Por Diego Martínez*
Si quienes estamos del lado de la libertad callamos, en pocos años tendremos una sociedad de esclavos. Nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos serán arrasados por la vulgaridad, el materialismo, la demagogia y naturalmente los autoritarismos.
Hoy son impostergables voces permanentes e inteligentes, de modo que ese silencioso protagonista de nuestro tiempo, la clase media, se encuentre con el discurso y forme la conciencia para la construcción de una sociedad de valores y no de ídolos. El silencio transforma a los individuos en masa, a los productores en proletarios, a los ciudadanos en esclavos. El siglo XX parece haber tenido ese final: el silencio de los liberales.
La gente espera una explicación sobre lo que vendrá y esa explicación es la libertad y sus valores. Es que no hay un mundo mejor sin libertad. Y no hay libertad en silencio.
¿Las ventajas de la igualdad?
El encantamiento de varias sociedades latinoamericanas con el Estado y otras entidades corporativas, no es un fenómeno superviniente a los países nuevos emergentes de la revolución independentista. Es parte de nuestra herencia española. Situación diferente a la de Estados Unidos que se independizó con una sociedad integrada por individuos ya concientes de sus libertades frente al poder, emanara éste del país dominante o del nuevo.
Esta circunstancia histórica incidió para que en América Latina se instalara una cultura del igualitarismo -a pesar de cobijar las más severas desigualdades a nivel mundial- para que el Estado de bienestar deviniera en bienestar del Estado con niveles dramáticos de opresión al individuo, para que sobreviva la centralización y para que la inquietud de los pueblos sólo se manifieste en torno a la reivindicación de derechos y más derechos. En definitiva, una suerte de cultura acreedora que, basada en las ventajas de la igualdad, ve hundirse al individuo.
El desafío es sustituir el Estado de bienestar por el individuo de bienestar, alguien emancipado capaz de gestar una cultura de las oportunidades. En definitiva, encontrarse con las ventajas de la libertad.
El Uruguay liberal estacionado
La conciencia de país nuevo, digamos "de país" en definitiva, recibió el embate ideologista de la conciencia "de clase" en la segunda mitad del siglo XX.
La exitosa emergencia electoral del Partido Comunista en 1942, la disparada proteccionista y sobreguladora del neobatllismo, así como el progreso de una generación de pensadores iliberales, detuvieron la conformación de un país en libertad real. En buena medida hasta se le desacreditó como proyecto, con la sanción de la Ley Orgánica de la Universidad en 1958, que cobijó la cultura antisistema de una elite.
Este estacionamiento no ha podido ser superado aún, ni siquiera por lo que se suponía sería un factor universal de remoción luego de la caída del Muro de Berlín y la crisis del comunismo. Existe instalada una contramatriz clasista en la sociedad uruguaya, que difícilmente pueda removerse si los liberales no planteamos una recuperación del Uruguay como proyecto liberal.
La democracia no es suficiente
La vigencia del sistema democrático en Uruguay no asegura por sí solo la vigencia plena de la libertad. El ejemplo de la "generación del 45", particularmente de lo que Aldo Mazzucchelli ha denominado "la generación crítica", da cuenta de un sistema democrático plenamente vigente, aunque en una sociedad cuyos soportes liberales fueron cuestionados y debilitados sistemáticamente.
La libertad tiene aún por delante un trayecto de construcciones que ineludiblemente debe recorrer, si de verdad la comunidad aspira al goce de sus ventajas y al ejercicio real de sus valores por ésta y las próximas generaciones.
Esa construcción pasa por las interminables pujas que la vida cotidiana dirime y que tiene que ver con la teoría, por supuesto, pero sobretodo y ostensiblemente con la literatura que leemos, el cine, teatro y televisión que vemos, la educación de nuestros hijos, la gestión social de religiones y ciencias, la participación en el deporte, el ejercicio de nuestros derechos de usuarios y consumidores, el acceso a las ofertas, el acceso a la información, el disfrute de las fiestas populares y así múltiples actividades que hacen la cultura de nuestra sociedad.
Democracia y libertad
Democracia no es igual a libertad, es una condición, un instrumento, una garantía. Es muchas cosas. Pero existen ámbitos en que la vigencia de la libertad no se dilucida a través de técnicas democráticas. Reparemos solamente en el ejemplo del profesor y su alumno. Puede existir allí la expresión de mayor libertad aún cuando la educación se imparta en un país sin democracia. Al contrario, también ocurre que docentes -aún en sistemas democráticos- arrasan con la libertad en la relación diaria que mantienen con sus discípulos.
Del mismo modo es impensable una propuesta liberal concebida exclusivamente desde el enfoque económico. En este sentido, la distinción que realizó Benedetto Croce ("Liberalismo y liberismo", 1928), entre el liberalismo como una cosmovisión ética y el liberismo como estricta libertad económica, sigue tan campante.
Lo que no entiende el neoliberalismo y la izquierda tampoco. Finalmente Benedetto Croce tuvo razón y lo que ahora se denomina "neoliberalismo" no es más que lo que él llamaba "liberismo", una aplicación de ciertas libertades al funcionamiento de la economía. Para el liberalismo la libertad es un fin (y por supuesto un principio). Pero para los neoliberales la libertad es un medio, que al postular la eliminación de regulaciones, límites, monopolios y al propio Estado, privilegia a ciertos actores y sus intereses. En buena medida, el neoliberalismo y la izquierda terminan operando en un mismo sentido, que no es otro que el eclipsamiento del individuo. El primero ataca los monopolios públicos para luego formar monopolios privados. La segunda los defiende y así posterga al individuo para privilegiar al Estado.
La batalla cultural
No haber entendido esto por algunos integrantes del elenco liberal de Uruguay y América Latina, generó una confusión entre liberalismo y neoliberalismo. Esta circunstancia, paradójicamente "liberó" territorios para el avance de los enemigos del Uruguay liberal.
