31 octubre 2013

Un lunes cualquiera


Son las 5:15 de la mañana de un lunes de trabajo como cualquier otro. En la parada del Metrobús ya hay treinta personas en fila. Todavía está oscuro, pero las calles empiezan a llenarse, poco a poco, de sonidos de motores en marcha. Tomo el primer café del día mientras observo cómo el cielo cambia sus tonos desde el negro cerrado de la noche hacia los matices de un azul todavía indefinido. A las 5:30 en punto el transporte se detiene y los pasajeros, que ya son más de cincuenta, suben y se acomodan. Cuando el largo autobús de color verde arranca, en la parada permanecen siete personas. Para entonces, el techo de la ciudad se ha pintado de azul lila, el Ávila se ha desperezado y yo me sirvo la segunda taza de café, deseando que la tranquilidad del alba se prolongue durante toda la jornada.

No será así, lo sé de sobra. Ya es una rareza que a esta hora algún conductor no haya tocado su bocina, o que algún autobusete no haya pasado por la calle dejando una estela de música a todo volumen. Me conecto a la Internet para dar un vistazo a los diarios digitales. Las noticias me devuelven a la cotidianidad de la que todos quisiéramos huir. "En Venezuela ocurrieron 200 mil asesinatos durante los últimos 14 años". "Van 454 cuerpos ingresados a Bello Monte durante octubre". Todos los ruidos de esta urbe enloquecida no alcanzan a apagar los gritos de dolor e impotencia. No me conformo. Busco una noticia buena, una que sea capaz de opacar con su belleza las fealdades de esta realidad. Consigo algunas en la sección deportiva, pero no son suficientes.

A las 6:35 de la mañana, la luz que iluminó los lienzos de Reverón se desparrama, dorada y tibia, sobre Caracas. En la parada, casi un centenar de personas espera el siguiente Metrobús para ir a sus sitios de trabajo, a sus escuelas y a sus universidades, para hacer las diligencias del día y las colas frente a los supermercados. Miro a toda esa gente y me pregunto si todos volverán ilesos a sus casas esta tarde. Supongo que se habrán encomendado a Dios antes de salir. La fe es lo único que nos queda cuando se vive en el más completo desamparo, pero ni siquiera la fe nos salva de la maldad. "Robaron a feligreses durante una misa en Valencia".

26 septiembre 2013

El mejor país del mundo


Cada día se hace más difícil creer que vivimos en "el mejor país del mundo". Se multiplican los motivos para preguntarse: el mejor, ¿en qué?, y sobre todo, ¿cómo para qué?

El mejor país es aquel donde las personas encuentran las condiciones idóneas para realizarse y ser felices, pero Venezuela hace mucho tiempo que dejó de ser –o parecer– ese lugar. Desde el momento en que vemos restringidos nuestros derechos, como el de circular libremente por el territorio nacional, acceder a los bienes de primera necesidad, disfrutar de los servicios básicos, gozar de seguridad ciudadana y de seguridad jurídica, o elegir libremente a nuestros gobernantes, por mencionar algunos de los principales, entendemos que el Estado se fortalece brutalmente a costa de nuestra vulnerabilidad.

En Venezuela tenemos hoy en día una crisis moral tan profunda, que no bastarán cien años para devolverle a nuestra sociedad la decencia perdida. La corrupción se ha hecho masiva, está tan metida en todas partes que es imposible no percibirla, no sentir su áspero roce cuando pasa a nuestro lado o cuando se nos planta de frente, sin ninguna vergüenza, y nos desafía. En los supermercados y en los abastos, en los tribunales y en las notarías, en los bancos y en las compañías de seguros, en los destacamentos y en las alcabalas, en los hospitales y en las clínicas, en las escuelas y en las universidades, en las gobernaciones y en las alcaldías, en las empresas y en los comercios, en los autobuses y en los taxis, en el Metro y en los aeropuertos, en las aduanas y en las marinas, en los centros comerciales y en las buhonerías, en la Guardia Nacional y en las policías..., nada se consigue por las buenas, por la vía regular, por los medios legales.

La corrupción es la regla, porque la honestidad se ha vuelto excepcional, y se duda de cualquiera que sea –o intente ser–  honesto; el que se comporta bien está mal visto, como si trastabillara fuera del riel por donde se supone que debemos caminar si queremos obtener una respuesta, o solucionar un problema, o recibir justicia, incluso si lo que tratamos es de hallar un litro de aceite, o un poquito de silencio en el barrio, o un asiento en el vagón del Metro.

Si Venezuela es, según algunos, el mejor país del mundo, seguramente lo es para quienes delinquen, porque gozan de impunidad; para quienes negocian con los bienes del Estado, porque gozan de privilegios; para quienes abusan del poder, porque nada los limita; para quienes el fin justifica los medios, porque la revolución da para todo, principalmente para violar la Constitución, para perseguir y reprimir, para condenar sin necesidad de juicio previo, para corromper y ser corrompido sin ninguna consecuencia.

En nuestro país, que no es ni de lejos el mejor del mundo, hace falta mucho de familia, de formación de hogar, de educación de padres, de principios y valores enseñados a través del ejemplo, de constancia en el trabajo, de disciplina en los deberes, de orden en la casa de cada cual, de tolerancia y respeto por el otro, para llegar a tener patria.

12 septiembre 2013

Derechos a tajos por los atajos


La Asamblea Constituyente de 1999 parió a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que contiene un menú de lo más completo en materia de derechos humanos. ¿Para qué ha servido? Durante el imperio de la plaga revolucionaria, para que los esbirros de la represión y la muerte les hayan hecho un tajo a cada uno, comandados y/o respaldados por un régimen autocrático que se ha manifestado de muchas maneras enemigo acérrimo de los derechos humanos, de la libertad, de la democracia y de la Constitución.

Ahora, habiendo denunciado la Convención Americana de los Derechos Humanos, ya lo es explícitamente. Renuente a permitir visitas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al país, contumaz ante sus informes y recomendaciones, reacia a respetar, acatar y cumplir los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la decisión del régimen ha pretendido dejar fuera de la jurisdicción de ésta al Estado venezolano, aduciendo que el mecanismo de protección de los derechos humanos deja en el desamparo a los gobiernos y los obliga a obedecer sentencias dictadas con ojeriza. Grosso modo, tal fue el argumento del difunto cuando ordenó el estudio para la denuncia de marras.

Se equivocan los que piensan que este retiro favorece al gobierno ilegítimo y salva a sus integrantes, directos e indirectos, de las consecuencias derivadas de las violaciones que hayan cometido o de las que cometan contra los ciudadanos venezolanos y contra la Constitución. Los derechos humanos son inalienables, irrenunciables e imprescriptibles, y junto al umbral cuya puerta han cerrado, se han de abrir otros muchos atajos por donde seguirán transitando carretas llenas de denuncias de víctimas que no estarán dispuestas a callar.

06 septiembre 2013

Nicolás, el políglota


En todo el mundo existen más de 7.000 lenguas. El chino mandarín ocupa el primer lugar con más de mil millones de hablantes por número de nativos. Según el Anuario 2012 del Instituto Cervantes, le sigue el español, con casi 500 millones de hablantes por número de habitantes. Es éste, además, el idioma oficial en 21 países, uno de los seis idiomas oficiales en la Organización de las Naciones Unidas, el segundo más estudiado, después del inglés, y el tercero más utilizado en Internet con un incremento de más de 800% durante los últimos once años. En las redes sociales Facebook y Twitter, el inglés y el español son las lenguas en que se expresan más de 274 millones de usuarios.

Sin embargo, a Nicolás Maduro no le basta con que sus seguidores lo lean, en algunas ocasiones hasta con cierta dificultad, en su lengua materna. A pesar de sus archiconocidos deslices y dislates gramaticales, ortográficos, sintácticos, disléxicos y hermenéuticos, ha decidido comenzar a tuitear en inglés, francés, portugués y árabe, y se ha permitido anunciar que dentro de poco lo hará también en ruso y en chino mandarín.

Si el propósito de internacionalizar sus mensajes en distintos idiomas estuviere acompañado de su esfuerzo en aprenderlos como para atreverse a escribir en cada uno de ellos, uno podría pensar que el sujeto de marras, en el ínterin de su aventura turística en el transbordador de la Cancillería, descubrió las ventajas de la poliglotía, pero presumimos que el repentino interés no llega a tanto. De hecho, sus habilidades lingüísticas dejan mucho qué desear. ¿Recuerdan la lectura de aquel mensaje de pésame en francés que leyó en el velorio de su mentor? No comments!

La verdad es que si ya le cuesta bastante comunicarse fluida y correctamente en español, y sus discursos, además de insustanciales, repetitivos y aburridos, chapotean en el fango de la procacidad, ¿cómo cree que puede tuitear en distintos idiomas, cuando no domina ni siquiera el propio?

