Por Pablo Dócimo
El 9 de noviembre se cumple un nuevo aniversario de la caída de uno de los símbolos más emblemáticos de la intolerancia, el autoritarismo y la mentira, el Muro de Berlín.
Este fue el primer paso del largo camino que emprendieron los países sometidos al régimen dictatorial que había impuesto la unión soviética –por la fuerza, obviamente- y que a partir de ahí pudieron integrarse al mundo y progresar gracias al sistema que los marxistas combatieron durante un siglo.
Este concepto es sencillamente indiscutible, ya que basta con mirar y hacer una comparación de cómo se encontraban “las dos Alemanias” en ese momento y el resultado llegará sin realizar ningún procedimiento empírico, si quiera.
Sin embargo, increíblemente todavía hoy existen personas que defienden, sostienen, y proclaman ese sistema que, como quedó demostrado, no triunfó en ningún país del mundo, sino que además, hicieron sistemáticamente todo lo contrario; cercenaron las libertades de los individuos, sometiendo al pueblo por el cual supuestamente ellos luchan, a un extremo tal que por el solo hecho de pensar distinto se era encarcelado e incluso fusilado.
No es necesario decir que estas personas, encuentran en Fidel Castro y Hugo Chávez a sus máximos referentes y aquí haré míos algunos conceptos vertidos por el periodista Daniel Romero Pernaleteen en un excelente artículo titulado “Idiota no es cualquiera” publicado en el sitio Vozalmundo.com
El autor señala, con un atinado criterio: “Hay idiotas con toga e idiotas con botas. Hay idiotas de reciente cosecha y los hay añejados. Hay idiotas por conveniencia y hay idiotas por convicción. Todo idiota, sin embargo, tiene su equipamiento básico: una serie de rasgos peculiares que lo definen y lo separan del resto de la especie.
El idiota típico, por ejemplo, no distingue colores ni matices. Ve el mundo en blanco y negro. Alimenta su discurso con dicotomías. Pobres y ricos. Patriotas y lacayos del imperio. Buenos y malos. Capitalismo y socialismo.
El idiota practica el autoengaño. Cree que maneja a los demás... y los demás lo usan. Lo ponen, verbigracia, a dar insultos a un gringo en tierra ajena, mientras el anfitrión voltea su estrabismo para desentenderse. O algún analfabeto presidente, embutido en un poncho, le organiza un acto de adulación para vaciarle la bolsa mientras habla.
El idiota no sabe lo que dice. Usa la lengua pero no el cerebro.
Le rinde culto a la consigna. Llama a formar 'uno, dos, tres Vietnam', sin recordar el sufrimiento que un solo Vietnam le causó al mundo. O grita a todo gañote 'Patria, socialismo o muerte', como opciones alternativas de futuro. Como una amenaza enarbolada a los cuatro vientos, que deja sin espacio a quienes creen en la humanidad, la libertad y la vida.
El idiota no sabe sacar cuentas. Se mira en el espejo y grita '¡Somos dos!'. El idiota, en efecto, asocia a su país con tres países pobres y pequeños... y cree que el imperio está temblando. Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua se embarcaron en esa aventurilla que es ALBA.
Unidos suman unos 50 millones de habitantes. La mitad de los que tiene México. La cuarta parte de los de Brasil. La sexta parte de la población del imperio. Bush no se ha dado ni cuenta de que el ALBA respira.
El idiota no sabe que los demás lo ven. Persigue al hombre de su vida (sino existiera Bush lo inventaría) por toda América Latina, y luego dice que aquél lo anda buscando. Monta un show de bostezos y de insultos en un pequeño estadio de un barrio bonaerense y luego va a dormir en el Sheraton Hotel. Predica y conducta por distintos rumbos.
El idiota no tiene identidad política. En Argentina se proclamó hijo de Bolívar, de San Martín, de Tupac Amaru, del Ché Guevara y de Perón.
Cuando visita Cuba es hijo de Martí. En Nicaragua es hijo de Sandino.
En Perú, de Velasco. En la China, de Mao. Esa mezcla de padres tan disímiles tal vez sea responsable del desorden ideológico que el pobre idiota carga entre verruga y ceja.
El idiota prefiere lo parejo. Le tiene miedo a la diversidad. Por eso quiere un partido único donde todos complazcan sus caprichos.
Y un pensamiento único que evite la comezón de la disidencia. Y un líder único y eterno, cuyo dedo decida el rumbo el país.
