Por José Brechner
La falta de liderazgo democrático en Latinoamérica es deprimente. Los buenos no quieren participar o fueron relegados de la contienda y los malos son tan malos que dan lástima.
El continente se quedó sin cabezas, pero los desatinados progres en función de gobierno y en puestos jerárquicos internacionales, están allanando el camino para el ingreso triunfal de los políticos neoconservadores que irán surgiendo en los próximos años, a medida que los neocomunistas se suicidan políticamente.
Cuando concluya este periodo de oscurantismo globalizado y las mentes productivas, modernas y sensatas aparezcan, la celebración será con mayor regocijo.
Lamentablemente el costo social y económico será enorme y nadie sabe cuánto durarán en el poder los actuales presidentes. Los más extremistas tratarán de perpetuarse hasta morir. Es la manera de ostentar el poder sin que puedan enjuiciarlos. Los autoritarios prefieren el suicidio o la guerra antes que afrontar el veredicto de la historia.
Los socialistas habitualmente tratan de mantenerse en el mando de por vida, bajo la falsa premisa de que la revolución necesita afianzarse para mostrar sus frutos. Los rusos lo intentaron por 72 años sin resultados positivos y Cuba se muere de hambre desde hace 50.
Sus imitadores sudamericanos, adoradores de la miseria y el despotismo, siguen sus pasos, reclinados en el frágil bastón de la pseudo-democracia populista. Venezuela es una dictadura disimulada, la Argentina vive un burdo reprís de Evita, Ecuador va por la ruta bolivariana buscando suprimir libertades, y Bolivia se encamina hacia la monarquía incaica, que era lo único que le faltaba experimentar en su tortuosa existencia.
Todos dependen del bolsillo del desequilibrado Hugo Chávez que sigue engrosando su poder, comprando políticos y militares internacionalmente. Pero el demente coronel tarde o temprano caerá, y con él también sus siervos. Aunque su angurria de poder tal vez obligue a encararlos con las armas.
Chávez amenaza a Colombia con una guerra, anhelada desde el día en que llegó a Miraflores, mientras la OEA y la ONU observan sin decir ni hacer nada. Es que ambas organizaciones, también están controladas por parte del remanente totalitarista que dejó el comunismo.
La ONU perdió su autoridad moral hace muchos años, desde que cualquier dictador o terrorista tiene voz y voto en su seno, pero es inquietante que la OEA, que gozaba de mejor prestigio, no intervenga en asuntos de tamaña magnitud.
Las cartas de este juego están en manos de todas las naciones. Si no actúan a tiempo y al unísono, corren el riesgo de sufrir la desestabilización en sus propios países, lo que puede degenerar en enfrentamientos armados como no se vieron jamás en Latinoamérica.
La injerencia de Venezuela en Colombia, apoyando a las FARC, es sólo el comienzo de la provocación bélica. Los próximos serán Ecuador y Bolivia, reavivando a Sendero Luminoso en Perú.
Ya está demostrado, que el ególatra venezolano es un mentiroso y belicoso metiche, con delirantes ínfulas de grandeza. ¿Hasta cuándo hay que soportarlo?
Si los países decentes y democráticos de América y el mundo comenzaran a aislarlo, rompiendo relaciones con su gobierno, tal como hicieron con Cuba durante muchos felices años, su régimen tal vez empezaría a serenarse. Pero a los actuales miembros de la OEA les falta corrección y dignidad, empezando por su Secretario General, José Miguel Insulza, que felicitó y respaldó la aprobación ilegal de la nueva constitución nacionalsocialista boliviana, manifestando: “No veo puntos que vulneren los principios básicos de la democracia que patrocina la OEA…”.
Según sus palabras, la OEA favorece las torturas, la imposición de la pena de muerte sin previo juicio, y toda clase de abusos y vejámenes por parte de un grupo étnico contra otro. ¿Tan bajo cayó la OEA como para que Insulza se permita hacer semejantes comentarios y no reciba una amonestación internacional?
El diplomático seguramente está esperanzado en lograr la pudrición total de Bolivia, amistosa enemiga de Chile por más de cien años. O quizás está pagando la oscura deuda que tiene con Chávez, que alentó vehementemente su candidatura a la cabeza de la secretaría del foro panamericano. Si ese es el caso, sería la primera vez que un Secretario General se encuentra subordinado a un tirano bananero. ¡Qué vergüenza de embajador!