En un análisis realizado ante el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado, el Profesor Yamandú Fau, ex ministro de Educación y Cultura y de Defensa Nacional, manifestó que "los colorados perdimos la batalla cultural en el país". Por la relevancia y el protagonismo que a los colorados ha correspondido en el proceso histórico del Uruguay, aceptar esta afirmación significa aceptar a la vez una derrota al menos parcial del proyecto liberal en el país. Fue necesaria una terminante derrota electoral (en octubre de 2004, el gobernante Partido Colorado obtuvo apenas el 10% de la adhesión electoral, frente a la izquierda que alcanzó a superar el 50%), para empezar a comprender que ella en realidad es un reflejo de una derrota en procesos más profundos de la vida de la sociedad.
En Uruguay al menos, Croce sigue teniendo razón y entenderlo repercutirá en la dilucidación del modelo filosófico a partir del cual Uruguay organizará su futuro.
La lucha de clases continúa
La matriz liberal del Uruguay está incompleta y alguien debe asumir su desarrollo. La matriz asociativa, liberal, igualitaria, de este Uruguay "pueblo nuevo" como ha sostenido Padrón Favre, "país a medio hacer" según Carlos Maggi, está cuestionada hace sesenta años. Por lo menos. Está cuestionada por quienes postulan desde una matriz diferente, matriz clasista, de confrontación, conflictiva y no asociativa, de dominación y no de integración. Y está cuestionada por nuestros propios silencios, los de los liberales, que en tantas ocasiones hemos optado por la comodidad de nuestras casas en lugar del debate en la plaza.
Una mirada desde 1968
¿Cómo hace el individuo en esta sociedad uruguaya para tomar directamente decisiones sobre aspectos que le conciernen personalmente y que no lo haga una corporación por él? Es interesante reproducir unos párrafos de Carlos Maggi publicados en "El Uruguay y su gente" (1968), que dan cuenta, cual fotografía sicocultural, del protoplasma que mayoritariamente compone a los uruguayos de dos generaciones atrás. Dice Maggi "Uno termina pensando: hay que ser prudentes; no conviene arriesgarse ¡todo es tan dudoso! Más vale un puesto de auxiliar en mano que glorias volando. Por eso el mal de los uruguayos no son las oficinas públicas; el mal de las oficinas públicas son los uruguayos".
Las expresiones precedentes de Maggi corresponden a una realidad de 1968, dramáticamente marcada por el desvanecimiento del individuo, de su espíritu de emprendimiento, de niveles mínimos de competencia en el mercado. Al mismo tiempo, coinciden con el Uruguay que iniciaba su más potente proceso expulsor de población y que no se desaceleraría hasta 1975.
Un país estancado, sin crecimiento, ampliamente estatizado en su economía y en su cultura, con un cuestionamiento creciente al sistema por vías institucionales y por procedimientos ilegítimos, no lograba explicarse, sin embargo, que al interrumpirse la instalación y desarrollo histórico de la matriz liberal, se había vuelto una sociedad sin oportunidades.
¿Emigración, o salto hacia las oportunidades?
Ese individuo no estaba preparado para los nuevos desafíos que se planteaban. El proveimiento por el Estado de sus necesidades durante tantos años, desactivó su musculatura individual, de emprendimiento, de innovación y por supuesto de responsabilidad. Un individuo formado para las necesidades y no para las oportunidades, difícilmente podría reaccionar. El propio Carlos Maggi (op. cit.) señala en 1968: "Holgamos, pues no nos sentimos responsables de nuestro propio destino. Durante décadas y décadas, pensamos: otros proveerán".
El sistema así entró en crisis y serán en definitiva los partidos históricos y sus líderes, los receptores de la inculpación.
El ciudadano de a pie, el individuo históricamente beneficiario del sistema, verá en riesgo la reproducción de los beneficios para las generaciones venideras, la de sus hijos. Buena parte de estos emigrará y al hacerlo no elegirá sistemas similares al uruguayo. Elegirá sistemas abiertos, en los que la movilidad social se alcanza por la búsqueda de oportunidades y no por el disfrute de provisiones.
Quienes permanecieron en Uruguay, en creciente medida optaron por otra emigración, la del subsistema político que interpretaron les estaba traicionando. Esto explica en parte, el paradójico fenómeno de crecimiento de la izquierda, opositora a alternativas por las que optaban los emigrados, desacreditada además por la caída del Muro.
La libertad "pasiva"
Ante este enajenamiento de la sociedad, de las responsabilidades que le correspondían en la construcción de su propio destino, queda de manifiesto el fracaso de la estrategia de las necesidades hoy reivindicada aún por la izquierda uruguaya. El concepto de que alguien proveerá, alguien brindará "las provisiones" en términos de Dahrendorf, implica un goce apenas pasivo de la libertad por parte de los individuos.
Técnicas para asegurar la libertad
Raymond Aron en la conclusión del "Ensayo sobre las libertades" (Alianza Editorial, Madrid, 1966), insiste en que la igualdad social o política no traen consigo la igualdad económica. Sin embargo le permiten al individuo no excluirse y poder competir para alcanzar una mejor distribución económica. Esto hizo posible tener conciencia -según Arón- de que la libertad podía ser garantizada gracias a la técnica y la organización.
Las democracias liberales van en camino de reconciliar derechos políticos y derechos sociales. Es decir libertad-capacidad, en el modo definido por él.
Igualdad y libertad como remedios a la pobreza
La pregunta respecto a este tópico debe ser "¿cuánto nos cuestan la igualdad y la libertad?" Los uruguayos resolvimos pagar en 1989 a los pasivos (un plebiscito determinó que en adelante el pago de las jubilaciones y pensiones se haría a partir de valores reajustados según el incremento del costo de vida). Quisimos interrumpir la reproducción generacional de un proceso de empobrecimiento y lo logramos.
Desde 1996 hemos resuelto pagar, además, a los niños de 4 y 5 años (la reforma educativa liderada por el sociólogo Germán Rama estableció que todos los niños de 4 y 5 años tengan hoy una plaza en el subsistema público de educación inicial). Uruguay combate así -con la universalización de la educación de preescolares- la reproducción cultural de la pobreza.
