31 marzo 2008

719 millardos

Por Emilio J. Urbina Mendoza

El monto puede resultar irrisorio si hablamos de los viejos bolívares, por lo menos, los devenidos del viernes negro de 1983. También puede ser sinónimo de un mero crédito adicional para algún organismo o ministerio, tal y como se puede leer a diario en Gaceta Oficial o se ven los anodinos debates por ANTV. Sin embargo, los guarismos no se corresponden con ninguno de aquéllos supuestos. Son millardos de dólares, recepcionados por PDVSA, como contraprestación por la venta de petróleo y sus derivados durante los 9 años de gobierno del Presidente Chávez.

Una cifra que cifra cualquier esperanza para un país de apenas 30 millones de habitantes, que ha disfrutado de otros tiempos de bonanza y no ha aprendido las lecciones de escasez. Una cifra que cifra cualquier buena -y mala- intención en esta golpeada República. En fin, es una cifra mágica, capaz de impulsarnos al más inusitado desarrollo de una vez por todas, y lo más enigmático aún, es la tercera vez que nos ocurre en los últimos 50 años de vida como nación eminentemente petrolera.

El dato fue revelado antes de semana santa por el diario Reporte en la economía, que, sin hacernos solidarios con el mismo, ha develado una realidad que ha pasado de manera furtiva por otros medios de comunicación. Es impresionante el importe que arroja casi una década de facturación petrolera, que si bien, a simple vista pudiese parecer todo el dinero del mundo, sin embargo, para el Estado venezolano heredado de la Venezuela Saudita con sus pésimos hábitos administrativos sólo sirven para mantenerse “ajustado”, pagar la nómina estatal, subvencionar a toda una sociedad entera y alimentar un Estado paralelo repleto de improvisación y corrupción.

Adicional a esto, debe tomarse en cuenta la escalada casi irracional de los precios internacionales del oro negro, que en lo que va de 2008, logró superar el margen histórico de ganancias reportados en 1981. Son tiempos duales en la economía, en la política y hasta en la manera de gastar ese torrente de dinero.

Ante el monto total, el ciudadano promedio echa números pensando como alguna vez preguntara el fallecido Herrera Campíns durante su acertada campaña electoral, en alusión a los petrodólares evaporados durante el quinquenio 1974-1979: ¿Dónde están los reales? Sin ir tan lejos, ese dinero y el actual sí pueden verse hoy, y hasta palparse en cada recóndito espacio de la sociedad venezolana. Primero, sólo avizórase todas las ciudades del país, que por más deterioradas que se encuentren, las mismas son alimentadas por las divisas petroleras. Desde el situado municipal hasta los proyectos del Fides, todo, absolutamente todo es pagado con esa plata. Segundo, una nación como la nuestra que día a día ve en declive su producción alimentaria, no le queda más remedio que echarle mano a las importaciones ordinarias de casi todos los productos consumidos o usados, desde el BMW suntuario hasta la perraharina para las mascotas.

Si por ejemplo, en 1977, se criticaba el dispendio presupuestario destinado a la agricultura de puertos, que en aquella época estaba diseñada para satisfacer a 10 millones de habitantes, imagínense ahora, con esa estadística triplicada. Ese dinero del petróleo nos da de comer a todos, claro está, lamentablemente sedimentado en una cultura rentista ratificada, aumentada y adorada por los gobernantes chavistas. He allí el pecado original de este terrible gobierno, consolidar el imaginario del despilfarro, peculado y riqueza fácil.

Qui habet aures audiendi audiat.

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