25 noviembre 2007

La venganza de Chávez

Por José Brechner

Su Excelencia, Don Evo Morales Ayma, no dejó pasar muchas horas para plegarse a la vendetta contra España que viene maquinando el insoportable autócrata venezolano. El esclavo indígena de Chávez, se sumó a la ofensa y acusó al Partido Popular de estar confabulando para derribarlo.

Su Ministro de Imbecilidades, Juan Ramón Quintana, que oficialmente ejerce como Ministro de la Presidencia, dijo:"Hay evidencias. Los próximos días vamos a denunciar todo lo que es el complot internacional contra el Gobierno. El Partido Popular del ex presidente Aznar de España está financiando a los departamentos (provincias) que han ganado con el "sí" en el referéndum autonómico". (La mayoría boliviana apoya la autonomía política-administrativa, a la que se opone el gobierno centralista).

La trillada copla de levantar acusaciones sin fundamentos se vuelve a escuchar, y nuevamente dicen contar con pruebas. Lo mismo alegan sobre una supuesta conspiración de los norteamericanos para derrocar al Inca, y la prensa sigue esperando por las evidencias. Ahora son Estados Unidos y España, las potencias interesadas en el desplome del monigote de Chávez.

El presidente boliviano -aspirante a futbolista profesional, que dejó la cumbre de Chile para irse a jugar un partido— fabrica periódicamente infantiles cuentos de fantasmas procurando romper definitivamente con los Estados Unidos, acusándole de cuanta bobada se le ocurre, y se le ocurren muchas. En Santiago blandió una fotografía del embajador norteamericano en Bolivia, en la que aparece con un desconocido colombiano que se le acercó en una feria popular para lucirse junto al diplomático. Según el mandatario-mediocampista, el sujeto es un narcotraficante, guerrillero y mercenario, vinculado al embajador, pero con esos atributos lo más probable es que llegó a suelo boliviano a juntarse con muchos de sus colegas de oficio, que encontraron un puerto seguro donde desarrollar sus actividades con la aprobación del régimen cocalero, de lo contrario ¿por qué no lo detuvieron los agentes de inmigración cuando ingresó al país?

A tiempo de revelar los vínculos conspirativos del PP con la mitad de la población boliviana, que se opone al régimen neocomunista, Morales podría mostrarse equitativo y dar a luz los nombres de los consejeros del PSOE que viajaron a La Paz para ayudarlo en su campaña electoral. Esos aparecieron por televisión y el presidente les agradeció públicamente por su dedicada cooperación.

Justamente por su ayuda a los totalitaristas latinoamericanos, alguien que debería ser interpelado por el Parlamento Español es Rodríguez Zapatero, que ha venido aplaudiendo a sus pares socialistas con cada medida extremista que estos han tomado, dándoles alas para que trasplanten la diplomacia, del salón a la selva. Si el Rey Juan Carlos no hubiese estado presente en Santiago, Zapatero tal vez no se hubiese molestado en amonestar al bolivariano.

La venganza de Chávez caerá sobre las compañías españolas en Venezuela. Si antes de que se malograra su romance con el caribeño, Zapatero les garantizó a sus compatriotas inversionistas, continuidad en sus negocios y buenas relaciones con los rojos, él mismo tendrá que resolver el impasse, no sin antes de ser vilipendiado y humillado al mejor estilo bananero. En Bolivia, las empresas peninsulares fueron de las primeras en vender sus acciones y abandonar el país, presagiando las expropiaciones y arbitrariedades que vendrían con Morales, mientras éste se graduaba de bravucón internacional.

En Caracas la situación es más compleja porque la presencia económica europea es más fuerte. Todos deberían saber -después de nueve años de “Aló Presidente”- qué clase de individuo se esconde debajo de la boina roja. Si la codicia llevó a las multinacionales a quedarse en la jaula de los leones, pues tendrán que pagar las consecuencias. Los populistas nunca sobresalieron por ser fiables. Europa debería ser más cautelosa cuando alienta en sus foros a fanáticos izquierdistas y comercia con ellos. En vez de elaborar proyectos financieros y hacer gráficos de potenciales ganancias, sus políticos y empresarios deberían leer libros de historia.

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