Estimados Señores:
Siempre es grato saber que se cuenta con ciudadanos valientes y aguerridos como ustedes. Es admirable el esfuerzo que hacen por desnudar la hipocresía del gobierno del Comandante Presidente Hugo Chávez Frías. ¿Pero nunca se han preguntado por qué cierto sector se bloquea frente a sus mensajes a pesar de que estos son esencialmente correctos?
Acertadamente, algunos periodistas tratan de desvincular al Presidente Chávez de la crítica que pretenden hacer, alegando, por ejemplo, que es probable que el Presidente no esté enterado de tal o cual conducta escandalosa de sus colaboradores, y este enfoque es esencialmente correcto, pero no exhaustivo. La efectividad del enfoque anterior puede multiplicarse, si en lugar de criticar a Chávez, ustedes se enfocaran en sus buenas intenciones de candidato, y criticaran, en cambio, la aberración del mismo sistema que ha corrompido a todos los Presidentes venezolanos que lo antecedieron, impidiéndole cumplir sus promesas de llevar mayor bienestar a la gente. Esta aberración no es más que el gran desequilibrio de poder que acumula el ejecutivo nacional (que no es Chávez sólo, por más que él lo quisiera) como consecuencia del monopolio en el manejo del ingreso petrolero.
Muchos de ustedes aceptan tácitamente que el poder de Chávez se origina en la confluencia de dos factores: la compra de conciencias que aquel lleva a cabo con el erario nacional, y esa tendencia del venezolano de pretender hacerse fácilmente de los dineros públicos por la vía de la dádiva estadal. Este último condicionamiento del venezolano, perversamente cultivado por nuestra democracia y reforzado por nuestros medios, podría jugar a nuestro favor si ustedes promocionaran la democratización del ingreso petrolero, tal como el Presidente utiliza como recurso mercadotécnico la socialización de la empresa privada por la vía de las expropiaciones y las amenazas a los empresarios.
Tal vez en este punto ustedes podrían considerar que estimular en el ciudadano la expectativa de recibir directamente su parte del ingreso petrolero sea el epítome del populismo, pero estudios serios demuestran que no es así. Proponer el debate de la democratización del ingreso petrolero, por ejemplo depositando a todos y a cada uno de los venezolanos su 26 millonésima parte de todo ese ingreso en una institución financiera que sería de su libre elección, nos permitiría transmitir efectivamente la certidumbre de que no existe ser humano que haga un buen trabajo en la Presidencia con todo ese dinero, por mejores que sean sus intenciones, porque la organización simplemente es perversa.
Sinergizar es la clave
Si del debate resultara el consenso de que es necesaria la distribución del ingreso petrolero, eso nos colocaría en una posición de negociación ventajosa que propiciaría que los propios ciudadanos permitiesen sacrificar los mediocres servicios ofrecidos por el estado para recibir su parte del ingreso petrolero directamente en cuentas dispuestas para ello. La única vía de sustentación que quedaría para el gobierno en ese caso, sería la de la recaudación de impuestos, lo que introduciría un importante contrapeso para que el estado no pretendiera mantener su gobernabilidad (o la permanencia de su base política en el poder) por la vía de la creación de empleo improductivo en cargos públicos, pues mayor cantidad de empleos generados por esta vía representaría, automáticamente, la necesidad del incremento de la tasa impositiva, lo que crea una presión mayor que el alivio que se pretende por la vía de la burocratización del capital político de los gobiernos.
Dejemos a “dios” tranquilo
Esta es una expectativa que trasciende a Chávez, y que hace abstracción de este personaje, planteando una visión crítica de todos los gobiernos que lo antecedieron, con lo cual se ganaría una vía para la conexión con las masas que sienten tanto resentimiento por nuestro pasado democrático reciente.
Cuando ustedes critican la salud y la educación públicas, cuando denuncian la insuficiencia en la construcción de viviendas, o el despilfarro de nuestros recursos en el exterior, contribuyen a crear en el ciudadano la peligrosa expectativa de que otro gobierno, posterior al que se critica, más honesto, más ético, más humano, podría mejorar las cosas. Esta expectativa, sembrada en lo más profundo de los electores, y no otra, fue la que nos condujo hasta esta pesadilla en la que se ha convertido el gobierno de Chávez. Tácitamente, los medios contribuyeron a crear la expectativa equivocada de que el mejor gobierno era el que más honestidad y amor por su pueblo ofreciera, y la consecuencia previsible era que el que mejor mintiera se haría con los votos de la mayoría.
Según nuestro criterio, la vía para salir de Chávez no se encuentra en la unidad de la oposición, que tan sólo quiere echar mano de los ingentes recursos petroleros del estado a su vez, sino en la coherencia del mensaje que se envíe a las masas desde los medios de comunicación, y este mensaje no puede ser displicente con la visión y la expectativa particular de cada uno de sus destinatarios, sino de una confianza y afirmación que obvie la propia filiación que puedan sentir por el Presidente.