Basta leer uno de sus tweets en inglés para comprobar la pésima traducción: I am in constant touch, in real time, with the Power Chiefs of Staff and leading power restoration in centralwestern part of the country... (@maduro_en). Tampoco la siguiente oración en francés está bien construida, por lo que pierde su sentido: C'est clair q la main de ceux qui veulent affaiblir n. pays est impliquée, suivons le chemin du travail et prospérité. Unité et progrès! (@maduro_fr). No tengo la menor idea de qué será lo que dice aquí, pero confío en que alguno de los lectores domine el árabe y nos revele el misterio de esta frase u oración: رئيس جمهورية فنزويلا البوليفارية. ابن تشافيز. نبني الوطن بكفاءة ثورية (@maduro_ar).

Así, pues, sólo hay dos maneras de que Nicolás escriba en cualquier otro idioma: utilizando el traductor online de Google, que es gratuito, pero abunda en errores de interpretación, debido a que la máquina no comprende el contexto de ciertas expresiones; o contratando a un equipo de traductores profesionales, cuyos honorarios no quiero imaginar, y si este fuere el caso, se perdieron esos reales.

29 agosto 2013

El secreto mejor guardado del Caribe



Un eslogan perfecto para despertar la curiosidad y el interés es el que promociona(ba) a Venezuela como destino turístico ideal: "Venezuela, el secreto mejor guardado del Caribe". No hay quien se resista a conocer un secreto, pero según el Índice de Competitividad en Viajes y Turismo de 2013, elaborado por el World Economic Forum, Venezuela está en el lugar 113 en la clasificación mundial de 140 países, con 3,41 puntos en una escala del 0 al 7, muy lejos de Suiza, Alemania y Austria, que ocupan los tres primeros lugares.

Los factores que determinan las condiciones de cada país en materia de políticas y regulaciones, seguridad y protección, salud e higiene, infraestructura de transporte aéreo y terrestre, infraestructura turística, tecnología comunicacional, competitividad de precios, recursos humanos, naturales y culturales, y la priorización de viajes y turismo, arrojan resultados negativos para nuestro país. No podría ser de otro modo, considerando el proceso de destrucción progresiva, en lo material y en lo moral, durante los últimos catorce años.

Hace tres semanas conocí a una profesora francesa que las ha pasado canutas desde su llegada. Apenas pisó suelo venezolano, se dio cuenta de que su maleta ya no tenía el candado que le había puesto y le faltaban algunas pertenencias. Quiso alquilar un pequeño apartamento, y la agencia inmobiliaria le ofreció uno que estaba en pésimas condiciones, con colchones manchados por la humedad, paredes, ventanas y espejos rotos, cables colgando encima de la bañera, muebles asquerosos, un arrume de corotos en las esquinas y mucha suciedad en todas partes, nada menos que por treinta mil bolívares. Intentó abrir una cuenta bancaria, y le exigieron tantos requisitos que debió desistir. Quiso retirar dinero de un cajero electrónico con su tarjeta de débito francesa y, por supuesto, no pudo hacerlo. Cuando le expliqué el rollo del control de cambio, su expresión era de portada. Fue a una tienda de computación para que repararan una falla en su laptop, y en el proceso le volaron la data del equipo. Fue a una oficina de Ipostel a retirar una caja de libros que ella misma envió antes de partir hacia acá, y lo que apareció fue una bola de cartón envuelta en un kilómetro de cinta de embalaje, que no le entregaron porque, según el funcionario de Ipostel, no tenía remitente ni destinatario.

El viacrucis a Ipostel durante dos días seguidos, sin éxito aún, rebasó su capacidad de comprensión y su paciencia. La pobre mujer lloraba desesperada, sin poder entender qué sucede en este país, donde todo le ha resultado tan extremadamente complicado, donde las personas mienten sin que se les mueva un músculo de la cara, donde no se puede caminar de noche por las calles, ni llevar dinero en la cartera, ni cambiar 100 dólares en un banco.

El secreto mejor guardado del Caribe no es Venezuela y sus bellezas naturales, sus tradiciones, su gastronomía y su cultura, sino las cuentas en divisas extranjeras de un montón de gente bien enchufada en el régimen espurio, que además utiliza la Asamblea Nacional para imponer leyes que castigan la mala conducta de unos pocos, en vez de legislar para garantizar las libertades y los derechos de todos.

Este fin de semana, la francesa decide si se queda por el tiempo que pensaba estar aquí, o si coge sus macundales y se va.

15 agosto 2013

¿Qué hacer con la Asamblea Nacional?



La Asamblea Nacional venezolana es ahora cualquier cosa, menos un Parlamento. Allí no se celebran sesiones, sino ejecuciones a priori; no se desarrollan debates, sino peleas callejeras; no se legisla, sino que se insulta y ofende con adjetivos soeces, sin el mínimo respeto entre los propios diputados, muchísimo menos hacia los ciudadanos.

Observar los gestos violentos y escuchar los gritos destemplados de esa gente que, además de violar impunemente la Constitución, se comporta y habla como si estuviese en un burdel, lo que da es asco. Ningún venezolano decente puede sentirse representado por individuos de tan baja calaña, sin educación, sin modales, sin respeto y sin vergüenza. Tampoco por quienes se limitan a levantar un cartelito y guardan silencio para no rebajarse.

Lo que ocurre en ese sitio es culpa nuestra, enteramente nuestra, de cada uno de los electores que votamos por quienes hoy ocupan esas butacas, y me refiero a todos los diputados, a los del oficialismo y a los de la oposición. Nosotros los llevamos hasta allí, porque suponíamos que serían dignos representantes de nuestros derechos y que ejercerían cabalmente sus funciones. Es obvio que nos equivocamos.

En estas condiciones, no hay posibilidad alguna de diálogo, de discusión racional, de análisis serio, de debate político. No hay manera de lograr un consenso en medio de una refriega tan caldeada y salvaje, en la que se pierden los papeles, se vuelan los tapones y estalla la iracundia. En esa Asamblea Nacional donde predominan el odio, la intemperancia, la violencia, la arbitrariedad, se está haciendo trizas la política, se está destruyendo el último espacio que queda de la muy malograda democracia.

Hemos perdido las instituciones, hemos perdido todas las garantías de nuestro derecho al voto, hemos perdido nuestro derecho a la seguridad jurídica, hemos perdido nuestro derecho a manifestar libremente, y cada día perdemos los pocos pedazos que restan de otros derechos y libertades que son constantemente vulnerados.

Los acontecimientos en la Asamblea Nacional no son simples episodios pasajeros protagonizados por unos cuantos impresentables. Cuanto sucede allí es mucho más importante que una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, o que una decisión del Ejecutivo, porque lo que se hace y se dice dentro del hemiciclo, es también responsabilidad nuestra.

Ya en el extremo de lo imperdonable, nos toca a nosotros decidir si aceptamos un burdel por Asamblea, o si por fin la adecentamos…, o si cerramos la puerta y tiramos la llave al Güaire.

08 agosto 2013

Los políticos del sombrero mágico


Si hay un oficio difícil, exigente, comprometedor y serio, ese es el de hacer política. Hay que tener vocación de servicio para dedicarse a ello, y estar dispuesto a trabajar sin horario ni fecha en el calendario. Hay que tener ciertas condiciones físicas, psicológicas e intelectuales, pero sobre todo hay que sentir una inquietud incurable por la injusticia y un interés permanente en el prójimo. Dicho de otro modo, hay que obedecer al animal político que se lleva adentro.

La política como oficio es un arte. La palabra deriva de la expresión griega politiké techne, que significa el arte propio de los ciudadanos, el arte de vivir en sociedad y de intervenir activamente en las cosas relativas al Estado. Para los antiguos griegos, la virtud consistía en el interés y la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos.

Hoy en día, la palabra «virtud» tiene otras acepciones, y en la actividad política hay muchos aficionados y muy pocos artífices. Las consecuencias de que sean los aficionados los que marquen las pautas del quehacer político están a la vista. Una de ellas es haber suprimido los instrumentos más esenciales de este arte, como son el diálogo y el consenso.
 
No obstante, los aficionados se multiplican como conejos que saltan del sombrero de un mago. Tal es el caso de algunos candidatos del PSUV a las próximas elecciones municipales, quienes han desarrollado su talento en ámbitos muy distintos, incluso completamente ajenos, al escenario político. Son personas destacadas en sus respectivas áreas y se les reconoce por ello, pero hasta ahora no habían desvelado, al menos públicamente, ninguna preocupación por los problemas sociales, ni habían sometido a la consideración de la sociedad ninguna propuesta política. De hecho, uno de ellos ni siquiera se había tomado la molestia de inscribirse en el Registro Electoral hasta el año 2007, a los 33 años de edad, lo que da una idea de cuán poco le importa(ba) la política.

