26 septiembre 2013

El mejor país del mundo


Cada día se hace más difícil creer que vivimos en "el mejor país del mundo". Se multiplican los motivos para preguntarse: el mejor, ¿en qué?, y sobre todo, ¿cómo para qué?

El mejor país es aquel donde las personas encuentran las condiciones idóneas para realizarse y ser felices, pero Venezuela hace mucho tiempo que dejó de ser –o parecer– ese lugar. Desde el momento en que vemos restringidos nuestros derechos, como el de circular libremente por el territorio nacional, acceder a los bienes de primera necesidad, disfrutar de los servicios básicos, gozar de seguridad ciudadana y de seguridad jurídica, o elegir libremente a nuestros gobernantes, por mencionar algunos de los principales, entendemos que el Estado se fortalece brutalmente a costa de nuestra vulnerabilidad.

En Venezuela tenemos hoy en día una crisis moral tan profunda, que no bastarán cien años para devolverle a nuestra sociedad la decencia perdida. La corrupción se ha hecho masiva, está tan metida en todas partes que es imposible no percibirla, no sentir su áspero roce cuando pasa a nuestro lado o cuando se nos planta de frente, sin ninguna vergüenza, y nos desafía. En los supermercados y en los abastos, en los tribunales y en las notarías, en los bancos y en las compañías de seguros, en los destacamentos y en las alcabalas, en los hospitales y en las clínicas, en las escuelas y en las universidades, en las gobernaciones y en las alcaldías, en las empresas y en los comercios, en los autobuses y en los taxis, en el Metro y en los aeropuertos, en las aduanas y en las marinas, en los centros comerciales y en las buhonerías, en la Guardia Nacional y en las policías..., nada se consigue por las buenas, por la vía regular, por los medios legales.

La corrupción es la regla, porque la honestidad se ha vuelto excepcional, y se duda de cualquiera que sea –o intente ser–  honesto; el que se comporta bien está mal visto, como si trastabillara fuera del riel por donde se supone que debemos caminar si queremos obtener una respuesta, o solucionar un problema, o recibir justicia, incluso si lo que tratamos es de hallar un litro de aceite, o un poquito de silencio en el barrio, o un asiento en el vagón del Metro.

Si Venezuela es, según algunos, el mejor país del mundo, seguramente lo es para quienes delinquen, porque gozan de impunidad; para quienes negocian con los bienes del Estado, porque gozan de privilegios; para quienes abusan del poder, porque nada los limita; para quienes el fin justifica los medios, porque la revolución da para todo, principalmente para violar la Constitución, para perseguir y reprimir, para condenar sin necesidad de juicio previo, para corromper y ser corrompido sin ninguna consecuencia.

En nuestro país, que no es ni de lejos el mejor del mundo, hace falta mucho de familia, de formación de hogar, de educación de padres, de principios y valores enseñados a través del ejemplo, de constancia en el trabajo, de disciplina en los deberes, de orden en la casa de cada cual, de tolerancia y respeto por el otro, para llegar a tener patria.

12 septiembre 2013

Derechos a tajos por los atajos


La Asamblea Constituyente de 1999 parió a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que contiene un menú de lo más completo en materia de derechos humanos. ¿Para qué ha servido? Durante el imperio de la plaga revolucionaria, para que los esbirros de la represión y la muerte les hayan hecho un tajo a cada uno, comandados y/o respaldados por un régimen autocrático que se ha manifestado de muchas maneras enemigo acérrimo de los derechos humanos, de la libertad, de la democracia y de la Constitución.

Ahora, habiendo denunciado la Convención Americana de los Derechos Humanos, ya lo es explícitamente. Renuente a permitir visitas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al país, contumaz ante sus informes y recomendaciones, reacia a respetar, acatar y cumplir los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la decisión del régimen ha pretendido dejar fuera de la jurisdicción de ésta al Estado venezolano, aduciendo que el mecanismo de protección de los derechos humanos deja en el desamparo a los gobiernos y los obliga a obedecer sentencias dictadas con ojeriza. Grosso modo, tal fue el argumento del difunto cuando ordenó el estudio para la denuncia de marras.

