Por Juan José Garrido Koechlin*
Ahora resulta que la inflación –la cual asoma sigilosamente- es “importada” o culpa de los desalmados especuladores. Para un país que alguna vez anotó cerca de 12,500% de inflación anual acumulada, uno pensaría que las causas de la misma están más que claras. ¿Serán los aires tropicales o algún condimento en la cocina popular los artífices de esta prematura amnesia económica?
Lo primero por reclamar, es el uso correcto del concepto “inflación”. Para algunos economistas modernos, la inflación refleja el aumento sostenido en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). La inflación, sin embargo, ha significado –hasta el episodio Keynesiano- “cualquier incremento sustancial en el volumen de dinero en circulación”. Es decir, el término reflejaba las causas de un problema (mayor dinero en circulación) y no uno de los efectos del mismo (aumento en el nivel de precios).
El embustero cambio se produce por el afán estatista de querer sostener artificialmente el crecimiento económico. Cuando se “siente” la existencia de más “plata” –léase, moneda- en el mercado, hay una tendencia natural a creer que existe mayor “riqueza” (o demanda), razón por la cual los precios y salarios tienden a subir; lo que ocurre realmente es que la emisión desenfrenada trae consigo una reducción significativa en el poder adquisitivo de la moneda (debido a la disminución en la utilidad marginal de la misma), brindando como corolario el aumento generalizado de los precios.
El que se defina la inflación como “el aumento en los precios” no dice absolutamente nada sobre las causas reales de ese aumento. Esto, conlleva a que se crea –equivocadamente- que el génesis de la inflación puede ser cualquier motivo que eleve los precios –una sequía, el bloqueo de carreteras por lluvias, una huelga prolongada, etc-.
La inflación es y será, siempre, un evento monetario. Entre Julio del 2001 y Julio del 2006, el saldo de emisión primaria se incrementó de s/5,500 millones a s/12,000 millones, mientras que el índice de producción (PBI) pasó de 127 a 163 (1994=100); a Diciembre del 2007 el saldo de emisión bordea los s/17,800, mientras que el PBI aumentó a 198. Es decir, la emisión creció en 223% mientras que la producción en solo 55%.
Políticos populistas, malos economistas y empresarios mercantilistas, han creído por conveniente “pichicatear” la economía a partir de mayor emisión, logrando con dicha práctica la pauperización del poder adquisitivo, siendo aquellos de menores recursos los que –como siempre- llevan la peor parte.
Ahora resulta que la inflación –la cual asoma sigilosamente- es “importada” o culpa de los desalmados especuladores. Para un país que alguna vez anotó cerca de 12,500% de inflación anual acumulada, uno pensaría que las causas de la misma están más que claras. ¿Serán los aires tropicales o algún condimento en la cocina popular los artífices de esta prematura amnesia económica?
Lo primero por reclamar, es el uso correcto del concepto “inflación”. Para algunos economistas modernos, la inflación refleja el aumento sostenido en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). La inflación, sin embargo, ha significado –hasta el episodio Keynesiano- “cualquier incremento sustancial en el volumen de dinero en circulación”. Es decir, el término reflejaba las causas de un problema (mayor dinero en circulación) y no uno de los efectos del mismo (aumento en el nivel de precios).
El embustero cambio se produce por el afán estatista de querer sostener artificialmente el crecimiento económico. Cuando se “siente” la existencia de más “plata” –léase, moneda- en el mercado, hay una tendencia natural a creer que existe mayor “riqueza” (o demanda), razón por la cual los precios y salarios tienden a subir; lo que ocurre realmente es que la emisión desenfrenada trae consigo una reducción significativa en el poder adquisitivo de la moneda (debido a la disminución en la utilidad marginal de la misma), brindando como corolario el aumento generalizado de los precios.
El que se defina la inflación como “el aumento en los precios” no dice absolutamente nada sobre las causas reales de ese aumento. Esto, conlleva a que se crea –equivocadamente- que el génesis de la inflación puede ser cualquier motivo que eleve los precios –una sequía, el bloqueo de carreteras por lluvias, una huelga prolongada, etc-.
La inflación es y será, siempre, un evento monetario. Entre Julio del 2001 y Julio del 2006, el saldo de emisión primaria se incrementó de s/5,500 millones a s/12,000 millones, mientras que el índice de producción (PBI) pasó de 127 a 163 (1994=100); a Diciembre del 2007 el saldo de emisión bordea los s/17,800, mientras que el PBI aumentó a 198. Es decir, la emisión creció en 223% mientras que la producción en solo 55%.
Políticos populistas, malos economistas y empresarios mercantilistas, han creído por conveniente “pichicatear” la economía a partir de mayor emisión, logrando con dicha práctica la pauperización del poder adquisitivo, siendo aquellos de menores recursos los que –como siempre- llevan la peor parte.
* Fundador y Presidente Ejecutivo del Instituto Acción
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