Philipp Allott, profesor de derecho internacional público de la Universidad de Cambridge, se define como “un conservador, pero bastante radical”. No por nada, cada vez que es invitado a algún simposio internacional el auditorio queda boquiabierto al escuchar sus teorías.
Así ocurrió recientemente en el Vaticano, donde causó gran sensación su informe sobre la sociedad internacional y la idea de justicia. Allí dijo que, como “sistemas inhumanos”, la democracia y el capitalismo, en verdad, son “formas extremas del totalitarismo”.
“Nuestros deseos están determinados por el sistema: deseamos, como seres humanos, lo que la sociedad desea que deseemos, y la gente normal no es consciente de ello”, explicó a LA NACION Allott, filósofo que fue consejero legal del Foreign Office durante más de una década y que es autor de varios libros, entre los que se destaca Eunomia, New Order for a New World.
De 69 años y con el típico sentido del humor británico, en una larga conversación en los verdes y cuidados jardines vaticanos, Allott se manifestó preocupado. “Algo va mal, y lleva mucho tiempo yendo mal, en las elites que gobiernan en el mundo", sostiene.
-¿Por qué acusa a la democracia y al capitalismo de ser formas extremas de totalitarismo?
-Como se imaginará, esa afirmación mía suele desencadenar sorpresa. Pero yo no soy la primera persona que dice eso. Mucha gente hace esa misma acusación. Tanto la democracia como el capitalismo son sistemas que contienen sus propios valores, lo que significa que uno sólo puede participar en ellos si los acepta. Incluso valores de índole trascendental -sobre la justicia, la felicidad y demás- están dentro de este tipo de sistemas. Los ciudadanos deben entregar sus mentes al sistema, que no es político o económico, sino un sistema de conciencia. La democracia y el capitalismo son sistemas de conciencia. La gente no se percata de ello, pero su mente está determinada por estos sistemas.
-De todos modos, resulta difícil pensar en la democracia como un régimen totalitario, como el de Adolf Hitler o el de Francisco Franco .
-El totalitarismo tradicional, el del Tercer Reich, el del imperio soviético o el de la China maoísta, se caracterizaba por tomar el control de las personas por la fuerza. La violencia se utiliza para controlar a la gente, y la gente, en última instancia, puede ser disidente en su vida privada, ya que dentro de las cuatro paredes de su casa puede pensar lo que se le dé la gana. En las sociedades teocráticas, el sistema controla las mentes de los ciudadanos, pero lo hace en nombre de unos supuestos valores elevados y trascendentales. Lo extraordinario de la democracia y del capitalismo es que controlan y abastecen la conciencia de sus ciudadanos con valores pragmáticos. Y por eso digo que es un régimen totalitario. Totalitarismo significa el control total de la sociedad. Y a excepción, quizá, de un breve período en la historia del cristianismo, cuando la Iglesia controlaba la mente de la gente, no ha habido un totalitarismo absoluto. Nada comparable con el totalitarismo actual. El totalitarismo de los sistemas democráticos y capitalistas es tan desarrollado que hasta nuestros deseos están determinados por el sistema. Deseamos lo que la sociedad desea que deseemos. La gente normal no es consciente de ello, pero sus líderes deberían serlo, porque se trata de un gigantesco desafío para la filosofía y la religión.
-Pero si la democracia es totalitaria, ¿cuál sería el sistema al que habría que recurrir?
-No me malinterprete. La democracia y el capitalismo, para cuya creación se han necesitado siglos, son unos sistemas magníficos. La democracia es un sistema maravilloso para organizar la lucha de intereses en una sociedad. Y el capitalismo es un sistema extraordinario para crear riqueza. Pero lo que yo digo es que no son los sistemas definitivos. Alguien ha creado estos sistemas. ¿Por qué no podemos nosotros recrearlos, mejorarlos, humanizarlos? Pienso que ésa es nuestra obligación.
-¿Qué opina de la idea de Bush de democratizar el mundo?
