20 enero 2008

La voluntad desde abajo

Por Teódulo López Meléndez

El día 4 de enero de este año un grupo de colombianos decidió crear un grupo para protestar contra las FARC (nomasfarc@colombiasoyyo.org). No tienen interés partidista alguno, sólo remachan que cada vez que ETA comete un atentado el pueblo español sale a las calles y ya es hora de que los colombianos hagan lo mismo. Pues bien, en escasos doce días ya cuentan con unos ochenta mil adherentes y han convocado manifestaciones en toda Colombia y en todo el mundo para el día 4 de febrero.

En su país ya tienen todo listo, en Armenia, Bucaramanga, Cali, Bogotá, Barranquilla, Fusagasuga, Medellín y Ocaña. En el mundo están listos para manifestar ese día en Buenos Aires, Ciudad de Guatemala, Punta Cana (RD), Ciudad de México, Nueva York, Miami, Philadelphia, Boston, Chicago, Washington, San Francisco, Houston, State College (Pennsylvania), Iowa, Toronto, Calgary (Alberta, Canadá), París, Madrid, Düsserdorf, Hamburgo, Londres, La Haya, Torino y Tel Aviv.

Entusiasmados (www.colombiasoyyo.org/convocatoria) dicen que están organizando en Neiva, Santa Marta, Cúcuta, San Andrés, Tunja, Villavicencio, Cartagena, Pereira, Barcelona (España), Sydney (Australia), Santiago (Chile), Caracas, Los Ángeles (California), Panamá y Quito. Todo en una docena de días, lo que constituye una sorprendente y grata organización civil que no se queda esperando –como entre nosotros- que los grandes comedores de hallacas despierten y se den cuenta que hay que oponerse al régimen.

Seguramente saldrán también en Caracas. ¿Sería mucho pedir que la oposición convoque para acompañar a los colombianos ese día en Caracas en su protesta contra la FARC? Arriba les dejé el mail por si quieren detalles. No sería nada malo que le adicionaran una protesta por las declaraciones de Chávez en torno a las organizaciones terroristas colombianas.

Cito el ejemplo no sólo para publicitarlos –que se lo merecen- sino como expresión viva de una sociedad que no espera y toma iniciativas. Tengo en la mente a los comisarios de la Policía Metropolitana y a los agentes a quienes se les ha negado la aplicación de la amnistía. Hay una explicación de fondo para mantener como presos políticos a estos ciudadanos: si los liberan se cae la invención histórica, mejor la deformación histórica, que el régimen que padecemos los venezolanos ha formulado. Los llamados pistoleros de Puente Llaguno –que todo el mundo vio disparando a mansalva contra los manifestantes pacíficos en los sucesos de abril del 2002- gozan de plena libertad y hasta de algún adjetivo heroico. Los dirigentes de la policía que tantas veces protegieron las marchas y que hicieron lo imposible por evitar una matanza mayor son sometidos al escarnio, se les sigue un juicio demorado y son sometidos a todas las violaciones al debido proceso. Lo que se hace con estos ciudadanos es una burla a la justicia, una agresión contra la dignidad humana y la perpetuación caprichosa de un engaño histórico.

Me permito decirle a la sociedad venezolana que no ha respondido adecuadamente a esta afrenta. Ya es hora de que se formen comités de defensa de los policías metropolitanos por todas partes, que se ejerzan protestas públicas, que las familias sientan la total solidaridad de sus conciudadanos, que se llame a los venezolanos en el exterior a dirigirse a los gobiernos extranjeros denunciando como el régimen que nos atosiga utiliza a estos hombres como víctimas para sostener mentiras y falsificaciones históricas.

La organización espontánea es fundamental. Los pueblos no pueden estar esperando a que algún Mesías le indique lo que debe hacer. Cada quien es un líder y como tal debe comportarse. Debemos procurar una sociedad en estado permanente de alerta que toma sus propias iniciativas. El régimen nos está sometiendo al bochorno de ejercer la política exterior como si fuera una partida de bolas criollas. Ante el mundo estamos apareciendo como una republiqueta que no sabe comportarse en el escenario mundial. Y aquí no hay reacción. Aquí debería estar en la calle una manifestación protestando por las groserías que marcan indebidamente un comportamiento internacional. Quizás el 4 de febrero es una buena fecha para que los venezolanos salgan a hacerle saber al mundo que somos un país decente que tiene conciencia de sus responsabilidades globales por encima de las morisquetas de un peleador devaluado.

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