Por José Brechner
En Marzo de 2007 publiqué un artículo titulado “El primitivismo en el poder”, en el que hice referencia a las prácticas judiciales de los nativos bolivianos. Hoy el tema empieza a ser investigado por organizaciones internacionales, que observan atónitos las enmiendas introducidas en la nueva constitución política, aprobada ilegalmente por el partido gobernante, que les permite a los indígenas actuar impunemente.
Thor Halvorssen, presidente de la Fundación para los Derechos Humanos, ha hecho un llamado de alerta internacional por lo que considera “terror judicial”. El reporte indica que desde que Evo Morales asumió el poder, 28 personas han sido víctimas del vandalismo de los originarios.
Algunas fueron enterradas vivas, otras linchadas, despedazadas a machetazos, colgadas o quemadas. Las leyes aprobadas permiten las torturas, los latigazos, la crucifixión, la pena de muerte para las mujeres acusadas de adulterio, las golpizas. Todo, sin efectuar juicio previo ni demostrar la culpabilidad de los acusados.
Varias de las víctimas no cometieron ninguna transgresión, fueron producto del desenfrenado racismo de los indígenas hacia los blancos. Debido a la vigencia que está cobrando el asunto, considero apropiado reeditar resumidamente y con algunas actualizaciones partes del citado artículo.
El primitivismo en el poder
Morales después de las elecciones lanzó temerarias amenazas. No era para sorprenderse, ganó con mayoría absoluta, los aprovechadores le rinden honores y los que le temen también. Y Evo es de temer, porque si algo caracteriza a los indígenas bolivianos es su animosidad hacia los blancos, los mestizos, los extranjeros, los nativos exitosos, y cualquiera que no sea considerado indio.
En su poco confiable discurso que cambia de contenido de acuerdo a la audiencia y a la conveniencia, Morales gusta de expresar: “somos de la cultura del diálogo”, aunque todas sus acciones hayan sido incitaciones a la violencia.
El escritor boliviano Alcides Arguedas describió en su libro Pueblo Enfermo, la idiosincrasia y rasgos psicológicos del indio altiplánico. Dijo: “El aimara no denota sensibilidad ni inteligencia en su rostro”.
Es usual que los nativos hagan justicia con sus propias manos, linchando a cualquiera por puro entretenimiento. La denominan: “Justicia Comunitaria”.
Un día la TV mostró cómo quemaron vivo a un supuesto ladrón de un televisor. Los sádicos justicieros echaban gasolina sobre el joven maniatado y golpeado que se retorcía y gritaba de dolor ante el beneplácito de los observadores del espectáculo medieval.
El salvajismo y crueldad son espeluznantes. Morales, no obstante, nombró 99 “Técnicos en Justicia Comunitaria”, cuyo título les da carta blanca para humillar, ultrajar, torturar y matar a cualquiera.
Con su jefe en el poder y con las leyes discriminatorias que está imponiendo, los originarios están autorizados para hacer lo que les viene en gana.
El año pasado, en choques con el gobierno ocurridos en Cochabamba, los seguidores de Morales asesinaron a machetazos a un joven de 17 años, seguidamente, celebraron eufóricamente el crimen.
Las matanzas van en aumento. Recientemente, los plantadores de coca del reducto de Morales, golpearon, maniataron y enterraron vivo a un muchacho que murió por asfixia.
Después de 1952, beneficiados por la Revolución Nacionalista, los campesinos borrachos, armados con fusiles, entraban a las ciudades en camiones, y disparaban contra quien les apetecía, sin control, sin clemencia y sin motivo.
La ley con Evo es ¡sálvese quien pueda! porque es él mismo quien induce a la intimidación contra los que no son de su origen étnico o ideología. Su alocado comportamiento confirma que su gobierno además de un fiasco, será peligroso. Perón decía: “Gobernar no es sólo arrear campesinos”, y eso es todo lo que Morales sabe hacer.
