Por José Alberto Medina Molero
Un relato para que, como decía Borges, siga su intrincado camino por sus neuronas
Una bruma de terciopelo flotaba en el cielo del pueblo, que miraba como a diez leguas, nadando en el amanecido mar, a la isla.
- ¡Compadre apúrese, porque no hay tiempo! ¿Cree usted que la vaina es juego? Si llega el autobús frente a la casa, nos fregamos. El jefe civil está decido y ya ha llevado a la Isla a casi todos. Desde el otro lado los vi. Vagando entre los matorrales, tan perdidos como su mirada, sin voluntad. Ya no eran los mismos que se le rebelaron en la Plaza Benítez a comienzos de año. No tenían el verbo como un tizón en lo oscuro, dejaron de luchar. Se lo digo compadre, fácil le fue al Jefe conseguir una orden para examinarlos y determinar que estaban leprosos y por ello debían ir a la isla. Seguramente usted y yo lo estemos para él. Allí parece que viene el autobús, ¡apúrese!....
Un relato para que, como decía Borges, siga su intrincado camino por sus neuronas
Una bruma de terciopelo flotaba en el cielo del pueblo, que miraba como a diez leguas, nadando en el amanecido mar, a la isla.
- ¡Compadre apúrese, porque no hay tiempo! ¿Cree usted que la vaina es juego? Si llega el autobús frente a la casa, nos fregamos. El jefe civil está decido y ya ha llevado a la Isla a casi todos. Desde el otro lado los vi. Vagando entre los matorrales, tan perdidos como su mirada, sin voluntad. Ya no eran los mismos que se le rebelaron en la Plaza Benítez a comienzos de año. No tenían el verbo como un tizón en lo oscuro, dejaron de luchar. Se lo digo compadre, fácil le fue al Jefe conseguir una orden para examinarlos y determinar que estaban leprosos y por ello debían ir a la isla. Seguramente usted y yo lo estemos para él. Allí parece que viene el autobús, ¡apúrese!....
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