Las revoluciones empiezan por la palabra y concluyen por la espada.
Jean Paul Marat
Jean Paul Marat
Los Estados y sus Gobiernos pierden capacidad de acción y de defensa del ciudadano.
Está a la vista en nuestro caso, allí está la inseguridad casi total, por ejemplo; algunas empresas se arruinan, sus dueños y administradores se enriquecen; algunas corporaciones globales, internacionales y algunos individuos muy ricos controlan la economía del mundo (de las cien primeras entidades económicas del mundo, la mayoría son empresas y no Estados), millones de ciudadanos pierden sus ahorros y pasan a la ruina por haber confiado en sus Estados, en sus Gobiernos, que se comprometieron a pagar sus pensiones y a garantizar sus depósitos bancarios, y millones de inversionistas han visto cómo se evaporan sus ahorros en las bolsas por haber confiado en grandes y consolidados “grupos” y en super expertos. Así lo trasmiten los medios masivos de comunicación por el planeta.
Todos confiamos en “el modelo aceptable y previsible”: en la socialdemocracia, en el liberalismo, en la utopía socialista y comunista, hasta en el fascismo y la teocracia, y pare de contar. Casi todos los días amanece un escándalo que mina la confianza en las personas, organizaciones, instituciones, etc. La sociedad, llamada “de masas”, está evolucionando.
Las denominaciones de marxistas, socialistas, liberales, comunistas, fascistas, teocráticos, anarquistas, están quedado para el mundo académico o para grupos minoritarios, menos en Venezuela, por ahora. La inmensa mayoría de ciudadanos no se sienten identificados con esos nombres porque no se sienten para nada “masa”, se sienten “individuos”, “personas”, “ciudadanos”, con sueños propios y cuyas preocupaciones esenciales tienen que ver con un contrato de trabajo legal, con defenderse de las presiones del gobierno y solucionar los problemas que el gobierno no soluciona, con encontrar casa y con los programas de entretenimiento de la televisión. Son muchos los ciudadanos que se sienten algo así como “de todo”.
¿Qué entendemos por crisis de confianza? Cuando la persona, el individuo, siente como enemigos y se siente traicionado y abandonado por las instituciones y corporaciones en cuya organización y fuerza llegó a confiar su vida, tales como el Estado (el sistema político) que cuidaba de él en situaciones extremas y le devolvía en su jubilación los esfuerzos de su trabajo, y las empresas a quienes había entregado sus ilusiones mediante el trabajo primero y sus ahorros después, para que le garantizasen seguridad a sus familias y solvencia en su vejez.
Estamos hablando de una nueva etapa y cambios en lo que se considera la “sociedad de masas”, o lo que es lo mismo, el cambio de los Estados y Gobiernos intervencionistas y de la cultura del facilismo. Todo lo contrario de cuanto está aconteciendo en Venezuela, de espaldas y/o en contra de la corriente universal.
Recuerde: están bien lejos las promesas y afirmaciones de los años 98 y 99. ¡Cuántas mentiras! Pero todo llega a su fin. “Imputar la revolución a los hombres es imputar la marea a las olas”, Víctor Hugo, 1802-1885, novelista Francés. ¡Cuánta necesidad interna se puede satisfacer con el dinero que se dispone para la compra de un submarino ruso! ¿Cuántos puestos de trabajo se dejan de abrir en Venezuela para los venezolanos y cuántos puestos de trabajo abren en Rusia con dinero venezolano?
Está a la vista en nuestro caso, allí está la inseguridad casi total, por ejemplo; algunas empresas se arruinan, sus dueños y administradores se enriquecen; algunas corporaciones globales, internacionales y algunos individuos muy ricos controlan la economía del mundo (de las cien primeras entidades económicas del mundo, la mayoría son empresas y no Estados), millones de ciudadanos pierden sus ahorros y pasan a la ruina por haber confiado en sus Estados, en sus Gobiernos, que se comprometieron a pagar sus pensiones y a garantizar sus depósitos bancarios, y millones de inversionistas han visto cómo se evaporan sus ahorros en las bolsas por haber confiado en grandes y consolidados “grupos” y en super expertos. Así lo trasmiten los medios masivos de comunicación por el planeta.
Todos confiamos en “el modelo aceptable y previsible”: en la socialdemocracia, en el liberalismo, en la utopía socialista y comunista, hasta en el fascismo y la teocracia, y pare de contar. Casi todos los días amanece un escándalo que mina la confianza en las personas, organizaciones, instituciones, etc. La sociedad, llamada “de masas”, está evolucionando.
Las denominaciones de marxistas, socialistas, liberales, comunistas, fascistas, teocráticos, anarquistas, están quedado para el mundo académico o para grupos minoritarios, menos en Venezuela, por ahora. La inmensa mayoría de ciudadanos no se sienten identificados con esos nombres porque no se sienten para nada “masa”, se sienten “individuos”, “personas”, “ciudadanos”, con sueños propios y cuyas preocupaciones esenciales tienen que ver con un contrato de trabajo legal, con defenderse de las presiones del gobierno y solucionar los problemas que el gobierno no soluciona, con encontrar casa y con los programas de entretenimiento de la televisión. Son muchos los ciudadanos que se sienten algo así como “de todo”.
¿Qué entendemos por crisis de confianza? Cuando la persona, el individuo, siente como enemigos y se siente traicionado y abandonado por las instituciones y corporaciones en cuya organización y fuerza llegó a confiar su vida, tales como el Estado (el sistema político) que cuidaba de él en situaciones extremas y le devolvía en su jubilación los esfuerzos de su trabajo, y las empresas a quienes había entregado sus ilusiones mediante el trabajo primero y sus ahorros después, para que le garantizasen seguridad a sus familias y solvencia en su vejez.
Estamos hablando de una nueva etapa y cambios en lo que se considera la “sociedad de masas”, o lo que es lo mismo, el cambio de los Estados y Gobiernos intervencionistas y de la cultura del facilismo. Todo lo contrario de cuanto está aconteciendo en Venezuela, de espaldas y/o en contra de la corriente universal.
Recuerde: están bien lejos las promesas y afirmaciones de los años 98 y 99. ¡Cuántas mentiras! Pero todo llega a su fin. “Imputar la revolución a los hombres es imputar la marea a las olas”, Víctor Hugo, 1802-1885, novelista Francés. ¡Cuánta necesidad interna se puede satisfacer con el dinero que se dispone para la compra de un submarino ruso! ¿Cuántos puestos de trabajo se dejan de abrir en Venezuela para los venezolanos y cuántos puestos de trabajo abren en Rusia con dinero venezolano?
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