Por Alberto Baumeister Toledo
Es verdad que estamos en tiempos nunca vistos, y que el país lo han puesto con las patas para arriba como dice el dicho, pero los excesos colman la capacidad de incredulidad, y a eso es que vengo a referirme.
El pasado viernes, a las cuatro y treinta de la tarde, más o menos, en una de esas plenas y tediosas colas que ahora colman la vida de los caraqueños, subiendo de Los Campitos hacia Cumbres, al frente de la plaza de Los Tres Ríos, presencié, conjuntamente con un nutrido grupo de ciudadanos de todas las edades algo increíble por lo descarado, irrespetuoso e insólito de gente vinculada al gobierno, al menos por la vestimenta, estilo y accesorios que portaban.
En efecto describo al grupo de maleantes: Se trataba de dos “zagaletones”, mas otro que fungía como chofer y quien permaneció inmutable, durante el acaecimiento de los hechos como conductor del vehículo color blanco, placas KBK-28I que los transportaba a todos. Los sujetos, medio morenos claros, vestían franelas color rojo, con inscripciones en blanco, bordadas a la derecha con la palabra “Fundación” pero sin aclarar ningún otro distintivo y a la izquierda, cuando menos uno de los tipos de marras con otro bordado en blanco que leía “Delgado”.
Accesorios: cada uno de ellos con sendas pistolas calibre cuarenta y cinco o similar, de alta potencia, de esas que en el argot popular llaman “escuadras”, con pabón negro las cuales portaban a mano libre.
Conductas: Actuaron como energúmenos, primero atemorizando al vehículo que en la “cola” continuaba detrás del de ellos, y que aparentemente los molestaba, sin dejarlos pasar atropelladora y grotescamente, y en segundo lugar, al verse captados por una cámara de teléfono celular que portaba un joven de todos los vecinos conocido en la plaza, quien trabaja como ayudante del popular Kiosco de periódicos instalado en la comentada plaza, produjo la ira inenarrable y la dis- conducta de los armados desconocidos.
Con la última descrita acción, los aparentemente funcionarios, o miembros sabe Ud. de cual Misión, de manera brusca y alterada, pistolas en mano, tal cual se tratara de capturar a un delincuente in fraganti de alta peligrosidad, se abalanzaron a quitarle al joven el artefacto con el cual quedaban tan precisamente delatados en sus fechorías y le proferían todo género de amenazas. Poco importaba que en el lugar hubiera una docena de pacíficos ciudadanos, en su mayoría mujeres y niños, quienes hacían sus compras en el mentado Kiosco, que aterrados presenciaban las manipulaciones de las armas y gritos proferidos contra el joven que había grabado las escenas del abusivo comportamiento y a quien le batuqueaban las armas en su cara. El público presente, ante el atropello, comenzó a reaccionar y pedía a gritos de tan alucinantes delincuentes una explicación de los hechos y en especial reclamaba la identificación de aquellos que actuaban de una manera tan forajida y sin aclarar cual era el motivo de tan inaudito proceder, ni su condición de autoridades, y sin aclarar cual era el delito cometido por el agredido que aparecía como víctima inocente del atropello.
No hubo razones ni argumentos, los tiparracos continuaban amenazando y batiendo las armas, ahora hasta para el público que con toda razón protestaba tal comportamiento, hasta que alguien de los presentes tuvo la brillante idea de gritar, y con toda razón: “Busquen la gasolina y préndanlos”, palabras mágicas y sabias de Juan pueblo, quien desarmado y por igual atropellado, con su oferta defensiva, provocó la inmediata estampida de los dos “cobardes delincuentes”, quienes solo entonces, raudos y veloces abordaron el vehículo y se fueron rumbo a Fuerte Tiuna, por la entrada de Cumbres, sin permitir a Poli-Baruta, para entonces también avisada por un celular de alguno de los presentes, que lograran su captura a pesar de las inmediatas rondas que hicieron dos patrullas de dicha entidad policial.
Señores, así andamos en Caracas, así es un viernes cualquiera; así se pierden una o más vidas; así se nos atropella en el día a día a los ciudadanos pacíficos de la ciudad; así actúan, impune y grotescamente los miembros de las brigadas policiales, misiones o cuerpos de choque de los “gobierneros”.
Aplaudo el ejemplar comportamiento de la ciudadanía quien sin armas y enfrentándose a los delincuentes evitaron un peligroso desenlace valiéndose de la genial idea de Juan Pueblo, que sagazmente tuvo la ocurrencia de sugerir el mecanismo extremo para defenderse de quienes asumen irresponsablemente tales conductas, paso único para amedrentar o sancionar a locos armados y que actúan en tal forma.
Como se dice por allí, “Ver para creer”.
