El Universal
Hay cosas que no se pueden tolerar. Pueden tallarse códigos y sentencias en el Ávila y en el Pico Espejo. Puede regularse la pintura de labios de las mujeres, o la marca de pañales de los bebés. Pero hay cosas que no se deben tolerar jamás.
Tenemos años sufriendo un régimen que se ha burlado de la vida, de la propiedad privada, de la integridad humana y de la decencia. Es un "gobierno" de personas que hablan el idioma de la guerra, la primera vez que supimos de ellos fue cuando presenciamos unos tanques disparando y matando a venezolanos. Desde entonces pontifican sobre revolución, socialismo y el nuevo hombre. Es como si sus tanques y cañones asesinos hubieran abierto un hueco por donde se escaparon unos locos que vivían aislados del mundo, al margen de la historia universal.
Y como el país estaba cansado de tanta traición sufrida en el pasado, decidió entregarles el poder. Con los años, el error se hizo evidente. No hay más nada que discutir, uno no se sienta a razonar con desquiciados. Proponer el modelo castrista en el siglo XXI es exactamente lo mismo que creerse Napoleón Bonaparte. Debatir sobre las propuestas constitucionales lanzadas al ruedo es exacto a solicitar hoy una audiencia con el Zar Alejandro I.
El país le entregó la llave de su destino a la locura pero la gran mayoría no quiere vivir en un manicomio. El petróleo viste de gala a quien está desnudo. Es un traje que brilla, encandila y asusta, es el traje del Emperador¿ las galas de Bonaparte. Ahora pide que lo coronen, ve su retrato en el Musée d´ Orsay. La gente se percata, tiene miedo y se paraliza. Pero el tiempo es implacable. Los años pasan, las ilusiones son como hojas de otoño, la gente se cansa y claudica. No podemos permitirlo, esta es nuestra tierra. ¿Quién es pueblo aquí? No lo olvidemos, está en nuestras manos.
Tenemos años sufriendo un régimen que se ha burlado de la vida, de la propiedad privada, de la integridad humana y de la decencia. Es un "gobierno" de personas que hablan el idioma de la guerra, la primera vez que supimos de ellos fue cuando presenciamos unos tanques disparando y matando a venezolanos. Desde entonces pontifican sobre revolución, socialismo y el nuevo hombre. Es como si sus tanques y cañones asesinos hubieran abierto un hueco por donde se escaparon unos locos que vivían aislados del mundo, al margen de la historia universal.
Y como el país estaba cansado de tanta traición sufrida en el pasado, decidió entregarles el poder. Con los años, el error se hizo evidente. No hay más nada que discutir, uno no se sienta a razonar con desquiciados. Proponer el modelo castrista en el siglo XXI es exactamente lo mismo que creerse Napoleón Bonaparte. Debatir sobre las propuestas constitucionales lanzadas al ruedo es exacto a solicitar hoy una audiencia con el Zar Alejandro I.
El país le entregó la llave de su destino a la locura pero la gran mayoría no quiere vivir en un manicomio. El petróleo viste de gala a quien está desnudo. Es un traje que brilla, encandila y asusta, es el traje del Emperador¿ las galas de Bonaparte. Ahora pide que lo coronen, ve su retrato en el Musée d´ Orsay. La gente se percata, tiene miedo y se paraliza. Pero el tiempo es implacable. Los años pasan, las ilusiones son como hojas de otoño, la gente se cansa y claudica. No podemos permitirlo, esta es nuestra tierra. ¿Quién es pueblo aquí? No lo olvidemos, está en nuestras manos.
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