El show está ahora en los predios de la filología y de la lingüística y tiende a marchar hacia los de la filomela (ruiseñor, según el DRAE, si acaso cae en los del poeta Fiscal), aunque me atrevo a decir que marcha hacia los del filonio (electuario compuesto de miel, opio y otros ingredientes calmantes y aromáticos). Si mis buenos amigos Alexis Márquez Rodríguez y Manuel Bermúdez se atreven a intervenir en las profundidades lexicográficas de la presidenta de la Asamblea Nacional me van a producir un disgusto.
“Marketing” edulcorante, se señala desde los predios de los especialistas en vendernos pastas dentales que hacen salir de nuevo los dientes o productos de limpieza encarnados en pajaritos azules. Indican que el trastoque de “indefinida” a “continua” podría tener éxito desde el punto de vista de la publicidad engañosa y que cuando el gran taumaturgo aparezca en escena es posible que cambie el rechazo actual a la reforma constitucional.
Admito que el mundo actual es de especialistas, pero los sesudos análisis de los constitucionalistas en foros, seminarios y encierros cerebrados, están de más. La reforma constitucional no es un asunto de abogados, es un asunto de políticos. Aquí no hay nada que discutir desde el ángulo del Derecho, lo que tenemos delante es una espeluznante voltereta en la concepción misma del Estado y la imposición de un sistema de vida, más que de gobierno, desde la tesitura del texto constitucional. En eso comparto la posición de Henry Ramos Allup, en uno de los aspectos que acompaño, pues como se verá estoy en desacuerdo en muchos otros.
He evitado entrar en la diatriba que viene, o que venía, porque ya el flamante Secretario General de AD la ha puesto sobre los diccionarios. Me refiero a esa de “ser o no ser” y, la que más me llena de molestia, “la unidad de la oposición” para enfrentar el paquetote. Intento mantenerme al margen del absurdo, pero no puedo evitar introducir una cuña, no publicitaria sino una de esas que se ponen para evitar que algo se desplome. Nadie en su sano juicio, y antes de tener la propuesta concreta sobre la mesa, la propuesta continua y definida, puede tomar una posición tajante frente al comportamiento que debería ser el adecuado. Ramos Allup se lanza torrentoso: no participar en el referéndum que se convoque sobre el mamotreto. El Secretario General de AD es hombre de partido y no entiende otra cosa que las reuniones interpartidistas como medio de buscar la unidad. Resulta que la unidad está lograda, el país no quiere la mencionada reforma, como se deriva taxativamente de las encuestas. Ya vamos a ver el espectáculo indefinido de las reuniones interminables para lograr la “unidad”. Ramos Allup se adelanta a polemizar antes de tiempo, acusando de “agendas ocultas”, de gente que quiere llegar al 2012, de candidatos en invernaderos y demás consejas propias de los hombres inteligentes y buenos oradores pero que parecen funcionar con gríngolas.
La posición de Ramos Allup en apariencia, sólo en apariencia, parece llenar la necesidad de determinación, coraje y fuerza que la situación requiere, sólo que es más de lo mismo. Nos abstenemos ¿y qué? La reforma será aprobada igual. No basta decir “no queremos reforma” para que la reforma desaparezca. No comparto la posición de los “brujos modernos” de que basta querer o no querer para que las cosas se den o no se den. ¿Qué es lo que quiere Ramos Allup? Tal vez sea llamar a una insurrección nacional para cuando el CNE anuncie la aprobación o antes quemar mesas electorales o una vez concluido el resultado llamar a la aplicación del 350 o proclamar a cuatro voces que sigue vigente la Constitución de 1999, una ahora muy querida y apreciada. ¿Qué es lo que quieren los adecos?
Es la hora de los políticos explicando en todos los rincones la magnitud de lo que se nos viene encima. Esa es una tarea inaplazable. Otra cosa es fijar posiciones previas. Sin tomar punto de vista sobre el comportamiento que consideraré adecuado, lo que haré cuando tenga la propuesta concreta sobre la mesa, puesto que sabemos de las veleidades cambiantes y manipuladoras del gran taumaturgo, me permito observar que la de marchar al referéndum y ganarlo debería ser una posibilidad a tomar en cuenta, dado que el gobierno está en minoría, el país no quiere reelección indefinida y muchos sectores vinculados al oficialismo votarían “No” como justa posición ante el cierre de todos los canales a una justa sucesión. La otra a considerar es la de ir y asistir al fraude, uno que sería evidente, gigantesco e inocultable. De manera que elimino de un plumazo la repetidera sobre el REP y sobre el CNE. A mí nadie me venga a pedir “condiciones objetivas” para votar o no votar, discusión tan intensa como el sexo de los ángeles o sobre la primacía del huevo o de la gallina. Aquí no necesitamos un Concilio de Trento. Se puede considerar la vía de participar y asistir al fraude, entonces sí que sería necesaria la voz dura, no sólo de Ramos Allup, fijándole al país el camino a seguir. Quizás esa sería la única manera de poner los sucesos inevitables bajo control civil.