El idiota no asume responsabilidades. La culpa es siempre de otro.
Del neoliberalismo. Del imperialismo. De la oligarquía. De los medios de comunicación. De sus ministros, incluso. Es un experto en el arte de lavarse las manos.
El idiota se cree grande porque hay otros idiotas que lo aplauden.”
Sería bueno que estas personas, que todavía hoy defienden sistemas que demostraron ser totalmente contrarios a la esencia que pregonan, miren a su alrededor y vean en que países la gente común, el trabajador, el asalariado, posee lo que ellos anhelan, cosas tan básicas como acceso a la salud, a la educación, a una vivienda digna, a trabajos bien remunerados y, fundamentalmente, a un Estado que se ocupe de las necesidades de los ciudadanos. Todos, absolutamente todos esos países, lo lograron precisamente haciendo todo lo contrario al Marxismo, que es ni más ni menos, EL LIBERALISMO.
Seguramente, alguien que no simpatice con el liberalismo pondrá como ejemplo algún país nórdico, aludiendo que en ellos el sistema es el socialismo. Esta es una vieja falacia que todavía tratan justificar, ignorando o, eludiendo dos cosas: En primer lugar, el sistema no es socialismo, sino que es liberalismo con una fuerte vocación y desarrollo en lo social. Y el segundo punto es que omiten que el liberalismo, por su propia filosofía, es el sistema social más equilibrado que pueda existir, ya que sencillamente, quien más bienes e ingresos posee, más tributará a las arcas del Estado, y quien menos ingresos tenga más beneficios recibirá de éste.
Todos estos planteos, no hacen más que abonar toda una serie de contradicciones que son una característica del “socialismo científico”, o cómo hoy se lo pretende re bautizar, “socialismo del siglo XXI”.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se enteraron que el Muro de Berlín lo hicieron lo comunistas para que la gente no se escape hacia la LIBERTAD, como todavía hoy lo hacen en Cuba.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se enteraron de que el Muro de Berlín lo derribaron los propios rehenes del régimen dictatorial que Chávez todavía defiende, ambiciona, y trata de imponer no solo en Venezuela, además en toda Latinoamérica, haciendo lo mismo que él le critica al IMPERIO.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se enteraron de que el Muro de Berlín cayó, y con él un mentira de un siglo.
El 9 de noviembre se cumple un nuevo aniversario de la caída de uno de los símbolos más emblemáticos de la intolerancia, el autoritarismo y la mentira, el Muro de Berlín.
Este fue el primer paso del largo camino que emprendieron los países sometidos al régimen dictatorial que había impuesto la unión soviética –por la fuerza, obviamente- y que a partir de ahí pudieron integrarse al mundo y progresar gracias al sistema que los marxistas combatieron durante un siglo.
Este concepto es sencillamente indiscutible, ya que basta con mirar y hacer una comparación de cómo se encontraban “las dos Alemanias” en ese momento y el resultado llegará sin realizar ningún procedimiento empírico, si quiera.
Sin embargo, increíblemente todavía hoy existen personas que defienden, sostienen, y proclaman ese sistema que, como quedó demostrado, no triunfó en ningún país del mundo, sino que además, hicieron sistemáticamente todo lo contrario; cercenaron las libertades de los individuos, sometiendo al pueblo por el cual supuestamente ellos luchan, a un extremo tal que por el solo hecho de pensar distinto se era encarcelado e incluso fusilado.
No es necesario decir que estas personas, encuentran en Fidel Castro y Hugo Chávez a sus máximos referentes y aquí haré míos algunos conceptos vertidos por el periodista Daniel Romero Pernaleteen en un excelente artículo titulado “Idiota no es cualquiera” publicado en el sitio Vozalmundo.com
El autor señala, con un atinado criterio: “Hay idiotas con toga e idiotas con botas. Hay idiotas de reciente cosecha y los hay añejados. Hay idiotas por conveniencia y hay idiotas por convicción. Todo idiota, sin embargo, tiene su equipamiento básico: una serie de rasgos peculiares que lo definen y lo separan del resto de la especie.
El idiota típico, por ejemplo, no distingue colores ni matices. Ve el mundo en blanco y negro. Alimenta su discurso con dicotomías. Pobres y ricos. Patriotas y lacayos del imperio. Buenos y malos. Capitalismo y socialismo.
El idiota practica el autoengaño. Cree que maneja a los demás... y los demás lo usan. Lo ponen, verbigracia, a dar insultos a un gringo en tierra ajena, mientras el anfitrión voltea su estrabismo para desentenderse. O algún analfabeto presidente, embutido en un poncho, le organiza un acto de adulación para vaciarle la bolsa mientras habla.