Si los aspirantes a cargos públicos no toman en serio la responsabilidad y el compromiso que implica ser Alcalde o Concejal de un municipio y si los electores no toman en serio el alcance de su decisión a la hora de ejercer el voto, unos y otros seguirán impulsando la antipolítica, que es la negación de la política como arte social de cívica convivencia y como oficio especializado en la ejecución de políticas públicas.

25 julio 2013

Inmunidad Parlamentaria

Diputado Richard Mardo
En la Constitución venezolana, la inmunidad parlamentaria es una prerrogativa expresamente consagrada en el artículo 200: “Los diputados o diputadas a la Asamblea Nacional gozarán de inmunidad en el ejercicio de sus funciones desde su proclamación hasta la conclusión de su mandato o la renuncia del mismo”.

Allanar la inmunidad parlamentaria de un diputado no es un asunto de poca importancia, en primer lugar, porque se trata de un cargo de elección popular, y en segundo lugar, porque la razón de ser de dicha prerrogativa no es defender a la persona que funge como legislador, sino proteger el ejercicio libre e independiente de sus funciones parlamentarias, por una parte, y por otra, evitar que mediante confabulaciones se intente llevar a cabo algún tipo de retaliación política.

De ninguna manera debe confundirse la inmunidad con la impunidad, pues aquélla no es una mampara para los delitos o hechos ilícitos que pudieren cometer los diputados durante el ejercicio de su representación. El artículo 200 de la Constitución vigente establece que “De los presuntos delitos que cometan los o las integrantes de la Asamblea Nacional conocerá en forma privativa el Tribunal Supremo de Justicia, única autoridad que podrá ordenar, previa autorización de la Asamblea Nacional, su detención y continuar su enjuiciamiento”.

Por lo tanto, el procedimiento exige que antes de llevar a juicio a un diputado, se cumpla con el requisito previo contemplado en el ordinal 20 del artículo 187 de la Constitución: “La separación temporal de un diputado o diputada sólo podrá acordarse por el voto de las dos terceras partes de los diputados y las diputadas presentes”.

Escribo este artículo pocas horas antes de que la decisión de allanar la inmunidad del diputado Richard Mardo se realice con el voto de 2/3 de los miembros de la Asamblea Nacional o con el voto de una mayoría simple. Si ocurriere esto último, esa mayoría simple de legisladores estaría violando impunemente la Constitución y la voluntad de los electores que eligieron al diputado Mardo como su representante, pero además, se estaría ejecutando una vil venganza política, muy propia de regímenes que, como el actual gobierno ilegítimo, se esmeran en la interpretación arbitraria de la Constitución y las leyes.

11 julio 2013

Juguetes sospechosos


Pertenezco a una generación que creció corriendo en bicicleta alrededor de la cuadra, jugando a los piratas, haciendo fiestas de muñecas y patinando en unos bólidos de cuatro ruedas. Lo normal era jugar al aire libre. Nuestros pasatiempos eran sencillos e inofensivos. ¿Qué daño podían causar unos yaquis, o una pista de trenes, o una pistola de chupones? La diversión de los niños no era entonces una prioridad que les quitara el sueño a nuestros padres, y cualquier aproximación al estado de aburrimiento era inmediatamente solucionada mediante alguna actividad escolar o doméstica.

Los tiempos han cambiado, y también las opciones de entretenimiento, los horarios y espacios de juego, la utilidad de los juguetes. Las circunstancias han metido a los niños en sus casas –o en las casas de sus amigos-, a medida que la tecnología ha creado nuevos y sofisticados trebejos, que han evolucionado desde el popular Super Mario Bros (1985) hasta el increíble simulador Wii Sport (2006), a lo largo de casi tres décadas de consolas y plataformas recreativas en las que también han tenido lugar épicas confrontaciones bélicas.

Hay quienes afirman que esta clase de juegos incentiva la violencia en los jugadores, que éstos se mimetizan en la conducta de los personajes que asumen, que las muchas horas que pasan frente a la consola los idiotizan, que el afán de vencer al enemigo los vuelve irascibles. Otros, como el psicólogo Christopher Ferguson, especialista en justicia criminal de la Universidad Texas A&M, asegura que las investigaciones no han demostrado hasta ahora que los videojuegos incrementen las conductas agresivas ni que disminuyan conductas prosociales.

Los que hicieron la guerra a lo largo de la historia de la Humanidad quizás en su infancia jugaron con espadas de madera, tal como los chicos de muchas generaciones posteriores  jugaron a los vaqueros y los indios. Sin embargo, no parece lógico pensar que dichos juegos desataron en ellos un instinto belicista, ¿o sí?

Una sociedad que se mueve a mayor velocidad que las agujas del reloj, en espacios cada vez más reducidos, sometida a todo tipo de riesgos y temores, necesita imputarle a alguien o a algo las causas de sus desajustes. Venezuela está entre los primeros cinco países más violentos del mundo. ¿Debemos suponer que esos matones han vivido su infancia y adolescencia entrenándose frente a una consola de videojuegos?

El espía invisible



Aparentemente, no hay nadie más en mi estudio cuando me dispongo a escribir este artículo. Frente a mi escritorio, una copia litográfica de "Mujer sentada de espalda" de Matisse. La descarto como potencial espía, no sólo porque está de espalda, sino porque está siempre tan concentrada en sus propios pensamientos, que todo le es absolutamente indiferente.

Detrás de mí, la cabeza de un viejo pirata cuyo barco naufragó quién sabe dónde. Hemos estado intercambiando secretos desde que yo era una niña y su atalaya era una pared de la oficina de mi padre. Ahora vive en mi casa. Somos viejos amigos, pero él es un pirata, y de repente se me ocurre que por un botín de cierto valor, quizás estuviera dispuesto a... ¡No! Lo descarto también, entre otras razones, porque tiene un parche en el ojo izquierdo, y además no quiero herir sus sentimientos con una elucubración tan ofensiva.

Paseo mi mirada por la biblioteca y tropiezo con rostros familiares y amigables, sonrisas afectuosas, enmarcados en portarretratos que han congelado diversos momentos de los que también yo he participado. No podría dudar de ninguno de ellos. Así, pues, que comienzo a teclear, convencida de que todo está en orden, porque estoy en mi casa, y nadie -que yo sepa- ha venido a instalar cámaras ocultas, ni micrófonos diminutos. Sin embargo, de vez en cuando vuelvo a echar un vistazo a mi alrededor para cerciorarme de que no hay nada sospechoso.

Sigo escribiendo, pero un estridente bocinazo me hace soltar una mentada de madre, entonces me doy cuenta de que la ventana está abierta y la persiana recogida hasta el tope. Un par de zamuros podrían entrar juntos a través de ella sin rozar el marco y dejar caer en un rincón algún dispositivo. Cualquier habitante del edificio de enfrente podría creerse L. B. Jefferies, el protagonista de "La ventana indiscreta" (Hitchcock) y enfocar perfectamente hacia aquí con unos binoculares o una cámara fotográfica. Cualquier arrendatario del mismo edificio podría sentirse igual que Trelkovsky en "El inquilino" (Polanski) y pasarse el día entero espiándome, si estuviera convencido de que tengo la intención de enloquecerlo. El ojo omnipresente del gran hermano orwelliano en "1984" podría seguir el movimiento de mis dedos sobre el teclado y adivinar lo que escribo. El mismo Cañizales podría detener su máquina del aire justo enfrente y lanzarme un toronto envuelto en un papel laminado con partículas trasmisoras de huellas dactilares, que alguien disfrazado de indigente recogería después en la basura.

La verdad es que el espía más peligroso no es Snowden, ni los rusos, ni el G2 cubano; el único espía al que hay que temer es a la conciencia. Invisible, intangible, omnisciente, imposible de evadir o de ignorar, inmune al contraespionaje, a los antivirus y a los insecticidas. Insobornablemente delatora. Ni aun quienes pareciera que no la tienen, han podido deshacerse de ella.

04 julio 2013

Federalismo y descentralización



Si Caracas ya no es lo que era, los pueblos y ciudades del interior están lejos de llegar a ser urbes modernas y bien desarrolladas con un crecimiento económico sostenido, un nivel cultural en ascenso y un conjunto de servicios eficientes.

A pesar de que el artículo 4 de la Constitución vigente afirma que Venezuela es "un Estado federal descentralizado", lo cierto es que ni el federalismo ni la descentralización han prosperado nunca, entre otras razones, porque no ha habido voluntad política para ello, y porque cuantos han desfilado por los gobiernos de turno han temido perder cuotas de poder.