No me hago, no obstante, ninguna ilusión. Vamos hacia la continua hilaridad de la indefinida.
“Marketing” edulcorante, se señala desde los predios de los especialistas en vendernos pastas dentales que hacen salir de nuevo los dientes o productos de limpieza encarnados en pajaritos azules. Indican que el trastoque de “indefinida” a “continua” podría tener éxito desde el punto de vista de la publicidad engañosa y que cuando el gran taumaturgo aparezca en escena es posible que cambie el rechazo actual a la reforma constitucional.
Admito que el mundo actual es de especialistas, pero los sesudos análisis de los constitucionalistas en foros, seminarios y encierros cerebrados, están de más. La reforma constitucional no es un asunto de abogados, es un asunto de políticos. Aquí no hay nada que discutir desde el ángulo del Derecho, lo que tenemos delante es una espeluznante voltereta en la concepción misma del Estado y la imposición de un sistema de vida, más que de gobierno, desde la tesitura del texto constitucional. En eso comparto la posición de Henry Ramos Allup, en uno de los aspectos que acompaño, pues como se verá estoy en desacuerdo en muchos otros.
He evitado entrar en la diatriba que viene, o que venía, porque ya el flamante Secretario General de AD la ha puesto sobre los diccionarios. Me refiero a esa de “ser o no ser” y, la que más me llena de molestia, “la unidad de la oposición” para enfrentar el paquetote. Intento mantenerme al margen del absurdo, pero no puedo evitar introducir una cuña, no publicitaria sino una de esas que se ponen para evitar que algo se desplome. Nadie en su sano juicio, y antes de tener la propuesta concreta sobre la mesa, la propuesta continua y definida, puede tomar una posición tajante frente al comportamiento que debería ser el adecuado. Ramos Allup se lanza torrentoso: no participar en el referéndum que se convoque sobre el mamotreto. El Secretario General de AD es hombre de partido y no entiende otra cosa que las reuniones interpartidistas como medio de buscar la unidad. Resulta que la unidad está lograda, el país no quiere la mencionada reforma, como se deriva taxativamente de las encuestas. Ya vamos a ver el espectáculo indefinido de las reuniones interminables para lograr la “unidad”. Ramos Allup se adelanta a polemizar antes de tiempo, acusando de “agendas ocultas”, de gente que quiere llegar al 2012, de candidatos en invernaderos y demás consejas propias de los hombres inteligentes y buenos oradores pero que parecen funcionar con gríngolas.
La posición de Ramos Allup en apariencia, sólo en apariencia, parece llenar la necesidad de determinación, coraje y fuerza que la situación requiere, sólo que es más de lo mismo. Nos abstenemos ¿y qué? La reforma será aprobada igual. No basta decir “no queremos reforma” para que la reforma desaparezca. No comparto la posición de los “brujos modernos” de que basta querer o no querer para que las cosas se den o no se den. ¿Qué es lo que quiere Ramos Allup? Tal vez sea llamar a una insurrección nacional para cuando el CNE anuncie la aprobación o antes quemar mesas electorales o una vez concluido el resultado llamar a la aplicación del 350 o proclamar a cuatro voces que sigue vigente la Constitución de 1999, una ahora muy querida y apreciada. ¿Qué es lo que quieren los adecos?
Es la hora de los políticos explicando en todos los rincones la magnitud de lo que se nos viene encima. Esa es una tarea inaplazable. Otra cosa es fijar posiciones previas. Sin tomar punto de vista sobre el comportamiento que consideraré adecuado, lo que haré cuando tenga la propuesta concreta sobre la mesa, puesto que sabemos de las veleidades cambiantes y manipuladoras del gran taumaturgo, me permito observar que la de marchar al referéndum y ganarlo debería ser una posibilidad a tomar en cuenta, dado que el gobierno está en minoría, el país no quiere reelección indefinida y muchos sectores vinculados al oficialismo votarían “No” como justa posición ante el cierre de todos los canales a una justa sucesión. La otra a considerar es la de ir y asistir al fraude, uno que sería evidente, gigantesco e inocultable. De manera que elimino de un plumazo la repetidera sobre el REP y sobre el CNE. A mí nadie me venga a pedir “condiciones objetivas” para votar o no votar, discusión tan intensa como el sexo de los ángeles o sobre la primacía del huevo o de la gallina. Aquí no necesitamos un Concilio de Trento. Se puede considerar la vía de participar y asistir al fraude, entonces sí que sería necesaria la voz dura, no sólo de Ramos Allup, fijándole al país el camino a seguir. Quizás esa sería la única manera de poner los sucesos inevitables bajo control civil.
No me hago, no obstante, ninguna ilusión. Vamos hacia la continua hilaridad de la indefinida.
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