17 mayo 2013

Las cuitas de Mario Silva


Mario Silva, el más inmoderado y soez de los voceros del régimen chavista hoy espurio, se convirtió en noticia de primera página esta semana al recibir un poco de su propio veneno. El dirigente de oposición Ismael García logró obtener un audio en el que se escucha una conversación entre el susodicho y un funcionario del G2 cubano de nombre Aramis Palacios, que le está dando la vuelta al mundo por las revelaciones que contiene.

“Deprimido y arre…batado”, Mario se confiesa con Aramis, cual pecador atormentado por la mala conciencia, pero no la suya, sino la de los otros, los falsos comunistas, los traidores de la revolución, los corruptos que se lo roban todo, los conspiradores que quieren derrocar al lerdo, de cuya capacidad para estar donde lo pusieron dudan hasta sus propios aliados. Mario le pinta dibujitos de CADIVI y del SENIAT a Aramis, y Aramis se los aprende como si fuesen mapas, mientras despacha rápidamente las llamadas telefónicas inoportunas. Entre un dibujito y otro, la confesión deviene en chisme y Mario le pone morados los ojitos azules a Diosdado. Mario, a cuenta de que es calvo, le cae a Cabello con todo lo que le amarga la vida y lo deja tendido en la lona, por malagente y quintacolumna.

Es que Mario sabe mucho, y el peso de tanto zurullo le está formando una giba en el cielo de la boca, por eso se desahoga con Aramis, el buen oyente, que apenas dice una que otra frase incompleta. ¡Cuánto han aprendido los cubanos en medio siglo de rutinas silenciosas! Mario, en cambio, no se detiene, haciendo gala de su feraz vocabulario escatológico, se comporta como un amante desairado que rumia sus penas y ejecuta su venganza despotricando del que se llevó a su amada.

Entre alicaído e irascible, habla de lealtades y traiciones. Aramis para las orejas, porque si hay algo que le interesa saber al tío Raúl es quiénes son los que marchan por la calle del medio y quiénes los que se arrastran en las sombras. Mario dice que Molero -a quien tutea, así de pana- es un “operador”, o sea, es burda de leal, es de los que raspan el sable en el asfalto de la calle y si hay que dejarla manchadita de plasma, pues se deja y punto, sino para qué es Ministro de la Defensa, ¿verdad?

Por el hombrillo, en cambio, una tal “Cruela” Cestari camina a la sombra, como dice Mario que deben caminar las mujeres de los caudillos, pero ni Nicolás es un caudillo ni la mujer de Nicolás es la Cestari, su mujer es Cilia Flores -a quien, dicho sea de paso, una promesa aún no cumplida la tiene vestida y alborotada-. Así será el alboroto, que hasta invitaron a unos artistas con pinta de “oportunistas” para que le cantaran a Nicolás, y el pánfilo, en vez de cantar con ellos, quedó fascinado contemplándose a sí mismo en una suerte de transfiguración mística, allá en el Cuartel de la Montaña, que ya desplazó a la montaña de Sorte. Dice Mario que no le gustó nadita ni una cosa ni la otra, y que él no se mete en los misterios del más allá desde que Marx le advirtió que si quería fumar, ese no era el opio bueno, pero como Marx era alemán y Mario es venezolano, no pudo evitar que en su “malvada y maquiavélica cabeza” entrara de sopetón el fantasma de Diógenes Escalante.

Sin embargo, eso no fue nada comparado con el susto de espanto y brinco que le pegó el cacerolazo del 23 de Enero. ¡Cuánta ingratitud! Mario se estruja la nariz y recuerda a Fidel cuando le dijo “que él no entendía por qué Chávez no había terminado con las elecciones burguesas”. Mario se responde solito, esgrimiendo un argumento fidelista que corta de un solo tajo cualquier cabeza pensante, sencillamente “porque el pueblo se equivoca”, por lo tanto, él, que se cree tan infalible como aquel, “está absoluta y totalmente de acuerdo”. Vaya uno a saber qué piensa Aramis al respecto.

A estas horas, Mario sigue lloriqueando sobre el hombro de Aramis, el buen oyente que ni siquiera bosteza. Le confiesa que tiene miedo, que está deprimido, que está furibundo, que está metido en un mar lleno de heces, infestado de tiburones cuyas feroces dentelladas están acabando con la balsita revolucionaria, y que si Nicolás no manda a Cilia para la cocina y de una vez por todas coge el timón con ambas manos, la maltrecha balsita, que ya deriva y mucho, se hundirá irremediablemente -a Dios gracias- en el mero mar de la infelicidad.

Colorín, colorado, este cuento aún no ha acabado.