La dependencia, principalmente económica, de los gobiernos regionales y municipales respecto del gobierno nacional les ha convertido en mendicantes de sus propios recursos, cuyas ganancias maneja y distribuye el Ejecutivo sin criterio de equidad (o sin criterio alguno). Máxime en estos tiempos de soberbia intemperancia y de intolerancia ideológica, que han redundado en lamentables perjuicios para la provincia, donde el deterioro de la infraestructura y el pésimo funcionamiento de los servicios no se pueden ocultar bajo un brochazo de pintura en el asfalto.

Es imprescindible que el próximo nuevo gobierno tome en serio la necesidad de concretar, definitivamente, las bases del federalismo que den lugar a un proceso de descentralización responsable y eficaz que favorezca el desarrollo y el progreso de todo el país, sin depender del caprichoso arbitrio presidencial.

21 junio 2013

¿Por qué son necesarios los capitalistas?


El socialismo se vende como bueno, aduciendo que el capitalismo es malo, porque éste hace a los hombres egoístas, ambiciosos, consumistas y avaros. Pretende que todos los medios de producción estén en manos del Estado, cuando es un hecho difícil de refutar que en cuanto el Estado pone sus garras en dichos medios, los arruina, desmejora en todos los aspectos la situación laboral de sus trabajadores y condena al pueblo a arrastrarse por la calle de la amargura.

La prosperidad de una nación depende en buena parte del talento, determinación y capacidad de sus ciudadanos para llevar a cabo sus planes particulares de desarrollo tecnológico y progreso económico, cuya repercusión e influencia en la sociedad son inevitables.

History Channel presenta en estos días un documental titulado "Gigantes de la industria" (The Men Who Built America), que narra cómo un pequeñísimo grupo de hombres realizaron sus ideas, amasaron sus fortunas y contribuyeron a la construcción de  Estados Unidos de América después de la Guerra de Secesión que tuvo lugar entre 1861 y 1865.

Cornelius Vanderbilt, John D. Rockefeller, Andrew Carnegie y J.P. Morgan fueron capaces de vislumbrar rendijas de luz a través de la oscuridad, de encontrar opciones para surgir en medio de la crisis, de impulsar la economía nacional a partir de su ambición de riqueza, de disparar la industrialización del país y producir cambios favorables en el estilo de vida de los norteamericanos mediante la ejecución de sus objetivos individuales, lo que además incluyó brindar a otros, como los inventores Thomas A. Edison y Nicola Tesla, la oportunidad y los recursos necesarios para demostrar la utilidad de sus innovaciones.

Eran hombres con instinto e inteligencia, una voluntad inquebrantable, una estricta disciplina de trabajo, una seguridad en sí mismos a prueba de obstáculos y de fracasos, y una confianza plena en el honor de la palabra. Eran también -todo hay que decirlo- hombres extremadamente codiciosos, competitivos y audaces; tan poco escrupulosos como bien dispuestos a borrar la línea entre el bien y el mal para defender sus fortunas y alcanzar sus metas; decididos a aplastar a sus rivales con tal de conservar el monopolio de sus empresas; indiferentes a las terribles condiciones laborales de sus trabajadores. En 1865, la regla era que no había reglas, puesto que el país recién despertaba de la pesadilla de la guerra.

Vanderbilt conectó a más de la mitad de la nación mediante su red ferroviaria y construyó la primera estación central de trenes en Nueva York; Rockefeller, gracias a sus refinerías de petróleo que producían primero keroseno y más tarde gasolina, iluminó los hogares de ricos y pobres, y facilitó el funcionamiento de los nuevos motores de combustión interna; Carnegie construyó el primer puente que unió las costas Este y Oeste del país a través del río Mississippi, e impulsó las construcciones de otros puentes, edificios y rascacielos con la industrialización del acero; Morgan electrificó todo el territorio norteamericano al financiar los inventos de Edison y adoptar la corriente alterna de Tesla.

Estos hombres, con sus virtudes y sus vicios, sus aciertos y sus excesos, marcaron el rumbo por donde Estados Unidos se encaminaría para transformarse, en apenas tres décadas, en una potencia mundial. En ese trayecto, legaron voluntariamente a sus compatriotas una parte de su multimillonario patrimonio personal mediante donaciones, subvenciones y fundaciones dedicadas a la salud, la educación, las artes y la investigación científica, que al día de hoy se han multiplicado en provecho también de personas e instituciones de otros países.

En la historia industrial de Venezuela destacan familias exitosas de la talla de los Boulton, los Mendoza Fleury, los Bigott, los Mendoza Goiticoa y los Cisneros, cuyas empresas han destinado, casi desde sus inicios, una parte de sus ingresos a la constitución y apoyo de fundaciones de carácter filantrópico que han redundado en beneficio de muchísimos venezolanos.

13 junio 2013

¿Hay alguna novedad en las noticias?

Hay días en los que uno prefiere no enterarse de nada, no saber qué sucede a media cuadra, ni en el pueblo vecino, ni en ningún lugar del mapa. Hay veces en que la rutina informativa cansa, precisamente porque las noticias diarias son tan parecidas que uno se pregunta si no serán las mismas, frecuentemente protagonizadas por los mismos personajes que repiten las mismas sandeces, pero narradas de diversas maneras en fechas distintas.

En nuestro país, la novedad es que ha habido muy pocas novedades en los últimos quince años. Por más que el régimen anuncie nuevos planes, medidas y misiones, ninguno de estos ha cambiado en nada, excepto en los nombres, siempre rimbombantes, extensos e imposibles de memorizar. La política enfoca invariablemente a los mismos actores, se rige por las mismas causas y utiliza los mismos métodos.

Tampoco ha habido nuevas en la cotidianidad de los venezolanos. El problema de la escasez de productos que ocupa los titulares de las últimas semanas comenzó hace una década, a raíz de las confiscaciones y expropiaciones; el de la inflación desbocada viene cabalgando desde lejos a lomo del giordanismo utópico; el de la inseguridad es de tan remota data, que ya ni recordamos cuándo se colocó la primera concertina eléctrica ni quién fue el primer muerto por el hampa; el de los salarios de los docentes universitarios, como el de los médicos y los policías, es un atavismo histórico; el de la criminalización de las manifestaciones y de la disidencia se pierde de vista en el tiempo; el de las violaciones a los derechos humanos es un mal hábito de éste y de todos los gobiernos anteriores; el de la corrupción no solo parece irresoluble, hasta podría incluirse, ilustrado en un abanico de billetes, en el escudo nacional.

¿Cuál es, entonces, la noticia? Quizás sea la recurrencia de los acontecimientos. ¿Dónde está la novedad? Quizás en las reacciones que todavía provocan hechos a los que no nos acostumbramos. Es interesante ver la abundancia de comentarios y enconadas réplicas y contrarréplicas al pie de las malas noticias, pero a las buenas casi nadie les dedica un aplauso. No se escriben expresiones de elogio con la misma frecuencia que se escriben críticas, quejas y reclamos.

Según el DRAE, noticia es "noción, conocimiento". Noticiar es dar a conocer "una comunicación antes desconocida". Una noticia bomba es "la que impresiona por ser imprevista y muy importante".

La última noticia bomba que conocimos fue la del audio de Mario Silva. Sin embargo, cuando lo escuchamos, nos dimos cuenta de que sus revelaciones simplemente confirmaron lo que ya sabíamos o suponíamos. No es noticia, en cambio, que el ministro de Finanzas diga que "la dificultad de la economía es la inflación", pero lo noticioso de esta declaración parece que radica en que lo dice como si acabara de descubrir un nuevo continente.

Hoy es uno de esos días en que hubiese preferido no leer la prensa, ni escuchar la radio, ni ver el noticiero de la televisión, pero sucumbí a la expectativa de encontrar alguna novedad en las noticias, y en efecto la encontré: "El papa Francisco recibirá a Nicolás Maduro".

06 junio 2013

Lenguas insolentes



Hay expresiones tan infelices que jamás debieran pronunciarse. Muchas de ellas son ofensivas a la mayoría de quienes las escuchan; por lo general, sus decidores se muestran impúdicamente osados en lo que constituye un desafío a ciertos principios y reglas de suprema importancia.

Hace unos días, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, plenamente consciente de la grave situación político-electoral que se vive en Venezuela, no tuvo el menor empacho en justificar su negativa a incluir el tema de Venezuela en los debates del Consejo Permanente que se celebra en Guatemala. En una entrevista declaró muy campante: "si hay 34 países miembros y ninguno plantea el tema, eso quiere decir que no hay mucho ambiente para tratarlo en esta organización... Si no lo plantea uno, no lo planteará el secretario general".