Los dos extremos de nuestra sociedad en términos generacionales -los más vulnerables frente a la lógica reproductora de la pobreza- han recibido decisiones trascendentes de la sociedad en el plano presupuestal. Pero los demás sectores también deberían recibir algo. O la satisfacción de sus necesidades, o la oportunidad para satisfacerlas. Sí, la libertad. Y ésta no llega con facilidad hoy en Uruguay. Por eso los uruguayos de la clase media se siguen yendo.
Cuando se sostiene que la emigración en Uruguay es estructural y que su fenomenología se manifiesta con independencia del momento, estable o crítico, de la economía, no se evalúa que la libertad de los uruguayos también está cuestionada en términos estructurales. Es una libertad pasiva. Y para algunos, hasta un problema.
La libertad como problema
Es ostensible que un sector relevante de la sociedad uruguaya, hoy siente el agobio del desencanto. Algunos porque prestaron el voto para el cambio y éste –Impuesto a la renta mediante- se viene haciendo en contra de sus intereses. Otros, porque sus sueños de un gobierno progresista han sido devorados por el ministro Astori y su izquierdismo neoliberal.
Frente a este nuevo desencanto que recorre al país, no podemos mirar para el costado, pues sus costos ya los pagó la libertad de los uruguayos en otro momento histórico. Un desencanto político conmovió ya la matriz asociativa del Uruguay, desde los años cincuenta. Si bien al principio no se explicitó en términos electorales (entre 1954 y 1966 la adhesión a los partidos históricos estuvo en conjunto en el entorno del 90%), vio emerger primero la ideología y luego el aparato de la contramatriz.
Es en esta etapa de crisis cuando el país más necesitaba de la dinámica asociativa de su matriz nacional liberal. Sin embargo se desplegó una dinámica confrontativa, propia de las teorías del conflicto, respaldada claramente en una matriz ideológica marxista.
Quienes postulaban un modelo basado en el mito de la clase, claramente inscripto en las teorías del conflicto, apostaron a delinear una alternativa basada en la confrontación de clases y por ello divisora de la matriz nacional asociativa. Es en estas circunstancias que el Uruguay de la matriz liberal debió reaccionar. No pudo hacerlo porque en gran medida su capacidad de reacción estaba trabada por las confrontaciones al interior de los partidos.
Esta distracción frente a la sociedad, habilitó el ingreso del cuestionamiento al sistema por parte de los actores de la contramatriz.
El fracaso del proyecto liberal bien pudo ser analizado a la luz de debates como el que señalaba Alberto Methol Ferré en "El Uruguay como problema": mientras José Batlle y Ordóñez (a principios del siglo XX) pensaba en los problemas del Uruguay, Luis Alberto de Herrera pensaba en el Uruguay como problema.
Pero el ingreso del pensamiento activo de la contramatriz desplazó el eje de ese debate. Ya el Uruguay no es el centro del debate. El eje pasa a ser la libertad como problema y los problemas del proletariado.
La aceptación de la alternativa iliberal
Luego del proceso de ideologización, vendrá la definición e implementación de una estrategia basada en la unión de las fuerzas de la contramatriz: un solo frente sindical (1965), un solo frente político (1971). Desde ninguno de ellos se levantó voz alguna que cuestionara los planteos de la denominada "generación del 45", o con mayor precisión "generación crítica", ni los supuestos en que se basó la guerrilla tupamara para actuar contra el sistema democrático a partir de 1962.
El Uruguay liberal fue perforado desde ese costado de la sociedad. Luego desde otro, por el proyecto particularista militar (1973-1985).
Uruguayos de las oportunidades
El modelo gestado en la primera mitad del siglo XX, explotó e implosionó al mismo tiempo. La demostración fue el creciente flujo emigratorio que se evidenció desde mediados de los años sesenta, con el propósito de encontrar un sistema nuevo que sustituyera al fracasado.
En la inserción en ese nuevo sistema, a los uruguayos emigrados no les importó tanto sus necesidades como las oportunidades a las que accedían. Su llegada a Estados Unidos, Australia y España, no se produjo enarbolando reclamos, exigiendo derechos, sino asumiendo roles que en Uruguay les hubiera degradado. En realidad, dicha opción la asumieron por la fuerte expectativa de movilidad que ofrecían esas sociedades. Esos uruguayos que no supieron, o no pudieron cambiar el sistema de su país, lo sustituyeron.
Se transformaron en uruguayos de las oportunidades y forman parte de la silenciosa aunque poderosa revolución universal que lleva adelante la clase media y que se basa en el acceso y el ejercicio real de los derechos. La clase alta en realidad ejerce sus riquezas. La clase baja por su parte, sus necesidades. Es la clase media la que está en condiciones de volver sustentable un régimen democrático, con verdadera vigencia de las libertades individuales.
Frente al temor ¿quién lidera el pensamiento liberal?
La explicitación de la crisis hacia principios de los sesenta, evidencia la debilidad de la matriz asociativa liberal. La sociedad se corporativiza en lugar de nacionalizarse (se sobrepone la lógica sindical y estudiantil a la ciudadana, la lógica de clase a la de país). Una lógica de país, de nación, hubiera permitido afrontar y superar el trance a fondo y con otra velocidad. Los estudios de la CIDE (Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico), incorporaron una herramienta técnica, no corporativa, para abordar la crisis. Pero el proceso en curso carecía de un motor, de un liderazgo desde el pensamiento liberal que revalorizara la matriz y completara el modelo liberal asociativo.
