29 enero 2014

La libertad está en la calle


En 15 años no hemos hecho más que correr la arruga y delegar en otros la responsabilidad de una reacción a nuestros problemas más acuciantes: derechos mutilados, libertad estrangulada, inseguridad, impunidad, escasez de productos. El argumento de la salida electoral perdió sentido y credibilidad. Tenemos que salir a la calle y asumir el riesgo de las consecuencias, considerando el talante especialmente violento de la gente que está en el poder. Probablemente, la salida no será pacífica, porque su revolución está armada y es terriblemente destructiva.

El miedo no debe paralizarnos. Nadie desea morir, pero si no salimos, nos matarán de hambre, o en un asalto de hampones, o moriremos en vida sin libertad y sin dignidad.

Seguramente algunos no estarán de acuerdo con lo que digo. En este caso, sus razones y postura son respetables, pero a mi se me hace cada día más difícil resistir desde la relativa debilidad de un teclado y de las limitaciones de los medios y las redes sociales. Compruebo que mi vida pierde valor cada vez que ocurre un atraco, un secuestro, un asesinato; que mi esfuerzo pierde valor cada vez que se imponen nuevas medidas que restringen el derecho a trabajar y a producir, puesto que destruyen toda posibilidad de desarrollo y bienestar.

Me niego rotundamente a ser humillada, despreciada, acosada y maltratada por un régimen inconstitucional, conformado por un pequeño grupo de retrógrados, corruptos y vengativos individuos que usan el poder, ilegítimamente, para abusar de los ciudadanos y desmantelar a la Nación.

No quiero irme a ninguna parte forzada por las circunstancias que unos cuantos resentidos insensatos han creado. No estoy dispuesta a ceder en el intento de contribuir al cambio definitivo de la situación. Nadie tiene el derecho de empujarme hacia la puerta de salida de mi propio país.

Los crímenes contra más de 200.000 venezolanos brutalmente asesinados en los últimos 15 años asustan y deprimen a la sociedad, pero esos hechos deben infundirnos valor y fortalecer nuestras razones para combatir la perversidad e ineptitud de este gobierno espurio desde todos los flancos. El miedo y la desesperanza nos inducen a huir, pero si huimos, estaremos renunciando a lo que somos.

Hay que espantar la apatía y ser consecuentes con nuestra necesidad y anhelo de libertad. Debemos salir a manifestar llevando a nuestros muertos, a nuestros presos políticos, a nuestros discapacitados por la violencia, a nuestros emigrados. Ya no somos libres ni siquiera en el hogar. Tenemos que salir a la calle a buscar la libertad que nos han arrebatado.