Por Liliana Fasciani M.
No es normal. No es racional. No es moral. No es comprensible. No es justo. Mucho menos, justificable. Sí, está muy trillado. Es como llover sobre mojado. Es hasta fastidioso. Pero hay que decirlo y repetirlo una y otra vez, las veces que haga falta, porque, sobre todo, es imperdonable.
Mientras en Caracas los ranchos se desmoronan bajo la lluvia, mientras el Guaire y las quebradas se desbordan, mientras avenidas y calles se inundan, mientras la gente pierde sus casas y sus cosas, pierde a sus familiares, vecinos y compatriotas, el presidente de este país, donde ocurren todas esas desgracias, viaja por Latinoamérica repartiendo el dinero que aquí, donde los venezolanos mueren ahogados, tapiados, asesinados, se necesita para evitar y remediar infinidad de problemas.
El “amado comandante” que llena las arcas en Bolivia, obsequia dinero en Argentina, petróleo en Cuba, gas en Uruguay, urbanizaciones en Nicaragua, ni siquiera mira hacia su propio pueblo. Porque aquí, en este país donde los pobres hacen vigilia frente a los ministerios, los indigentes duermen bajo los puentes y los niños payasean junto a los semáforos, en lugar de vítores, aplausos y guirnaldas de flores, el líder revolucionario sólo recibe quejas, reclamos, exigencias, súplicas.
¿Que ya se sabe? Sí, es verdad que se sabe. Lo sabemos nosotros, los venezolanos que vivimos y sufrimos en este país venido a menos, en este ex-país (como bien lo llama Blanco Muñoz) vuelto de revés desde la médula histórica hasta el meñique moral.
Pero aquí ya no hay país. Y por el camino que nos llevan, dentro de poco no quedará ni pueblo, sino un montón de gente atemorizada, resignada, jodida, como en la mísera y sufrida Cuba, donde ya no hay isla ni pueblo, sino cárceles y víctimas.
Hay que ser muy desconsiderado, pero mucho, para andar tan campante por ahí, pavoneando de rico y solidario, comprando falsas lealtades, mientras los venezolanos naufragamos entre la necesidad y la impotencia.
¿Le importa a Hugo Chávez lo que pasa en Venezuela? ¡Nada! Ni un poquito siquiera. Tampoco a los ministros, ni a los diputados, ni a los militares, ni a los funcionarios regionales ni municipales. No le importa a Clodosvaldo Russián, ni a Isaías Rodríguez, ni a Vielma Mora que alguien salga del país con 800.000 dólares en una maleta. No le importa a la Asamblea Nacional, que está a punto de convertirse en tribunal de inquisición contra los periodistas, ni a Pedro Carreño, que pretende ocultar la violencia con cifras disfrazadas y ridículas explicaciones. No les importa a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, que violan la Constitución con tal de legitimar las injusticias, ni a los rectores del Consejo Nacional Electoral, que manipulan la decisión de los electores.
Esa falta de interés por los problemas del país, esa arrogante indiferencia hacia el pueblo, esa impunidad consentida para la corrupción, ese despilfarro obsceno y descarado de nuestros recursos, no hacen más que ratificar la espeluznante indolencia y la inmoralidad de este gobierno.
Pero tanto o más indolentes e inmorales son los mandatarios de Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, Cuba y de esos otros países ahora “aliados”, que exprimen el manirrotismo de Chávez a costa del empobrecimiento de los venezolanos.
No es normal. No es racional. No es moral. No es comprensible. No es justo. Mucho menos, justificable. Sí, está muy trillado. Es como llover sobre mojado. Es hasta fastidioso. Pero hay que decirlo y repetirlo una y otra vez, las veces que haga falta, porque, sobre todo, es imperdonable.
Mientras en Caracas los ranchos se desmoronan bajo la lluvia, mientras el Guaire y las quebradas se desbordan, mientras avenidas y calles se inundan, mientras la gente pierde sus casas y sus cosas, pierde a sus familiares, vecinos y compatriotas, el presidente de este país, donde ocurren todas esas desgracias, viaja por Latinoamérica repartiendo el dinero que aquí, donde los venezolanos mueren ahogados, tapiados, asesinados, se necesita para evitar y remediar infinidad de problemas.
El “amado comandante” que llena las arcas en Bolivia, obsequia dinero en Argentina, petróleo en Cuba, gas en Uruguay, urbanizaciones en Nicaragua, ni siquiera mira hacia su propio pueblo. Porque aquí, en este país donde los pobres hacen vigilia frente a los ministerios, los indigentes duermen bajo los puentes y los niños payasean junto a los semáforos, en lugar de vítores, aplausos y guirnaldas de flores, el líder revolucionario sólo recibe quejas, reclamos, exigencias, súplicas.
¿Que ya se sabe? Sí, es verdad que se sabe. Lo sabemos nosotros, los venezolanos que vivimos y sufrimos en este país venido a menos, en este ex-país (como bien lo llama Blanco Muñoz) vuelto de revés desde la médula histórica hasta el meñique moral.
Pero aquí ya no hay país. Y por el camino que nos llevan, dentro de poco no quedará ni pueblo, sino un montón de gente atemorizada, resignada, jodida, como en la mísera y sufrida Cuba, donde ya no hay isla ni pueblo, sino cárceles y víctimas.
Hay que ser muy desconsiderado, pero mucho, para andar tan campante por ahí, pavoneando de rico y solidario, comprando falsas lealtades, mientras los venezolanos naufragamos entre la necesidad y la impotencia.
¿Le importa a Hugo Chávez lo que pasa en Venezuela? ¡Nada! Ni un poquito siquiera. Tampoco a los ministros, ni a los diputados, ni a los militares, ni a los funcionarios regionales ni municipales. No le importa a Clodosvaldo Russián, ni a Isaías Rodríguez, ni a Vielma Mora que alguien salga del país con 800.000 dólares en una maleta. No le importa a la Asamblea Nacional, que está a punto de convertirse en tribunal de inquisición contra los periodistas, ni a Pedro Carreño, que pretende ocultar la violencia con cifras disfrazadas y ridículas explicaciones. No les importa a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, que violan la Constitución con tal de legitimar las injusticias, ni a los rectores del Consejo Nacional Electoral, que manipulan la decisión de los electores.
Esa falta de interés por los problemas del país, esa arrogante indiferencia hacia el pueblo, esa impunidad consentida para la corrupción, ese despilfarro obsceno y descarado de nuestros recursos, no hacen más que ratificar la espeluznante indolencia y la inmoralidad de este gobierno.
Pero tanto o más indolentes e inmorales son los mandatarios de Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, Cuba y de esos otros países ahora “aliados”, que exprimen el manirrotismo de Chávez a costa del empobrecimiento de los venezolanos.
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Exprésate libremente.
En este blog no se permiten comentarios de personas anónimas.