Las repúblicas latinoamericanas se salvarán por el individualismo
Cuando hoy se oyen en América Latina voces y hasta definiciones contrarias a acuerdos comerciales con Estados Unidos, nos permitimos preguntar ¿Es posible negar las ventajas de la libertad en el comercio de los países, cuando ya desde hace décadas los propios ciudadanos, con su emigración hacia ese sistema, están marcando el rumbo para sus estados? ¿Por qué en lugar de exportar uruguayos, bolivianos, o argentinos hacia Estados Unidos, no exportamos productos hechos en sociedades que abracen de una vez por todas las oportunidades y ventajas de la libertad y que ese sistema sea generalizable a través del ALCA? Chile y México lo están diciendo a gritos.
Juan Bautista Alberdi también, aunque desde hace más de 120 años. Al respecto es relevante la distinción que realiza entre la sociedad norteamericana y la latina "(...) Otro fue el destino y condición de la sociedad que puebla la América del Norte. Esa sociedad, radicalmente diferente de la nuestra, debió al origen trasatlántico de sus habitantes sajones, la dirección y complexión de su régimen político de gobierno, en que la libertad de la patria tuvo por límite la libertad sagrada del individuo(...)". "La libertad en ambos pueblos sajones, no consistió en ser independiente del extranjero, sino en ser cada ciudadano independiente de su gobierno patrio(...)". "(...) A la libertad del individuo, que es la libertad por excelencia, debieron los pueblos del Norte la opulencia que los distingue.
¿Por dónde salimos?
El análisis que venimos realizando, da cuenta de un país que no ha terminado de instalar su proyecto liberal. El carácter asociativo se ve frustrado por la filosofía confrontativa, la lógica ciudadana se ve enervada por la corporativista, el individuo está eclipsado por los tótem uruguayos (el Estado, los monopolios, entre otros). Una suerte de cultura acreedora nos hace creer que tenemos derecho a la satisfacción de nuestras necesidades, sin importar los intereses que se agreden para su financiación, incluidos los de nuestros propios hijos y nietos.
¿Estamos llegando a un momento en que la esencia liberal del Uruguay, debe definir su proyecto hacia delante, en que la libertad y sus oportunidades deben ser el motor histórico que complete a este país?
Se nos preguntará ¿por qué? y también se nos preguntará ¿cómo? ¿por dónde?
Las ventajas de la libertad
Reflexionar sobre un individuo de bienestar, requiere de miradas sobre otras sociedades y los modos en que las mismas se constituyeron. "¿Por qué los norteamericanos desean cambiar la igualdad económica por la igualdad individual, tolerando diferencias de ingresos que en Europa parecen injustas e incluso obscenas?", se pregunta Charles Handy en "Tocqueville revisitado – El significado de la prosperidad americana" .
He aquí una pista para valorar la cultura de las oportunidades y no de la igualdad como sustento real del camino hacia la felicidad. Handy cita al australiano Robert Hughes, quien atribuye a los valores puritanos la forma de vida en ese país. Hughes, según Handy, sostiene que "los valores puritanos contagian a la mayor parte de los norteamericanos contemporáneos. Implantaron la ética del trabajo, al igual que la primacía tenaz de la religión...". Asimismo hace mención de la creación de la "novedad" frente al "status quo" de los ibéricos, de la valoración y exaltación de la riqueza y de ganarla más que heredarla. Charles Handy agrega más preguntas "¿Por qué, por ejemplo, la predicción de Marx de que el capitalismo llevaría inevitablemente al socialismo no fue real en Estados Unidos?". El mismo Handy responde "En elecciones presidenciales, el Partido Socialista norteamericano nunca ha recibido más de 6% de los votos".
En el mismo sentido se expresan Robert W. Hodge y Steven Lagerfeld en "La política de la oportunidad", cuando afirman que "los pobres rara vez han pretendido lograr el éxito a través de la lucha de clases (por ejemplo, mediante la formación de un "partido de trabajadores" y que " A lo largo de la historia, los votantes estadounidenses han buscado por lo general una combinación de prosperidad nacional más oportunidades individuales, no una intensificación de los conflictos de clase o una redistribución general de la riqueza".
Estos autores describen lo que Werner Sombart encontró como "más importante de todo en la sique proletaria estadounidense" y que describió como "la oportunidad de escapar hacia la libertad". Hodge y Lagerfeld, quienes mencionan el carácter de economista de "tendencia izquierdista" de Sombart, recuerdan su conclusión respecto a que "había algo de verdad en las leyendas sobre el salto a la riqueza que él había escuchado por todas partes en los EUA durante una estancia en 1904: un número nada insignificante de trabajadores comunes asciende los peldaños de la jerarquía capitalista y llega a la cima, o casi a ella".
La política de la oportunidad
El desafío para el futuro es impulsar la revolución liberal, a través de la reivindicación que realicemos los individuos de usar y gozar plenamente nuestra libertad para alcanzar la felicidad, la realización personal. No sólo la libertad individual, civil, religiosa y política, sino también la comercial, la de poder elegir en qué colegio y con qué docentes educar a nuestros hijos -educar para la libertad y libertad para educar, como sostuvo Guillermo de Humboldt- en qué hospital atender nuestra salud, elegir los proveedores de servicios, programar el retiro. Ser verdaderos dueños de nuestras vidas y destinos. Para ello la política de la oportunidad debe ser realidad.
En Uruguay en particular, es ineludible multiplicar y diversificar su relacionamiento internacional -con una clara determinación y prédica a favor del ALCA- abatir los monopolios subsistentes, apostar al mercado secundario para la democratización de los activos públicos empresariales, reconstruir la matriz educativa nacional sobre los contenidos y principios que emanan de las denominadas "Instrucciones del año XIII", promover la creación de Alcaldías, electivas y honorarias, en particular en la capital Montevideo, modificar los supuestos soberanos de la actual ley de la Universidad de la República de modo que sus autoridades resulten electas directamente por docentes, estudiantes y egresados, liberar la matriz energética hacia las diversas fuentes generadoras, abrir el sistema previsional hacia la libertad del individuo para definir su retiro y abatir la carga tributaria sobre las familias para que en Uruguay –en lugar de Estado rico con ciudadanos pobres- haya individuos prósperos con un Estado eficaz.
