Por Germán Novelli
Con tristeza recibí la noticia del fallecimiento de Vinicio Romero Martínez, con quien, más allá de los desencuentros políticos, mantuvimos una sólida amistad, solamente perturbada por el mal que mantiene enfermo a la mayoría de los venezolanos: el maniqueísmo impuesto.
A Vinicio lo conocí en Carúpano, cuando en 1984 dictó una conferencia sobre Bolívar y el Poder Moral, desde el primer encuentro nos hicimos aliados de sueños hasta convertir al “Rey Zamuro” en una opción electoral, que creímos capaz de derribar al modelo político que gobernaba y gobierna a nuestro país.
Recorrimos juntos a Venezuela, en cada pueblo visitado sosteníamos que “Bolívar tiene mucho que hacer en América todavía”. Las propuestas de Confianza Electoral, con Vinicio Presidente, fueron expuestas en los más disímiles escenarios, desde una sencilla capilla evangélica hasta en un salón colmado por empresarios, estudiantes, historiadores, profesores, sindicalistas, cantantes y actores. Muy pocos venezolanos nos premiaron con su confianza, pero nos quedó la tranquilidad de haber trabajado para evitar que Lusinchi fuera presidente.
Creí y sigo creyendo que Vinicio fue un hombre dedicado a las causas patrias, un venezolano integral, quien escribió miles de paginas para plasmar en nuestros corazones el recuerdo imborrable de los mejores amigos de la patria: sus héroes, sus mártires.
Para Vinicio la historia fue un asunto de patria, de vida, jamás de muerte, por ello dedicó especial atención a escribir, en el lenguaje de los niños, a todos los venezolanos e hispanos, la biografía de Venezuela que, en Bolívar, comienza y germina.
De su propia boca, en la última navidad, me enteré sobre su disgusto, por el maltrato que ha sufrido la memoria del “Catire” Páez. Me contó sus intentos por persuadir al presidente Chávez, de salir del error de acusar de traición al general llanero por la salida de Bolívar del país.
Vinicio sintió en carne propia la división reinante en el país. Conservo en mis archivos la carta que envió a sus familiares, a sus hermanos, en la que sirve de fiador, usando sus siempre presentes convicciones democráticas como aval, para defender a su amigo, su gobierno, su presidente. Vinicio no le sirvió a Chávez, le sirvió a Venezuela, su gran pasión, pero no se le puede criticar que fue un servidor leal y si estuvo al lado de Chávez no era ni por dinero ni por prestigio sino que vivió y murió creyendo en Chávez, a quien consideró como la mejor opción para el país.
Para Carmen su compañera de caminos, y para cada uno de sus hijos, nuestra sentida palabra de condolencia y para el país el luto por haber perdido a uno de sus mejores hijos.
Con tristeza recibí la noticia del fallecimiento de Vinicio Romero Martínez, con quien, más allá de los desencuentros políticos, mantuvimos una sólida amistad, solamente perturbada por el mal que mantiene enfermo a la mayoría de los venezolanos: el maniqueísmo impuesto.
A Vinicio lo conocí en Carúpano, cuando en 1984 dictó una conferencia sobre Bolívar y el Poder Moral, desde el primer encuentro nos hicimos aliados de sueños hasta convertir al “Rey Zamuro” en una opción electoral, que creímos capaz de derribar al modelo político que gobernaba y gobierna a nuestro país.
Recorrimos juntos a Venezuela, en cada pueblo visitado sosteníamos que “Bolívar tiene mucho que hacer en América todavía”. Las propuestas de Confianza Electoral, con Vinicio Presidente, fueron expuestas en los más disímiles escenarios, desde una sencilla capilla evangélica hasta en un salón colmado por empresarios, estudiantes, historiadores, profesores, sindicalistas, cantantes y actores. Muy pocos venezolanos nos premiaron con su confianza, pero nos quedó la tranquilidad de haber trabajado para evitar que Lusinchi fuera presidente.
Creí y sigo creyendo que Vinicio fue un hombre dedicado a las causas patrias, un venezolano integral, quien escribió miles de paginas para plasmar en nuestros corazones el recuerdo imborrable de los mejores amigos de la patria: sus héroes, sus mártires.
Para Vinicio la historia fue un asunto de patria, de vida, jamás de muerte, por ello dedicó especial atención a escribir, en el lenguaje de los niños, a todos los venezolanos e hispanos, la biografía de Venezuela que, en Bolívar, comienza y germina.
De su propia boca, en la última navidad, me enteré sobre su disgusto, por el maltrato que ha sufrido la memoria del “Catire” Páez. Me contó sus intentos por persuadir al presidente Chávez, de salir del error de acusar de traición al general llanero por la salida de Bolívar del país.
Vinicio sintió en carne propia la división reinante en el país. Conservo en mis archivos la carta que envió a sus familiares, a sus hermanos, en la que sirve de fiador, usando sus siempre presentes convicciones democráticas como aval, para defender a su amigo, su gobierno, su presidente. Vinicio no le sirvió a Chávez, le sirvió a Venezuela, su gran pasión, pero no se le puede criticar que fue un servidor leal y si estuvo al lado de Chávez no era ni por dinero ni por prestigio sino que vivió y murió creyendo en Chávez, a quien consideró como la mejor opción para el país.
Para Carmen su compañera de caminos, y para cada uno de sus hijos, nuestra sentida palabra de condolencia y para el país el luto por haber perdido a uno de sus mejores hijos.
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Exprésate libremente.
En este blog no se permiten comentarios de personas anónimas.