En Marzo de 2007 publiqué un artículo titulado “El primitivismo en el poder”, en el que hice referencia a las prácticas judiciales de los nativos bolivianos. Hoy el tema empieza a ser investigado por organizaciones internacionales, que observan atónitos las enmiendas introducidas en la nueva constitución política, aprobada ilegalmente por el partido gobernante, que les permite a los indígenas actuar impunemente.
Thor Halvorssen, presidente de la Fundación para los Derechos Humanos, ha hecho un llamado de alerta internacional por lo que considera “terror judicial”. El reporte indica que desde que Evo Morales asumió el poder, 28 personas han sido víctimas del vandalismo de los originarios.
Algunas fueron enterradas vivas, otras linchadas, despedazadas a machetazos, colgadas o quemadas. Las leyes aprobadas permiten las torturas, los latigazos, la crucifixión, la pena de muerte para las mujeres acusadas de adulterio, las golpizas. Todo, sin efectuar juicio previo ni demostrar la culpabilidad de los acusados.
Varias de las víctimas no cometieron ninguna transgresión, fueron producto del desenfrenado racismo de los indígenas hacia los blancos. Debido a la vigencia que está cobrando el asunto, considero apropiado reeditar resumidamente y con algunas actualizaciones partes del citado artículo.
El primitivismo en el poder
Morales después de las elecciones lanzó temerarias amenazas. No era para sorprenderse, ganó con mayoría absoluta, los aprovechadores le rinden honores y los que le temen también. Y Evo es de temer, porque si algo caracteriza a los indígenas bolivianos es su animosidad hacia los blancos, los mestizos, los extranjeros, los nativos exitosos, y cualquiera que no sea considerado indio.
En su poco confiable discurso que cambia de contenido de acuerdo a la audiencia y a la conveniencia, Morales gusta de expresar: “somos de la cultura del diálogo”, aunque todas sus acciones hayan sido incitaciones a la violencia.
El escritor boliviano Alcides Arguedas describió en su libro Pueblo Enfermo, la idiosincrasia y rasgos psicológicos del indio altiplánico. Dijo: “El aimara no denota sensibilidad ni inteligencia en su rostro”.
Es usual que los nativos hagan justicia con sus propias manos, linchando a cualquiera por puro entretenimiento. La denominan: “Justicia Comunitaria”.
Un día la TV mostró cómo quemaron vivo a un supuesto ladrón de un televisor. Los sádicos justicieros echaban gasolina sobre el joven maniatado y golpeado que se retorcía y gritaba de dolor ante el beneplácito de los observadores del espectáculo medieval.
El salvajismo y crueldad son espeluznantes. Morales, no obstante, nombró 99 “Técnicos en Justicia Comunitaria”, cuyo título les da carta blanca para humillar, ultrajar, torturar y matar a cualquiera.
Con su jefe en el poder y con las leyes discriminatorias que está imponiendo, los originarios están autorizados para hacer lo que les viene en gana.
El año pasado, en choques con el gobierno ocurridos en Cochabamba, los seguidores de Morales asesinaron a machetazos a un joven de 17 años, seguidamente, celebraron eufóricamente el crimen.
Las matanzas van en aumento. Recientemente, los plantadores de coca del reducto de Morales, golpearon, maniataron y enterraron vivo a un muchacho que murió por asfixia.
Después de 1952, beneficiados por la Revolución Nacionalista, los campesinos borrachos, armados con fusiles, entraban a las ciudades en camiones, y disparaban contra quien les apetecía, sin control, sin clemencia y sin motivo.
La ley con Evo es ¡sálvese quien pueda! porque es él mismo quien induce a la intimidación contra los que no son de su origen étnico o ideología. Su alocado comportamiento confirma que su gobierno además de un fiasco, será peligroso. Perón decía: “Gobernar no es sólo arrear campesinos”, y eso es todo lo que Morales sabe hacer.
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