Si quienes estamos del lado de la libertad callamos, en pocos años tendremos una sociedad de esclavos. Nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos serán arrasados por la vulgaridad, el materialismo, la demagogia y naturalmente los autoritarismos.
Hoy son impostergables voces permanentes e inteligentes, de modo que ese silencioso protagonista de nuestro tiempo, la clase media, se encuentre con el discurso y forme la conciencia para la construcción de una sociedad de valores y no de ídolos. El silencio transforma a los individuos en masa, a los productores en proletarios, a los ciudadanos en esclavos. El siglo XX parece haber tenido ese final: el silencio de los liberales.
La gente espera una explicación sobre lo que vendrá y esa explicación es la libertad y sus valores. Es que no hay un mundo mejor sin libertad. Y no hay libertad en silencio.
¿Las ventajas de la igualdad?
El encantamiento de varias sociedades latinoamericanas con el Estado y otras entidades corporativas, no es un fenómeno superviniente a los países nuevos emergentes de la revolución independentista. Es parte de nuestra herencia española. Situación diferente a la de Estados Unidos que se independizó con una sociedad integrada por individuos ya concientes de sus libertades frente al poder, emanara éste del país dominante o del nuevo.
Esta circunstancia histórica incidió para que en América Latina se instalara una cultura del igualitarismo -a pesar de cobijar las más severas desigualdades a nivel mundial- para que el Estado de bienestar deviniera en bienestar del Estado con niveles dramáticos de opresión al individuo, para que sobreviva la centralización y para que la inquietud de los pueblos sólo se manifieste en torno a la reivindicación de derechos y más derechos. En definitiva, una suerte de cultura acreedora que, basada en las ventajas de la igualdad, ve hundirse al individuo.
El desafío es sustituir el Estado de bienestar por el individuo de bienestar, alguien emancipado capaz de gestar una cultura de las oportunidades. En definitiva, encontrarse con las ventajas de la libertad.
El Uruguay liberal estacionado
La conciencia de país nuevo, digamos "de país" en definitiva, recibió el embate ideologista de la conciencia "de clase" en la segunda mitad del siglo XX.
La exitosa emergencia electoral del Partido Comunista en 1942, la disparada proteccionista y sobreguladora del neobatllismo, así como el progreso de una generación de pensadores iliberales, detuvieron la conformación de un país en libertad real. En buena medida hasta se le desacreditó como proyecto, con la sanción de la Ley Orgánica de la Universidad en 1958, que cobijó la cultura antisistema de una elite.
Este estacionamiento no ha podido ser superado aún, ni siquiera por lo que se suponía sería un factor universal de remoción luego de la caída del Muro de Berlín y la crisis del comunismo. Existe instalada una contramatriz clasista en la sociedad uruguaya, que difícilmente pueda removerse si los liberales no planteamos una recuperación del Uruguay como proyecto liberal.
La democracia no es suficiente
La vigencia del sistema democrático en Uruguay no asegura por sí solo la vigencia plena de la libertad. El ejemplo de la "generación del 45", particularmente de lo que Aldo Mazzucchelli ha denominado "la generación crítica", da cuenta de un sistema democrático plenamente vigente, aunque en una sociedad cuyos soportes liberales fueron cuestionados y debilitados sistemáticamente.
La libertad tiene aún por delante un trayecto de construcciones que ineludiblemente debe recorrer, si de verdad la comunidad aspira al goce de sus ventajas y al ejercicio real de sus valores por ésta y las próximas generaciones.
Esa construcción pasa por las interminables pujas que la vida cotidiana dirime y que tiene que ver con la teoría, por supuesto, pero sobretodo y ostensiblemente con la literatura que leemos, el cine, teatro y televisión que vemos, la educación de nuestros hijos, la gestión social de religiones y ciencias, la participación en el deporte, el ejercicio de nuestros derechos de usuarios y consumidores, el acceso a las ofertas, el acceso a la información, el disfrute de las fiestas populares y así múltiples actividades que hacen la cultura de nuestra sociedad.
Democracia y libertad
Democracia no es igual a libertad, es una condición, un instrumento, una garantía. Es muchas cosas. Pero existen ámbitos en que la vigencia de la libertad no se dilucida a través de técnicas democráticas. Reparemos solamente en el ejemplo del profesor y su alumno. Puede existir allí la expresión de mayor libertad aún cuando la educación se imparta en un país sin democracia. Al contrario, también ocurre que docentes -aún en sistemas democráticos- arrasan con la libertad en la relación diaria que mantienen con sus discípulos.
Del mismo modo es impensable una propuesta liberal concebida exclusivamente desde el enfoque económico. En este sentido, la distinción que realizó Benedetto Croce ("Liberalismo y liberismo", 1928), entre el liberalismo como una cosmovisión ética y el liberismo como estricta libertad económica, sigue tan campante.
Lo que no entiende el neoliberalismo y la izquierda tampoco. Finalmente Benedetto Croce tuvo razón y lo que ahora se denomina "neoliberalismo" no es más que lo que él llamaba "liberismo", una aplicación de ciertas libertades al funcionamiento de la economía. Para el liberalismo la libertad es un fin (y por supuesto un principio). Pero para los neoliberales la libertad es un medio, que al postular la eliminación de regulaciones, límites, monopolios y al propio Estado, privilegia a ciertos actores y sus intereses. En buena medida, el neoliberalismo y la izquierda terminan operando en un mismo sentido, que no es otro que el eclipsamiento del individuo. El primero ataca los monopolios públicos para luego formar monopolios privados. La segunda los defiende y así posterga al individuo para privilegiar al Estado.
La batalla cultural
No haber entendido esto por algunos integrantes del elenco liberal de Uruguay y América Latina, generó una confusión entre liberalismo y neoliberalismo. Esta circunstancia, paradójicamente "liberó" territorios para el avance de los enemigos del Uruguay liberal.
