Hay días en los que uno prefiere no enterarse de nada, no saber qué sucede a media cuadra, ni en el pueblo vecino, ni en ningún lugar del mapa. Hay veces en que la rutina informativa cansa, precisamente porque las noticias diarias son tan parecidas que uno se pregunta si no serán las mismas, frecuentemente protagonizadas por los mismos personajes que repiten las mismas sandeces, pero narradas de diversas maneras en fechas distintas.
En nuestro país, la novedad es que ha habido muy pocas novedades en los últimos quince años. Por más que el régimen anuncie nuevos planes, medidas y misiones, ninguno de estos ha cambiado en nada, excepto en los nombres, siempre rimbombantes, extensos e imposibles de memorizar. La política enfoca invariablemente a los mismos actores, se rige por las mismas causas y utiliza los mismos métodos.
Tampoco ha habido nuevas en la cotidianidad de los venezolanos. El problema de la escasez de productos que ocupa los titulares de las últimas semanas comenzó hace una década, a raíz de las confiscaciones y expropiaciones; el de la inflación desbocada viene cabalgando desde lejos a lomo del giordanismo utópico; el de la inseguridad es de tan remota data, que ya ni recordamos cuándo se colocó la primera concertina eléctrica ni quién fue el primer muerto por el hampa; el de los salarios de los docentes universitarios, como el de los médicos y los policías, es un atavismo histórico; el de la criminalización de las manifestaciones y de la disidencia se pierde de vista en el tiempo; el de las violaciones a los derechos humanos es un mal hábito de éste y de todos los gobiernos anteriores; el de la corrupción no solo parece irresoluble, hasta podría incluirse, ilustrado en un abanico de billetes, en el escudo nacional.
¿Cuál es, entonces, la noticia? Quizás sea la recurrencia de los acontecimientos. ¿Dónde está la novedad? Quizás en las reacciones que todavía provocan hechos a los que no nos acostumbramos. Es interesante ver la abundancia de comentarios y enconadas réplicas y contrarréplicas al pie de las malas noticias, pero a las buenas casi nadie les dedica un aplauso. No se escriben expresiones de elogio con la misma frecuencia que se escriben críticas, quejas y reclamos.
Según el DRAE, noticia es "noción, conocimiento". Noticiar es dar a conocer "una comunicación antes desconocida". Una noticia bomba es "la que impresiona por ser imprevista y muy importante".
La última noticia bomba que conocimos fue la del audio de Mario Silva. Sin embargo, cuando lo escuchamos, nos dimos cuenta de que sus revelaciones simplemente confirmaron lo que ya sabíamos o suponíamos. No es noticia, en cambio, que el ministro de Finanzas diga que "la dificultad de la economía es la inflación", pero lo noticioso de esta declaración parece que radica en que lo dice como si acabara de descubrir un nuevo continente.
Hoy es uno de esos días en que hubiese preferido no leer la prensa, ni escuchar la radio, ni ver el noticiero de la televisión, pero sucumbí a la expectativa de encontrar alguna novedad en las noticias, y en efecto la encontré: "El papa Francisco recibirá a Nicolás Maduro".
En nuestro país, la novedad es que ha habido muy pocas novedades en los últimos quince años. Por más que el régimen anuncie nuevos planes, medidas y misiones, ninguno de estos ha cambiado en nada, excepto en los nombres, siempre rimbombantes, extensos e imposibles de memorizar. La política enfoca invariablemente a los mismos actores, se rige por las mismas causas y utiliza los mismos métodos.
Tampoco ha habido nuevas en la cotidianidad de los venezolanos. El problema de la escasez de productos que ocupa los titulares de las últimas semanas comenzó hace una década, a raíz de las confiscaciones y expropiaciones; el de la inflación desbocada viene cabalgando desde lejos a lomo del giordanismo utópico; el de la inseguridad es de tan remota data, que ya ni recordamos cuándo se colocó la primera concertina eléctrica ni quién fue el primer muerto por el hampa; el de los salarios de los docentes universitarios, como el de los médicos y los policías, es un atavismo histórico; el de la criminalización de las manifestaciones y de la disidencia se pierde de vista en el tiempo; el de las violaciones a los derechos humanos es un mal hábito de éste y de todos los gobiernos anteriores; el de la corrupción no solo parece irresoluble, hasta podría incluirse, ilustrado en un abanico de billetes, en el escudo nacional.
¿Cuál es, entonces, la noticia? Quizás sea la recurrencia de los acontecimientos. ¿Dónde está la novedad? Quizás en las reacciones que todavía provocan hechos a los que no nos acostumbramos. Es interesante ver la abundancia de comentarios y enconadas réplicas y contrarréplicas al pie de las malas noticias, pero a las buenas casi nadie les dedica un aplauso. No se escriben expresiones de elogio con la misma frecuencia que se escriben críticas, quejas y reclamos.
Según el DRAE, noticia es "noción, conocimiento". Noticiar es dar a conocer "una comunicación antes desconocida". Una noticia bomba es "la que impresiona por ser imprevista y muy importante".
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