Por Alberto Baumeister T.
Parca y comedidamente sólo quiero hacer referencia a dos lamentables situaciones que se han hecho públicas en el curso de estos últimos ocho días y las cuales una vez más mantienen preocupada y al garete a la ciudadanía pacífica y responsable del país.
En efecto, en primer lugar y por reputarlo de mayor incidencia sobre nuestra población urbana, hago referencia a los lamentables sucesos que en el día a día vienen ocurriendo en el Metro de Caracas, cuyos predios e instalaciones eran antes territorio de paz ciudadana y modelo de urbanidad ciudadana en la gran urbe.
Nuestro gran amigo Don Pepe Lander hizo suya la idea de que el Metro era y tenía que ser otra cosa en la gran Caracas, y efectivamente durante los primeros años Metro significaba, además de ese gran medio de transporte moderno, un modelo de educación ciudadana, no impuesto a la fuerza, sino por el ejemplo y con la asistencia de seguridad ciudadana, donde quien no se adaptaba a esa cultura se sentía mal y marginado, de tal manera que o no andaban en el Metro o se cuidaban de hacerlo como cortés y cabalmente debe hacerlo un ciudadano.
Eso fue perdiendo toda trascendencia al igual que el pulcro mantenimiento, patrón de su estilo de funcionamiento, hoy también venido a menos. La última es que ahora no sólo hay secuestros y abusos delictuales express, sino en Metro. Ud. pacíficamente viene usando el sistema porque no hay otro medio de transporte ciudadano que medianamente funcione bien y de pronto irrumpe una patota de tarajallos y muchachonas que inician una campaña de amedrentamiento a los pasajeros del vagón, les arrebatan prendas y carteras, pescocean a la gente, y siguen tan tranquilos y rampantes hasta la próxima inmediata estación donde bajan con la absoluta seguridad de que no existirá quien les corte su trayectoria delictiva y así, esperan al otro tren y siguen con la misma fechoría, amedrentando a mujeres, niños y hombres pacíficos. Hasta heridos provocan, y por supuesto en el otrora gran Metro de Caracas se podía contar con equipo de primeros auxilios, ahora también inexistentes, y ya ni hay un botiquín de emergencia, como tampoco con la seguridad y vigilancia que pare este vandalismo, es decir, todo anda como el país, tarambana, sin rumbo ni destino preconcebido.
Y voy ahora con la segunda. El señor que alardea nos manda, creía y estimaba que el Poder Judicial del resto del mundo funciona como él maneja el de nuestro país, a sus anchas y con hombres que insólitamente se desempeñan no en un cargo digno sino en perjuicio de los ciudadanos y para complacer la voluntad autoritaria de quienes gobiernan.
El asunto mantiene tan obcecado a Chávez que piensa que su actuación al igual que en otros campos, insultando y despotricando contra los representantes de otro país, le resuelven los problemas y puede disponer de vidas y bienes a su antojo y sin sanción. Mas no es así, pasa que en cualquier país serio y culto, el Poder Judicial es garantía de protección de los Derechos de los ciudadanos y sus bienes, y al percatarse y percibir una desviación, grande o pequeña que sea, actúa, dura y seriamente, y es eso lo que ha pasado con una y varias de las acciones que vienen en serio y en contra de un país manejado por un capachero de barrio, por un militarzote desbordado, o como él mismo lo dice, que hace lo que le da la gana y que no pretendan reclamárselo.
A pesar de que como él mismo dice, somos un país lleno de riqueza y con reservas petroleras para toda la vida, nos embargaron bienes y activos de la Nación, como ocurre con cualquier maula que incumple sus obligaciones. Bueno, allí está la primera de esas consecuencias imaginables: en un proceso judicial, con todas las garantías de las leyes, nuestra nación ha sido demandada por incumplimiento, tal cual ocurrió en las épocas de El Cabito, y nos han embargado bienes públicos de la República que comprometen seriamente el funcionamiento del Estado.
Eso no es todo, yo no he querido comentar nada de otro sonado caso, en el cual a pesar de que todos los indicios hablan de una insólita negligencia de las autoridades nacionales, quien en contumacia con los bandidos ha permitido que se negocien valores públicos en la calle, sin hacer pública advertencia de su dudoso manejo, (que no origen, pues éste fue perfecto y adecuado a la Ley) acaba de terminar a favor de Venezuela un reclamo. Es decir cuando toca, se falla a favor de la Nación y cuando no, por igual se la condena.
Lo dicho lo aclaro y salgo al paso para ponerle en evidencia a Chávez que lo ocurrido no es venganza, ni tiene nada que ver con el mundo mediático, ni con conspiración alguna del Norte contra el pobre Sur, sino que los compromisos se hacen para que se cumplan y ejecuten conforme a las leyes y de manera igual para todo el mundo, no como ocurre en esta insólita Venezuela.