En un análisis realizado ante el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado, el Profesor Yamandú Fau, ex ministro de Educación y Cultura y de Defensa Nacional, manifestó que "los colorados perdimos la batalla cultural en el país". Por la relevancia y el protagonismo que a los colorados ha correspondido en el proceso histórico del Uruguay, aceptar esta afirmación significa aceptar a la vez una derrota al menos parcial del proyecto liberal en el país. Fue necesaria una terminante derrota electoral (en octubre de 2004, el gobernante Partido Colorado obtuvo apenas el 10% de la adhesión electoral, frente a la izquierda que alcanzó a superar el 50%), para empezar a comprender que ella en realidad es un reflejo de una derrota en procesos más profundos de la vida de la sociedad.
En Uruguay al menos, Croce sigue teniendo razón y entenderlo repercutirá en la dilucidación del modelo filosófico a partir del cual Uruguay organizará su futuro.
La lucha de clases continúa
La matriz liberal del Uruguay está incompleta y alguien debe asumir su desarrollo. La matriz asociativa, liberal, igualitaria, de este Uruguay "pueblo nuevo" como ha sostenido Padrón Favre, "país a medio hacer" según Carlos Maggi, está cuestionada hace sesenta años. Por lo menos. Está cuestionada por quienes postulan desde una matriz diferente, matriz clasista, de confrontación, conflictiva y no asociativa, de dominación y no de integración. Y está cuestionada por nuestros propios silencios, los de los liberales, que en tantas ocasiones hemos optado por la comodidad de nuestras casas en lugar del debate en la plaza.
Una mirada desde 1968
¿Cómo hace el individuo en esta sociedad uruguaya para tomar directamente decisiones sobre aspectos que le conciernen personalmente y que no lo haga una corporación por él? Es interesante reproducir unos párrafos de Carlos Maggi publicados en "El Uruguay y su gente" (1968), que dan cuenta, cual fotografía sicocultural, del protoplasma que mayoritariamente compone a los uruguayos de dos generaciones atrás. Dice Maggi "Uno termina pensando: hay que ser prudentes; no conviene arriesgarse ¡todo es tan dudoso! Más vale un puesto de auxiliar en mano que glorias volando. Por eso el mal de los uruguayos no son las oficinas públicas; el mal de las oficinas públicas son los uruguayos".
Las expresiones precedentes de Maggi corresponden a una realidad de 1968, dramáticamente marcada por el desvanecimiento del individuo, de su espíritu de emprendimiento, de niveles mínimos de competencia en el mercado. Al mismo tiempo, coinciden con el Uruguay que iniciaba su más potente proceso expulsor de población y que no se desaceleraría hasta 1975.
Un país estancado, sin crecimiento, ampliamente estatizado en su economía y en su cultura, con un cuestionamiento creciente al sistema por vías institucionales y por procedimientos ilegítimos, no lograba explicarse, sin embargo, que al interrumpirse la instalación y desarrollo histórico de la matriz liberal, se había vuelto una sociedad sin oportunidades.
¿Emigración, o salto hacia las oportunidades?
Ese individuo no estaba preparado para los nuevos desafíos que se planteaban. El proveimiento por el Estado de sus necesidades durante tantos años, desactivó su musculatura individual, de emprendimiento, de innovación y por supuesto de responsabilidad. Un individuo formado para las necesidades y no para las oportunidades, difícilmente podría reaccionar. El propio Carlos Maggi (op. cit.) señala en 1968: "Holgamos, pues no nos sentimos responsables de nuestro propio destino. Durante décadas y décadas, pensamos: otros proveerán".
El sistema así entró en crisis y serán en definitiva los partidos históricos y sus líderes, los receptores de la inculpación.
El ciudadano de a pie, el individuo históricamente beneficiario del sistema, verá en riesgo la reproducción de los beneficios para las generaciones venideras, la de sus hijos. Buena parte de estos emigrará y al hacerlo no elegirá sistemas similares al uruguayo. Elegirá sistemas abiertos, en los que la movilidad social se alcanza por la búsqueda de oportunidades y no por el disfrute de provisiones.
Quienes permanecieron en Uruguay, en creciente medida optaron por otra emigración, la del subsistema político que interpretaron les estaba traicionando. Esto explica en parte, el paradójico fenómeno de crecimiento de la izquierda, opositora a alternativas por las que optaban los emigrados, desacreditada además por la caída del Muro.
La libertad "pasiva"
Ante este enajenamiento de la sociedad, de las responsabilidades que le correspondían en la construcción de su propio destino, queda de manifiesto el fracaso de la estrategia de las necesidades hoy reivindicada aún por la izquierda uruguaya. El concepto de que alguien proveerá, alguien brindará "las provisiones" en términos de Dahrendorf, implica un goce apenas pasivo de la libertad por parte de los individuos.
Técnicas para asegurar la libertad
Raymond Aron en la conclusión del "Ensayo sobre las libertades" (Alianza Editorial, Madrid, 1966), insiste en que la igualdad social o política no traen consigo la igualdad económica. Sin embargo le permiten al individuo no excluirse y poder competir para alcanzar una mejor distribución económica. Esto hizo posible tener conciencia -según Arón- de que la libertad podía ser garantizada gracias a la técnica y la organización.
Las democracias liberales van en camino de reconciliar derechos políticos y derechos sociales. Es decir libertad-capacidad, en el modo definido por él.
Igualdad y libertad como remedios a la pobreza
La pregunta respecto a este tópico debe ser "¿cuánto nos cuestan la igualdad y la libertad?" Los uruguayos resolvimos pagar en 1989 a los pasivos (un plebiscito determinó que en adelante el pago de las jubilaciones y pensiones se haría a partir de valores reajustados según el incremento del costo de vida). Quisimos interrumpir la reproducción generacional de un proceso de empobrecimiento y lo logramos.
Desde 1996 hemos resuelto pagar, además, a los niños de 4 y 5 años (la reforma educativa liderada por el sociólogo Germán Rama estableció que todos los niños de 4 y 5 años tengan hoy una plaza en el subsistema público de educación inicial). Uruguay combate así -con la universalización de la educación de preescolares- la reproducción cultural de la pobreza.
