Por Amalio Belmonte
El Ministro Acuña, dispuesto a cumplir con el objetivo de forzar la presencia de cuadros revolucionarios en las Universidades Nacionales, nos amenaza, anuncios de prensa mediante, con: “No reconocer ingresos (de estudiantes) que sean administrados unilateralmente por las instituciones de educación superior”. Agrega que su despacho convocará un CNU, para dar a conocer lo que el gobierno ordenará al respecto.
Esta decisión, desconocida por los funcionarios de la OPSU, que han intentado infructuosamente por la desidia ministerial, examinar este asunto con las distintas Secretarías de las Universidades Autónomas para concertar criterios racionales sobre el mismo, dada su complejidad, tiene el cometido de impedir que las instituciones de educación superior, ante tanta anomia, negligencia e ineficacia oficial para concertar políticas y diseñar procedimientos consensuados (como lo había prometido el profesor Acuña), procedieran a convocar sus pruebas internas para el año 2008.
Esas mismas instituciones ofrecieron al MES toda su experiencia y sapiencia para elaborar una prueba de aptitud con base en criterios científicos académicos, basados en referencias nacionales e internacionales. Pero la agenda de trabajo de estos funcionarios siempre está ayuna de creatividad y capacidad para el intercambio intelectual, en ella sólo son bienvenidas laudatio que les confirmen en sus dogmas.
No es precisamente la calidad académica lo que importa al gobierno del Presidente Chávez. Por ello el empeño del profesor Acuña para ratificar, con el modo y el gesto rudo de quienes asumen el rol de iluminados por la historia, para imponernos la ambigüedad de lo que llaman ética socialista del siglo XXI, cuyos alcances, fundamentos doctrinarios y lógica siguen siendo uno de los mayores secretos del régimen. La educación sólo es un tema que les interesa para construir un represivo aparato político y hacer de ella un valedor ideológico oficialista. Ni tan siquiera los condescendientes postmodernos, atentos a la benevolencia gubernamental, han podido otorgarle consistencia al Socialismos del siglo XXI.
Así, fracasado el intento por constitucionalizar la ética socialista en la educación, instituir el pensamiento único y concederle rango constitucional a las misiones educativas, el gobierno, igual como lo hace con otras actividades del país, pretende hacernos subsidiarios, por decretos y procedimientos burocráticos, de lo que el pueblo les negó el 2 de diciembre pasado.
Ya veremos las exigencias de pureza ideológica diseñada, seguramente en los laboratorios del Comando Francisco Miranda (lástima el uso del nombre de una figura tan universal como el Precursor), que le permitirán al ministro Acuña constatar el grado de pertinencia ideológica de la juventud venezolana, como requisito esencial para tener derecho a la educación.
Paradójicamente, quizás con impudor (no consigo adjetivo mas elegante), en el aviso ministerial se solicita a las universidades “mantener la articulación con este Ministerio para "unificar (¿) criterios" sobre el acceso a la educación superior. Precisamente, ninguno de los ministros de este gobierno han valorado jamás toda la inmensa masa crítica del país, parte de la cual les ha servido para escalar en la burocracia estatal existente en las universidades, al momento de tomar decisiones sobre políticas educativas... Ese desafío intelectual les atemoriza por lo que sólo queda apelar al recurso fácil de las razones de Estado (tan gratas al doctor J. Goebbels cuando pugnaba por la pureza del alma alemana para librarla del pensamiento burgués).
La revolución de la naturaleza que representa el profesor Acuña, siempre es impositiva, antidemocrática, con carencias terribles de cientificidad, fundamentos académicos y respeto por la pluralidad. El gobierno no tiene interés alguno por examinar con seriedad y con fundamentos académicos el problema de las limitaciones para ampliar el ingreso de los estudiantes a la educación superior, menos aún actuar con seriedad frente a los problemas de exclusión. Esto último sólo es un estribillo que utiliza para acusar a las universidades de elitista y despreocupadas por la justicia social.