Sin embargo, en el año 2009, sí le pareció que había "ambiente" para proponer a los cancilleres reunidos en Honduras la eliminación de la resolución adoptada por la OEA en 1962 contra Cuba, más por tener un régimen comunista que por el hecho de que éste es autocrático, y calificó dicha resolución de "obsoleta y un residuo de la Guerra Fría". Por lo visto, el insulso secretario está más interesado en lograr la reincorporación a la OEA de un país en el que impera una dictadura ya cincuentenaria, que en contribuir a la solución de los problemas de fraude electoral y de ilegitimidad de quien funge como presidente en Venezuela.

Si bien el señor Insulza no me inspira ningún respeto ni un ápice de confianza, no solo por lo que dice, sino por su deliberado silencio ante tantas irregularidades y arbitrariedades que cometen algunos jefes de Estados miembros de la OEA, la función del cargo que ejerce exige de su parte un mínimo de sindéresis, en lugar de la recurrente exhibición de su preferencia política, que lo inclina hasta la postración hacia la izquierda más desequilibrada.

Otra de esas frases que no pueden borrarse ni a fuerza de lija la pronunció esta semana una de las rectoras del Consejo Nacional Electoral. A propósito del tema de las impurezas del Registro Electoral, salió a relucir el problema –jamás resuelto- de los muertos que votan, que es, por cierto, uno de los varios motivos que dieron lugar a la impugnación de las elecciones presidenciales realizadas el 14 de abril de 2013  por parte del líder de oposición Henrique Capriles Radonski.

La rectora Socorro Hernández, al restar importancia a este asunto, que consideró "parte de una diatriba política" con la que se pretende generar una matriz de opinión, aseguró que "los muertos no votan", pero que el hecho de que haya denuncias debido a que algunos muertos sí votan "no tiene que ser motivo de escándalo".

Es un poco desconcertante escuchar y leer expresiones de este tenor, porque cuando uno pone todo su empeño en aplicar la buena fe y conceder el beneficio de la duda..., resulta que no hay manera de salvarlos de su propia insolencia.

17 mayo 2013

Las cuitas de Mario Silva


Mario Silva, el más inmoderado y soez de los voceros del régimen chavista hoy espurio, se convirtió en noticia de primera página esta semana al recibir un poco de su propio veneno. El dirigente de oposición Ismael García logró obtener un audio en el que se escucha una conversación entre el susodicho y un funcionario del G2 cubano de nombre Aramis Palacios, que le está dando la vuelta al mundo por las revelaciones que contiene.

“Deprimido y arre…batado”, Mario se confiesa con Aramis, cual pecador atormentado por la mala conciencia, pero no la suya, sino la de los otros, los falsos comunistas, los traidores de la revolución, los corruptos que se lo roban todo, los conspiradores que quieren derrocar al lerdo, de cuya capacidad para estar donde lo pusieron dudan hasta sus propios aliados. Mario le pinta dibujitos de CADIVI y del SENIAT a Aramis, y Aramis se los aprende como si fuesen mapas, mientras despacha rápidamente las llamadas telefónicas inoportunas. Entre un dibujito y otro, la confesión deviene en chisme y Mario le pone morados los ojitos azules a Diosdado. Mario, a cuenta de que es calvo, le cae a Cabello con todo lo que le amarga la vida y lo deja tendido en la lona, por malagente y quintacolumna.

Es que Mario sabe mucho, y el peso de tanto zurullo le está formando una giba en el cielo de la boca, por eso se desahoga con Aramis, el buen oyente, que apenas dice una que otra frase incompleta. ¡Cuánto han aprendido los cubanos en medio siglo de rutinas silenciosas! Mario, en cambio, no se detiene, haciendo gala de su feraz vocabulario escatológico, se comporta como un amante desairado que rumia sus penas y ejecuta su venganza despotricando del que se llevó a su amada.

Entre alicaído e irascible, habla de lealtades y traiciones. Aramis para las orejas, porque si hay algo que le interesa saber al tío Raúl es quiénes son los que marchan por la calle del medio y quiénes los que se arrastran en las sombras. Mario dice que Molero -a quien tutea, así de pana- es un “operador”, o sea, es burda de leal, es de los que raspan el sable en el asfalto de la calle y si hay que dejarla manchadita de plasma, pues se deja y punto, sino para qué es Ministro de la Defensa, ¿verdad?

Por el hombrillo, en cambio, una tal “Cruela” Cestari camina a la sombra, como dice Mario que deben caminar las mujeres de los caudillos, pero ni Nicolás es un caudillo ni la mujer de Nicolás es la Cestari, su mujer es Cilia Flores -a quien, dicho sea de paso, una promesa aún no cumplida la tiene vestida y alborotada-. Así será el alboroto, que hasta invitaron a unos artistas con pinta de “oportunistas” para que le cantaran a Nicolás, y el pánfilo, en vez de cantar con ellos, quedó fascinado contemplándose a sí mismo en una suerte de transfiguración mística, allá en el Cuartel de la Montaña, que ya desplazó a la montaña de Sorte. Dice Mario que no le gustó nadita ni una cosa ni la otra, y que él no se mete en los misterios del más allá desde que Marx le advirtió que si quería fumar, ese no era el opio bueno, pero como Marx era alemán y Mario es venezolano, no pudo evitar que en su “malvada y maquiavélica cabeza” entrara de sopetón el fantasma de Diógenes Escalante.

Sin embargo, eso no fue nada comparado con el susto de espanto y brinco que le pegó el cacerolazo del 23 de Enero. ¡Cuánta ingratitud! Mario se estruja la nariz y recuerda a Fidel cuando le dijo “que él no entendía por qué Chávez no había terminado con las elecciones burguesas”. Mario se responde solito, esgrimiendo un argumento fidelista que corta de un solo tajo cualquier cabeza pensante, sencillamente “porque el pueblo se equivoca”, por lo tanto, él, que se cree tan infalible como aquel, “está absoluta y totalmente de acuerdo”. Vaya uno a saber qué piensa Aramis al respecto.

A estas horas, Mario sigue lloriqueando sobre el hombro de Aramis, el buen oyente que ni siquiera bosteza. Le confiesa que tiene miedo, que está deprimido, que está furibundo, que está metido en un mar lleno de heces, infestado de tiburones cuyas feroces dentelladas están acabando con la balsita revolucionaria, y que si Nicolás no manda a Cilia para la cocina y de una vez por todas coge el timón con ambas manos, la maltrecha balsita, que ya deriva y mucho, se hundirá irremediablemente -a Dios gracias- en el mero mar de la infelicidad.

Colorín, colorado, este cuento aún no ha acabado.

16 mayo 2013

La adicción al poder


Parece que lo único malo de ser Presidente es dejar de serlo. En la tentación de repetir en el cargo caen por igual demócratas y autócratas, sean de derecha, de izquierda, de centro o de algún extremo, tanto si el sistema es presidencial, semipresidencial, parlamentario o dictatorial. La ambición de poder no queda satisfecha con la primera experiencia, ni siquiera cuando el miedo o la culpa los obliga a renunciar (Fujimori), o cuando se van, rayando en el fracaso (Alan García), y mucho menos si terminan su gestión con un elevado porcentaje de popularidad (Bachelet). Una vez que traspasan el gobierno y recuperan la condición original de ciudadano, sin otra investidura que el gentilicio, no logran ubicarse en la realidad, a pesar de que la mayoría de ellos casi siempre conserva algunos privilegios.

El poder es adictivo, mucho más que el dinero, y quien tiene el poder político asume implícitamente todo lo que éste le permite abarcar, inclusive aquello que excede los límites de dicho poder. De repente, discernir entre el bien y el mal pierde importancia. La constitución se convierte en un instrumento de aplicación selectiva, pues los detentadores del poder se sustraen de ella con impúdica facilidad. Obnubilados por la mayoría que los votó y, en ocasiones, por el apoyo incondicional de sus electores, se consideran infalibles e invulnerables, se atribuyen cualidades de las que carecen y potestades que no les han sido conferidas.

En los países cuyo texto constitucional permite la reelección continua hasta por un periodo más, los mandatarios dan por hecho el triunfo (Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa), en aquellos donde se estipula la reelección alterna, los expresidentes aguardan, impacientes, el próximo chance (Caldera, CAP), y en esos otros donde la constitución se ha reformado expresamente para hacer la reelección consecutiva e indefinida, los dictadores se valen de todo con tal de no entregar jamás (Fidel Castro, Hugo Chávez).

Nosotros, ciudadanos de a pie, empoderados, relativamente, por el derecho al sufragio, tenemos que hacer un gran esfuerzo para imaginar la sensación de invencibilidad que debe producir ser reelegido, por las buenas o por las malas, una y otra vez hasta que la incapacidad o la muerte se impongan.