Parca y comedidamente sólo quiero hacer referencia a dos lamentables situaciones que se han hecho públicas en el curso de estos últimos ocho días y las cuales una vez más mantienen preocupada y al garete a la ciudadanía pacífica y responsable del país.
En efecto, en primer lugar y por reputarlo de mayor incidencia sobre nuestra población urbana, hago referencia a los lamentables sucesos que en el día a día vienen ocurriendo en el Metro de Caracas, cuyos predios e instalaciones eran antes territorio de paz ciudadana y modelo de urbanidad ciudadana en la gran urbe.
Nuestro gran amigo Don Pepe Lander hizo suya la idea de que el Metro era y tenía que ser otra cosa en la gran Caracas, y efectivamente durante los primeros años Metro significaba, además de ese gran medio de transporte moderno, un modelo de educación ciudadana, no impuesto a la fuerza, sino por el ejemplo y con la asistencia de seguridad ciudadana, donde quien no se adaptaba a esa cultura se sentía mal y marginado, de tal manera que o no andaban en el Metro o se cuidaban de hacerlo como cortés y cabalmente debe hacerlo un ciudadano.
Eso fue perdiendo toda trascendencia al igual que el pulcro mantenimiento, patrón de su estilo de funcionamiento, hoy también venido a menos. La última es que ahora no sólo hay secuestros y abusos delictuales express, sino en Metro. Ud. pacíficamente viene usando el sistema porque no hay otro medio de transporte ciudadano que medianamente funcione bien y de pronto irrumpe una patota de tarajallos y muchachonas que inician una campaña de amedrentamiento a los pasajeros del vagón, les arrebatan prendas y carteras, pescocean a la gente, y siguen tan tranquilos y rampantes hasta la próxima inmediata estación donde bajan con la absoluta seguridad de que no existirá quien les corte su trayectoria delictiva y así, esperan al otro tren y siguen con la misma fechoría, amedrentando a mujeres, niños y hombres pacíficos. Hasta heridos provocan, y por supuesto en el otrora gran Metro de Caracas se podía contar con equipo de primeros auxilios, ahora también inexistentes, y ya ni hay un botiquín de emergencia, como tampoco con la seguridad y vigilancia que pare este vandalismo, es decir, todo anda como el país, tarambana, sin rumbo ni destino preconcebido.
Y voy ahora con la segunda. El señor que alardea nos manda, creía y estimaba que el Poder Judicial del resto del mundo funciona como él maneja el de nuestro país, a sus anchas y con hombres que insólitamente se desempeñan no en un cargo digno sino en perjuicio de los ciudadanos y para complacer la voluntad autoritaria de quienes gobiernan.
El asunto mantiene tan obcecado a Chávez que piensa que su actuación al igual que en otros campos, insultando y despotricando contra los representantes de otro país, le resuelven los problemas y puede disponer de vidas y bienes a su antojo y sin sanción. Mas no es así, pasa que en cualquier país serio y culto, el Poder Judicial es garantía de protección de los Derechos de los ciudadanos y sus bienes, y al percatarse y percibir una desviación, grande o pequeña que sea, actúa, dura y seriamente, y es eso lo que ha pasado con una y varias de las acciones que vienen en serio y en contra de un país manejado por un capachero de barrio, por un militarzote desbordado, o como él mismo lo dice, que hace lo que le da la gana y que no pretendan reclamárselo.
A pesar de que como él mismo dice, somos un país lleno de riqueza y con reservas petroleras para toda la vida, nos embargaron bienes y activos de la Nación, como ocurre con cualquier maula que incumple sus obligaciones. Bueno, allí está la primera de esas consecuencias imaginables: en un proceso judicial, con todas las garantías de las leyes, nuestra nación ha sido demandada por incumplimiento, tal cual ocurrió en las épocas de El Cabito, y nos han embargado bienes públicos de la República que comprometen seriamente el funcionamiento del Estado.
Eso no es todo, yo no he querido comentar nada de otro sonado caso, en el cual a pesar de que todos los indicios hablan de una insólita negligencia de las autoridades nacionales, quien en contumacia con los bandidos ha permitido que se negocien valores públicos en la calle, sin hacer pública advertencia de su dudoso manejo, (que no origen, pues éste fue perfecto y adecuado a la Ley) acaba de terminar a favor de Venezuela un reclamo. Es decir cuando toca, se falla a favor de la Nación y cuando no, por igual se la condena.
Lo dicho lo aclaro y salgo al paso para ponerle en evidencia a Chávez que lo ocurrido no es venganza, ni tiene nada que ver con el mundo mediático, ni con conspiración alguna del Norte contra el pobre Sur, sino que los compromisos se hacen para que se cumplan y ejecuten conforme a las leyes y de manera igual para todo el mundo, no como ocurre en esta insólita Venezuela.
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