¿Cómo hacemos, se pregunta siempre el Presidente de la República, para que no exista un solo estudiante que no sea revolucionario? A lo que de forma obsecuente el ministro Acuña responde “extendiendo la ética socialista del gobierno”, a pesar, insistimos que tal predicamento no posee asidero teórico alguno en los vericuetos ideológicos del oficialismo.
La amenaza actual es la continuación de los Cinco Motores de la Revolución, derrotados el 2 de diciembre, particularmente el Motor Moral y Luces. De las políticas educativas que han creado un sistema educación paralelo bolivariano de pensamiento unidimensional. De la misión ciencia, que tanto dislates hace cometer a Rigoberto. También de los objetivos de la Misión Cultura que propicia un hombre nuevo incontaminado, y en el reciente organismo concebido para escribir la historia oficial, denominado Centro Nacional de Historia, cuyo principal objetivo es corregir las deformaciones de la historia burguesa y procurar espacio suficiente a las hazañas del presidente Chávez, con los respectivos ritos, y fechas de los epígonos del socialismo del siglo XXI.
Finalmente, para no dejar de lado ninguna de las características de los revolucionarios de pensamiento único, sin ambages, ni cuido del estilo, nos advierte que tendrán disponibles a sus guardias rojos, comprobando el correcto comportamiento político de las universidades. Se pondría en marcha el panóptico ideológico del ministro Acuña, quien: “solicita a la Comunidad Universitaria ejercer la contraloría social (vigilar y castigar) en procura de garantizar procesos inclusivos accesibles a todos los miembros de la sociedad“.
Bien podemos preguntarnos ¿por qué el gobierno ha hecho tan poco para que ese cometido de justicia se cumpla? ¿Dónde están los responsables que no han cumplido con las diligencias que les demanda la sociedad? Hacia estos problemas debería volcarse el espíritu revolucionario del Ministro.
Tiene la palabra el Consejo universitario y todos los que nos sintamos obligados a defender nuestra universidad libre democrática y autónoma.
¡Impermeables al desaliento!
El Ministro Acuña, dispuesto a cumplir con el objetivo de forzar la presencia de cuadros revolucionarios en las Universidades Nacionales, nos amenaza, anuncios de prensa mediante, con: “No reconocer ingresos (de estudiantes) que sean administrados unilateralmente por las instituciones de educación superior”. Agrega que su despacho convocará un CNU, para dar a conocer lo que el gobierno ordenará al respecto.
Esta decisión, desconocida por los funcionarios de la OPSU, que han intentado infructuosamente por la desidia ministerial, examinar este asunto con las distintas Secretarías de las Universidades Autónomas para concertar criterios racionales sobre el mismo, dada su complejidad, tiene el cometido de impedir que las instituciones de educación superior, ante tanta anomia, negligencia e ineficacia oficial para concertar políticas y diseñar procedimientos consensuados (como lo había prometido el profesor Acuña), procedieran a convocar sus pruebas internas para el año 2008.
Esas mismas instituciones ofrecieron al MES toda su experiencia y sapiencia para elaborar una prueba de aptitud con base en criterios científicos académicos, basados en referencias nacionales e internacionales. Pero la agenda de trabajo de estos funcionarios siempre está ayuna de creatividad y capacidad para el intercambio intelectual, en ella sólo son bienvenidas laudatio que les confirmen en sus dogmas.
No es precisamente la calidad académica lo que importa al gobierno del Presidente Chávez. Por ello el empeño del profesor Acuña para ratificar, con el modo y el gesto rudo de quienes asumen el rol de iluminados por la historia, para imponernos la ambigüedad de lo que llaman ética socialista del siglo XXI, cuyos alcances, fundamentos doctrinarios y lógica siguen siendo uno de los mayores secretos del régimen. La educación sólo es un tema que les interesa para construir un represivo aparato político y hacer de ella un valedor ideológico oficialista. Ni tan siquiera los condescendientes postmodernos, atentos a la benevolencia gubernamental, han podido otorgarle consistencia al Socialismos del siglo XXI.
