional Electoral, ni del modus operandi de éste. Por el contrario, es más que probable que sea dicho órgano el de menos credibilidad de todos los poderes públicos y, en consecuencia, el más pernicioso para la libertad.
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