Por Juan José Garrido Koechlin
Leemos a nuestros desubicados anticapitalistas locales refunfuñar sobre las acciones colombianas que dieron muerte al número dos de las FARC, el terrorista Raúl Reyes, y no podemos sino quedar perplejos ante el cinismo.
Dicen que el territorio es inviolable; por lo tanto –al haberse producido el hecho en tierras ecuatorianas- Colombia ha invadido la soberanía ecuatoriana. Muy bien, en los hechos crudos, así parece ser. Lo que no dicen, no critican, y no denuncian, es que el gobierno ecuatoriano sabía de dichas incursiones, conocía de dicha presencia, y –encima- se encontraban en proceso de acercamiento, sabe quién para qué. Denunciar la invasión colombiana no prohibe denunciar el apapachamiento ecuatoriano al grupo terrorista, ¿o si?
Dicen que dormían plácidamente al ser atacados y –por lo tanto- califican el hecho de “cobarde”. Lo que no dicen es que las guerrillas terroristas de las FARC atacan a la sociedad civil cuando duermen, cuando almuerzan, cuando juegan, y cuando leen. Es decir, atacan en cualquier momento. Obvio, son terroristas. ¿Y qué esperan? ¿Qué los gobiernos les notifiquen de los ataques? (ataques que por lo cierto son defensivos; es decir, se producen con el fin de defender a la sociedad colombiana).
Dicen que EEUU intervino. Suponiendo que fue así, ¿Y qué? Es decir, ¿No es permisible utilizar cualquier ayuda a fin de ubicar a un enemigo letal para la sociedad colombiana como lo son las FARC? ¿Qué diría de su presidente la sociedad colombiana si supiese que la CIA conoce el paradero de Tirofijo, pero que el estado colombiano rechaza conocer la posición geográfica solo por el hecho de ser información americana? ¿Qué hubiésemos dicho los peruanos si la CIA hubiese conocido el paradero de Abimael Guzmán y nuestro estado hubiese rechazado dicha información, so pretexto de la nacionalidad de la fuente?
Dicen que con el ataque limitan hoy las esperanzas de futuros canjes humanitarios, incluyendo el de Ingrid Betancourt. Lo que no dicen es que la sociedad colombiana en su conjunto requiere de la seguridad, la paz y la tranquilidad robada por las FARC; que los 800 y más secuestrados requieren de un estado que actúe y que las miles de víctimas requieren de justicia; todo ello implica que con el terrorismo no se negocia.
Dicen que son guerrilleros, que no pueden ser catalogados de “terroristas”. ¿Importa la clasificación? Sí, y mucho. El trato que se les brinda en el derecho internacional a unos es muy distinto del trato hacia con los grupos terroristas. Empero, ¿Quién debe decidir el calificativo? ¿Un grupete de socialistas internacionales, o la sociedad colombiana? ¿Qué hubiésemos dicho y pensado los peruanos si el socialismo internacional hubiese apelado con el mote de guerrilleros a Sendero Luminoso o el MRTA?
Debe ser indignante para la sociedad colombiana que un grupete de seudo intelectuales ande por ahí limpiándole la cara al terrorismo de las FARC, siguiendo de paso la letanía chavista, que a este paso parece prototerrorismo. El cinismo ha caracterizado a la izquierda local e internacional, empero nunca como hoy día.
Leemos a nuestros desubicados anticapitalistas locales refunfuñar sobre las acciones colombianas que dieron muerte al número dos de las FARC, el terrorista Raúl Reyes, y no podemos sino quedar perplejos ante el cinismo.
Dicen que el territorio es inviolable; por lo tanto –al haberse producido el hecho en tierras ecuatorianas- Colombia ha invadido la soberanía ecuatoriana. Muy bien, en los hechos crudos, así parece ser. Lo que no dicen, no critican, y no denuncian, es que el gobierno ecuatoriano sabía de dichas incursiones, conocía de dicha presencia, y –encima- se encontraban en proceso de acercamiento, sabe quién para qué. Denunciar la invasión colombiana no prohibe denunciar el apapachamiento ecuatoriano al grupo terrorista, ¿o si?
Dicen que dormían plácidamente al ser atacados y –por lo tanto- califican el hecho de “cobarde”. Lo que no dicen es que las guerrillas terroristas de las FARC atacan a la sociedad civil cuando duermen, cuando almuerzan, cuando juegan, y cuando leen. Es decir, atacan en cualquier momento. Obvio, son terroristas. ¿Y qué esperan? ¿Qué los gobiernos les notifiquen de los ataques? (ataques que por lo cierto son defensivos; es decir, se producen con el fin de defender a la sociedad colombiana).
Dicen que EEUU intervino. Suponiendo que fue así, ¿Y qué? Es decir, ¿No es permisible utilizar cualquier ayuda a fin de ubicar a un enemigo letal para la sociedad colombiana como lo son las FARC? ¿Qué diría de su presidente la sociedad colombiana si supiese que la CIA conoce el paradero de Tirofijo, pero que el estado colombiano rechaza conocer la posición geográfica solo por el hecho de ser información americana? ¿Qué hubiésemos dicho los peruanos si la CIA hubiese conocido el paradero de Abimael Guzmán y nuestro estado hubiese rechazado dicha información, so pretexto de la nacionalidad de la fuente?
Dicen que con el ataque limitan hoy las esperanzas de futuros canjes humanitarios, incluyendo el de Ingrid Betancourt. Lo que no dicen es que la sociedad colombiana en su conjunto requiere de la seguridad, la paz y la tranquilidad robada por las FARC; que los 800 y más secuestrados requieren de un estado que actúe y que las miles de víctimas requieren de justicia; todo ello implica que con el terrorismo no se negocia.
Dicen que son guerrilleros, que no pueden ser catalogados de “terroristas”. ¿Importa la clasificación? Sí, y mucho. El trato que se les brinda en el derecho internacional a unos es muy distinto del trato hacia con los grupos terroristas. Empero, ¿Quién debe decidir el calificativo? ¿Un grupete de socialistas internacionales, o la sociedad colombiana? ¿Qué hubiésemos dicho y pensado los peruanos si el socialismo internacional hubiese apelado con el mote de guerrilleros a Sendero Luminoso o el MRTA?
Debe ser indignante para la sociedad colombiana que un grupete de seudo intelectuales ande por ahí limpiándole la cara al terrorismo de las FARC, siguiendo de paso la letanía chavista, que a este paso parece prototerrorismo. El cinismo ha caracterizado a la izquierda local e internacional, empero nunca como hoy día.
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