16 mayo 2013

La adicción al poder


Parece que lo único malo de ser Presidente es dejar de serlo. En la tentación de repetir en el cargo caen por igual demócratas y autócratas, sean de derecha, de izquierda, de centro o de algún extremo, tanto si el sistema es presidencial, semipresidencial, parlamentario o dictatorial. La ambición de poder no queda satisfecha con la primera experiencia, ni siquiera cuando el miedo o la culpa los obliga a renunciar (Fujimori), o cuando se van, rayando en el fracaso (Alan García), y mucho menos si terminan su gestión con un elevado porcentaje de popularidad (Bachelet). Una vez que traspasan el gobierno y recuperan la condición original de ciudadano, sin otra investidura que el gentilicio, no logran ubicarse en la realidad, a pesar de que la mayoría de ellos casi siempre conserva algunos privilegios.

El poder es adictivo, mucho más que el dinero, y quien tiene el poder político asume implícitamente todo lo que éste le permite abarcar, inclusive aquello que excede los límites de dicho poder. De repente, discernir entre el bien y el mal pierde importancia. La constitución se convierte en un instrumento de aplicación selectiva, pues los detentadores del poder se sustraen de ella con impúdica facilidad. Obnubilados por la mayoría que los votó y, en ocasiones, por el apoyo incondicional de sus electores, se consideran infalibles e invulnerables, se atribuyen cualidades de las que carecen y potestades que no les han sido conferidas.

En los países cuyo texto constitucional permite la reelección continua hasta por un periodo más, los mandatarios dan por hecho el triunfo (Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa), en aquellos donde se estipula la reelección alterna, los expresidentes aguardan, impacientes, el próximo chance (Caldera, CAP), y en esos otros donde la constitución se ha reformado expresamente para hacer la reelección consecutiva e indefinida, los dictadores se valen de todo con tal de no entregar jamás (Fidel Castro, Hugo Chávez).

Nosotros, ciudadanos de a pie, empoderados, relativamente, por el derecho al sufragio, tenemos que hacer un gran esfuerzo para imaginar la sensación de invencibilidad que debe producir ser reelegido, por las buenas o por las malas, una y otra vez hasta que la incapacidad o la muerte se impongan.

Quienes pensamos que la reelección es un vicio terrible que debe ser completamente erradicado por el bien de la Democracia, tenemos la responsabilidad cívica de proponer y defender, en todos los sectores de nuestra sociedad, la detentación y el ejercicio del poder por un solo y único periodo constitucional. La experiencia de casi quince años bajo un régimen autoritario, militarista y hegemónico, tiene que servirnos para comprender en profundidad cómo la ambición desmedida de poder de unos pocos representa para la mayoría de los ciudadanos la pérdida irreparable de nuestros derechos, libertades, oportunidades y hasta de la vida.

10 mayo 2013

Revolución de librito

 

Esta gente va de librito, repitiendo viejos eslóganes, trastabillando una y otra vez sobre los adoquines del pasado, levantando el puño de cadáveres insepultos, abriendo zanjas en medio de la calle para que nadie cambie de acera, rompiendo huesos, propagando la inquina, purgando los espacios. Llevan las consignas del odio tatuadas en la frente, una franja ceñuda donde entran, más que holgadas, unas pocas ideas que ni siquiera son suyas, porque han olvidado cómo se piensa, han desechado el conocimiento y se han conformado con memorizar algunos adjetivos que sueltan en retahíla, eufóricos y desencajados, sin orden ni concierto, en una perorata tan pobre e incoherente que da vergüenza ajena. 

Van de librito, al pie de la letra. Lo que hemos visto hasta ahora proviene del recetario marxista-leninista. ¿Cómo se resuelven los problemas puntuales de la sociedad? Está en el librito. Por ejemplo, para el problema de la escasez de viviendas, Engels tiene la solución al pelo: “Esto sólo puede lograrse expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados”. ¿Cómo se hace la revolución? Según Marx, “el Estado es un órgano de dominación y de opresión de una clase por otra”, y dado que el Estado es una creatura de la clase dominante, hay que revertir su poder de modo que sean los proletarios quienes dominen y opriman a los burgueses. Según Lenin, “la sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta”. ¿Recuerdan aquello de que la revolución es pacífica, pero está armada? La violencia revolucionaria arremete contra nuestro pueblo prácticamente desde el principio del régimen chavista, y ahora, en la etapa del madurismo espurio, se afinca sobre sus puños para aplastar el disenso y la protesta. La trifulca en la Asamblea Nacional fue apenas un abreboca -o un rompeboca, como prefiera-.

