Por Teódulo López Meléndez
Diciembre ha pasado a tener dos características: el mes en que Chávez hace de las suyas y el mes en que la oposición desaparece. Ya vamos por tres semanas en que los opositores no abren la boca y en que el presidente la ha abierto en demasía.
Hemos asistido a todo tipo de locuras, desde el espectáculo del flamante canciller pidiendo una prueba de ADN como si se tratase de un niño venezolano o de un hijo de madre venezolana hasta el estúpido de Insulza ofreciendo a la OEA como árbitro genético; desde un cambio de gabinete absolutamente intrascendente motivado –válgame Dios- porque el Jefe del Estado se ha dado cuenta de que su gobierno no se ocupa de los problemas de la gente hasta una demostración colombiana de coherencia.
Es en la nota optimista donde me quiero detener, por aquello de que año nuevo implica resaltar lo positivo. Todo este drama ha tenido, a mi entender, una consecuencia impensada y consiste en que los venezolanos hemos podido mirar a Colombia como nunca. Hemos asistido a la visión de un gobierno absolutamente coherente, con separación de poderes y donde las instituciones funcionan hasta una comprobación –que le hace mucho bien a Venezuela- del drama colombiano. En efecto, hemos verificado como funciona en el país vecino el Instituto de Bienestar Familiar (caso Emmanuel), como la Fiscalía es meticulosa en sus procederes, como sus ministros son gente seria, como es el drama de las FARC (me ahorro los adjetivos porque los venezolanos y el mundo entero ya se los han puesto) y como es el pueblo colombiano, hasta por el detalle de los familiares de los secuestrados que han estado en Caracas.
No pretendo inmiscuirme en la política interna colombiana, pero la comparación entre los dos países ha sido muy dañina para este gobierno que los venezolanos padecemos. Comparemos ambas Fiscalías Generales, comparemos ambas instituciones que protegen a los niños en estado de abandono, comparemos la seriedad de los ministros de ambos países y lleguemos a una conclusión obvia: con todo el respeto para quienes adversan al presidente Uribe la Venezuela actual no admite comparación con la Colombia actual. Colombia se muestra como un país mientras Venezuela se muestra como un campamento. El resultado se nota en cualquier parte donde uno puede escuchar los comentarios de la gente: ha aumentado el afecto por los colombianos, los venezolanos han entendido perfectamente que cosa es la FARC y hasta se ha desarrollado un cierto grado de envidia por la manera en que funcionan las instituciones del vecino país.
Repito que este no es un texto en defensa de Uribe (que da todas las sensaciones de saber defenderse solo), sino más bien un texto de admisión de realidades. Venezuela se ha deteriorado en todos los aspectos hasta el límite de la infamia y la comparación de estos días con Colombia ha sido provechosa. La gente se ha dado cuenta de que estamos muy mal gracias a un episodio dramático. Sería interesante que los hermanos colombianos entendiesen en toda su magnitud este fenómeno que se ha producido, pues abre puertas a granel y establece las bases para una relación más estrecha y fecunda cuando los venezolanos salgamos de esta pesadilla.
Quizás lo de las FARC hay que resaltarlo, pues invita a comparaciones. ¿Eso de que Uribe tenía secuestrado a Emmanuel no les suena a frases como que la oposición venezolana paga a sicarios para matar taxistas y así provocarlos a que tranquen calles? En contrapartida la oposición democrática colombiana ha sido respetuosa y mesurada en todo este episodio. ¿Eso de las FARC en sus comunicados no les suena a un ministro nuestro diciendo que Chávez utilizó bien la palabra “mierda” porque la utiliza el Coronel que no tenía quien le escribiera? ¿Esos comunicados de las FARC no se les asemejan a los dicterios de que los motines en nuestras cárceles son provocados por la oposición? ¿Esa falsificación permanente de la FARC de la realidad no les suena a la negativa constante e impúdica sobre las alarmante cifras de muertos por el hampa en este país nuestro? He aquí una de las consecuencias de todo este desaguisado que se salva con la bendita aparición de Emmanuel salvo y sano: las FARC y el gobierno venezolano hablan el mismo lenguaje, utilizan la mentira como arma predilecta, falsifican las realidades y convierten el desparpajo engañoso en la norma.
La lección de Colombia en estos días de tránsito de un año a otro ha sido espectacular. Hemos visto a un país con cinco décadas de violencia que aún así es capaz de ser un país. Uno donde los funcionarios se cuidan, como en el caso de pedir a un laboratorio europeo una prueba adicional de ADN a pesar de tener conciencia de que la hecha en Colombia es definitiva y que estamos ante la presencia de Emmanuel Rojas. La otra arma fundamental para que ahora tengamos una plataforma de futuro colombo-venezolana realmente excepcional, y que deberemos aprovechar en aras de la integración, ha sido la presencia en Caracas de las familias de dos de los secuestrados. Doña Clara González de Rojas ha hecho más que todo un esfuerzo diplomático. Su serenidad, su talante, su dignidad y su equilibrio nos han mostrado a un pueblo. Esa chica Patricia Perdomo – hija de la exparlamentaria secuestrada- con una sonrisa siempre a flor de labios, sin perder el optimismo, sin emitir una queja, sin incurrir en la menor crítica de tipo político, ha sido todo un ejemplo de compostura y de reciedumbre.
Hemos visto a Colombia. Ese ha sido el regalo que nos ha dejado el 2007 y que continúa dándonos el 2008.
