Por José Brechner
Barack Obama se prestó una verdad a medias que repite por doquier: “Todos los hombres fueron creados iguales”. Basta con dedicarle dos segundos de pensamiento al comentario para concluir que el candidato demócrata no sólo está equivocado en ese concepto, sino en casi todo lo que dice y ofrece.
Que ante los ojos de Dios todos seamos iguales, es muy distinto a afirmar que los seres humanos fuimos creados iguales. Si eso fuera cierto, no existirían los genios, los artistas destacados, los grandes atletas, los inventores, los filósofos, los millonarios, los lindos y los feos. La genética no perdona. Algunos nacieron más inteligentes o más hábiles que otros para efectuar determinadas tareas y nada puede cambiar eso.
Ante la ley todos debemos ser tratados con igualdad, y tener los mismos derechos y oportunidades, pero que seamos iguales, es otra mentira más del inexperto aspirante a presidente que atrae al público ingenuo. Su táctica verbal no es nueva, decir cosas que suenan bien pero no tienen sentido, es común en los demagogos astutos e inescrupulosos.
La idea de igualdad, es un concepto socialista primario, y es el que dio nacimiento a su desorientada ideología. No es de extrañarse que donde tratan de aplicarla, todo salga mal.
El mundo está gobernado por muchos individuos repetidores de slogans insustanciales. Latinoamérica tiene ases en la materia, y ni qué decir de los jefes islamistas del Medio Oriente, que pregonan su falacia teocrática igualitaria, donde los corruptos monarcas que viven en grotesca opulencia, son bastante desiguales a sus súbditos que apenas tienen para comer.
El lema en apariencia liberal de: “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, es también equívoco, porque a mayor libertad, mayor es la desigualdad, ya que el hombre libre se destaca en su individualidad, de ahí que los igualitarios traten de imponer por la fuerza que seamos todos más iguales.
¿Fraternidad, irrestricta e incondicional? ¿Paz y Amor? ¿Flower Power? Lo intentamos cuando éramos hippies, con algo de filosofía, espiritualidad, y mayor contenido intelectual que los chicos de Lollapalooza, que añoran un Woodstock que nunca conocieron. El amoroso delirio duró por unos cuantos conciertos. Hasta ahí llegó la superficial fraternidad.
Volviendo al candidato presidencial demócrata. Otra de sus frases favoritas es: “ésta no es una campaña sobre razas”. Pues si no tiene esas connotaciones, ¿para qué las menciona? Si la raza no fuese su punto de apoyo, simplemente actuaría como cualquier ser humano normal, sin hacer mención subliminal a su color.
George W. Bush fue el primer presidente que nombró a dos ciudadanos negros como Secretarios de Estado, a un descendiente de latinoamericanos como Fiscal General y a un mexicano como Ministro de Economía. Y no hizo alharaca como acostumbran hacer los demócratas, que cada vez que designan a alguien para un puesto importante, sacan a colación su sexo, su raza o sus deseos eróticos, como si la política se hiciera con el color de la piel o con lo que se lleva entre las piernas.
Sólo se deja de ser racista o sexista, cuando esos aspectos ni siquiera son tomados en cuenta, y no cuando se usan como bandera. Sin embargo la progresía utiliza ambos rótulos en toda oportunidad, resaltando su condescendencia con cualquier grupo que se considera discriminado, acentuando su contraste, en vez de su similitud. Más sórdida aún, es la discriminación al revés, cuando los de color, religión o sexo diferente, quieren imponerse forzadamente sobre los demás, sólo por sus desemejanzas, y no por sus dones, conocimientos, capacidades o virtudes.
El Islam es el ejemplo más claro y dramático del racismo al revés. Los musulmanes son la intolerancia encarnada, pero demandan del resto que seamos irrestrictamente tolerantes con ellos. Obama es más sutil.
Barack Obama se prestó una verdad a medias que repite por doquier: “Todos los hombres fueron creados iguales”. Basta con dedicarle dos segundos de pensamiento al comentario para concluir que el candidato demócrata no sólo está equivocado en ese concepto, sino en casi todo lo que dice y ofrece.