-Creo que en Europa nos oponemos a las ideas simplistas sobre el capitalismo y la democracia que tienen los norteamericanos... Ellos creen saber lo que es la democracia y el capitalismo, mientras que en Europa somos más cautos. En general, estamos en contra de imponer estas ideas en países que tienen culturas radicalmente distintas, a veces muy antiguas.
-¿Cree que el islam es compatible con la democracia?
-Esa es la gran pregunta. Podría ser. Pero ¿es compatible la democracia con el cristianismo? La democracia y el capitalismo son algo tan desespiritualizado que, en principio, no serían compatibles con ninguna religión. Pero eso es algo que deberá resolver el islam, que deberá aceptar el capitalismo de alguna forma, porque crea riqueza. Cómo se organizará la democracia en esos países es otra cuestión.
-Usted habla del valor de un sistema internacional no encorsetado como el actual. ¿Habla también de derechos humanos?
-No existe una cultura común en el mundo. No hay manera de generar valores comunes. Yo apoyo el concepto de los derechos humanos, que debería estar por encima de todos los sistemas. Pero también se habla, por ejemplo, de que hay que ser solidario con los pobres del mundo. Es lo que llamo el talante hipocrítico de las sociedades democráticas, en las que la gente se dice muy preocupada por la pobreza. Y nada sucede al respecto: es increíble. La gente también se dice preocupada por la guerra, pero nada cambia...
-¿A qué atribuye estas hipocresías?
-Algo va mal, y lleva mucho tiempo yendo mal, en las elites que gobiernan el mundo. Sólo así se explica la enorme disparidad entre la gente normal, que sabe lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo e injusto, y estos pequeños grupos de personas que tienen en sus manos las riendas del mundo.
-¿Nuestra sociedad está en decadencia? ¿Las elites de ahora son peores que las de principios el siglo XX?
-Hoy, en los gobiernos tenemos gente muy inteligente. Pero hay un problema nuevo: el sistema internacional es tan complicado que está fuera de control para todo el mundo. Nadie controla el sistema internacional, nadie. Los gobiernos continúan fingiendo que controlan las cosas, y por eso hacen conferencias y aprueban tratados internacionales. Pero el sistema es tan complicado que escapa a su control. El propio George W. Bush, que parece el actor principal del mundo, puede que no sea consciente, pero es la víctima de cambios rápidos ante los que pretende reaccionar, pero no puede. Nadie puede.
-¿Y quiénes cree que liderarán la revolución para cambiar el mundo?
-El único poder por encima de todos los poderes es el poder de las ideas. Los seres humanos somos bastante buenos con las ideas. Siempre lo hemos sido. Y quizá seamos capaces de encontrar algunas ideas que puedan mejorar la situación. Eso significa que la filosofía, que desgraciadamente ha sufrido un declive en el siglo XX, recupere su capacidad de generar buenas ideas.
-¿La democracia y el capitalismo han sido responsables de ese declive de la filosofía?
-Sí, porque estos sistemas no tienen ningún interés en la filosofía.
-¿Usted es optimista?
-En el corto plazo soy pesimista, obviamente, porque la situación del mundo es terrible. Pero a largo plazo soy optimista, un optimista británico. Quizá sea porque durante 500 años Gran Bretaña ha logrado sobrevivir al caos infinito. Gran Bretaña ha estado prácticamente acabada una y otra vez, pero siempre ha salido adelante.
-Usted dijo ser conservador. ¿Significa eso que apoyó a Margaret Thatcher?
-Personalmente, no me gustaba Margaret Thatcher, pero fue esencial en nuestra historia. Transformó completamente la sociedad británica, algo que en otras sociedades europeas aún no ha ocurrido. Y, aunque parezca increíble, el actual gobierno laborista ha continuado la revolución de Thatcher.
-¿Qué dice de las islas Malvinas?
-Soy un abogado, así que debería pedirle dinero por darle mi opinión al respecto [Risas.] Voy a serle sincero: es una cuestión en la que no puedo evitar ser sentimental. Aunque haya sido disparatado enviar a la Marina al final del mundo para defender un puñado de islas, es algo que, sentimentalmente, encuentro muy excitante. Pero no quiero decir nada más, porque es un problema de legislación internacional muy complicado...