Los dos extremos de nuestra sociedad en términos generacionales -los más vulnerables frente a la lógica reproductora de la pobreza- han recibido decisiones trascendentes de la sociedad en el plano presupuestal. Pero los demás sectores también deberían recibir algo. O la satisfacción de sus necesidades, o la oportunidad para satisfacerlas. Sí, la libertad. Y ésta no llega con facilidad hoy en Uruguay. Por eso los uruguayos de la clase media se siguen yendo.
Cuando se sostiene que la emigración en Uruguay es estructural y que su fenomenología se manifiesta con independencia del momento, estable o crítico, de la economía, no se evalúa que la libertad de los uruguayos también está cuestionada en términos estructurales. Es una libertad pasiva. Y para algunos, hasta un problema.
La libertad como problema
Es ostensible que un sector relevante de la sociedad uruguaya, hoy siente el agobio del desencanto. Algunos porque prestaron el voto para el cambio y éste –Impuesto a la renta mediante- se viene haciendo en contra de sus intereses. Otros, porque sus sueños de un gobierno progresista han sido devorados por el ministro Astori y su izquierdismo neoliberal.
Frente a este nuevo desencanto que recorre al país, no podemos mirar para el costado, pues sus costos ya los pagó la libertad de los uruguayos en otro momento histórico. Un desencanto político conmovió ya la matriz asociativa del Uruguay, desde los años cincuenta. Si bien al principio no se explicitó en términos electorales (entre 1954 y 1966 la adhesión a los partidos históricos estuvo en conjunto en el entorno del 90%), vio emerger primero la ideología y luego el aparato de la contramatriz.
Es en esta etapa de crisis cuando el país más necesitaba de la dinámica asociativa de su matriz nacional liberal. Sin embargo se desplegó una dinámica confrontativa, propia de las teorías del conflicto, respaldada claramente en una matriz ideológica marxista.
Quienes postulaban un modelo basado en el mito de la clase, claramente inscripto en las teorías del conflicto, apostaron a delinear una alternativa basada en la confrontación de clases y por ello divisora de la matriz nacional asociativa. Es en estas circunstancias que el Uruguay de la matriz liberal debió reaccionar. No pudo hacerlo porque en gran medida su capacidad de reacción estaba trabada por las confrontaciones al interior de los partidos.
Esta distracción frente a la sociedad, habilitó el ingreso del cuestionamiento al sistema por parte de los actores de la contramatriz.
El fracaso del proyecto liberal bien pudo ser analizado a la luz de debates como el que señalaba Alberto Methol Ferré en "El Uruguay como problema": mientras José Batlle y Ordóñez (a principios del siglo XX) pensaba en los problemas del Uruguay, Luis Alberto de Herrera pensaba en el Uruguay como problema.
Pero el ingreso del pensamiento activo de la contramatriz desplazó el eje de ese debate. Ya el Uruguay no es el centro del debate. El eje pasa a ser la libertad como problema y los problemas del proletariado.
La aceptación de la alternativa iliberal
Luego del proceso de ideologización, vendrá la definición e implementación de una estrategia basada en la unión de las fuerzas de la contramatriz: un solo frente sindical (1965), un solo frente político (1971). Desde ninguno de ellos se levantó voz alguna que cuestionara los planteos de la denominada "generación del 45", o con mayor precisión "generación crítica", ni los supuestos en que se basó la guerrilla tupamara para actuar contra el sistema democrático a partir de 1962.
El Uruguay liberal fue perforado desde ese costado de la sociedad. Luego desde otro, por el proyecto particularista militar (1973-1985).
Uruguayos de las oportunidades
El modelo gestado en la primera mitad del siglo XX, explotó e implosionó al mismo tiempo. La demostración fue el creciente flujo emigratorio que se evidenció desde mediados de los años sesenta, con el propósito de encontrar un sistema nuevo que sustituyera al fracasado.
En la inserción en ese nuevo sistema, a los uruguayos emigrados no les importó tanto sus necesidades como las oportunidades a las que accedían. Su llegada a Estados Unidos, Australia y España, no se produjo enarbolando reclamos, exigiendo derechos, sino asumiendo roles que en Uruguay les hubiera degradado. En realidad, dicha opción la asumieron por la fuerte expectativa de movilidad que ofrecían esas sociedades. Esos uruguayos que no supieron, o no pudieron cambiar el sistema de su país, lo sustituyeron.
Se transformaron en uruguayos de las oportunidades y forman parte de la silenciosa aunque poderosa revolución universal que lleva adelante la clase media y que se basa en el acceso y el ejercicio real de los derechos. La clase alta en realidad ejerce sus riquezas. La clase baja por su parte, sus necesidades. Es la clase media la que está en condiciones de volver sustentable un régimen democrático, con verdadera vigencia de las libertades individuales.
Frente al temor ¿quién lidera el pensamiento liberal?
La explicitación de la crisis hacia principios de los sesenta, evidencia la debilidad de la matriz asociativa liberal. La sociedad se corporativiza en lugar de nacionalizarse (se sobrepone la lógica sindical y estudiantil a la ciudadana, la lógica de clase a la de país). Una lógica de país, de nación, hubiera permitido afrontar y superar el trance a fondo y con otra velocidad. Los estudios de la CIDE (Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico), incorporaron una herramienta técnica, no corporativa, para abordar la crisis. Pero el proceso en curso carecía de un motor, de un liderazgo desde el pensamiento liberal que revalorizara la matriz y completara el modelo liberal asociativo.
Las repúblicas latinoamericanas se salvarán por el individualismo
Cuando hoy se oyen en América Latina voces y hasta definiciones contrarias a acuerdos comerciales con Estados Unidos, nos permitimos preguntar ¿Es posible negar las ventajas de la libertad en el comercio de los países, cuando ya desde hace décadas los propios ciudadanos, con su emigración hacia ese sistema, están marcando el rumbo para sus estados? ¿Por qué en lugar de exportar uruguayos, bolivianos, o argentinos hacia Estados Unidos, no exportamos productos hechos en sociedades que abracen de una vez por todas las oportunidades y ventajas de la libertad y que ese sistema sea generalizable a través del ALCA? Chile y México lo están diciendo a gritos.