Que ante los ojos de Dios todos seamos iguales, es muy distinto a afirmar que los seres humanos fuimos creados iguales. Si eso fuera cierto, no existirían los genios, los artistas destacados, los grandes atletas, los inventores, los filósofos, los millonarios, los lindos y los feos. La genética no perdona. Algunos nacieron más inteligentes o más hábiles que otros para efectuar determinadas tareas y nada puede cambiar eso.
Ante la ley todos debemos ser tratados con igualdad, y tener los mismos derechos y oportunidades, pero que seamos iguales, es otra mentira más del inexperto aspirante a presidente que atrae al público ingenuo. Su táctica verbal no es nueva, decir cosas que suenan bien pero no tienen sentido, es común en los demagogos astutos e inescrupulosos.
La idea de igualdad, es un concepto socialista primario, y es el que dio nacimiento a su desorientada ideología. No es de extrañarse que donde tratan de aplicarla, todo salga mal.
El mundo está gobernado por muchos individuos repetidores de slogans insustanciales. Latinoamérica tiene ases en la materia, y ni qué decir de los jefes islamistas del Medio Oriente, que pregonan su falacia teocrática igualitaria, donde los corruptos monarcas que viven en grotesca opulencia, son bastante desiguales a sus súbditos que apenas tienen para comer.
El lema en apariencia liberal de: “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, es también equívoco, porque a mayor libertad, mayor es la desigualdad, ya que el hombre libre se destaca en su individualidad, de ahí que los igualitarios traten de imponer por la fuerza que seamos todos más iguales.
¿Fraternidad, irrestricta e incondicional? ¿Paz y Amor? ¿Flower Power? Lo intentamos cuando éramos hippies, con algo de filosofía, espiritualidad, y mayor contenido intelectual que los chicos de Lollapalooza, que añoran un Woodstock que nunca conocieron. El amoroso delirio duró por unos cuantos conciertos. Hasta ahí llegó la superficial fraternidad.
Volviendo al candidato presidencial demócrata. Otra de sus frases favoritas es: “ésta no es una campaña sobre razas”. Pues si no tiene esas connotaciones, ¿para qué las menciona? Si la raza no fuese su punto de apoyo, simplemente actuaría como cualquier ser humano normal, sin hacer mención subliminal a su color.
George W. Bush fue el primer presidente que nombró a dos ciudadanos negros como Secretarios de Estado, a un descendiente de latinoamericanos como Fiscal General y a un mexicano como Ministro de Economía. Y no hizo alharaca como acostumbran hacer los demócratas, que cada vez que designan a alguien para un puesto importante, sacan a colación su sexo, su raza o sus deseos eróticos, como si la política se hiciera con el color de la piel o con lo que se lleva entre las piernas.
Sólo se deja de ser racista o sexista, cuando esos aspectos ni siquiera son tomados en cuenta, y no cuando se usan como bandera. Sin embargo la progresía utiliza ambos rótulos en toda oportunidad, resaltando su condescendencia con cualquier grupo que se considera discriminado, acentuando su contraste, en vez de su similitud. Más sórdida aún, es la discriminación al revés, cuando los de color, religión o sexo diferente, quieren imponerse forzadamente sobre los demás, sólo por sus desemejanzas, y no por sus dones, conocimientos, capacidades o virtudes.
El Islam es el ejemplo más claro y dramático del racismo al revés. Los musulmanes son la intolerancia encarnada, pero demandan del resto que seamos irrestrictamente tolerantes con ellos. Obama es más sutil.
Amigo José, creo que usted tiene un gran complejo de inferioridad. Dios nos ve y nos da a todos las mismas potencialidades. El hombre que vive en sociedad es el que desarrolla estas potencialidades.
ResponderEliminarSu artículo está muy enrredado con temas teológicos, genéticos, políticos, religiosos y desarrollado en un nivel muy superficial. Si los logra separar y profundizar podrá hacer de su comentario algo más interesante.
Particularmente no creo en la "predestinación divina" y creo que Obama hace referencia al problema racial que tiene EE.UU.