Una vez inducida la expectativa correcta en el ciudadano, sin necesidad de atacar jamás al Presidente actual (el solito es su peor enemigo, como muchos de ustedes sostienen), quien quiera ser su sucesor tan sólo tendrá qué responder a la misma, tal como Chávez ha respondido al mito de la bondad y la honestidad del caudillo necesario que los propios medios han creado criticando en su momento a los gobiernos precedentes y no al sistema que los pervirtió, promoviendo por toda solución la aparición de los hombres buenos. La verdadera descentralización comienza con la democratización del ingreso petrolero nacional, siendo que la principal arma contra Chávez, de manera no explícita, será su propia negativa a renunciar al poder que le otorgan esos ingentes recursos en la actualidad: el socialista que detesta el mercado, se negará a socializar lo que es de todos los venezolanos por derecho, mientras pretende hacerlo con lo que es fruto del esfuerzo privado, pues el mercado internacional del petróleo contribuye a atornillarlo en el poder. La contradicción será evidente sin que ustedes tengan qué criticar al Presidente actual, quien no tiene mayor importancia que la ventaja estratégica que nos otorga para despertar un vivo deseo de que cada ciudadano quiera recibir lo suyo antes de que lo sigan repartiendo por todo el mundo o invirtiendo en iniciativas quiméricas.
Por favor, reflexionen sobre este tema, cuyo único desenlace previsible será que los resultados del sistema que acordemos no dependerán de la bondad, la moral, la ética, etc., de quien gobierna. Por lo pronto, contribuyan, por favor, a continuar generando en el seno de la intelectualidad venezolana el debate necesario, no para salir de Chávez, sino para sobreponernos de la perversa tiranía (la de nuestros paradigmas) que nos ha conducido hasta él, y que amenaza con conducirnos por caminos cada vez más torvos.
Atentamente,
Ivana González
P.D.: Si tuvo la paciencia, la entereza o la integridad de llegar hasta aquí, de seguro que el comunicado anterior le quedará grabado en la mente cuando lea el siguiente artículo de Carlos Alberto Montaner, quien curiosamente, no aparece en el archivo en línea de El Universal, aún cuando en su artículo nombra a ese distinguido diario:
www.firmaspress.com
Siempre es grato saber que se cuenta con ciudadanos valientes y aguerridos como ustedes. Es admirable el esfuerzo que hacen por desnudar la hipocresía del gobierno del Comandante Presidente Hugo Chávez Frías. ¿Pero nunca se han preguntado por qué cierto sector se bloquea frente a sus mensajes a pesar de que estos son esencialmente correctos?
Acertadamente, algunos periodistas tratan de desvincular al Presidente Chávez de la crítica que pretenden hacer, alegando, por ejemplo, que es probable que el Presidente no esté enterado de tal o cual conducta escandalosa de sus colaboradores, y este enfoque es esencialmente correcto, pero no exhaustivo. La efectividad del enfoque anterior puede multiplicarse, si en lugar de criticar a Chávez, ustedes se enfocaran en sus buenas intenciones de candidato, y criticaran, en cambio, la aberración del mismo sistema que ha corrompido a todos los Presidentes venezolanos que lo antecedieron, impidiéndole cumplir sus promesas de llevar mayor bienestar a la gente. Esta aberración no es más que el gran desequilibrio de poder que acumula el ejecutivo nacional (que no es Chávez sólo, por más que él lo quisiera) como consecuencia del monopolio en el manejo del ingreso petrolero.
Muchos de ustedes aceptan tácitamente que el poder de Chávez se origina en la confluencia de dos factores: la compra de conciencias que aquel lleva a cabo con el erario nacional, y esa tendencia del venezolano de pretender hacerse fácilmente de los dineros públicos por la vía de la dádiva estadal. Este último condicionamiento del venezolano, perversamente cultivado por nuestra democracia y reforzado por nuestros medios, podría jugar a nuestro favor si ustedes promocionaran la democratización del ingreso petrolero, tal como el Presidente utiliza como recurso mercadotécnico la socialización de la empresa privada por la vía de las expropiaciones y las amenazas a los empresarios.
Tal vez en este punto ustedes podrían considerar que estimular en el ciudadano la expectativa de recibir directamente su parte del ingreso petrolero sea el epítome del populismo, pero estudios serios demuestran que no es así. Proponer el debate de la democratización del ingreso petrolero, por ejemplo depositando a todos y a cada uno de los venezolanos su 26 millonésima parte de todo ese ingreso en una institución financiera que sería de su libre elección, nos permitiría transmitir efectivamente la certidumbre de que no existe ser humano que haga un buen trabajo en la Presidencia con todo ese dinero, por mejores que sean sus intenciones, porque la organización simplemente es perversa.
