08 agosto 2007

Medios (III parte)

Por Nelson Maica C.

No pretendas apagar con fuego un incendio,
ni remediar con agua una inundación.

Confucio


Para la década de los años 90 se consideraba, en el ambiente político nacional, la idea de que los medios de comunicación de ese entonces operaban de manera normal y eficazmente, y cumplían tres funciones: a) informaban; b) realizaban interpretaciones bastante acordes con las informaciones; y, c) difundían valores y símbolos propios de la identidad nacional y del exterior, sin menoscabo para la sociedad de la época.

Se presumía en algunos círculos, además, que los medios eran un complemento del sistema de organización y control sobre la sociedad, eficaz, barato y, sobre todo, no traumático ni conflictivo. Para otros, constituían un sistema de apoyo y justificación del poder político, económico y social de ese tiempo.

Sin embargo había cierta incoherencia con la realidad. La misma realidad que nos mostró la destrucción del muro de Berlín (recuerde otros casos), nos mostró que nadie, ningún estratega, ningún oteador del mañana, ningún adivinador, ningún gabinete ni gobierno, ninguna corporación ni agentes secretos, ningún estudioso previsivo, se dieron cuenta de lo que estaba por ocurrir. La teoría sobre los medios, desde los años 80, se alejaba de la práctica, y la actividad electoral mostraba comportamientos y reacciones de los electores y de los consumidores no acordes con las teorías.

La experiencia, lo recogido en la calle, mostraba lo siguiente:
1. Que las personas no creen normalmente en los políticos y aceptan con muchas reticencias las ofertas comerciales. Que es inútil hacer grandes y largos discursos y ofertas porque no obtienen ningún resultado directo, ninguna ganancia inmediata.
2. Que las personas escuchan poco aquello que les interesa. Las personas se dedican a sus propios asuntos y poco a los asuntos de los políticos o a los intereses de los vendedores de productos y servicios.
3. Que las personas interpretan lo que finalmente llegan a ver o a escuchar: ven lo que quieren ver y escuchan lo que quieren escuchar.
4. Que las personas no entienden las complejidades de la oferta política y no tienen por qué entenderlas, ni tienen especial interés en las actividades de los departamentos de ventas de las grandes corporaciones o de los partidos políticos.
5. Que las personas olvidan con muchísima rapidez. Las personas sólo recuerdan aquello que de modo muy personal y directo le afecta.

La contra no se hizo esperar. Investigaciones. Encuestas. Estrategias. Cursos. Entrenamiento. Manuales. Nuevas técnicas y tecnología avanzada. Expertos, etc. Muchos consejos y asesores para los políticos: brevedad, mensajes concretos simples y sencillos, nada de complejidad, hay que ser, a pesar de todo, reiterativo y repetitivo, hay que seguir el camino más corto contra la apatía y el olvido, con la mejor imagen, la dramatización de la realidad, el sensacionalismo, la pelea y el escándalo. Casi volver a la propaganda de los años veinte: la ley de la simplicidad, la ley de la repetición, la ley de la espoleta (entrar a la audiencia por su punto más débil, o sea, el miedo, el sexo, la violencia...).

A estas alturas vale la pena preguntarnos: ¿Estamos en realidad ante una situación nueva en el 2007? ¿Estamos ante una sociedad nueva, capaz de reaccionar por sí misma, una sociedad que no puede ser gobernada sin contar con su capacidad y decisión? ¿Estamos ante viejas respuestas para una situación nueva, desconocida? ¿Acaso no estamos en presencia de viejos y peores vicios e ineptitudes y, ahora le agregamos carestías que no teníamos antes?

Espero que ninguno dude de que la supervivencia necesite de un cierto control social, lo cual es imposible sin un poder organizado, y necesita también de la justificación y apoyo de ese control y poder por las personas, por las gentes, por los individuos que conforman la nación, el país, sin los cuales el propio poder nunca ha podido sobrevivir en el tiempo. El uso del poder —de cualquier tipo— tiene sentido y justificación en la medida en que produce calidad, orden, organización, eficacia. ¿Estamos ahora, de nuevo, frente a una incoherencia entre la teoría y la realidad? Dígalo usted.

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