11 agosto 2007

Un centenario interesante

Por José Alberto Medina Molero

A Teódulo López Meléndez

Sólo llevamos lo que el alma atrapa.
No puedo entrar con sueños
esta realidad exige flores de coraje

Edda Armas



En un ameno artículo, titulado “Historia sin Historia” (“El Nacional, domingo 05-08-07), Simón Alberto Consalvi apunta, refiriéndose a Rómulo Betancourt: “según cuentan los amigos, desde muy joven andaba en sus exilios con los 15 tomos del timbo al tambo. Sabía lo que para un político significaba conocer la historia del país. Una pequeña diferencia con 99.9% de los otros políticos”. Esta aseveración, que no es lo medular en el escrito del Consalvi, da pie para revisar un poco las características especiales, que se reunían en ese político cuyo centenario se acerca raudo.

Betancourt, fue un hombre de declarada y ardiente vocación de poder, que combinaba el pensar y meditar sobre los problemas nacionales, con la acción política (con ese trabajo, por ejemplo, que reseña curiosamente Carlos Andrés Pérez en sus Memorias Proscritas, en forma de células de 5 miembros por región geográfica), del género epistolar constante, infatigable, fecundo, lleno de directrices, de criterios, de líneas a seguir. Para estas labores supo rodearse (como corresponde a todo buen líder) de notables talentos (Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Mariano Picón Salas, Pérez Alfonso, Guerrero, Prieto Figueroa y otros) para ir hilvanando esa tarea de transformar positivamente el país, cosa que logró en parte, debido a las desviaciones que todos estos sistemas entrañan en su seno y a la ausencia de medidas correctivas oportunas. No obstante esto, siempre fue un político lúcido, valiente, alguien que no hubiese provocado invitaciones a funeral.

Todo aquello que debió estar en el quehacer de un político, estuvo presente en la obra y en la férrea personalidad de Rómulo Betancourt., desde saber interpretar la realidad de su momento, hasta fijar las coordenadas de lo que se necesitaba como esfuerzo creador para la redención (aunque parcial) de las grandes mayorías. Al guáramo personal, aportó talento, sabiduría política y un inmenso afecto pro su tierra. Como todo personaje publico erró, no cabe duda, pero sí de algo se puede estar seguro, es de la clara visión que tubo de lo que le tocaba desempeñar en la historia venezolana. Dedicó su vida entera a materializar esa visión con pasión e intelecto, con la sustancia de los hombres que mueven para bien los engranajes de sus pueblos, porque para entrar en la historia pisando duro, no sólo hay que soñar y concebir, sino que hay que tener una ardiente perseverancia y una proverbial paciencia para hacerlo realidad benéfica para todos.

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