Quienes pensamos que la reelección es un vicio terrible que debe ser completamente erradicado por el bien de la Democracia, tenemos la responsabilidad cívica de proponer y defender, en todos los sectores de nuestra sociedad, la detentación y el ejercicio del poder por un solo y único periodo constitucional. La experiencia de casi quince años bajo un régimen autoritario, militarista y hegemónico, tiene que servirnos para comprender en profundidad cómo la ambición desmedida de poder de unos pocos representa para la mayoría de los ciudadanos la pérdida irreparable de nuestros derechos, libertades, oportunidades y hasta de la vida.

10 mayo 2013

Revolución de librito

 

Esta gente va de librito, repitiendo viejos eslóganes, trastabillando una y otra vez sobre los adoquines del pasado, levantando el puño de cadáveres insepultos, abriendo zanjas en medio de la calle para que nadie cambie de acera, rompiendo huesos, propagando la inquina, purgando los espacios. Llevan las consignas del odio tatuadas en la frente, una franja ceñuda donde entran, más que holgadas, unas pocas ideas que ni siquiera son suyas, porque han olvidado cómo se piensa, han desechado el conocimiento y se han conformado con memorizar algunos adjetivos que sueltan en retahíla, eufóricos y desencajados, sin orden ni concierto, en una perorata tan pobre e incoherente que da vergüenza ajena. 

Van de librito, al pie de la letra. Lo que hemos visto hasta ahora proviene del recetario marxista-leninista. ¿Cómo se resuelven los problemas puntuales de la sociedad? Está en el librito. Por ejemplo, para el problema de la escasez de viviendas, Engels tiene la solución al pelo: “Esto sólo puede lograrse expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados”. ¿Cómo se hace la revolución? Según Marx, “el Estado es un órgano de dominación y de opresión de una clase por otra”, y dado que el Estado es una creatura de la clase dominante, hay que revertir su poder de modo que sean los proletarios quienes dominen y opriman a los burgueses. Según Lenin, “la sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta”. ¿Recuerdan aquello de que la revolución es pacífica, pero está armada? La violencia revolucionaria arremete contra nuestro pueblo prácticamente desde el principio del régimen chavista, y ahora, en la etapa del madurismo espurio, se afinca sobre sus puños para aplastar el disenso y la protesta. La trifulca en la Asamblea Nacional fue apenas un abreboca -o un rompeboca, como prefiera-.

No basta con destruir las instituciones y alinear en la fila de los revolucionarios a todos los órganos del Poder Público. Hay que abolir el parlamentarismo y sustituirlo por las “comunas”, porque según Lenin, “en los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al vulgo”. Siguiendo a Marx, el calvo momificado afirma que “la Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa” y propone la desaparición del parlamentarismo “como división del trabajo legislativo… y como situación privilegiada para los diputados”.

¿Y la democracia? Lenin tiene la alternativa ideal: “Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, o sea, exclusión de la democracia para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo”. Por si no quedara suficientemente claro, el propio Lenin admite que “es evidente que allí donde hay represión hay violencia, no hay libertad ni democracia”. Son éstas sus palabras, no las mías. Ya ve usted, todo está en el librito, incluso las contradicciones e incoherencias de una revolución -llámese bolchevique, cubana, china o bolivariana- que es siempre un revoltijo de pasiones, intereses y puñetazos.

03 mayo 2013

Extremistas en la cuerda floja



El nuevo régimen, además de ilegítimo, actúa fuera de la Constitución y de las leyes, emplea métodos fascistas y se comporta de manera brutal. Arremete contra la oposición con todo el poder del Estado, desde los órganos del Poder Público hasta la Fuerza Armada Nacional, cual si cada uno de éstos perteneciera a una fracción del país y no a toda la Nación. En apenas quince días se han desatado los demonios que hibernaron durante casi quince años en las vísceras de los individuos más irracionales del chavismo, que ahora en desbandada persiguen, hostigan, amenazan, excluyen y atacan con odio y saña a quienes consideran enemigos, es decir, a más de la mitad de los venezolanos. No cabe duda de que lo hacen impulsados por el miedo a perder sus privilegios y la oportunidad de seguir incrementando sus fortunas a expensas de los recursos del Estado. El socialismo es la mampara de su interés mercantilista y de su desmedida ambición de poder. 

Un hecho puntual es el acoso sistemático, público y notorio por parte de algunos funcionarios del Estado a los empleados públicos de quienes se sospecha que votaron por el candidato de la oposición Henrique Capriles. No parece importarles que es un crimen de lesa humanidad la “persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos” (Art.7.1.h. del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional).

El carácter extremista de las posiciones del funcionariado se muestra sin tapujos sobre la cuerda floja donde hacen sus maromas el Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello: “Como hay personas que no quieren reconocer al compañero Nicolás Maduro como Presidente de este país, en esta Asamblea Nacional, mientras yo sea Presidente, no tendrá derecho de palabra ningún diputado que no reconozca al compañero Nicolás Maduro”; el Ministro de Vivienda y Habitat, Ricarlo Molina: “Me importa en lo absoluto lo que dicen las normas laborales”; las rectoras del Consejo Nacional Electoral, Sandra Oblitas: “Para el CNE el evento electoral culminó. No hay auditoría que cambie los resultados electorales”, y Tibisay Lucena: “Es imposible aprobar la solicitud [hecha por Capriles] en los términos planteados”; y hasta la Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estela Morales, que sin haber recibido aún ninguna acción ni recurso, declara por anticipado que: “En Venezuela, el sistema electoral es absolutamente sistematizado, de modo, pues, que el conteo manual no existe, se ha engañado a aquellas personas que han pensado que realmente esto podía realmente producirse”.

Esa cuerda ha de romperse más temprano que tarde, si no por el peso de las tremebundas acciones y omisiones del régimen espurio, sí por la presión de nuestras protestas pacíficas, de nuestras denuncias contra las violaciones de los derechos humanos, de nuestra oposición contundente y firme a sus decisiones arbitrarias y a sus tácticas fascistas de criminalización de nuestros derechos a manifestar, a pensar, a expresarnos, a elegir y a disentir libremente.

Los opositores sabemos muy bien qué podemos esperar y qué no de las instituciones del Estado, desde hace casi quince años al servicio exclusivo de una revolución que las ha puesto de rodillas ante el poder omnímodo, antes de Hugo Chávez, ahora de unos cuantos oportunistas detrás de la figura de un presidente cuya legitimidad es dudosa y cuya capacidad es más que cuestionable. También sabemos qué esperar y qué no de la comunidad internacional, en la que se sientan a la misma mesa demócratas y dictadores, todos más interesados en hacer negocios que en defender los principios democráticos.  

Los opositores somos militantes de la Democracia. Que seamos pacientes no significa que estemos conformes con cuanto sucede; que seamos pacíficos no significa que estemos pasivos en medio de este caos político-institucional. Los opositores, a diferencia de los oficialistas, respetamos la Constitución, acatamos las leyes y nos servimos de ellas para invocar nuestros derechos, defender nuestra causa por la Libertad y exigir justicia. Será con estas herramientas con las que romperemos la cuerda floja de la impunidad.

26 abril 2013

La intransigencia del Poder Electoral


La institucionalidad de un país depende fundamentalmente del vigor de su Constitución y de sus leyes. Sin estos instrumentos no existe la menor posibilidad de gobernar legítimamente dentro de ciertos límites, ni de lograr que los ciudadanos conozcan el modo de ver garantizados sus derechos y de asumir la responsabilidad de su conducta cívica.
Un Estado queda al margen del Derecho y de la Justicia desde el momento en que quienes detentan el poder político degradan la Constitución, desconociéndola como norma fundamental reguladora del ejercicio de su autoridad. Muta, entonces, inevitablemente, a un Estado anómico en el que los órganos del Poder Público incrementan su poder a medida que se exceden en sus funciones y manipulan las leyes según la conveniencia de los fines que persiguen. El comportamiento de la sociedad frente a este tipo de situaciones es lo que, en definitiva, determina el triunfo o el fracaso de tales acciones. Sin embargo, siendo la sociedad un ente heterogéneo conformado por diversos sectores con creencias, opiniones, problemas e intereses distintos, los liderazgos sociales y políticos constituyen el elemento primordial para la canalización y satisfacción de todos esos factores.
En estos casos, una cualidad necesaria en el liderazgo político es la coherencia del discurso y el respeto por los derechos y las expectativas de los ciudadanos, por los principios constitucionales y por los procedimientos establecidos en las leyes para resolver conflictos como el que ha surgido a raíz de la elección presidencial del 14 de abril.
Henrique Capriles, líder de la oposición, ha sido coherente e insistente en su requerimiento de una verificación ciudadana de los resultados electorales. Porque existe una duda acerca de éstos, porque el margen de diferencia es apenas del 1,83%, porque el Rector Vicente Díaz tuvo razones para sugerirla, porque las demás rectoras no estuvieron de acuerdo con su colega, porque 54% no es igual a 100%, porque el país no quedó convencido de la veracidad de dichos resultados.
 La solicitud ha desatado reacciones imprudentes en las rectoras del Consejo Nacional Electoral. En conjunto o por separado, sus declaraciones abundan en tecnicismos que lejos de ajustarse a lo que establece la legislación electoral, se encuadran en una interpretación voluntarista de la Ley. Actitudes cerradas e intransigentes como estas son las que nos hacen dudar de la imparcialidad y transparencia del árbitro electoral, y hay sobradas razones para cuestionar sus argumentos, puesto que carecen de fundamento jurídico. Además, la proclamación y juramentación precipitadas de Nicolás Maduro como Presidente de la República ha conseguido alimentar las sospechas de nuevos vicios sobre un proceso electoral plagado de irregularidades. 
El Poder Electoral se ha erigido como un muro contra el que rebotan, una y otra vez, la voz y el voto de la mayoría de la sociedad venezolana. Aduciendo la “irreversibilidad” de los resultados electorales, pretenden desconocer nuestro derecho a exigir que se cuente la totalidad de los votos, y tratan de evadir su obligación y responsabilidad remitiendo a los solicitantes (que somos la mayoría del país) a impugnar las elecciones por ante la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, cuya Magistrada Presidente se pronunció indebidamente por anticipado.
La importancia de la verificación ciudadana consiste nada menos que en otorgar la legitimidad necesaria al candidato que resulte favorecido por la mayoría de los votos para asumir la Presidencia de la República.

