Esta gente va de librito, repitiendo viejos eslóganes, trastabillando una y otra vez sobre los adoquines del pasado, levantando el puño de cadáveres insepultos, abriendo zanjas en medio de la calle para que nadie cambie de acera, rompiendo huesos, propagando la inquina, purgando los espacios. Llevan las consignas del odio tatuadas en la frente, una franja ceñuda donde entran, más que holgadas, unas pocas ideas que ni siquiera son suyas, porque han olvidado cómo se piensa, han desechado el conocimiento y se han conformado con memorizar algunos adjetivos que sueltan en retahíla, eufóricos y desencajados, sin orden ni concierto, en una perorata tan pobre e incoherente que da vergüenza ajena.
Van de librito, al pie de la letra. Lo que hemos visto hasta ahora proviene del recetario marxista-leninista. ¿Cómo se resuelven los problemas puntuales de la sociedad? Está en el librito. Por ejemplo, para el problema de la escasez de viviendas, Engels tiene la solución al pelo: “Esto sólo puede lograrse expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados”.
¿Cómo se hace la revolución? Según Marx, “el Estado es un órgano de dominación y de opresión de una clase por otra”, y dado que el Estado es una creatura de la clase dominante, hay que revertir su poder de modo que sean los proletarios quienes dominen y opriman a los burgueses. Según Lenin, “la sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta”. ¿Recuerdan aquello de que la revolución es pacífica, pero está armada? La violencia revolucionaria arremete contra nuestro pueblo prácticamente desde el principio del régimen chavista, y ahora, en la etapa del madurismo espurio, se afinca sobre sus puños para aplastar el disenso y la protesta. La trifulca en la Asamblea Nacional fue apenas un abreboca -o un rompeboca, como prefiera-.
No basta con destruir las instituciones y alinear en la fila de los revolucionarios a todos los órganos del Poder Público. Hay que abolir el parlamentarismo y sustituirlo por las “comunas”, porque según Lenin, “en los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al vulgo”. Siguiendo a Marx, el calvo momificado afirma que “la Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa” y propone la desaparición del parlamentarismo “como división del trabajo legislativo… y como situación privilegiada para los diputados”.
¿Y la democracia? Lenin tiene la alternativa ideal: “Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, o sea, exclusión de la democracia para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo”. Por si no quedara suficientemente claro, el propio Lenin admite que “es evidente que allí donde hay represión hay violencia, no hay libertad ni democracia”. Son éstas sus palabras, no las mías.
Ya ve usted, todo está en el librito, incluso las contradicciones e incoherencias de una revolución -llámese bolchevique, cubana, china o bolivariana- que es siempre un revoltijo de pasiones, intereses y puñetazos.
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