El Universal
Uno de los más célebres capítulos de la extraordinaria serie de TV "Seinfeld" tenía como protagonista a un furibundo hacedor de sopas conocido como "el nazi de la sopa". El personaje cocinaba sus caldos con recetas guardadas con celo de pócima.
Aprovechándose de su posición privilegiada, el personaje era grosero y arbitrario. Por un curioso giro, una persona que había sido vejada por el mezquino cocinero descubrió sus fórmulas secretas. El nazi decidió huir al saberse desenmascarado y prever el castigo que la humillada clientela le inflingiría al cambiarse a otros cocineros que podrían hacer el mismo trabajo de mejor forma y con respeto.
El proceder a espaldas de la gente no es característica exclusiva del mentado sopero. La Comisión para la Reforma de la Constitución, ha actuado de la misma forma. Encerrados en su oscuro cónclave, pretendieron adivinar los deseos de la voz suprema y produjeron un documento que procuraron mantener en secreto pero que, afortunadamente, ha salido a la luz pública. La gran farsa ha quedado revelada. La sopa que nos querían dar está vieja y agria.
Entre otras cosas, la reforma propone lo que todos sabíamos: reelección perenne, volver a un comprobadamente ineficiente sistema centralista, una aberrante subordinación del ejército a un proyecto político, así como un golpe a la propiedad privada y otro a la autonomía universitaria. Todo sustentado por una definición de Estado que revela la relación entre socialismo y totalitarismo.
Son éstas las nociones más reaccionarias que haya leído en mucho tiempo. Es una concepción repulsiva de la relación del poder, y quienes lo detentan, con el ciudadano. Peor aún, todo ha sido hecho a escondidas.
La democracia, a diferencia de una sopa, no la puede hacer un cocinero maligno con un grupito de pinches. Este sistema se construye día a día, entre todos y con apego a valores fundamentados en la libertad y la igualdad. El texto de la pretendida reforma no siembra estos valores, no sólo porque su contenido es totalitario, sino porque el procedimiento mediante el cual se hizo careció de la más básica transparencia que se le exige a cualquier acto de quien gobierna de acuerdo a los principios de control del poder público.
La arrogancia de creerse con poder y la adulancia a quien realmente lo detenta, llevó a los miembros de la secta para la reforma constitucional a cocinar un texto amargo que ha sido descubierto y ha generado repulsión en la sociedad. Ojalá que cuando lleguen los cambios estos comisionados de lo oculto asuman sus acciones y no huyan, como lo hizo el nazi (de la sopa) cuando fue descubierto.
Aprovechándose de su posición privilegiada, el personaje era grosero y arbitrario. Por un curioso giro, una persona que había sido vejada por el mezquino cocinero descubrió sus fórmulas secretas. El nazi decidió huir al saberse desenmascarado y prever el castigo que la humillada clientela le inflingiría al cambiarse a otros cocineros que podrían hacer el mismo trabajo de mejor forma y con respeto.
El proceder a espaldas de la gente no es característica exclusiva del mentado sopero. La Comisión para la Reforma de la Constitución, ha actuado de la misma forma. Encerrados en su oscuro cónclave, pretendieron adivinar los deseos de la voz suprema y produjeron un documento que procuraron mantener en secreto pero que, afortunadamente, ha salido a la luz pública. La gran farsa ha quedado revelada. La sopa que nos querían dar está vieja y agria.
Entre otras cosas, la reforma propone lo que todos sabíamos: reelección perenne, volver a un comprobadamente ineficiente sistema centralista, una aberrante subordinación del ejército a un proyecto político, así como un golpe a la propiedad privada y otro a la autonomía universitaria. Todo sustentado por una definición de Estado que revela la relación entre socialismo y totalitarismo.
Son éstas las nociones más reaccionarias que haya leído en mucho tiempo. Es una concepción repulsiva de la relación del poder, y quienes lo detentan, con el ciudadano. Peor aún, todo ha sido hecho a escondidas.
La democracia, a diferencia de una sopa, no la puede hacer un cocinero maligno con un grupito de pinches. Este sistema se construye día a día, entre todos y con apego a valores fundamentados en la libertad y la igualdad. El texto de la pretendida reforma no siembra estos valores, no sólo porque su contenido es totalitario, sino porque el procedimiento mediante el cual se hizo careció de la más básica transparencia que se le exige a cualquier acto de quien gobierna de acuerdo a los principios de control del poder público.
La arrogancia de creerse con poder y la adulancia a quien realmente lo detenta, llevó a los miembros de la secta para la reforma constitucional a cocinar un texto amargo que ha sido descubierto y ha generado repulsión en la sociedad. Ojalá que cuando lleguen los cambios estos comisionados de lo oculto asuman sus acciones y no huyan, como lo hizo el nazi (de la sopa) cuando fue descubierto.
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