Es verdad que estamos en tiempos nunca vistos, y que el país lo han puesto con las patas para arriba como dice el dicho, pero los excesos colman la capacidad de incredulidad, y a eso es que vengo a referirme.
El pasado viernes, a las cuatro y treinta de la tarde, más o menos, en una de esas plenas y tediosas colas que ahora colman la vida de los caraqueños, subiendo de Los Campitos hacia Cumbres, al frente de la plaza de Los Tres Ríos, presencié, conjuntamente con un nutrido grupo de ciudadanos de todas las edades algo increíble por lo descarado, irrespetuoso e insólito de gente vinculada al gobierno, al menos por la vestimenta, estilo y accesorios que portaban.
En efecto describo al grupo de maleantes: Se trataba de dos “zagaletones”, mas otro que fungía como chofer y quien permaneció inmutable, durante el acaecimiento de los hechos como conductor del vehículo color blanco, placas KBK-28I que los transportaba a todos. Los sujetos, medio morenos claros, vestían franelas color rojo, con inscripciones en blanco, bordadas a la derecha con la palabra “Fundación” pero sin aclarar ningún otro distintivo y a la izquierda, cuando menos uno de los tipos de marras con otro bordado en blanco que leía “Delgado”.
Accesorios: cada uno de ellos con sendas pistolas calibre cuarenta y cinco o similar, de alta potencia, de esas que en el argot popular llaman “escuadras”, con pabón negro las cuales portaban a mano libre.
Conductas: Actuaron como energúmenos, primero atemorizando al vehículo que en la “cola” continuaba detrás del de ellos, y que aparentemente los molestaba, sin dejarlos pasar atropelladora y grotescamente, y en segundo lugar, al verse captados por una cámara de teléfono celular que portaba un joven de todos los vecinos conocido en la plaza, quien trabaja como ayudante del popular Kiosco de periódicos instalado en la comentada plaza, produjo la ira inenarrable y la dis- conducta de los armados desconocidos.
Con la última descrita acción, los aparentemente funcionarios, o miembros sabe Ud. de cual Misión, de manera brusca y alterada, pistolas en mano, tal cual se tratara de capturar a un delincuente in fraganti de alta peligrosidad, se abalanzaron a quitarle al joven el artefacto con el cual quedaban tan precisamente delatados en sus fechorías y le proferían todo género de amenazas. Poco importaba que en el lugar hubiera una docena de pacíficos ciudadanos, en su mayoría mujeres y niños, quienes hacían sus compras en el mentado Kiosco, que aterrados presenciaban las manipulaciones de las armas y gritos proferidos contra el joven que había grabado las escenas del abusivo comportamiento y a quien le batuqueaban las armas en su cara. El público presente, ante el atropello, comenzó a reaccionar y pedía a gritos de tan alucinantes delincuentes una explicación de los hechos y en especial reclamaba la identificación de aquellos que actuaban de una manera tan forajida y sin aclarar cual era el motivo de tan inaudito proceder, ni su condición de autoridades, y sin aclarar cual era el delito cometido por el agredido que aparecía como víctima inocente del atropello.
No hubo razones ni argumentos, los tiparracos continuaban amenazando y batiendo las armas, ahora hasta para el público que con toda razón protestaba tal comportamiento, hasta que alguien de los presentes tuvo la brillante idea de gritar, y con toda razón: “Busquen la gasolina y préndanlos”, palabras mágicas y sabias de Juan pueblo, quien desarmado y por igual atropellado, con su oferta defensiva, provocó la inmediata estampida de los dos “cobardes delincuentes”, quienes solo entonces, raudos y veloces abordaron el vehículo y se fueron rumbo a Fuerte Tiuna, por la entrada de Cumbres, sin permitir a Poli-Baruta, para entonces también avisada por un celular de alguno de los presentes, que lograran su captura a pesar de las inmediatas rondas que hicieron dos patrullas de dicha entidad policial.
Señores, así andamos en Caracas, así es un viernes cualquiera; así se pierden una o más vidas; así se nos atropella en el día a día a los ciudadanos pacíficos de la ciudad; así actúan, impune y grotescamente los miembros de las brigadas policiales, misiones o cuerpos de choque de los “gobierneros”.
Aplaudo el ejemplar comportamiento de la ciudadanía quien sin armas y enfrentándose a los delincuentes evitaron un peligroso desenlace valiéndose de la genial idea de Juan Pueblo, que sagazmente tuvo la ocurrencia de sugerir el mecanismo extremo para defenderse de quienes asumen irresponsablemente tales conductas, paso único para amedrentar o sancionar a locos armados y que actúan en tal forma.
Como se dice por allí, “Ver para creer”.
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