Así ocurrió recientemente en el Vaticano, donde causó gran sensación su informe sobre la sociedad internacional y la idea de justicia. Allí dijo que, como “sistemas inhumanos”, la democracia y el capitalismo, en verdad, son “formas extremas del totalitarismo”.
“Nuestros deseos están determinados por el sistema: deseamos, como seres humanos, lo que la sociedad desea que deseemos, y la gente normal no es consciente de ello”, explicó a LA NACION Allott, filósofo que fue consejero legal del Foreign Office durante más de una década y que es autor de varios libros, entre los que se destaca Eunomia, New Order for a New World.
De 69 años y con el típico sentido del humor británico, en una larga conversación en los verdes y cuidados jardines vaticanos, Allott se manifestó preocupado. “Algo va mal, y lleva mucho tiempo yendo mal, en las elites que gobiernan en el mundo", sostiene.
-¿Por qué acusa a la democracia y al capitalismo de ser formas extremas de totalitarismo?
-Como se imaginará, esa afirmación mía suele desencadenar sorpresa. Pero yo no soy la primera persona que dice eso. Mucha gente hace esa misma acusación. Tanto la democracia como el capitalismo son sistemas que contienen sus propios valores, lo que significa que uno sólo puede participar en ellos si los acepta. Incluso valores de índole trascendental -sobre la justicia, la felicidad y demás- están dentro de este tipo de sistemas. Los ciudadanos deben entregar sus mentes al sistema, que no es político o económico, sino un sistema de conciencia. La democracia y el capitalismo son sistemas de conciencia. La gente no se percata de ello, pero su mente está determinada por estos sistemas.
-De todos modos, resulta difícil pensar en la democracia como un régimen totalitario, como el de Adolf Hitler o el de Francisco Franco .
-El totalitarismo tradicional, el del Tercer Reich, el del imperio soviético o el de la China maoísta, se caracterizaba por tomar el control de las personas por la fuerza. La violencia se utiliza para controlar a la gente, y la gente, en última instancia, puede ser disidente en su vida privada, ya que dentro de las cuatro paredes de su casa puede pensar lo que se le dé la gana. En las sociedades teocráticas, el sistema controla las mentes de los ciudadanos, pero lo hace en nombre de unos supuestos valores elevados y trascendentales. Lo extraordinario de la democracia y del capitalismo es que controlan y abastecen la conciencia de sus ciudadanos con valores pragmáticos. Y por eso digo que es un régimen totalitario. Totalitarismo significa el control total de la sociedad. Y a excepción, quizá, de un breve período en la historia del cristianismo, cuando la Iglesia controlaba la mente de la gente, no ha habido un totalitarismo absoluto. Nada comparable con el totalitarismo actual. El totalitarismo de los sistemas democráticos y capitalistas es tan desarrollado que hasta nuestros deseos están determinados por el sistema. Deseamos lo que la sociedad desea que deseemos. La gente normal no es consciente de ello, pero sus líderes deberían serlo, porque se trata de un gigantesco desafío para la filosofía y la religión.
-Pero si la democracia es totalitaria, ¿cuál sería el sistema al que habría que recurrir?
-No me malinterprete. La democracia y el capitalismo, para cuya creación se han necesitado siglos, son unos sistemas magníficos. La democracia es un sistema maravilloso para organizar la lucha de intereses en una sociedad. Y el capitalismo es un sistema extraordinario para crear riqueza. Pero lo que yo digo es que no son los sistemas definitivos. Alguien ha creado estos sistemas. ¿Por qué no podemos nosotros recrearlos, mejorarlos, humanizarlos? Pienso que ésa es nuestra obligación.
-¿Qué opina de la idea de Bush de democratizar el mundo?
-Creo que en Europa nos oponemos a las ideas simplistas sobre el capitalismo y la democracia que tienen los norteamericanos... Ellos creen saber lo que es la democracia y el capitalismo, mientras que en Europa somos más cautos. En general, estamos en contra de imponer estas ideas en países que tienen culturas radicalmente distintas, a veces muy antiguas.