El idiota no sabe lo que dice. Usa la lengua pero no el cerebro.
Le rinde culto a la consigna. Llama a formar 'uno, dos, tres Vietnam', sin recordar el sufrimiento que un solo Vietnam le causó al mundo. O grita a todo gañote 'Patria, socialismo o muerte', como opciones alternativas de futuro. Como una amenaza enarbolada a los cuatro vientos, que deja sin espacio a quienes creen en la humanidad, la libertad y la vida.
El idiota no sabe sacar cuentas. Se mira en el espejo y grita '¡Somos dos!'. El idiota, en efecto, asocia a su país con tres países pobres y pequeños... y cree que el imperio está temblando. Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua se embarcaron en esa aventurilla que es ALBA.
Unidos suman unos 50 millones de habitantes. La mitad de los que tiene México. La cuarta parte de los de Brasil. La sexta parte de la población del imperio. Bush no se ha dado ni cuenta de que el ALBA respira.
El idiota no sabe que los demás lo ven. Persigue al hombre de su vida (sino existiera Bush lo inventaría) por toda América Latina, y luego dice que aquél lo anda buscando. Monta un show de bostezos y de insultos en un pequeño estadio de un barrio bonaerense y luego va a dormir en el Sheraton Hotel. Predica y conducta por distintos rumbos.
El idiota no tiene identidad política. En Argentina se proclamó hijo de Bolívar, de San Martín, de Tupac Amaru, del Ché Guevara y de Perón.
Cuando visita Cuba es hijo de Martí. En Nicaragua es hijo de Sandino.
En Perú, de Velasco. En la China, de Mao. Esa mezcla de padres tan disímiles tal vez sea responsable del desorden ideológico que el pobre idiota carga entre verruga y ceja.
El idiota prefiere lo parejo. Le tiene miedo a la diversidad. Por eso quiere un partido único donde todos complazcan sus caprichos.
Y un pensamiento único que evite la comezón de la disidencia. Y un líder único y eterno, cuyo dedo decida el rumbo el país.
El idiota no asume responsabilidades. La culpa es siempre de otro.
Del neoliberalismo. Del imperialismo. De la oligarquía. De los medios de comunicación. De sus ministros, incluso. Es un experto en el arte de lavarse las manos.
El idiota se cree grande porque hay otros idiotas que lo aplauden.”
Sería bueno que estas personas, que todavía hoy defienden sistemas que demostraron ser totalmente contrarios a la esencia que pregonan, miren a su alrededor y vean en que países la gente común, el trabajador, el asalariado, posee lo que ellos anhelan, cosas tan básicas como acceso a la salud, a la educación, a una vivienda digna, a trabajos bien remunerados y, fundamentalmente, a un Estado que se ocupe de las necesidades de los ciudadanos. Todos, absolutamente todos esos países, lo lograron precisamente haciendo todo lo contrario al Marxismo, que es ni más ni menos, EL LIBERALISMO.
Seguramente, alguien que no simpatice con el liberalismo pondrá como ejemplo algún país nórdico, aludiendo que en ellos el sistema es el socialismo. Esta es una vieja falacia que todavía tratan justificar, ignorando o, eludiendo dos cosas: En primer lugar, el sistema no es socialismo, sino que es liberalismo con una fuerte vocación y desarrollo en lo social. Y el segundo punto es que omiten que el liberalismo, por su propia filosofía, es el sistema social más equilibrado que pueda existir, ya que sencillamente, quien más bienes e ingresos posee, más tributará a las arcas del Estado, y quien menos ingresos tenga más beneficios recibirá de éste.
Todos estos planteos, no hacen más que abonar toda una serie de contradicciones que son una característica del “socialismo científico”, o cómo hoy se lo pretende re bautizar, “socialismo del siglo XXI”.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se enteraron que el Muro de Berlín lo hicieron lo comunistas para que la gente no se escape hacia la LIBERTAD, como todavía hoy lo hacen en Cuba.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se enteraron de que el Muro de Berlín lo derribaron los propios rehenes del régimen dictatorial que Chávez todavía defiende, ambiciona, y trata de imponer no solo en Venezuela, además en toda Latinoamérica, haciendo lo mismo que él le critica al IMPERIO.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se enteraron de que el Muro de Berlín cayó, y con él un mentira de un siglo.
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