Por José Brechner
Israel empieza a defenderse después de tres años sin responder a la mortífera agresión islamista que inició Hamas desde 2005, cuando dejó Gaza en manos palestinas. Más de 4.000 cohetes fueron lanzados desde entonces sobre la población civil de Sderot y recientemente decenas cayeron sobre Ashkelon. Ban Ki Moon, continuando con la tradición pro árabe de las Naciones Unidas, dijo el pasado fin de semana que Israel estaba usando “fuerza excesiva” en su respuesta.
La prensa antisemita anda midiendo cada acción para condenar al Estado Judío y torcer la realidad a su gusto, como sucedió con los enfrentamientos del año 2006 en el Líbano, cuando le acusaron de usar una “fuerza desproporcionada” contra los buenos chicos de Jizbalá. Entonces Javier Solana advirtió ante los ataques, que Israel “debe mostrar proporcionalidad en su respuesta”.
Existen 1.300 millones de musulmanes y sólo 13 millones de judíos, pero esa desproporción obviamente no cuenta en el foro europeo ni la ONU. ¿Alguna vez se les ocurrió amonestar a los terroristas que atacan civiles sin contemplaciones, en vez de a los que se defienden?
Las desproporciones han sido una constante en la historia de Israel. El 15 de Mayo de 1948, un día después de declarada su independencia, los ejércitos de Egipto, Siria, Jordania, Irak, Arabia Saudita y Líbano invadieron el Estado Judío. Eran más numerosos, estaban mejor entrenados y equipados. Israel prácticamente no tenía ejército. Esa fue una guerra desproporcionada.
En 1956 en la Guerra del Suez, los egipcios contaban con 300.000 tropas, tanques y aviones modernos. Los israelíes tenían 175.000 reservistas y escasos pertrechos. Esa también fue una guerra desproporcionada.
En la Guerra de los Seis Días en 1967, los ejércitos de Egipto, Jordania, Irak y Siria con 1.000.000 de soldados, atacaron a Israel que contaba apenas con 200.000 efectivos. ¡Eso es desproporción! Hasta ese momento nunca se había escuchado de una “causa”, ni de un “Estado Palestino”. Los palestinos eran jordanos y egipcios, y Jerusalén no era su capital porque no existían como pueblo ni tenían identidad nacional. La demanda de derechos políticos para Palestina es una fabricación del islamismo radical para justificar su agresión a occidente. Por esa razón seguirán buscando cualquier excusa para mantener el conflicto ardiendo, independientemente de todos los esfuerzos y concesiones que haga Israel por llegar a una paz verdadera.
En 1973 Egipto y Siria embistieron contra Israel en el día más sagrado del calendario hebreo, el Yom Kippur. La guerra duró del 6 de Octubre al 26 y los árabes fueron derrotados nuevamente por un ejército desproporcionadamente inferior. Sin embargo los egipcios la consideraron su victoria, porque Israel tardó más tiempo en vencerlos que en 1967. El mismo argumento de Jizbalá, que se sintió triunfador después de su derrota en 2006. Para los árabes, victoria es demorar su capitulación. Según la prensa, esa última guerra fue la más disímil, Israel se defendió demasiado. Si hubiesen asesinado a miles de israelís nadie hablaría de desproporciones. Parece que estas sólo existen cuando los judíos vencen.
Los antisemitas reclamaron que el contraataque contra Jizbalá fue por sólo dos soldados secuestrados y algunos muertos. ¿Qué se supone que debían hacer, responder exactamente con la misma moneda? ¿Debían secuestrar a dos árabes? ¿Acaso existe un solo país musulmán al que le importe sus súbditos? ¿Desde cuándo las guerras se hicieron para empatar? ¿Quién tiene la autoridad moral para determinar cómo alguien tiene que defenderse ante una agresión mortal? Si uno encuentra a su hija siendo violada ¿debe sodomizar al violador para que el castigo sea parejo?
La única desproporción en los enfrentamientos de Israel con los cobardes mercenarios disfrazados de paisanos, que guardan lanzacohetes en sus casas y disparan desde barrios residenciales poblados de mujeres y niños, es la de los medios de comunicación izquierdistas, que siguen apoyando a los terroristas islámicos. La guerra mediática es definitivamente desproporcionada. Los judíos se convirtieron en los “agresores” por querer vivir en paz, en su patria milenaria, rodeados de los fanáticos de la muerte.
