Por Liliana Fasciani M.
Sin atribuciones para ello, el presidente venezolano se inmiscuye en los asuntos foráneos hasta el extremo de poner en riesgo la paz de nuestro país. Un evento ha ocurrido en la frontera colombo-ecuatoriana, del cual todavía no se tiene toda la información, sobre cuyas circunstancias apenas comienzan a investigar los gobiernos colombiano y ecuatoriano, pero Hugo Chávez se anticipa a las respuestas y aporta su propia elucubración al respecto, tal si hubiese estado en el sitio y en el momento de los acontecimientos.
No se alteró ni parecido por la trágica muerte de los pasajeros y la tripulación del avión siniestrado en Los Andes venezolanos; no se inmuta ante los hechos criminales que se cometen diariamente contra sus compatriotas, ya sea por acción del hampa, o de la narcoguerrilla, pero lamenta histéricamente la muerte de un guerrillero con un prontuario escandaloso de delitos de todo tipo. Su indignación le ha desbordado al punto de retirar nuestra embajada de Colombia y, en su lugar, enviar diez batallones de tanques, y vaya a saberse cuánto arsenal más, a las fronteras de Apure, Táchira y Zulia con el vecino país.
Estas decisiones colocan al gobierno venezolano al otro lado la ley y de la paz, en el lado más oscuro de la razón, que es la irracionalidad extrema, producto de la inquina presidencial contra su homólogo colombiano. Pero, lo más grave, colocan a Venezuela en una peligrosa situación frente a un eventual conflicto bélico. No es una hipótesis exagerada, es una posibilidad real, si se toman en serio las intenciones de Hugo Chávez. Indiscutiblemente, sus intenciones son entrar en guerra con Colombia, y para ello le basta cualquier motivo, aun si es ajeno.
¿Por qué? Porque su objetivo neoimperialista y expansionista requiere que los gobernantes de América Latina adhieran el socialismo comunista, confronten al gobierno norteamericano, se plieguen a las directrices políticas que él ha establecido y, sobre todo, estén dispuestos a contribuir con las fuerzas armadas de sus respectivos países para formar un gran ejército latinoamericano, con el fin de disputar militarmente a los Estados Unidos su poder. Desde luego, el Presidente Uribe es un obstáculo en sus planes.
Es una idea disparatada, desde todo punto de vista. Pero es “su” idea y está empeñado en ejecutarla, al costo que sea. Para ello, se alía con fuerzas irregulares como las FARC y el ELN, con fósiles guerrilleros como Fidel Castro y Daniel Ortega, con sumisos útiles como Evo Morales, con lacayos como los Kirchner, o con retrógrados como Mahmoud Ahmadinejad, por mencionar a algunos de sus camaradas.
Las declaraciones de Hugo Chávez no son la expresión del pueblo venezolano, sino su opinión personal sobre Álvaro Uribe, el gobierno colombiano y la acción ejecutada por las Fueras Armadas de ese país contra uno de los frentes de las FARC. La decisión de Hugo Chávez de enviar tropas a la frontera con Colombia y de retirar al personal de nuestra embajada en Bogotá no representa la voluntad general de los venezolanos, sino la suya propia. La defensa a ultranza que hace Hugo Chávez de las FARC y su disgusto por la muerte de Raúl Reyes no interpreta en lo absoluto el pensamiento ni el sentimiento de la mayoría de los venezolanos.
Raúl Reyes era un hombre que vivió al margen de la ley y le hizo mucho daño a los colombianos y también a nosotros. Las Fuerzas Armadas venezolanas son responsables de las consecuencias que desencadene la insensata postura de su Comandante en Jefe en este asunto.
Sin atribuciones para ello, el presidente venezolano se inmiscuye en los asuntos foráneos hasta el extremo de poner en riesgo la paz de nuestro país. Un evento ha ocurrido en la frontera colombo-ecuatoriana, del cual todavía no se tiene toda la información, sobre cuyas circunstancias apenas comienzan a investigar los gobiernos colombiano y ecuatoriano, pero Hugo Chávez se anticipa a las respuestas y aporta su propia elucubración al respecto, tal si hubiese estado en el sitio y en el momento de los acontecimientos.
No se alteró ni parecido por la trágica muerte de los pasajeros y la tripulación del avión siniestrado en Los Andes venezolanos; no se inmuta ante los hechos criminales que se cometen diariamente contra sus compatriotas, ya sea por acción del hampa, o de la narcoguerrilla, pero lamenta histéricamente la muerte de un guerrillero con un prontuario escandaloso de delitos de todo tipo. Su indignación le ha desbordado al punto de retirar nuestra embajada de Colombia y, en su lugar, enviar diez batallones de tanques, y vaya a saberse cuánto arsenal más, a las fronteras de Apure, Táchira y Zulia con el vecino país.
Estas decisiones colocan al gobierno venezolano al otro lado la ley y de la paz, en el lado más oscuro de la razón, que es la irracionalidad extrema, producto de la inquina presidencial contra su homólogo colombiano. Pero, lo más grave, colocan a Venezuela en una peligrosa situación frente a un eventual conflicto bélico. No es una hipótesis exagerada, es una posibilidad real, si se toman en serio las intenciones de Hugo Chávez. Indiscutiblemente, sus intenciones son entrar en guerra con Colombia, y para ello le basta cualquier motivo, aun si es ajeno.
¿Por qué? Porque su objetivo neoimperialista y expansionista requiere que los gobernantes de América Latina adhieran el socialismo comunista, confronten al gobierno norteamericano, se plieguen a las directrices políticas que él ha establecido y, sobre todo, estén dispuestos a contribuir con las fuerzas armadas de sus respectivos países para formar un gran ejército latinoamericano, con el fin de disputar militarmente a los Estados Unidos su poder. Desde luego, el Presidente Uribe es un obstáculo en sus planes.
Es una idea disparatada, desde todo punto de vista. Pero es “su” idea y está empeñado en ejecutarla, al costo que sea. Para ello, se alía con fuerzas irregulares como las FARC y el ELN, con fósiles guerrilleros como Fidel Castro y Daniel Ortega, con sumisos útiles como Evo Morales, con lacayos como los Kirchner, o con retrógrados como Mahmoud Ahmadinejad, por mencionar a algunos de sus camaradas.
Las declaraciones de Hugo Chávez no son la expresión del pueblo venezolano, sino su opinión personal sobre Álvaro Uribe, el gobierno colombiano y la acción ejecutada por las Fueras Armadas de ese país contra uno de los frentes de las FARC. La decisión de Hugo Chávez de enviar tropas a la frontera con Colombia y de retirar al personal de nuestra embajada en Bogotá no representa la voluntad general de los venezolanos, sino la suya propia. La defensa a ultranza que hace Hugo Chávez de las FARC y su disgusto por la muerte de Raúl Reyes no interpreta en lo absoluto el pensamiento ni el sentimiento de la mayoría de los venezolanos.
Raúl Reyes era un hombre que vivió al margen de la ley y le hizo mucho daño a los colombianos y también a nosotros. Las Fuerzas Armadas venezolanas son responsables de las consecuencias que desencadene la insensata postura de su Comandante en Jefe en este asunto.
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