-¿Cree que el islam es compatible con la democracia?
-Esa es la gran pregunta. Podría ser. Pero ¿es compatible la democracia con el cristianismo? La democracia y el capitalismo son algo tan desespiritualizado que, en principio, no serían compatibles con ninguna religión. Pero eso es algo que deberá resolver el islam, que deberá aceptar el capitalismo de alguna forma, porque crea riqueza. Cómo se organizará la democracia en esos países es otra cuestión.
-Usted habla del valor de un sistema internacional no encorsetado como el actual. ¿Habla también de derechos humanos?
-No existe una cultura común en el mundo. No hay manera de generar valores comunes. Yo apoyo el concepto de los derechos humanos, que debería estar por encima de todos los sistemas. Pero también se habla, por ejemplo, de que hay que ser solidario con los pobres del mundo. Es lo que llamo el talante hipocrítico de las sociedades democráticas, en las que la gente se dice muy preocupada por la pobreza. Y nada sucede al respecto: es increíble. La gente también se dice preocupada por la guerra, pero nada cambia...
-¿A qué atribuye estas hipocresías?
-Algo va mal, y lleva mucho tiempo yendo mal, en las elites que gobiernan el mundo. Sólo así se explica la enorme disparidad entre la gente normal, que sabe lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo e injusto, y estos pequeños grupos de personas que tienen en sus manos las riendas del mundo.
-¿Nuestra sociedad está en decadencia? ¿Las elites de ahora son peores que las de principios el siglo XX?
-Hoy, en los gobiernos tenemos gente muy inteligente. Pero hay un problema nuevo: el sistema internacional es tan complicado que está fuera de control para todo el mundo. Nadie controla el sistema internacional, nadie. Los gobiernos continúan fingiendo que controlan las cosas, y por eso hacen conferencias y aprueban tratados internacionales. Pero el sistema es tan complicado que escapa a su control. El propio George W. Bush, que parece el actor principal del mundo, puede que no sea consciente, pero es la víctima de cambios rápidos ante los que pretende reaccionar, pero no puede. Nadie puede.
-¿Y quiénes cree que liderarán la revolución para cambiar el mundo?
-El único poder por encima de todos los poderes es el poder de las ideas. Los seres humanos somos bastante buenos con las ideas. Siempre lo hemos sido. Y quizá seamos capaces de encontrar algunas ideas que puedan mejorar la situación. Eso significa que la filosofía, que desgraciadamente ha sufrido un declive en el siglo XX, recupere su capacidad de generar buenas ideas.
-¿La democracia y el capitalismo han sido responsables de ese declive de la filosofía?
-Sí, porque estos sistemas no tienen ningún interés en la filosofía.
-¿Usted es optimista?
-En el corto plazo soy pesimista, obviamente, porque la situación del mundo es terrible. Pero a largo plazo soy optimista, un optimista británico. Quizá sea porque durante 500 años Gran Bretaña ha logrado sobrevivir al caos infinito. Gran Bretaña ha estado prácticamente acabada una y otra vez, pero siempre ha salido adelante.
-Usted dijo ser conservador. ¿Significa eso que apoyó a Margaret Thatcher?
-Personalmente, no me gustaba Margaret Thatcher, pero fue esencial en nuestra historia. Transformó completamente la sociedad británica, algo que en otras sociedades europeas aún no ha ocurrido. Y, aunque parezca increíble, el actual gobierno laborista ha continuado la revolución de Thatcher.
-¿Qué dice de las islas Malvinas?
-Soy un abogado, así que debería pedirle dinero por darle mi opinión al respecto [Risas.] Voy a serle sincero: es una cuestión en la que no puedo evitar ser sentimental. Aunque haya sido disparatado enviar a la Marina al final del mundo para defender un puñado de islas, es algo que, sentimentalmente, encuentro muy excitante. Pero no quiero decir nada más, porque es un problema de legislación internacional muy complicado...
Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia
Corresponsal en Italia
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