Diciembre ha pasado a tener dos características: el mes en que Chávez hace de las suyas y el mes en que la oposición desaparece. Ya vamos por tres semanas en que los opositores no abren la boca y en que el presidente la ha abierto en demasía.
Hemos asistido a todo tipo de locuras, desde el espectáculo del flamante canciller pidiendo una prueba de ADN como si se tratase de un niño venezolano o de un hijo de madre venezolana hasta el estúpido de Insulza ofreciendo a la OEA como árbitro genético; desde un cambio de gabinete absolutamente intrascendente motivado –válgame Dios- porque el Jefe del Estado se ha dado cuenta de que su gobierno no se ocupa de los problemas de la gente hasta una demostración colombiana de coherencia.
Es en la nota optimista donde me quiero detener, por aquello de que año nuevo implica resaltar lo positivo. Todo este drama ha tenido, a mi entender, una consecuencia impensada y consiste en que los venezolanos hemos podido mirar a Colombia como nunca. Hemos asistido a la visión de un gobierno absolutamente coherente, con separación de poderes y donde las instituciones funcionan hasta una comprobación –que le hace mucho bien a Venezuela- del drama colombiano. En efecto, hemos verificado como funciona en el país vecino el Instituto de Bienestar Familiar (caso Emmanuel), como la Fiscalía es meticulosa en sus procederes, como sus ministros son gente seria, como es el drama de las FARC (me ahorro los adjetivos porque los venezolanos y el mundo entero ya se los han puesto) y como es el pueblo colombiano, hasta por el detalle de los familiares de los secuestrados que han estado en Caracas.
No pretendo inmiscuirme en la política interna colombiana, pero la comparación entre los dos países ha sido muy dañina para este gobierno que los venezolanos padecemos. Comparemos ambas Fiscalías Generales, comparemos ambas instituciones que protegen a los niños en estado de abandono, comparemos la seriedad de los ministros de ambos países y lleguemos a una conclusión obvia: con todo el respeto para quienes adversan al presidente Uribe la Venezuela actual no admite comparación con la Colombia actual. Colombia se muestra como un país mientras Venezuela se muestra como un campamento. El resultado se nota en cualquier parte donde uno puede escuchar los comentarios de la gente: ha aumentado el afecto por los colombianos, los venezolanos han entendido perfectamente que cosa es la FARC y hasta se ha desarrollado un cierto grado de envidia por la manera en que funcionan las instituciones del vecino país.
Repito que este no es un texto en defensa de Uribe (que da todas las sensaciones de saber defenderse solo), sino más bien un texto de admisión de realidades. Venezuela se ha deteriorado en todos los aspectos hasta el límite de la infamia y la comparación de estos días con Colombia ha sido provechosa. La gente se ha dado cuenta de que estamos muy mal gracias a un episodio dramático. Sería interesante que los hermanos colombianos entendiesen en toda su magnitud este fenómeno que se ha producido, pues abre puertas a granel y establece las bases para una relación más estrecha y fecunda cuando los venezolanos salgamos de esta pesadilla.
Quizás lo de las FARC hay que resaltarlo, pues invita a comparaciones. ¿Eso de que Uribe tenía secuestrado a Emmanuel no les suena a frases como que la oposición venezolana paga a sicarios para matar taxistas y así provocarlos a que tranquen calles? En contrapartida la oposición democrática colombiana ha sido respetuosa y mesurada en todo este episodio. ¿Eso de las FARC en sus comunicados no les suena a un ministro nuestro diciendo que Chávez utilizó bien la palabra “mierda” porque la utiliza el Coronel que no tenía quien le escribiera? ¿Esos comunicados de las FARC no se les asemejan a los dicterios de que los motines en nuestras cárceles son provocados por la oposición? ¿Esa falsificación permanente de la FARC de la realidad no les suena a la negativa constante e impúdica sobre las alarmante cifras de muertos por el hampa en este país nuestro? He aquí una de las consecuencias de todo este desaguisado que se salva con la bendita aparición de Emmanuel salvo y sano: las FARC y el gobierno venezolano hablan el mismo lenguaje, utilizan la mentira como arma predilecta, falsifican las realidades y convierten el desparpajo engañoso en la norma.
La lección de Colombia en estos días de tránsito de un año a otro ha sido espectacular. Hemos visto a un país con cinco décadas de violencia que aún así es capaz de ser un país. Uno donde los funcionarios se cuidan, como en el caso de pedir a un laboratorio europeo una prueba adicional de ADN a pesar de tener conciencia de que la hecha en Colombia es definitiva y que estamos ante la presencia de Emmanuel Rojas. La otra arma fundamental para que ahora tengamos una plataforma de futuro colombo-venezolana realmente excepcional, y que deberemos aprovechar en aras de la integración, ha sido la presencia en Caracas de las familias de dos de los secuestrados. Doña Clara González de Rojas ha hecho más que todo un esfuerzo diplomático. Su serenidad, su talante, su dignidad y su equilibrio nos han mostrado a un pueblo. Esa chica Patricia Perdomo – hija de la exparlamentaria secuestrada- con una sonrisa siempre a flor de labios, sin perder el optimismo, sin emitir una queja, sin incurrir en la menor crítica de tipo político, ha sido todo un ejemplo de compostura y de reciedumbre.
Hemos visto a Colombia. Ese ha sido el regalo que nos ha dejado el 2007 y que continúa dándonos el 2008.
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