Sinergizar es la clave
Si del debate resultara el consenso de que es necesaria la distribución del ingreso petrolero, eso nos colocaría en una posición de negociación ventajosa que propiciaría que los propios ciudadanos permitiesen sacrificar los mediocres servicios ofrecidos por el estado para recibir su parte del ingreso petrolero directamente en cuentas dispuestas para ello. La única vía de sustentación que quedaría para el gobierno en ese caso, sería la de la recaudación de impuestos, lo que introduciría un importante contrapeso para que el estado no pretendiera mantener su gobernabilidad (o la permanencia de su base política en el poder) por la vía de la creación de empleo improductivo en cargos públicos, pues mayor cantidad de empleos generados por esta vía representaría, automáticamente, la necesidad del incremento de la tasa impositiva, lo que crea una presión mayor que el alivio que se pretende por la vía de la burocratización del capital político de los gobiernos.
Dejemos a “dios” tranquilo
Esta es una expectativa que trasciende a Chávez, y que hace abstracción de este personaje, planteando una visión crítica de todos los gobiernos que lo antecedieron, con lo cual se ganaría una vía para la conexión con las masas que sienten tanto resentimiento por nuestro pasado democrático reciente.
Cuando ustedes critican la salud y la educación públicas, cuando denuncian la insuficiencia en la construcción de viviendas, o el despilfarro de nuestros recursos en el exterior, contribuyen a crear en el ciudadano la peligrosa expectativa de que otro gobierno, posterior al que se critica, más honesto, más ético, más humano, podría mejorar las cosas. Esta expectativa, sembrada en lo más profundo de los electores, y no otra, fue la que nos condujo hasta esta pesadilla en la que se ha convertido el gobierno de Chávez. Tácitamente, los medios contribuyeron a crear la expectativa equivocada de que el mejor gobierno era el que más honestidad y amor por su pueblo ofreciera, y la consecuencia previsible era que el que mejor mintiera se haría con los votos de la mayoría.
Según nuestro criterio, la vía para salir de Chávez no se encuentra en la unidad de la oposición, que tan sólo quiere echar mano de los ingentes recursos petroleros del estado a su vez, sino en la coherencia del mensaje que se envíe a las masas desde los medios de comunicación, y este mensaje no puede ser displicente con la visión y la expectativa particular de cada uno de sus destinatarios, sino de una confianza y afirmación que obvie la propia filiación que puedan sentir por el Presidente.
Una vez inducida la expectativa correcta en el ciudadano, sin necesidad de atacar jamás al Presidente actual (el solito es su peor enemigo, como muchos de ustedes sostienen), quien quiera ser su sucesor tan sólo tendrá qué responder a la misma, tal como Chávez ha respondido al mito de la bondad y la honestidad del caudillo necesario que los propios medios han creado criticando en su momento a los gobiernos precedentes y no al sistema que los pervirtió, promoviendo por toda solución la aparición de los hombres buenos. La verdadera descentralización comienza con la democratización del ingreso petrolero nacional, siendo que la principal arma contra Chávez, de manera no explícita, será su propia negativa a renunciar al poder que le otorgan esos ingentes recursos en la actualidad: el socialista que detesta el mercado, se negará a socializar lo que es de todos los venezolanos por derecho, mientras pretende hacerlo con lo que es fruto del esfuerzo privado, pues el mercado internacional del petróleo contribuye a atornillarlo en el poder. La contradicción será evidente sin que ustedes tengan qué criticar al Presidente actual, quien no tiene mayor importancia que la ventaja estratégica que nos otorga para despertar un vivo deseo de que cada ciudadano quiera recibir lo suyo antes de que lo sigan repartiendo por todo el mundo o invirtiendo en iniciativas quiméricas.
Por favor, reflexionen sobre este tema, cuyo único desenlace previsible será que los resultados del sistema que acordemos no dependerán de la bondad, la moral, la ética, etc., de quien gobierna. Por lo pronto, contribuyan, por favor, a continuar generando en el seno de la intelectualidad venezolana el debate necesario, no para salir de Chávez, sino para sobreponernos de la perversa tiranía (la de nuestros paradigmas) que nos ha conducido hasta él, y que amenaza con conducirnos por caminos cada vez más torvos.
Atentamente,
Ivana González
P.D.: Si tuvo la paciencia, la entereza o la integridad de llegar hasta aquí, de seguro que el comunicado anterior le quedará grabado en la mente cuando lea el siguiente artículo de Carlos Alberto Montaner, quien curiosamente, no aparece en el archivo en línea de El Universal, aún cuando en su artículo nombra a ese distinguido diario:
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La verdad que creo que no pasa por una apriete por el lado del petroleo sino empezar a echar la mirada a la gestión de los recursos. Que se hace con los recursos y a partir de allí empezar a juzgar la gestión buena o mala y pensar en darle la oportunidad a otro para ver si lo puede hacer mejor.
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