19 abril 2013

Al borde de la ingobernabilidad

No recuerdo cuándo fue el último momento de paz que vivimos en Venezuela. Desde 1999 nuestra rutina se caracteriza por lo que se nos quita o por lo que perdemos, ya sea la paz, las libertades, la vida o las elecciones.

Ahora se nos quiere arrebatar el derecho a manifestar públicamente nuestra protesta contra la negativa del Consejo Nacional Electoral a respetar nuestro derecho de verificar el resultado electoral mediante el conteo ciudadano de la totalidad de los votos.

La foto actual del país refleja la anormalidad de nuestra realidad: por un lado, los órganos del Poder Público alineados a favor del candidato oficialista, recién proclamado ilegítimamente Presidente de la República. Una proclamación desesperada, impulsada por el miedo y la culpa de quienes cometieron fraude electoral y cuyas tramposerías quedarían desveladas mediante el conteo del 46% de los votos restantes. Una Asamblea Nacional cuyo presidente cercena el derecho de palabra a los diputados de oposición. Una Fuerza Armada beligerante y militante que defiende sus propios votos y destruye los votos del adversario.
Por el otro, poco más de la mitad de los electores a la que aquéllos pretenden ignorar, junto a un líder que se agiganta en cada nueva intervención pública, que en apenas diez días sumó casi un millón de electores a su propuesta, que denuncia con pruebas en la mano un sinnúmero de irregularidades y exige que se cuenten todos los votos para determinar con claridad cuál de los candidatos alcanzó la mayoría.

En respuesta, la ineptitud de un gobernante espurio incapaz de conciliar, ni siquiera de entender la crisis que se agudiza con las horas en todos los sectores del país. Un individuo sin liderazgo propio y sin autonomía, que obedece órdenes de dictadores extranjeros, y enloquecido amenaza con desatar la violencia. Un títere de los hermanos Castro que infiltra hampones entre los manifestantes pacíficos, prohíbe las protestas, criminaliza los justos reclamos y ordena opacar el ruido de las cacerolas con fuegos artificiales.

La responsabilidad de las rectoras del Consejo Nacional Electoral es aún mayor por cuanto su renuencia a admitir que se cuente la totalidad de los votos es lo que ha generado el descontento y la debacle de estos días. Tibisay Lucena se equivoca y mucho al desafiar la voluntad de la mayoría de los electores negándonos el derecho a comprobar los resultados electorales.

Si el oficialismo, incluidos los representantes de todos los poderes públicos, no cambia de actitud, le será prácticamente imposible gobernar a un país dividido y destruido por el odio, la intolerancia y la violencia.

11 abril 2013

No vale rendirse ahora

Tengo catorce años saliendo a marchar con los mismos güachicones y mi bandera en ristre cada vez que se ha convocado a una manifestación para protestar contra la revolución chavista y el socialismo, contra las medidas de este régimen, contra el autoritarismo de quien fuera su líder, contra la ilegitimidad de los actuales usurpadores del poder político, contra todo lo que ha significado violación de derechos humanos, represión política, restricciones a la libertad, fraude constitucional, violencia, impunidad e intolerancia.

Tengo catorce años recibiendo insultos, amenazas y maldiciones; escapando de los gases lacrimógenos, los perdigonazos y las balas; siendo excluida y confinada a limitadísimos espacios de participación ciudadana. Tengo catorce años tecleando incansablemente mi defensa a ultranza de la Constitución y las leyes, de la Democracia y la libertad, de los Derechos Humanos y los valores morales, de la institucionalidad y los límites del poder.

Tengo catorce años llevando palo en cada evento electoral. De 13 comicios que se han realizado, me he abstenido una vez de participar y he perdido 11 veces mi voto. Hay que ver lo que significa que a uno le apaleen el ánimo tan duro y tan seguido. Alguno podría pensar que no es una conducta normal, y que al cabo de tantos intentos fallidos mejor sería replegarse y desistir. Quien así piense no ha vivido nunca en dictadura, y por lo tanto no sabe de lo que es capaz un individuo o un pueblo por recuperar la libertad.

Tú y yo y millones de nuestros compatriotas sí lo sabemos, porque en mala hora nos ha tocado enfrentar a este monstruo de seis cabezas y tentáculos feroces contra el que hemos luchado de muchas maneras distintas, y a fuerza de votar y de perder hemos aprendido que el voto es el arma más eficaz que existe para vencerlo, aun cuando tengamos que ejercerlo en condiciones desiguales, a pesar de la dudosa imparcialidad del árbitro electoral, del ventajismo oficialista y de la intransigencia de todos los poderes públicos.

Si hemos guapeado durante catorce años, remendando la esperanza tras cada desilusión, reemprendiendo la marcha tras cada estampida, retomando la lucha tras cada derrota, no vale rendirse ahora, cuando el creador del monstruo ya no está, y lo que queda de éste es una inmensa piltrafa con seis cabezas bamboleantes picoteadas por los buitres.

Iré a votar el próximo 14 de abril con mis viejos güachicones, mi esperanza reluciente y la convicción de que esta vez, contra todo pronóstico, no perderé mi voto. Iré a votar pensando en la Venezuela que quiero y en todo lo que no quiero para ella ni para mi. Iré a votar confiando en que tú también irás, porque nadie puede hacerlo en tu lugar.

13 marzo 2013

Problemas de la "sucesión" a la luz de la Constitución




El último presidente del país que falleció estando en funciones fue Juan Vicente Gómez en 1935; sin embargo, pensamos que de Chávez no puede decirse que haya muerto en ejercicio de sus funciones, por cuanto no tomó posesión del cargo ni se juramentó, y el juramento es condición imprescindible para el ejercicio de cualquier cargo público.

Artículo 1 de la Ley de Juramento: “Ningún empleado podrá entrar en ejercicio de sus funciones sin prestar juramento de sostener y defender la Constitución y Leyes de la República y de cumplir fiel y exactamente los deberes de su empleo”.

El criterio de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para justificar la ausencia de Chávez como un permiso por el tiempo necesario hasta su recuperación es un argumento que no se corresponde con lo que establece la Constitución vigente. No obstante, los magistrados se impusieron a ésta, sin despeinarse siquiera, al resolver que:

“(i) Hasta la presente fecha, el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías se ha ausentado del territorio nacional, por razones de salud, durante lapsos superiores a “cinco días consecutivos”, con la autorización de la Asamblea Nacional, de conformidad con lo previsto en el artículo 235 de la Constitución, la última de las cuales se encuentra plenamente vigente y fue ratificada en sesión de la Asamblea Nacional de fecha 8 de enero de 2013.

(ii) No debe considerarse que la ausencia del territorio de la República configure automáticamente una falta temporal en los términos del artículo 234 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, sin que así lo dispusiere expresamente el Jefe de Estado mediante decreto especialmente redactado para tal fin.

(iii) A diferencia de lo que disponían los artículos 186 y 187 de la Constitución de 1961, que ordenaban que en caso de existir un desfase entre el inicio del período constitucional y la toma de posesión, el Presidente saliente debía entregar el mandato al Presidente del Congreso y procederse “como si se tratara de una falta absoluta”; la Carta de 1999 eliminó expresamente tal previsión, lo cual impide que el término del mandato pueda ser considerado una falta absoluta (que, por otra parte, tampoco está contemplada en el artículo 233 constitucional como causal y sería absurdo en el caso de un Presidente reelecto y proclamado).