La falta de liderazgo democrático en Latinoamérica es deprimente. Los buenos no quieren participar o fueron relegados de la contienda y los malos son tan malos que dan lástima.
El continente se quedó sin cabezas, pero los desatinados progres en función de gobierno y en puestos jerárquicos internacionales, están allanando el camino para el ingreso triunfal de los políticos neoconservadores que irán surgiendo en los próximos años, a medida que los neocomunistas se suicidan políticamente.
Cuando concluya este periodo de oscurantismo globalizado y las mentes productivas, modernas y sensatas aparezcan, la celebración será con mayor regocijo.
Lamentablemente el costo social y económico será enorme y nadie sabe cuánto durarán en el poder los actuales presidentes. Los más extremistas tratarán de perpetuarse hasta morir. Es la manera de ostentar el poder sin que puedan enjuiciarlos. Los autoritarios prefieren el suicidio o la guerra antes que afrontar el veredicto de la historia.
Los socialistas habitualmente tratan de mantenerse en el mando de por vida, bajo la falsa premisa de que la revolución necesita afianzarse para mostrar sus frutos. Los rusos lo intentaron por 72 años sin resultados positivos y Cuba se muere de hambre desde hace 50.
Sus imitadores sudamericanos, adoradores de la miseria y el despotismo, siguen sus pasos, reclinados en el frágil bastón de la pseudo-democracia populista. Venezuela es una dictadura disimulada, la Argentina vive un burdo reprís de Evita, Ecuador va por la ruta bolivariana buscando suprimir libertades, y Bolivia se encamina hacia la monarquía incaica, que era lo único que le faltaba experimentar en su tortuosa existencia.
Todos dependen del bolsillo del desequilibrado Hugo Chávez que sigue engrosando su poder, comprando políticos y militares internacionalmente. Pero el demente coronel tarde o temprano caerá, y con él también sus siervos. Aunque su angurria de poder tal vez obligue a encararlos con las armas.
Chávez amenaza a Colombia con una guerra, anhelada desde el día en que llegó a Miraflores, mientras la OEA y la ONU observan sin decir ni hacer nada. Es que ambas organizaciones, también están controladas por parte del remanente totalitarista que dejó el comunismo.
La ONU perdió su autoridad moral hace muchos años, desde que cualquier dictador o terrorista tiene voz y voto en su seno, pero es inquietante que la OEA, que gozaba de mejor prestigio, no intervenga en asuntos de tamaña magnitud.
Las cartas de este juego están en manos de todas las naciones. Si no actúan a tiempo y al unísono, corren el riesgo de sufrir la desestabilización en sus propios países, lo que puede degenerar en enfrentamientos armados como no se vieron jamás en Latinoamérica.
La injerencia de Venezuela en Colombia, apoyando a las FARC, es sólo el comienzo de la provocación bélica. Los próximos serán Ecuador y Bolivia, reavivando a Sendero Luminoso en Perú.
Ya está demostrado, que el ególatra venezolano es un mentiroso y belicoso metiche, con delirantes ínfulas de grandeza. ¿Hasta cuándo hay que soportarlo?
Si los países decentes y democráticos de América y el mundo comenzaran a aislarlo, rompiendo relaciones con su gobierno, tal como hicieron con Cuba durante muchos felices años, su régimen tal vez empezaría a serenarse. Pero a los actuales miembros de la OEA les falta corrección y dignidad, empezando por su Secretario General, José Miguel Insulza, que felicitó y respaldó la aprobación ilegal de la nueva constitución nacionalsocialista boliviana, manifestando: “No veo puntos que vulneren los principios básicos de la democracia que patrocina la OEA…”.
Según sus palabras, la OEA favorece las torturas, la imposición de la pena de muerte sin previo juicio, y toda clase de abusos y vejámenes por parte de un grupo étnico contra otro. ¿Tan bajo cayó la OEA como para que Insulza se permita hacer semejantes comentarios y no reciba una amonestación internacional?
El diplomático seguramente está esperanzado en lograr la pudrición total de Bolivia, amistosa enemiga de Chile por más de cien años. O quizás está pagando la oscura deuda que tiene con Chávez, que alentó vehementemente su candidatura a la cabeza de la secretaría del foro panamericano. Si ese es el caso, sería la primera vez que un Secretario General se encuentra subordinado a un tirano bananero. ¡Qué vergüenza de embajador!
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