No basta con destruir las instituciones y alinear en la fila de los revolucionarios a todos los órganos del Poder Público. Hay que abolir el parlamentarismo y sustituirlo por las “comunas”, porque según Lenin, “en los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al vulgo”. Siguiendo a Marx, el calvo momificado afirma que “la Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa” y propone la desaparición del parlamentarismo “como división del trabajo legislativo… y como situación privilegiada para los diputados”.

¿Y la democracia? Lenin tiene la alternativa ideal: “Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, o sea, exclusión de la democracia para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo”. Por si no quedara suficientemente claro, el propio Lenin admite que “es evidente que allí donde hay represión hay violencia, no hay libertad ni democracia”. Son éstas sus palabras, no las mías. Ya ve usted, todo está en el librito, incluso las contradicciones e incoherencias de una revolución -llámese bolchevique, cubana, china o bolivariana- que es siempre un revoltijo de pasiones, intereses y puñetazos.

03 mayo 2013

Extremistas en la cuerda floja



El nuevo régimen, además de ilegítimo, actúa fuera de la Constitución y de las leyes, emplea métodos fascistas y se comporta de manera brutal. Arremete contra la oposición con todo el poder del Estado, desde los órganos del Poder Público hasta la Fuerza Armada Nacional, cual si cada uno de éstos perteneciera a una fracción del país y no a toda la Nación. En apenas quince días se han desatado los demonios que hibernaron durante casi quince años en las vísceras de los individuos más irracionales del chavismo, que ahora en desbandada persiguen, hostigan, amenazan, excluyen y atacan con odio y saña a quienes consideran enemigos, es decir, a más de la mitad de los venezolanos. No cabe duda de que lo hacen impulsados por el miedo a perder sus privilegios y la oportunidad de seguir incrementando sus fortunas a expensas de los recursos del Estado. El socialismo es la mampara de su interés mercantilista y de su desmedida ambición de poder. 

Un hecho puntual es el acoso sistemático, público y notorio por parte de algunos funcionarios del Estado a los empleados públicos de quienes se sospecha que votaron por el candidato de la oposición Henrique Capriles. No parece importarles que es un crimen de lesa humanidad la “persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos” (Art.7.1.h. del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional).

El carácter extremista de las posiciones del funcionariado se muestra sin tapujos sobre la cuerda floja donde hacen sus maromas el Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello: “Como hay personas que no quieren reconocer al compañero Nicolás Maduro como Presidente de este país, en esta Asamblea Nacional, mientras yo sea Presidente, no tendrá derecho de palabra ningún diputado que no reconozca al compañero Nicolás Maduro”; el Ministro de Vivienda y Habitat, Ricarlo Molina: “Me importa en lo absoluto lo que dicen las normas laborales”; las rectoras del Consejo Nacional Electoral, Sandra Oblitas: “Para el CNE el evento electoral culminó. No hay auditoría que cambie los resultados electorales”, y Tibisay Lucena: “Es imposible aprobar la solicitud [hecha por Capriles] en los términos planteados”; y hasta la Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estela Morales, que sin haber recibido aún ninguna acción ni recurso, declara por anticipado que: “En Venezuela, el sistema electoral es absolutamente sistematizado, de modo, pues, que el conteo manual no existe, se ha engañado a aquellas personas que han pensado que realmente esto podía realmente producirse”.

Esa cuerda ha de romperse más temprano que tarde, si no por el peso de las tremebundas acciones y omisiones del régimen espurio, sí por la presión de nuestras protestas pacíficas, de nuestras denuncias contra las violaciones de los derechos humanos, de nuestra oposición contundente y firme a sus decisiones arbitrarias y a sus tácticas fascistas de criminalización de nuestros derechos a manifestar, a pensar, a expresarnos, a elegir y a disentir libremente.

Los opositores sabemos muy bien qué podemos esperar y qué no de las instituciones del Estado, desde hace casi quince años al servicio exclusivo de una revolución que las ha puesto de rodillas ante el poder omnímodo, antes de Hugo Chávez, ahora de unos cuantos oportunistas detrás de la figura de un presidente cuya legitimidad es dudosa y cuya capacidad es más que cuestionable. También sabemos qué esperar y qué no de la comunidad internacional, en la que se sientan a la misma mesa demócratas y dictadores, todos más interesados en hacer negocios que en defender los principios democráticos.  

Los opositores somos militantes de la Democracia. Que seamos pacientes no significa que estemos conformes con cuanto sucede; que seamos pacíficos no significa que estemos pasivos en medio de este caos político-institucional. Los opositores, a diferencia de los oficialistas, respetamos la Constitución, acatamos las leyes y nos servimos de ellas para invocar nuestros derechos, defender nuestra causa por la Libertad y exigir justicia. Será con estas herramientas con las que romperemos la cuerda floja de la impunidad.