Israel empieza a defenderse después de tres años sin responder a la mortífera agresión islamista que inició Hamas desde 2005, cuando dejó Gaza en manos palestinas. Más de 4.000 cohetes fueron lanzados desde entonces sobre la población civil de Sderot y recientemente decenas cayeron sobre Ashkelon. Ban Ki Moon, continuando con la tradición pro árabe de las Naciones Unidas, dijo el pasado fin de semana que Israel estaba usando “fuerza excesiva” en su respuesta.
La prensa antisemita anda midiendo cada acción para condenar al Estado Judío y torcer la realidad a su gusto, como sucedió con los enfrentamientos del año 2006 en el Líbano, cuando le acusaron de usar una “fuerza desproporcionada” contra los buenos chicos de Jizbalá. Entonces Javier Solana advirtió ante los ataques, que Israel “debe mostrar proporcionalidad en su respuesta”.
Existen 1.300 millones de musulmanes y sólo 13 millones de judíos, pero esa desproporción obviamente no cuenta en el foro europeo ni la ONU. ¿Alguna vez se les ocurrió amonestar a los terroristas que atacan civiles sin contemplaciones, en vez de a los que se defienden?
Las desproporciones han sido una constante en la historia de Israel. El 15 de Mayo de 1948, un día después de declarada su independencia, los ejércitos de Egipto, Siria, Jordania, Irak, Arabia Saudita y Líbano invadieron el Estado Judío. Eran más numerosos, estaban mejor entrenados y equipados. Israel prácticamente no tenía ejército. Esa fue una guerra desproporcionada.
En 1956 en la Guerra del Suez, los egipcios contaban con 300.000 tropas, tanques y aviones modernos. Los israelíes tenían 175.000 reservistas y escasos pertrechos. Esa también fue una guerra desproporcionada.
En la Guerra de los Seis Días en 1967, los ejércitos de Egipto, Jordania, Irak y Siria con 1.000.000 de soldados, atacaron a Israel que contaba apenas con 200.000 efectivos. ¡Eso es desproporción! Hasta ese momento nunca se había escuchado de una “causa”, ni de un “Estado Palestino”. Los palestinos eran jordanos y egipcios, y Jerusalén no era su capital porque no existían como pueblo ni tenían identidad nacional. La demanda de derechos políticos para Palestina es una fabricación del islamismo radical para justificar su agresión a occidente. Por esa razón seguirán buscando cualquier excusa para mantener el conflicto ardiendo, independientemente de todos los esfuerzos y concesiones que haga Israel por llegar a una paz verdadera.
En 1973 Egipto y Siria embistieron contra Israel en el día más sagrado del calendario hebreo, el Yom Kippur. La guerra duró del 6 de Octubre al 26 y los árabes fueron derrotados nuevamente por un ejército desproporcionadamente inferior. Sin embargo los egipcios la consideraron su victoria, porque Israel tardó más tiempo en vencerlos que en 1967. El mismo argumento de Jizbalá, que se sintió triunfador después de su derrota en 2006. Para los árabes, victoria es demorar su capitulación. Según la prensa, esa última guerra fue la más disímil, Israel se defendió demasiado. Si hubiesen asesinado a miles de israelís nadie hablaría de desproporciones. Parece que estas sólo existen cuando los judíos vencen.
Los antisemitas reclamaron que el contraataque contra Jizbalá fue por sólo dos soldados secuestrados y algunos muertos. ¿Qué se supone que debían hacer, responder exactamente con la misma moneda? ¿Debían secuestrar a dos árabes? ¿Acaso existe un solo país musulmán al que le importe sus súbditos? ¿Desde cuándo las guerras se hicieron para empatar? ¿Quién tiene la autoridad moral para determinar cómo alguien tiene que defenderse ante una agresión mortal? Si uno encuentra a su hija siendo violada ¿debe sodomizar al violador para que el castigo sea parejo?
La única desproporción en los enfrentamientos de Israel con los cobardes mercenarios disfrazados de paisanos, que guardan lanzacohetes en sus casas y disparan desde barrios residenciales poblados de mujeres y niños, es la de los medios de comunicación izquierdistas, que siguen apoyando a los terroristas islámicos. La guerra mediática es definitivamente desproporcionada. Los judíos se convirtieron en los “agresores” por querer vivir en paz, en su patria milenaria, rodeados de los fanáticos de la muerte.
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