Se equivocan los que piensan que este retiro favorece al gobierno ilegítimo y salva a sus integrantes, directos e indirectos, de las consecuencias derivadas de las violaciones que hayan cometido o de las que cometan contra los ciudadanos venezolanos y contra la Constitución. Los derechos humanos son inalienables, irrenunciables e imprescriptibles, y junto al umbral cuya puerta han cerrado, se han de abrir otros muchos atajos por donde seguirán transitando carretas llenas de denuncias de víctimas que no estarán dispuestas a callar.

06 septiembre 2013

Nicolás, el políglota


En todo el mundo existen más de 7.000 lenguas. El chino mandarín ocupa el primer lugar con más de mil millones de hablantes por número de nativos. Según el Anuario 2012 del Instituto Cervantes, le sigue el español, con casi 500 millones de hablantes por número de habitantes. Es éste, además, el idioma oficial en 21 países, uno de los seis idiomas oficiales en la Organización de las Naciones Unidas, el segundo más estudiado, después del inglés, y el tercero más utilizado en Internet con un incremento de más de 800% durante los últimos once años. En las redes sociales Facebook y Twitter, el inglés y el español son las lenguas en que se expresan más de 274 millones de usuarios.

Sin embargo, a Nicolás Maduro no le basta con que sus seguidores lo lean, en algunas ocasiones hasta con cierta dificultad, en su lengua materna. A pesar de sus archiconocidos deslices y dislates gramaticales, ortográficos, sintácticos, disléxicos y hermenéuticos, ha decidido comenzar a tuitear en inglés, francés, portugués y árabe, y se ha permitido anunciar que dentro de poco lo hará también en ruso y en chino mandarín.

Si el propósito de internacionalizar sus mensajes en distintos idiomas estuviere acompañado de su esfuerzo en aprenderlos como para atreverse a escribir en cada uno de ellos, uno podría pensar que el sujeto de marras, en el ínterin de su aventura turística en el transbordador de la Cancillería, descubrió las ventajas de la poliglotía, pero presumimos que el repentino interés no llega a tanto. De hecho, sus habilidades lingüísticas dejan mucho qué desear. ¿Recuerdan la lectura de aquel mensaje de pésame en francés que leyó en el velorio de su mentor? No comments!

La verdad es que si ya le cuesta bastante comunicarse fluida y correctamente en español, y sus discursos, además de insustanciales, repetitivos y aburridos, chapotean en el fango de la procacidad, ¿cómo cree que puede tuitear en distintos idiomas, cuando no domina ni siquiera el propio?

Basta leer uno de sus tweets en inglés para comprobar la pésima traducción: I am in constant touch, in real time, with the Power Chiefs of Staff and leading power restoration in centralwestern part of the country... (@maduro_en). Tampoco la siguiente oración en francés está bien construida, por lo que pierde su sentido: C'est clair q la main de ceux qui veulent affaiblir n. pays est impliquée, suivons le chemin du travail et prospérité. Unité et progrès! (@maduro_fr). No tengo la menor idea de qué será lo que dice aquí, pero confío en que alguno de los lectores domine el árabe y nos revele el misterio de esta frase u oración: رئيس جمهورية فنزويلا البوليفارية. ابن تشافيز. نبني الوطن بكفاءة ثورية (@maduro_ar).

Así, pues, sólo hay dos maneras de que Nicolás escriba en cualquier otro idioma: utilizando el traductor online de Google, que es gratuito, pero abunda en errores de interpretación, debido a que la máquina no comprende el contexto de ciertas expresiones; o contratando a un equipo de traductores profesionales, cuyos honorarios no quiero imaginar, y si este fuere el caso, se perdieron esos reales.