Juan Bautista Alberdi también, aunque desde hace más de 120 años. Al respecto es relevante la distinción que realiza entre la sociedad norteamericana y la latina "(...) Otro fue el destino y condición de la sociedad que puebla la América del Norte. Esa sociedad, radicalmente diferente de la nuestra, debió al origen trasatlántico de sus habitantes sajones, la dirección y complexión de su régimen político de gobierno, en que la libertad de la patria tuvo por límite la libertad sagrada del individuo(...)". "La libertad en ambos pueblos sajones, no consistió en ser independiente del extranjero, sino en ser cada ciudadano independiente de su gobierno patrio(...)". "(...) A la libertad del individuo, que es la libertad por excelencia, debieron los pueblos del Norte la opulencia que los distingue.
¿Por dónde salimos?
El análisis que venimos realizando, da cuenta de un país que no ha terminado de instalar su proyecto liberal. El carácter asociativo se ve frustrado por la filosofía confrontativa, la lógica ciudadana se ve enervada por la corporativista, el individuo está eclipsado por los tótem uruguayos (el Estado, los monopolios, entre otros). Una suerte de cultura acreedora nos hace creer que tenemos derecho a la satisfacción de nuestras necesidades, sin importar los intereses que se agreden para su financiación, incluidos los de nuestros propios hijos y nietos.
¿Estamos llegando a un momento en que la esencia liberal del Uruguay, debe definir su proyecto hacia delante, en que la libertad y sus oportunidades deben ser el motor histórico que complete a este país?
Se nos preguntará ¿por qué? y también se nos preguntará ¿cómo? ¿por dónde?
Las ventajas de la libertad
Reflexionar sobre un individuo de bienestar, requiere de miradas sobre otras sociedades y los modos en que las mismas se constituyeron. "¿Por qué los norteamericanos desean cambiar la igualdad económica por la igualdad individual, tolerando diferencias de ingresos que en Europa parecen injustas e incluso obscenas?", se pregunta Charles Handy en "Tocqueville revisitado – El significado de la prosperidad americana" .
He aquí una pista para valorar la cultura de las oportunidades y no de la igualdad como sustento real del camino hacia la felicidad. Handy cita al australiano Robert Hughes, quien atribuye a los valores puritanos la forma de vida en ese país. Hughes, según Handy, sostiene que "los valores puritanos contagian a la mayor parte de los norteamericanos contemporáneos. Implantaron la ética del trabajo, al igual que la primacía tenaz de la religión...". Asimismo hace mención de la creación de la "novedad" frente al "status quo" de los ibéricos, de la valoración y exaltación de la riqueza y de ganarla más que heredarla. Charles Handy agrega más preguntas "¿Por qué, por ejemplo, la predicción de Marx de que el capitalismo llevaría inevitablemente al socialismo no fue real en Estados Unidos?". El mismo Handy responde "En elecciones presidenciales, el Partido Socialista norteamericano nunca ha recibido más de 6% de los votos".
En el mismo sentido se expresan Robert W. Hodge y Steven Lagerfeld en "La política de la oportunidad", cuando afirman que "los pobres rara vez han pretendido lograr el éxito a través de la lucha de clases (por ejemplo, mediante la formación de un "partido de trabajadores" y que " A lo largo de la historia, los votantes estadounidenses han buscado por lo general una combinación de prosperidad nacional más oportunidades individuales, no una intensificación de los conflictos de clase o una redistribución general de la riqueza".
Estos autores describen lo que Werner Sombart encontró como "más importante de todo en la sique proletaria estadounidense" y que describió como "la oportunidad de escapar hacia la libertad". Hodge y Lagerfeld, quienes mencionan el carácter de economista de "tendencia izquierdista" de Sombart, recuerdan su conclusión respecto a que "había algo de verdad en las leyendas sobre el salto a la riqueza que él había escuchado por todas partes en los EUA durante una estancia en 1904: un número nada insignificante de trabajadores comunes asciende los peldaños de la jerarquía capitalista y llega a la cima, o casi a ella".
La política de la oportunidad
El desafío para el futuro es impulsar la revolución liberal, a través de la reivindicación que realicemos los individuos de usar y gozar plenamente nuestra libertad para alcanzar la felicidad, la realización personal. No sólo la libertad individual, civil, religiosa y política, sino también la comercial, la de poder elegir en qué colegio y con qué docentes educar a nuestros hijos -educar para la libertad y libertad para educar, como sostuvo Guillermo de Humboldt- en qué hospital atender nuestra salud, elegir los proveedores de servicios, programar el retiro. Ser verdaderos dueños de nuestras vidas y destinos. Para ello la política de la oportunidad debe ser realidad.
En Uruguay en particular, es ineludible multiplicar y diversificar su relacionamiento internacional -con una clara determinación y prédica a favor del ALCA- abatir los monopolios subsistentes, apostar al mercado secundario para la democratización de los activos públicos empresariales, reconstruir la matriz educativa nacional sobre los contenidos y principios que emanan de las denominadas "Instrucciones del año XIII", promover la creación de Alcaldías, electivas y honorarias, en particular en la capital Montevideo, modificar los supuestos soberanos de la actual ley de la Universidad de la República de modo que sus autoridades resulten electas directamente por docentes, estudiantes y egresados, liberar la matriz energética hacia las diversas fuentes generadoras, abrir el sistema previsional hacia la libertad del individuo para definir su retiro y abatir la carga tributaria sobre las familias para que en Uruguay –en lugar de Estado rico con ciudadanos pobres- haya individuos prósperos con un Estado eficaz.
* Periodista. Abogado. Director de La Libertad
Fuente: Relial
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