Así, fracasado el intento por constitucionalizar la ética socialista en la educación, instituir el pensamiento único y concederle rango constitucional a las misiones educativas, el gobierno, igual como lo hace con otras actividades del país, pretende hacernos subsidiarios, por decretos y procedimientos burocráticos, de lo que el pueblo les negó el 2 de diciembre pasado.
Ya veremos las exigencias de pureza ideológica diseñada, seguramente en los laboratorios del Comando Francisco Miranda (lástima el uso del nombre de una figura tan universal como el Precursor), que le permitirán al ministro Acuña constatar el grado de pertinencia ideológica de la juventud venezolana, como requisito esencial para tener derecho a la educación.
Paradójicamente, quizás con impudor (no consigo adjetivo mas elegante), en el aviso ministerial se solicita a las universidades “mantener la articulación con este Ministerio para "unificar (¿) criterios" sobre el acceso a la educación superior. Precisamente, ninguno de los ministros de este gobierno han valorado jamás toda la inmensa masa crítica del país, parte de la cual les ha servido para escalar en la burocracia estatal existente en las universidades, al momento de tomar decisiones sobre políticas educativas... Ese desafío intelectual les atemoriza por lo que sólo queda apelar al recurso fácil de las razones de Estado (tan gratas al doctor J. Goebbels cuando pugnaba por la pureza del alma alemana para librarla del pensamiento burgués).
La revolución de la naturaleza que representa el profesor Acuña, siempre es impositiva, antidemocrática, con carencias terribles de cientificidad, fundamentos académicos y respeto por la pluralidad. El gobierno no tiene interés alguno por examinar con seriedad y con fundamentos académicos el problema de las limitaciones para ampliar el ingreso de los estudiantes a la educación superior, menos aún actuar con seriedad frente a los problemas de exclusión. Esto último sólo es un estribillo que utiliza para acusar a las universidades de elitista y despreocupadas por la justicia social.
¿Cómo hacemos, se pregunta siempre el Presidente de la República, para que no exista un solo estudiante que no sea revolucionario? A lo que de forma obsecuente el ministro Acuña responde “extendiendo la ética socialista del gobierno”, a pesar, insistimos que tal predicamento no posee asidero teórico alguno en los vericuetos ideológicos del oficialismo.
La amenaza actual es la continuación de los Cinco Motores de la Revolución, derrotados el 2 de diciembre, particularmente el Motor Moral y Luces. De las políticas educativas que han creado un sistema educación paralelo bolivariano de pensamiento unidimensional. De la misión ciencia, que tanto dislates hace cometer a Rigoberto. También de los objetivos de la Misión Cultura que propicia un hombre nuevo incontaminado, y en el reciente organismo concebido para escribir la historia oficial, denominado Centro Nacional de Historia, cuyo principal objetivo es corregir las deformaciones de la historia burguesa y procurar espacio suficiente a las hazañas del presidente Chávez, con los respectivos ritos, y fechas de los epígonos del socialismo del siglo XXI.
Finalmente, para no dejar de lado ninguna de las características de los revolucionarios de pensamiento único, sin ambages, ni cuido del estilo, nos advierte que tendrán disponibles a sus guardias rojos, comprobando el correcto comportamiento político de las universidades. Se pondría en marcha el panóptico ideológico del ministro Acuña, quien: “solicita a la Comunidad Universitaria ejercer la contraloría social (vigilar y castigar) en procura de garantizar procesos inclusivos accesibles a todos los miembros de la sociedad“.
Bien podemos preguntarnos ¿por qué el gobierno ha hecho tan poco para que ese cometido de justicia se cumpla? ¿Dónde están los responsables que no han cumplido con las diligencias que les demanda la sociedad? Hacia estos problemas debería volcarse el espíritu revolucionario del Ministro.
Tiene la palabra el Consejo universitario y todos los que nos sintamos obligados a defender nuestra universidad libre democrática y autónoma.
¡Impermeables al desaliento!
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