(iv) A pesar de que el 10 de enero próximo se inicia un nuevo período constitucional, no es necesaria una nueva toma de posesión en relación al Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, en su condición de Presidente reelecto, en virtud de no existir interrupción en el ejercicio del cargo.

(v) La juramentación del Presidente reelecto puede ser efectuada en una oportunidad posterior al 10 de enero de 2013 ante el Tribunal Supremo de Justicia, de no poder realizarse dicho día ante la Asamblea Nacional, de conformidad con lo previsto en el artículo 231 de la Carta Magna. Dicho acto será fijado por el Tribunal Supremo de Justicia, una vez que exista constancia del cese de los motivos sobrevenidos que hayan impedido la juramentación.

(vi) En atención al principio de continuidad de los Poderes Públicos y al de preservación de la voluntad popular, no es admisible que ante la existencia de un desfase cronológico entre el inicio del período constitucional y la juramentación de un Presidente reelecto, se considere (sin que el texto fundamental así lo paute) que el gobierno queda ipso facto inexistente. En consecuencia, el Poder Ejecutivo (constituido por el Presidente, el Vicepresidente, los Ministros y demás órganos y funcionarios de la Administración) seguirá ejerciendo cabalmente sus funciones con fundamento en el principio de la continuidad administrativa.” (Sentencia 02 de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia del 9 de enero de 2013, Exp. 12-1358).

¿Por qué el Vicepresidente Ejecutivo y no el Presidente de la Asamblea Nacional?

Ahora, anunciado oficialmente el fallecimiento del Presidente Hugo Chávez, los actuales detentadores del poder político se aferran a la tesis fundamentada en el “principio de la continuidad administrativa” para acogerse al segundo párrafo del artículo 233 de la Constitución y no al primero.

Artículo 233 CRBV: “… Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional. Si la falta absoluta del Presidente o la Presidenta de la República se produce durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Vicepresidente Ejecutivo o la Vicepresidenta Ejecutiva…”.

De ahí que el canciller Elías Jaua haya anunciado esta noche que será Nicolás Maduro, Vicepresidente Ejecutivo de la República, y no Diosdado Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional, quien asumirá temporalmente la Presidencia de la República. ¿Por qué? Porque al adherir el mencionado y manido “principio de la continuidad administrativa” están actuando como si la falta absoluta, es decir, la muerte de Chávez, se ha producido “durante los primeros cuatro años del periodo constitucional”, y no como efectivamente ha sucedido, o sea, antes de que tomara posesión del cargo y se juramentara.

Lapso para celebrar nuevas elecciones presidenciales

Ahora se presentan nuevas situaciones, la primera de ellas acerca de la fecha a partir de la cual se deben computar los 30 días consecutivos para la celebración de elecciones presidenciales. De acuerdo con la Constitución, ese lapso empieza a contarse a partir de mañana, miércoles 6 de marzo de 2013, dado que el anuncio oficial del fallecimiento del Presidente se hizo hoy, martes 5 de marzo de 2013, y debe concluir el jueves 4 de abril de 2013. No es preciso que el Consejo Nacional Electoral ni ningún otro órgano del Poder Público Nacional declare o decrete expresamente el inicio de dicho lapso, pues éste comienza a correr automáticamente, en este caso, a partir de la fecha de fallecimiento del Presidente. Lo que sí debe hacer el Consejo Nacional Electoral es fijar una fecha, dentro de dicho lapso, para que los venezolanos acudamos a los centros de votación a elegir al próximo Presidente de la República.

Incompatibilidad de voluntades

La otra cuestión que se presenta tiene que ver con la eventual postulación de Nicolás Maduro a la candidatura presidencial, quien fuera ungido por el propio Hugo Chávez en su última aparición pública el 8 de diciembre de 2012. En esa ocasión, el entonces Presidente de la República impartió a los suyos, en una suerte de manifestación de última voluntad, la siguiente instrucción:

“… si se presentara alguna circunstancia sobrevenida, así dice la Constitución, que a mi me inhabilite, óigaseme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar en los pocos días que quedan, ¿cuánto? ¿un mes?, hoy es, sí, un mes…, y sobre todo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, yo…, Nicolás Maduro, no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario, que obligaría a convocar, como manda la Constitución, de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón.”

Si se atiende al principio de continuidad administrativa que sustenta la sentencia de la Sala Constitucional, se entiende, entonces, que Nicolás Maduro sigue siendo el Vicepresidente Ejecutivo de la República. El problema en este caso deriva de una incompatibilidad entre la última voluntad de Hugo Chávez y la voluntad del Constituyente.

Artículo 229 de la Constitución: “No podrá ser elegido Presidente o elegida Presidenta de la República quien esté en ejercicio del cargo de Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Ministro o Ministra, Gobernador o Gobernadora, o Alcalde o Alcaldesa, en el día de su postulación o en cualquier momento entre esta fecha y la de la elección”.


Luego, si es el Vicepresidente Ejecutivo quien asumirá temporalmente la Presidencia de la República, ¿cómo piensa postularse como candidato presidencial sin violar el precitado artículo 229 del texto fundamental? ¿Renunciará inmediatamente después de asumir la Presidencia en forma temporal? ¿No estarán complicando las cosas al arrollar tan aparatosamente, una vez más, a la ya bastante magullada Constitución de la República Bolivariana de Venezuela? ¿O acaso afinan alguna nueva “estrategia revolucionaria” inconstitucional?

04 febrero 2013

Del Golpe de 1992 al Golpe de 2013



El 4 de febrero de 1992 en la madrugada un intento de Golpe de Estado nos arrancó del sueño, nos sacó de la cama y nos plantó frente al televisor para ver cómo un grupo de militares insubordinados se habían alzado contra el Gobierno constitucional del entonces Presidente Carlos Andrés Pérez. 

Recuerdo una tanqueta subiendo los escalones de la entrada del Palacio de Miraflores; recuerdo al golpista Jessy Chacón uniformado y con boina, acostado en el suelo con un arma apuntada a su cabeza cuando lo sometieron; recuerdo haber visto las imágenes que transmitían los canales de televisión de tanques de guerra en la ciudad, soldados con fusiles, gente corriendo, carros quemándose, aviones sobrevolando la capital, muros, puertas y ventanas destrozados a tiros, personas heridas, venezolanos muertos... Recuerdo a Carlos Andrés Pérez de pie en un escenario improvisado que tenía una cortina azul al fondo, cuando se dirigió al país para decir que todo estaba ya bajo control. Y después, mucho después, todos vimos al responsable de aquella insubordinación, al responsable de aquel caos terrible, al responsable de la muerte de más de un centenar de venezolanos; todos vimos al golpista principal, un teniente coronel de nombre Hugo Chávez Frías que vestía uniforme de campaña y boina roja, y al que le permitieron hablar ante los medios de comunicación, a las puertas del Museo Militar, para decir que "lamentablemente" los objetivos que se habían propuesto no pudieron cumplirse.




Y después, en 1994, todos esos golpistas, cuyas manos quedaron manchadas con la sangre de tantos venezolanos, fueron indultados por el entonces Presidente Rafael Caldera, a quien no se le puede perdonar que haya tomado la decisión más oportunista de su vida política en pleno ejercicio del poder.

Y después, en 1998, aquel teniente coronel golpista fue electo Presidente de la República a pesar de haberse alzado contra un gobierno legítimo y contra la Constitución, a pesar de tener en sus manos -aunque no en su conciencia, porque carece de ella- la sangre de más de cien venezolanos.

Y después, entre 1999 y 2012, aquel teniente coronel golpista investido de Jefe del Estado se esmeró en dividir al pueblo y en destruir el país.

Y hoy, 4 de febrero de 2013, 21 años después, aquel militar conspirador y golpista, habiendo sido reelecto, ya no es Presidente, porque está ausente del país desde hace casi dos meses, y no tomó posesión del cargo ni se juramentó. Así, pues, que no hay gobierno en Venezuela, sino un auténtico e incuestionable vacío de poder. Quienes se han impuesto de facto para llenar ese vacío son unos cuantos civiles que el 10 de enero de este año se alzaron contra la Constitución vigente apoyados por la Fuerza Armada Nacional y por el Tribunal Supremo de Justicia, y que aun habiendo cesado en sus funciones, usurpan actualmente el poder político en forma irregular e ilegítima. Por lo tanto, todas sus decisiones son nulas, completamente nulas, absolutamente nulas, impepinablemente nulas. Pero tal parece que tamaña irregularidad le importa a poca gente. Al 55% de los venezolanos no les importa; a los mandatarios de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Nicaragua no les importa; al Secretario General de la OEA no le importa.

Y a usted, ¿le importa?